Comentario de
Santo Tomás de Aquino
al Salmo 1
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Salmo 1 “1 Bienaventurado el hombre, que no anduvo en consejo de impíos, y en camino de pecadores no se paró, y en cátedra de pestilencia no se sentó: 2 Sino que en la ley del Señor está su voluntad, y en su ley medita día y noche. 3 Y será como el árbol, que está plantado a las corrientes de las aguas, el cual dará su fruto en su tiempo: Y su hoja no caerá: y todo cuanto él hiciere, irá en prosperidad. 4 No así los impíos, no así: sino como el tamo, que arroja el viento de la faz de la tierra. 5 Por eso no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el concilio de los justos. 6 Porque conoce el Señor el camino de los justos; y el camino de los impíos perecerá.” Salmo 1 “1 Bienaventurado el hombre, que no anduvo en consejo de impíos, y en camino de pecadores no se paró, y en cátedra de pestilencia no se sentó: 2 Sino que en la ley del Señor está su voluntad, y en su ley medita día y noche. 3 Y será como el árbol, que está plantado a las corrientes de las aguas, el cual dará su fruto en su tiempo: Y su hoja no caerá: y todo cuanto él hiciere, irá en prosperidad. 4 No así los impíos, no así: sino como el tamo, que arroja el viento de la faz de la tierra. 5 Por eso no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el concilio de los justos. 6 Porque conoce el Señor el camino de los justos; y el camino de los impíos perecerá.” |
Este Salmo se
distingue de todo el resto de la obra, pues no tiene título, sino que es más
bien como el título de toda la obra. David compuso
los Salmos a la manera del que reza, es decir, no conservando una sola
manera, sino según los diversos sentimientos y movimientos del que reza. Por lo tanto,
este primer Salmo expresa el sentimiento de un hombre que eleva sus ojos a la
situación entera del mundo, y considera cómo algunos avanzan y otros caen. Cristo fue el
primero de los bienaventurados, así como Adán lo fue de los malvados. Pero se
ha de notar que todos concuerdan en una cosa y difieren en dos. Concuerdan en
que todos buscan la felicidad, pero difieren en la manera de dirigirse hacia
ella, y al final de esto, en que algunos la alcanzan, y otros no. Así pues, se
divide este Salmo en dos partes. En la primera se describe el camino de todos
hacia la felicidad. En la segunda se describe el final, allí donde dice: Y
será como el árbol, que está plantado a las corrientes etc. Sobre lo
primero hace dos cosas. En primer lugar, se refiere al camino de los
malvados, y en segundo lugar al de los buenos, allí donde dice: Sino que en
la ley del Señor está su voluntad etc.. Tres cosas se
han de considerar en el camino de los malos. En primer lugar su deliberación
acerca del pecado, y esto en su pensamiento. En segundo lugar, su
consentimiento y ejecución. Y en tercer lugar el inducir a otros a algo
semejante, y esto es lo peor. Y por eso
indica en primer lugar el consejo de los malvados, allí donde dice:
Bienaventurado el hombre etc. Y dice: que no anduvo, pues cuando el hombre
delibera, está andando. En segundo
lugar indica el consentimiento y la ejecución, diciendo: y en camino de
pecadores, es decir, en la operación: "El camino de los impíos es
tenebroso, no saben adónde se tropiezan" (Prov 4). No se paró, es decir,
consintiendo, y actuando. Y dice de
impíos, porque la impiedad es un pecado contra Dios, y de pecadores, contra
el prójimo, y en cátedra; y este tercero es inducir a otros a pecar. Así
pues, en cátedra como un maestro que enseña a otros a pecar; y por eso dice,
de pestilencia, porque la pestilencia es una enfermedad infecciosa.
"Hombres pestilentes devastan la ciudad" (Prov 29). Así pues,
quien no camina así no es feliz, sino todo al contrario. Pues la felicidad
del hombre está en Dios: Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor etc. (Sal 143) Por lo tanto
el camino recto a la felicidad es en primer lugar que nos sometamos a Dios, y
esto de dos maneras. Primero
mediante la voluntad, obedeciendo sus mandatos; y por eso dice: Sino que en
la ley del Señor; y esto corresponde de modo especial a Cristo: "He
bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me
ha enviado" (Jn 8). Y conviene también de modo semejante a toda persona
justa. Dice en la ley, por medio del amor, no bajo la ley por temor: "La
ley no ha sido puesta para el justo" (1Tim 1). En segundo
lugar mediante el entendimiento, meditando constantemente; y por eso dice: y
en su ley medita día y noche, es decir, continuamente, o bien a ciertas horas
del día y de la noche, o bien tanto en las circunstancias prósperas y en las
adversas. Y será como
el árbol etc. En esta parte se describe el final de la felicidad: e indica en
primer lugar su diversidad; en segundo lugar añade su razón, allí donde dice:
Porque conoce el Señor etc. Sobre lo
primero hace dos cosas. En primer lugar indica el final de los buenos, y en
segundo lugar el de los malos, allí donde dice No así los impíos etc. Acerca del
final de los buenos se vale de una comparación; primero la indica, y luego la
adapta, allí donde dice: y todo cuanto él hiciere etc. Así pues,
toma la comparación del árbol, del que se consideran tres cosas, a saber, el
ser plantado, el dar fruto, y el conservarse. Para ser
plantado, es necesaria una tierra humedecida por las aguas, pues de otro modo
se secaría; y por eso dice: que está plantado a las corrientes de las aguas,
es decir, junto a las corrientes de las gracias: "el que cree en mí...
de su seno correrán ríos de agua viva" (Jn 7). Y quien tenga
sus raíces junto a esta agua fructificará haciendo buenas obras; y esto es lo
que sigue: el cual dará su fruto. "Pero el fruto del espíritu es
caridad, alegría, paz, y paciencia, generosidad, bondad, fidelidad",
etc. (Gál 5). En su tiempo,
es decir, sólo cuando es momento de obrar. "Mientras tenemos tiempo,
obremos el bien a todos" (Gál 6). Y no se seca.
Por el contrario, se conserva. Ciertos árboles se conservan en su substancia,
pero no en sus hojas, pero otros se conservan también en sus hojas: así
también los justos, por lo que dice: Y su hoja no caerá, es decir, no serán
abandonados por Dios ni siquiera en las obras más pequeñas y exteriores.
"Pero los justos germinarán como una hoja verde" (Prov 11). Luego cuando
dice, Y todo, adapta la comparación: pues los bienaventurados prosperarán en
todo, cuando alcancen el fin deseado en todo lo que desean, pues los justos
llegarán a la felicidad. Oh Señor, sálvame, oh Señor, dame la prosperidad etc
(Sal 117). Opuesto es el
final de los malvados, que se describe allí donde dice No así etc. Y sobre
esto hace dos cosas. En primer lugar hace una comparación, y en segundo lugar
la adapta, allí donde dice No se levantará. Pero nota que aquí repite no así
y no así dos veces, para una mayor certeza. "Lo que viste por segunda
vez, es juicio de firmeza" (Gén 41). O bien, no
así obran en el camino, y por eso no así reciben al final. "Recibiste
bienes en tu vida, y Lázaro asimismo males: pero ahora éste es consolado, y
tú atormentado" (Lc 16). Ahora, son
propiamente comparados con el polvo, porque poseen tres características que
son contrarias a lo que se ha dicho sobre el hombre justo. Primero que el
polvo no se adhiere a la tierra, sino que está en la superficie; el árbol
plantado, en cambio, ha echado raíces. Asimismo, el árbol es compacto en sí
mismo, y es además húmedo; pero el polvo es en sí mismo dividido, seco y
árido, por lo que se dice que los buenos están unidos por la caridad como un
árbol: Estableced un día solamente con espesuras, hasta el cornijal del altar
(Sal 117); pero los malos están divididos: "Entre los soberbios siempre
hay contiendas" (Prov 13). Asimismo, los
buenos se adhieren radicalmente en las cosas espirituales y en los bienes
divinos, mientras que los malos se sostienen en los bienes exteriores. Asimismo,
están sin el agua de la gracia: "Eres polvo etc." (Gén 3). Y por
eso toda su malicia pasa. "No
perecerá ni un cabello de vuestra cabeza" (Lc 21). Pero sobre estos
malos se dice que serán arrojados completamente de la faz, esto es, de los
bienes superficiales; el viento, es decir la tribulación, los arroja de la
faz de la tierra. "Vi que
los que obran la iniquidad, y siembran dolores, y los siegan, han perecido
ante el soplo de Dios, y han sido consumidos por el espíritu de su ira"
(Job 4). Luego adapta
la comparación, allí donde dice, no se levantarán, pues son como el polvo.
Pero por el contrario, "es necesario que todos nosotros seamos puestos
al descubierto ante el tribunal de Cristo" (2Cor 5). Y asimismo,
"Todos resucitaremos" (1Cor 15). Ante ello se puede decir que esto
puede ser leído de dos maneras. En efecto, se dice que un hombre resucita
propiamente en el juicio, cuando su causa es vista favorable por la sentencia
del juez. Así pues, éstos no resucitarán, porque no habrá sentencia a su
favor en el juicio, sino más bien en contra; por eso otra variante dice: no
podrán ponerse de pie. Pero los
buenos sí, pues si bien han sido afligidos por el pecado del primer padre,
tendrán una sentencia en su favor. Ni los
pecadores se congregarán en el concilio de los justos, pues los buenos se congregarán
para la vida eterna, en la que no serán admitidos los malvados. O bien dice
que esto se entiende acerca de la reparación de la justicia, para la que
harán reparación en su propio juicio. "Si nos juzgásemos a nosotros
mismos, no seríamos juzgados" (1Cor 11). Y sobre esto
dice: no se levantarán en el juicio, es decir, propiamente, y sobre esto dice
Ef 5: "Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te
iluminará Cristo" (Ef 5). Ahora bien,
ciertos hombres son reparados por el consejo de los buenos, pero tampoco de
este modo se levantan del pecado los malvados. O los impíos,
es decir, los infieles, no se levantarán en el juicio de discusión y de
examen, pues según Gregorio algunos serán condenados sin ser juzgados, como
por ejemplo los infieles. Algunos no serán juzgados ni serán condenados, es
decir, los Apóstoles, y los hombres perfectos. Algunos serán juzgados y serán
condenados, es decir, los fieles malos. Así pues los
fieles no se levantarán para ser examinados en el juicio de discusión.
"Quien no cree, ya está juzgado" (Jn 3). Pero los pecadores no se
levantarán en el juicio de los juicios, es decir, para ser juzgados y no
condenados. Luego se da
la razón por la que éstos no se levantarán en el juicio: Porque conoce etc. Y
habla con propiedad: pues cuando alguien sabe que algo está echado a perder,
lo repara; pero cuando no lo sabe, no lo repara. Los justos se pierden con la
muerte, pero sin embargo Dios los sigue conociendo. "Dios conoce al que
le pertenece" (2Tim 2). Los conoce con un conocimiento de aprobación, y
por eso son reparados. Pero puesto que no conoce el camino de los impíos con
un conocimiento de aprobación, el camino de los impíos perecerá. Anduve
errando como una oveja que perece: busca a tu siervo, pues no he olvidado tus
mandamientos (Sal 118). Sea su camino tinieblas y resbaladero (Sal 34).
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Salmo 1 “1 Bienaventurado el hombre, que no anduvo en consejo de impíos, y en camino de pecadores no se paró, y en cátedra de pestilencia no se sentó: 2 Sino que en la ley del Señor está su voluntad, y en su ley medita día y noche. 3 Y será como el árbol, que está plantado a las corrientes de las aguas, el cual dará su fruto en su tiempo: Y su hoja no caerá: y todo cuanto él hiciere, irá en prosperidad. 4 No así los impíos, no así: sino como el tamo, que arroja el viento de la faz de la tierra. 5 Por eso no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el concilio de los justos. 6 Porque conoce el Señor el camino de los justos; y el camino de los impíos perecerá.” |
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