Respuesta
oficial del Vaticano al experimento de clonación humana
Declaración
distribuida por la Sala de Prensa de la Santa Sede
CIUDAD
DEL VATICANO, 26 noviembre 2001 (ZENIT.org).-
La Santa Sede ha confirmado la «gravedad moral» del experimento de clonación
anunciado por un laboratorio privado de Estados Unidos este domingo.
Un comunicado, distribuido este lunes por la Sala de Prensa vaticana, explica
que se hace necesaria la condena pública de este primer caso de clonación
humana en defensa de la dignidad misma de la persona humana propia del embrión.
Publicamos el texto íntegro del comunicado vaticano.
* * *
El artículo
original aparecido en la revista «The Journal of Regenerative Medicine», que
los investigadores de la Advanced Cell Technology han publicado el 26 de
noviembre de 2001, muestra en todo su carácter dramático la gravedad del hecho
que ha sido realizado: la producción de un embrión humano «in vitro», es más,
de varios embriones que se han desarrollado respectivamente hasta llegar al
estadio de dos, cuatro, seis células. El acontecimiento está documentado con
claras imágenes a color al microscopio con escáner, poniendo de manifiesto las
primeras fases del desarrollo de estas vidas humanas, a las que no se les ha
dado inicio a través de la fecundación de un óvulo con un espermatozoide, sino
activando óvulos con núcleos de células somáticas.
Los autores han subrayado que su intención no es la de dar origen a un
individuo humano. Pero, eso que ellos denominan como científicos en su artículo
«early embryo», embrión en fase inicial, ¿qué es? De este modo, vuelve con toda
su actualidad el interrogante bioético nunca adormecido por la verdad: cuándo
es posible considerar el inicio de la vida humana. Más allá del acontecimiento
científico, de hecho, sigue siendo éste el tema del debate, quedando fuera de
duda --por indicación misma de los científicos-- que nos encontramos ante
embriones humanos y no ante células, como alguno querría hacer creer.
El hecho nos lleva, por tanto, de manera prepotente a confirmar con fuerza que
el inicio de la vida humana no puede ser fijado por convención en un cierto
estadio del desarrollo del embrión; se sitúa, en realidad, en el primer
instante de la existencia del embrión mismo. Esto se comprende mejor en el caso
de la modalidad «humana» de la fecundación entre óvulo y espermatozoide, pero
tenemos que aprender a reconocerlo también en el caso de una modalidad
«inhumana», como es la reprogramación de un núcleo somático en una célula:
incluso con esta modalidad se puede dar origen a una nueva vida --como por
desgracia ha demostrado el experimento anunciado--, vida que conserva de todos
modos su dignidad como cualquier otra vida humana.
Por esto, a pesar de las declaradas intenciones «humanísticas» de quien anuncia
curaciones sorprendentes siguiendo este camino, que pasa a través de la
industria de la clonación, es necesario un juicio objetivo pero firme, que
muestre la gravedad moral de este proyecto y justifique su condena inequívoca.
El principio que, de hecho, se introduce en nombre de la salud y del bienestar,
sancionan una auténtica discriminación entre los seres humanos, en virtud de su
tiempo de desarrollo (de este modo, un embrión vale menos que un feto, un feto
menos que un niño, un niño menos que un adulto), trastocando el imperativo
moral que impone, por el contrario, la máxima tutela y respeto precisamente de
quienes no están en condiciones de defender y manifestar su dignidad
intrínseca.
Por otra parte, las investigaciones sobre las células estaminales indica que
pueden recorrerse otros caminos, lícitos moralmente y válidos desde el punto de
vista científico, como la utilización de las células estaminales extraídas, por
ejemplo, de un individuo adulto (cada uno de nosotros tenemos varias) de la
sangre materna o de los fetos que han sufrido un aborto natural. Este es el
camino que todo científico honesto debe seguir con el objetivo de garantizar el
máximo respeto del hombre, es decir, de sí mismo.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]