Paolo Fabbri: «Hablar de las verdades infalibles de la ciencia es un defecto de la divulgación»

Las relaciones entre el discurso científico y los medios de comunicación han planteado un reto inédito a semiótica. Analizar la relación entre periodistas y hombres de ciencia constituye uno de los ejes de estudio actuales del investigador italiano Paolo Fabbri.

Pablo Francescutti

Ea ciencia no es solo un saber teórico-práctico; también son discursos. Desde este ángulo, entra en el campo de la semiótica. Así lo expuso el semiólogo italiano Paolo Fabbri en su última visita a la Facultad de Ciencias de la Información (UCM), ante un auditorio abarrotado de estudiantes, después de ser presentada por el catedrático Jorge Lozano.

   P- ¿De dónde viene el repentino interés de la semiótica por la ciencia?

   R- Sólo en el año 2000 se publicaron cien mil artículos científicos. Estos textos son un ejemplo de semiótica sincrética, pues se componen de palabras, números, fotografías y diagramas complejos. Escribir artículos de ese tenor constituye la tarea central de cualquier investigador; de ahí que me parezca muy interesante estudiar esta actividad de los científicos como escritores profesionales.

   P- ¿La ciencia se compone de discursos, prácticas o de ambas cosas?

   R- La ciencia consiste en discursos. El hecho científico es una realidad creada por el discurso. Los hombres de ciencia transforman las señales de sus instrumentos en un artículo legible. Tomemos el cuásar, una entidad astronómica. La inscripción de las señales de los observatorios otorgó estatuto real al cuásar, lo convirtió en una cosa. Y el neutrino, antes de aparecer en un artículo clave, tenía sólo existencia hipotética. Al investigador se le plantea el reto de convertir los registros de sus aparatos en un texto dirigido a la comunidad científica. Esos discursos no cuajarían de no existir los instrumentos. El laboratorio es un enorme aparato instrumental que produce información. En ciencia, los logros dependen de los instrumentos; en el caso de los neutrinos, del aparato que mide sus trazas.

Metáforas científicas

P- ¿Qué peculiaridades semióticas encuentra en el discurso científico?

   R- Existen ideas falsas a desterrar, como la de que en el discurso científico no habla nadie ni nadie formula juicios; y de que los hechos se imponen por sí mismos. No es así. Los científicos piensan con metáforas. La historia de la ciencia abunda en «experimentos mentales» de formato narrativo. La forma actual del ensayo científico se estableció al fin de las guerras de religión en Inglaterra, con los escritos de Isaac Newton. Antes, los científicos se expresaban de modo distinto. Galileo Galilei, por ejemplo, escribía diálogos. La forma ensayística es una opción más.

   P- Ha hecho Ud. hincapié en el papel del periodista especializado en información científica. ¿Por qué?

   R- El periodista es un intermediario entre la ciencia y la sociedad, que transforma los discursos científicos en una versión accesible mediante una simplificación brutal. El artículo periodístico es un eslabón de una cadena de textos transformados. En ese sentido, el periodista actúa como un agente doble: recibe una información, la comprende y la trasmite gracias a su doble competencia del discurso científico y de los medios de comunicación. Esta es hoy una de las funciones más importantes del periodismo, equiparable a informar de política.

   P- Esta afirmación suya hace pensar en un fenómeno del cual se habla mucho, la politización de la ciencia.

   R- La ciencia está cada vez más involucrada socialmente. La crisis de las «vacas locas» ha demostrado el interés de la gente por informarse. Al periodista le cabe una labor política fundamental: no simplificar. Su reto no pasa por buscar palabras sencillas -eso se arregla con pequeñas paráfrasis-, sino por revestir la verdad científica con los saberes sociales y técnicos, y acabar con la ilusión de distanciamiento que la aísla de su contexto.

   P- ¿Qué dificultades o distorsiones detecta en la divulgación científica?

   R- El discurso científico es muy modalizado; abunda en construcciones de naturaleza conjetural del tipo «podría ser», «parece que»; «probablemente». Asimismo, existe en él una instancia de la enunciación: «Nosotros»; «hemos visto», «sostenemos». La divulgación elimina este factor subjetivo; los científicos se esfuman; sólo queda el resultado, una fórmula reducible a x=f (y) y x=z. Se suprime la duda, la certeza, la verdad, la falsedad y la modalidad, en suma, el meollo polémico del «paper», y se crea la «objetividad científica». Esta «verdad infalible» es producto de la mala vulgarización, de una mitología de la objetividad basada en un modelo que los expertos ya no respaldan. La actividad científica es debate y conflicto entre personas. No cabe hablar de una racionalidad intrínseca a la ciencia enfrentada a la «superstición» del pueblo. El periodista no puede seguir creyéndose el intermediario entre el saber de los científicos y la ignorancia del vulgo.

 

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