Polonia, todavía el país más católico
del mundo
La
descripción de Polonia por parte de un presbiteriano
Vivo con mi familia en las afueras
de Varsovia y todas las mañanas del sábado mis hijos y yo -un presbiteriano en
este país católico- nunca nos perdemos el programa televisivo 'Ziarno' (La
Semilla), un espacio para niños sobre la Biblia, de la magnética hermana
Mariola. Los polacos adultos disfrutan enterándose de las actividades de su
polaco favorito, el papa Juan Pablo II; prácticamente, ninguna emisión de las
noticias nocturnas esta completa sin un apunte sobre su ocupada agenda. A pesar
de cuatro décadas de régimen comunista, la patria de Juan Pablo II aún puede
reclamar la distinción de ser el país más católico del mundo.
La dimensión del Catolicismo entre la
gente de a pie
La vitalidad de la Iglesia católica
está presente en todos los lugares de la Polonia actual. Se aprecia, por
ejemplo, por la gran cantidad de curas y monjas jóvenes que animan las calles.
En Sábado Santo se ven familias enteras caminar hacia la iglesia llevando un
trozo de pan, un huevo cocido, un trozo de carne y unos granos de sal en una
canasta de mimbre para la bendición de sus desayunos de Pascua. También se nota
en las multitudes de peregrinos congregándose en el monasterio de 'Jasna Gora'
(Montaña Luminosa) que alberga a la Virgen Negra, el famoso icono que ha sido
mucho tiempo el símbolo de la nación polaca.
Cuando me trasladé a Polonia hace
ahora once años, el país se encontraba en los tormentos de una transformación económica
y política. Y entonces me pregunté: ¿la occidentalización del país deterioraría
la riqueza de la fe histórica polaca? Tengo una experiencia inolvidable acerca
de la profunda conexión entre la nación polaca y la Iglesia católica. En la
preciosa iglesia San Jaime, en Varsovia, cuando en 1990 acudí a la misa de
Viernes Santo, una replica del cuerpo exánime de Cristo yacía sobre la bandera
polaca. Eso era, justamente, el símbolo apropiado para representar a la Iglesia
y a la nación que habían sufrido juntas.
Pero Polonia ya no es una nación
que sufre. Su crecimiento económico está entre los más altos de Europa y los
efectos de la globalización son visibles. Polonia pertenece a la OTAN y está a
punto de integrarse en la Unión Europea. Cuando esto suceda los polacos habrán
cumplido las metas que se marcaron en el momento en que iniciaron su camino
hacia la democracia y la economía mercantil.
Pese a que se tiene la sensación
que la Polonia heroica de la Solidaridad -el movimiento para librarse de las
cadenas soviéticas, que nació con la huelga de 1980 en los astilleros Lenin de
Gdansk y que fue bendecido por Juan Pablo II- pasó hace ya mucho tiempo, la
Iglesia católica permanece vibrante en este país. Hoy día, un asombroso 58 por
ciento de la población va a misa al menos una vez a la semana.
Aunque la ecuación polaco =
católico no es exacta está muy cerca de la verdad, tan cerca que el que la
rechaza está 'protestando' demasiado. Casi 19 de 20 polacos son católicos
romanos. Los ortodoxos orientales son el segundo grupo religioso con unos
600.000 fieles, es decir, el 1,5 por ciento de la población. Los testigos de
Jehová, más distanciados, ocupan el tercer lugar con unos 120.000 miembros,
aproximadamente el 0,3 por ciento de la población. Los luteranos constituyen el
grupo más numeroso entre los protestantes; cuentan con unos 85.000 miembros de
un total de 150.000. Incredulidad casi no existe, a pesar de décadas de régimen
comunista los ateos representan únicamente un 0,6 por ciento de la sociedad
polaca.
Estos datos, aunque impresionantes,
no revelan la extensión del Catolicismo en Polonia. En este sentido, me vienen
a la memoria una diversidad de imágenes y asociaciones que hablan de lo
profundamente que la fe esta incrustada en la vida cotidiana. Por ejemplo, los
polacos celebran más el día de su santo que el de su cumpleaños. Las
festividades casi siempre incluyen un fuerte brindis '¡Sto Lat!'(¡Qué vivas
cien anos!). En Noche Buena, cuando se han reunido con sus familiares,
participan en una ceremonia preciosa que se llama 'compartir la oblea'. Cada
familiar, con una oblea de blanca y delgada de pan ácimo en la mano, se acerca
los presentes, uno por uno, y se van intercambiando un trocito de oblea al
tiempo que se desean salud y felicidad. Esta ceremonia puede parecer mecánica
y, en este aspecto, superficial, pero justamente esto indica la profundidad de
la tradición polaca. Además, pequeños aportes de creatividad personal que se
dan en el seno de cada familia eliminan cualquier impresión de que dicho acto pueda
ser forzado.
Hasta aquí, lo referente a la
religiosidad polaca popular, que debe mucho de su fuerza al indómito Cardenal
Stefan Wyszynski (1901-1981). Wyszynski, que pasó varios años en arresto
domiciliario por orden del gobierno comunista, fue nombrado primado de Polonia
en 1948. Su estrategia para preservar la fe católica en un régimen ateo fue la
de promocionar las costumbres populares encaminadas a la devoción. Wyszynski
comprendió la gran importancia de estas prácticas en la vida del polaco medio.
Incluso en vida de Stalin, millones de polacos osaron peregrinar hasta su
querida 'Jasna Gora'. Por ejemplo, en el año siguiente a la II Guerra Mundial,
en 1946, más de 4 millones de polacos, una sexta parte de la población, visitó
el monasterio. Los frutos de la sabiduría de Wyszynski se pueden observar en
todas las partes de la vida cotidiana polaca.
La situación de la Iglesia Católica entre
los políticos e intelectuales
Pero esto no es toda la historia.
El resto, la situación de la Iglesia católica intelectual, es algo más ambiguo.
La gran cuestión para los intelectuales polacos en la era post comunista radica
en las relaciones entre Iglesia y Estado. ¿Qué altura y qué permeabilidad debe
tener el muro que separa Iglesia y Estado? Durante el año pasado este debate ha
llegado a un 'crescendo' retórico. Dos sectores, encabezados por laicos
católicos de las tertulias polacas, se disputan el dominio en este terreno.
Un grupo lo encabeza el escritor
prolífico e intelectual llamado Jaroslaw Gowin, que se preocupa por el
secularismo creciente en Polonia. Gowin, director de la influyente revista
ZNAK, una publicación mensual que nació en los años 40, argumenta que los
valores en los que se basa una exitosa sociedad democrática no surgen de la
misma democracia. Más bien, estos valores vienen de fuentes tradicionales, y en
Polonia estas son fuentes cristianas. Si en Polonia se confía solo en la
'democracia de procedimiento' y en su acompañante el 'liberalismo cultural' -el
nombre polaco para lo que se conoce en EE.UU. como 'humanismo secular'- Gowin y
su grupo avisan que esto causará un vacío moral. Muchos de los pensamientos de
Gowin se pueden comparar a los del católico neoconservador americano, el padre
John Richard Neuhaus, que se preocupa por el destierro de la religión en la
plaza publica de Estados Unidos.
Al otro lado está Roman Graczyk,
escritor de temas religiosos del diario GAZETA WYBORSKA, el de más difusión de
Polonia. Él y su grupo confían en un estricto modelo de separación entre
Iglesia y Estado parecido al de Francia. Graczyk argumenta que la democracia en
Europa está fundada sobre principios morales contenidos en acuerdos nacionales
e internacionales que garantizan el respeto de los derechos humanos. Subraya la
independencia de los tribunales modernos y el hecho que dentro de Europa
ciudadanos de cualquier estado puedan impugnar sentencias al Tribunal Europeo
en Estrasburgo, incluso aquellas formuladas por las instituciones judiciales
más importantes de su país.
Los contrarios argumentan, con
razón, que Francia y Polonia tienen poco en común que justifique ese alto muro
entre Iglesia y Estado. Francia posee una población enorme musulmana y un
ateísmo dieciocho veces superior al de Polonia. El porcentaje de asistencia a
misa es seis veces menor que el de Polonia. Y todavía es más significativo que
Francia, con sus siglos de historia de anticlericalismo, es la pura antitesis
de la perspectiva polaca sobre la Iglesia como defensora de la identidad
nacional y de la independencia.
La lógica de estos francófilos aparentemente
se opone al estatuto de 1992 sobre la radiodifusión pública que exige respecto
por ''el sistema de valores cristianos como la base de principios éticos
universales''. Los francófilos son partidarios también de quitar las cruces de
lugares públicos y de eliminar las palabras “¡Qué Dios me ayude!”-ahora
utilizadas voluntariamente- en los juramentos de los altos cargos. De vez en
cuando los francófilos pintan a sus adversarios como defensores de un gobierno
'teocrático'. Sin embargo, bajo ningún motivo el grupo alrededor de ZNACK
intenta ilegalizar el divorcio, dar permiso únicamente a los católicos para
votar o para ocupar un cargo público, prohibir los anticonceptivos, castigar a
las mujeres que abortaron, o exigir que los viernes se coma pescado.
La asignatura de religión
La inclusión de la religión en los
planes de estudios de los colegios públicos -una cuestión de intenso debate
entre los dos movimientos de ideas- tuvo lugar el curso escolar 1990-1991. La
posición de la Iglesia fue que, después de décadas de enseñanza ateísta
obligatoria bajo el comunismo, la introducción de clases religiosas era una
intervención necesaria. Los cursos de religión se ofrecen electivamente siempre
y cuando cuenten con el consentimiento de los padres. En 1991 el Tribunal
Constitucional, la instancia más alta de Polonia, confirmó la enseñanza de
religión en las escuelas. No sólo el 95 por ciento de los padres polacos
optaron por las clases religiosas para sus hijos, también los estudiantes
clasificaron la religión como la asignatura por la cual ''tienen la mínima
antipatía''.
La ley del aborto
No debería sorprender que otro
asunto fuertemente debatido sea el aborto. Durante el periodo comunista era
fácil abortar. Con el nuevo gobierno democrático esta cuestión estaba condenada
a cambiar. Sin embargo, debido a la naturaleza contenciosa del tema, no fue
antes de enero de 1993 que el Sejm -el parlamento de Polonia- decretó nuevas
regulaciones para el aborto, vigentes todavía. Después de la de Irlanda, la ley
aprobada es la más restrictiva de Europa pues limita el aborto a número pequeño
de situaciones.
En 1996, la coalición de partidos
que entonces gobernaba decretó una revisión de la ley sobre el aborto, que fue
firmada por el presidente Aleksander Kwasniewski en noviembre de ese año. Entre
otras cosas, la revisión añadió la situación material de la madre como razón
para permitir el aborto. Sin embargo, este nuevo precepto fue recusado
rápidamente por el Tribunal Constitucional, basándose dicha recusación en que
la nueva constitución de Polonia garantiza el derecho a la vida por concepción.
En mayo de 1997, el Tribunal tomó
una decisión para tumbar definitivamente el nuevo precepto introducido en la
ley del aborto diciendo que, un ''derecho inalienable, o la libertad individual
no deben estar sujetos a la voluntad de legisladores'', y que el derecho a la
vida no debe ser negado por razones de una estimación sujetiva e inverificable
sobre las circunstancias materiales y personales de la madre. Gowin, de ZNACH,
aclamó la revocación como ''la contribución más excepcional de Polonia a la
cultura política de la Europa en construcción''.
Además, anotó que estudios
realizados en 1999 han revelado que mientras un 38 por ciento de la sociedad
polaca está a favor de permitir el aborto basándose en la situación personal de
la madre, un 47 por ciento se opone. Estas cifras demuestran que los valores
católicos han hecho incursiones importantes durante los años 90. Cuando se
aprobó la ley en 1993, los números eran del 65 por ciento a favor del aborto
por estas mismas razones y del 20 por ciento en contra. Quizás lo más
importante es que el grupo con más cambios de opinión durante este periodo ha
sido el de los adolescentes.
¿Por cuánto tiempo Polonia podrá seguir
siendo el país más católico del mundo?
Todo eso conduce a una pregunta:
¿por cuánto tiempo Polonia podrá continuar siendo el país más católico del
mundo? Si uno mira al resto de Europa, existen pocos motivos para la esperanza.
Para muchos, el futuro de Polonia dentro de 20 años será como el que hoy vemos
en Holanda o Inglaterra donde sólo un uno o dos por ciento de la población
mantiene un lazo activo con su iglesia. Gowin recuerda que hace doce años se
consideraba al Catolicismo polaco como una momia, sellado durante edades en una
tumba, y que se desintegraría en cuanto estuviera expuesto al aire libre.
Pero eso no ha sucedido. No sólo la
asistencia a la misa no bajó durante los años 90, sino que el número de
personas que ha recibido la Sagrada Comunión es casi el doble. También la cantidad
de polacos asociados con movimientos católicos como Oasis y los Focolares.
Aproximadamente 1,5 millones de polacos pertenecen a estos movimientos.
Elementos principales del clero y grandes segmentos de laicos polacos creen que
Polonia está preparada para entrar en Europa como un ejemplo de la viabilidad y
vitalidad del Cristianismo en una cultura, por otra parte, post moderna y post
cristiana. No hay duda que millones de personas en Polonia tienden a estar de
acuerdo con el padre Dariusz Oko, que recientemente señaló que ''a pesar de
todo, la Iglesia todavía es lo más hermoso, lo más sano y lo más idealista que
tenemos''.
Se podría añadir también que es lo
más polaco que tienen.
Philip
Earl Steele (Philip.Steele@mercury.ci.uw.edu.pl), profesor de la Universidad de
Varsovia y editor de la revista mensual Polska w Europie02/05/2002
Artículo publicado en la
revista estadounidense CRISIS a finales del año 2000. Enviado por Luis
Fernando Pérez