Fr. Nelson Medina, O.P.
Estaba empezando a llover. Fue una lluvia corta, irrespetuosa, altanera. Tonificante, sin embargo. La naturaleza es impresionante. Es como si nos mirara con ojos de siglos. Todo es pequeño y sin embargo todo tiene significado. Nada se pierde para siempre, pero nada que pase es demasiado importante.
Uno se pone trascendental.
Bueno, en el fondo siempre hay un drama y una comedia en el fondo de mi alma. O tal vez así sucede en todas las almas, aunque quede tanta gente que ya renunció a escuchar la voz profunda del corazón cuando calla.
La lluvia es tan parecida a la magia... Es como si perdonara todo, como si pasara una página y dejara lista la tierra para volver a empezar, volver a escribir, volver a leer y a preguntar...
Uno llega a preguntarse si hay memoria del mundo más allá de lo que ven nuestros ojos y pronuncian nuestras palabras. Tal vez hemos sido creados también para eso: para ser memoria. El día que termina logra casi eternidad cuando alguien puede pronunciarlo. Mas de eso no saben las rocas ni los árboles, ni los arroyos ni los pájaros. Pronunciar los días es una ciencia reservada a los hombres.
En momentos así uno entiende a los antiguos habitantes de Mesopotamia.
Cuando se despejaba el cielo, y se abrían las nubes y podían verse las estrellas lejanísimas, hombres como tú o como yo se asomaban al espectáculo de semejante inmensidad, y entonces hacían montañas, ¡imagínate! Eran pequeñas montañas llamadas "zigurats". Y solemnes y adustos subían a ellas, que no tenían ni cien metros de altura, para sentir que habían ascendido algo hacia el cielo. ¡Qué impresión! ¡Qué espectáculo descubrir que hay tanta hambre y tan poco pan para esa hambre de trascendencia y de infinito!
Algunos de ellos, algunos de esos poetas, repletos de una nostalgia sin nombre, concentraban su atención en alguna estrella, y le mandaban besos. Esa imagen me conmueve muchísimo. El libro de Job habla de esa extraña y tierna práctica. Era una forma de idolatría, y como idolatría no puede ser aprobada, pero ¿sabes? De ese texto de Job aprendí que hay que tener una compasión infinita frente al corazón que no ve más y de pronto, como derrotado, se postra ante una creatura.
¡Un beso para una estrella! No es bueno; pero no podemos ser demasiado duros con quienes tales cosas hicieron, ...o hacen. Al fin y al cabo, quizá también aquellos magos de Oriente besaron el cielo que les llevaba al Rey de los Cielos. ¡Dios lo sabe!
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