Semblanza filosófica de
Heidegger
Filósofo de los malentendidos, tanto por sus simpatías por
el nazismo como por su poco sistemática, oscura y poética obra, Heidegger abrió
la filosofía a una nueva interpretación del mundo y del hombre, a través de la
cual se deja oír la voz del ser.
Martín Heidegger nace en 1889 en Messkirch, Baden (Alemania). De familia
católica, entra como becario en el instituto de Constanza en 1906, donde se
prepara para la carrera sacerdotal, que posteriormente abandona por su
dedicación a la filosofía.
En 1909 ingresa en la universidad de Friburgo, convirtiéndose en alumno del
neokantiano Heinrich Rickert, y concluye sus estudios universitarios en 1913,
con una tesis sobre La teoría del juicio en el psicologismo.
Al inicio de la Primera Guerra Mundial es reclutado por el ejército, donde se
le licencia por una dolencia cardiaca, y un año después es nombrado
privatdozent en la Universidad Albert-Ludwig de Friburgo de Brisgovia, dando
diferentes cursos y seminarios, como San Agustín y el neoplatonismo y Lecciones
fenomenológicas, en torno a la filosofía de Husserl.
En 1917 contrae matrimonio con Elfriede Petri, hija de un alto oficial
prusiano, y seis años después se le nombra profesor extraordinario de la
Universidad Philipps de Marburgo, donde imparte numerosas lecciones sobre un
gran número de filósofos.
Después de establecer una historia de amor con Hannah Arendt, en 1926 Heidegger
termina Sein und Seit (Ser y Tiempo), una de sus obras más influyentes e
importantes, a pesar de quedar inconclusa.
En 1929 reemplaza a Husserl como profesor titular en la Universidad de
Friburgo, y publica Kant y el problema de la metafísica. Tres años después
alcanza el puesto de rector, y se afilia al partido nacionalsocialista cuando
los nazis llegan al poder. En un primer momento, realiza una labor
propagandista del régimen, pero un año después, desilusionado, renuncia a su
cargo, hecho que no le libra de una ambigua y controvertida situación duramente
criticada por sus contemporáneos.
A partir de entonces, Heidegger no publicará prácticamente nada hasta 1942,
dedicándose intensivamente a la labor docente, que se plasma en los siguientes
cursos: Introducción a la metafísica (dictado en 1935 y publicado 1953),
Lecciones sobre Hegel (1934), Hölderlin en la esencia de la poesía (1936), y El
origen de la obra de arte, que sirvió como base de una obra más amplia titulada
Caminos del bosque.
Al acabar la guerra, se le prohíbe enseñar entre 1946 y 1951, periodo en el que
escribe Carta sobre el humanismo. A partir de entonces, se retira de la vida
pública y se dedica a realizar seminarios como La cosa, El peligro, Qué
significa pensar y Tiempo y ser, entre otros.
Después de publicarse la primera edición completa de sus obras, en 1975,
Heidegger muere al año siguiente, el 26 de mayo, en Messkirch.
El pensamiento de Heidegger
El principal problema que se plantea Heidegger es la pregunta por el ser como
algo constitutivo y fundamental de todo quehacer filosófico, al mismo tiempo
que denuncia el olvido de esta cuestión por parte de los mismos filósofos
griegos que iniciaron una investigación rigurosa sobre el ser. Platón y
Aristóteles no lograron definirlo, sino que oscurecieron su sentido al tratarlo
como un ente, como una "presencia" e, incluso, como una simple
cópula: aquello que define sin definirse a sí mismo.
Heidegger se propone delimitar con precisión los ámbitos de lo ontológico (ser)
y lo óntico (ente), cuya escisión asimiló al primero, al ser, con la
permanencia y la eternidad, en oposición al carácter sumamente efímero y
cambiante del ente. Esta escisión se pretende eliminar mediante un
enraizamiento del ser en la temporalidad.
Heidegger intenta establecer una ontología distinta, una superación de la
metafísica tradicional "olvidadiza" de la cuestión del ser, mediante
una analítica existencial: es el hombre el que se pregunta por el sentido del
ser (Dasein, ser-ahí) y, por lo tanto, todo estudio de esta cuestión requiere
un examen previo de lo que es el hombre, entendido no de manera genérica, sino
como aquello que abre la visión del ser y a través del cual se deja oír su voz.
El Dasein es el hombre, aquel ser que posibilita que el ser esté presente y
pueda ser interpretado, pero no ha de entenderse como una cosa, sino como un
poder-ser, como el lugar en el que se manifiestan y despliegan sus
posibilidades.
Este poder-ser que es el hombre está condicionado por la facticidad. El Dasein
se despliega en el absurdo de lo dado, lugar que le preexiste desde siempre y
desde el cual se proyecta irrevocablemente más allá de sí mismo, como forma de
realizarse como proyecto: no es todavía lo que tiene que ser y ha de dejar de
ser lo que ahora es; el hombre es una anticipación de sí mismo porque es un
ser-en-el-mundo.
Más allá de la filosofía de Husserl, Heidegger propone volcar la fenomenología
en la hermenéutica, pues aquélla no está libre de prejuicios ni puede
considerarse una descripción neutral y transparente de lo real, ni la propia
conciencia un yo imparcial.
Nuestra propia existencia encarna una determinada representación e
interpretación del mundo. El ser es lenguaje y tiempo, y nuestro contacto con
las cosas está siempre mediado por prejuicios y expectativas como consecuencia
del uso del lenguaje. Cualquier respuesta a una pregunta acerca de la realidad
se halla manipulada de antemano, ya que siempre existe una precomprensión
acerca de todo lo que pienso. Esta precomprensión de las cosas produce una
circularidad natural en la comprensión que va de lo incomprendido a lo
comprendido, y que ha sido denominada "círculo hermenéutico". Por
ejemplo, para responder a la pregunta "¿Qué es una obra de arte?", es
necesario saber previamente qué es el arte, ahora bien, ¿cómo conozco éste si
no reconozco las obras? El círculo hermenéutico no es exactamente un límite o
un error del conocimiento (como condenaría la lógica clásica y el pensamiento
científico) sino algo intrínseco al hombre e inevitable, pero que se constituye
como una oportunidad que nos permite conocer el todo a través de las partes y
viceversa.
El hombre es un decir inconcluso, un proyecto incompleto que debe asumir la
muerte como fin radical. Estamos arrojados a un mundo que es nuestro espacio y
posibilidad de realización y , por lo tanto, puede ser considerado un
utensilio, un instrumento que utilizamos para realizarnos. En la medida en que
nos servimos del mundo y lo instrumentalizamos para nuestras acciones y
proyectos, creamos una relación con él que varía dependiendo no sólo de los
condicionantes históricos y temporales, sino con cada individuo. El hombre crea
mundo, hace mundo, dependiendo del uso y de los fines que lleve a cabo.
Heidegger advierte de los peligros de la técnica cuando ésta menoscaba nuestra
relación originaria con el ser y nos hunde en la facticidad de los entes,
instrumentalizándonos a nosotros mismos y dejándonos atrapar por los propios
objetos que hemos creado.
Nuestra existencia es preocupación surgida de la angustia de vernos proyectados
en un mundo en el que tenemos que ser a nuestro pesar. Provenimos de una nada y
nos realizamos como un proyecto encaminado hacia la muerte, por eso, la
angustia es constitutiva del Dasein, porque es la condición de un ser caído y
solitario que no puede contar con Dios ni remedio alguno a su condición.
Debemos hacernos responsables de nuestra propia vida, asumir nuestra propia
muerte sin dejarnos fagocitar en nuestra relación con los objetos y sus
funciones. La vida inauténtica nace del ocultamiento de lo terrible de nuestra
condición. La autenticidad consiste, según Heidegger, en reconocer que somos un
ser para la muerte, única vía de acceso a la libertad.
Pese al rechazo que ha supuesto su posición política frente al nazismo, es
indudable que Heidegger ha sido uno de los filósofos más importantes e
influyentes en el nuevo panorama de la filosofía contemporánea, muchas de cuyas
corrientes, como el existencialismo y la hermenéutica, se han configurado en un
inevitable diálogo con su obra.