Predicar que María vivió y murió sin cometer
pecado,
¿Es lo mismo que decir que María
no necesitó de la salvación que nos trajo Cristo?
Fray Nelson Medina F., O.P.
INDICE:
Sobre la universalidad del pecado y el pecado original
¿Podía la redención aplicarse antes de que Cristo naciera?
La
cuestión es esta: tenemos un inmenso conjunto de textos que nos hablan de la
realidad del pecado en todos los hombres; no tenemos ningún texto que hable
explícitamente de la ausencia de pecado en una persona distinta de Jesucristo.
Además:
Parece
razonable en primera instancia pensar que ser “redimido” implica haber cometido
pecados.
Además:
Efectivamente,
san Juan Crisóstomo, por lo menos en dos ocasiones, predicó expresamente sobre
lo que él creía que eran pecados de María.
Efectivamente,
san Bernardo (siglo XI) se opuso a que hubiera una fiesta de la Inmaculada
Concepción.
Efectivamente,
santo Tomás, según comenté en algún otro mensaje, no creía en la Inmaculada
Concepción aunque sí en una santificación plena de María antes de nacer, y en
su impecabilidad hasta la muerte.
Con
respecto a san Agustín es menos evidente la posición, como quedará claro más
adelante.
Por
todo ello, la doctrina sobre la Inmaculada Concepción, o más concretamente,
sobre la impecabilidad de María, puede parecer antibíblica.
Además:
El
término “Inmaculada Concepción” es completamente ajeno a la Biblia.
Consideras,
pues, que, esta doctrina, no teniendo un sustento real, ha sido impuesta en la
Iglesia por el simple ejercicio de la autoridad del Papa, cosa que no inspira
la mínima confianza, porque, abierta la puerta del capricho, todo se puede
esperar.
Y es
injusto y antibíblico pretender que quienes creen en la gracia de Cristo para
todos los hombres según la enseñanza de la Escritura, tengan que aceptar tales
abusos.
1. No
es cierto que la impecabilidad esté de suyo reservada a quien tiene naturaleza
divina: los santos ángeles y Adán antes de pecar son ejemplo bíblico claro de
ello.
2. Ser
redimido, o más exactamente, “salvado”, no implica pecado precedente. Ser
salvado quiere decir quedar libre de un mal, no necesariamente haber estado
bajo el poder de ese mal.
3. No
dudamos de Cristo como salvador universal; cabe afirmar, sin embargo, que hay
distintos modos de esa salvación. Nos obliga a pensar en ello, entre otras
cosas, la realidad de los niños muertos antes de cometer acto alguno de
voluntad: imposible considerarlos pecadores; impensable también considerarlos
forzosamente excluidos de la salvación de Cristo. En principio cabe admitir y
esperar una salvación para ellos de un modo distinto, modo que ciertamente no
implica pecados personales. Esto lo afirmo en general, no diciendo que María,
por ejemplo, no tuviera actos voluntarios, sino diciendo que la vida misma nos
muestra ejemplos de personas humanas en las que la salvación se realiza en
ausencia de pecado personal.
4. Así
entendemos también el sentido de las afirmaciones bíblicas, luego prolongadas
en la predicación de los Padres, sobre la universalidad del pecado. Si ellas
implicaran la existencia de pecados personales en cada hombre y mujer,
tendríamos que afirmarlo así de estos párvulos, cosa que razonablemente es
impensable.
5.
Además, la cuestión de la suerte de estos párvulos sería insoluble: tendríamos
que decir el absurdo de que, puesto que no han cometido pecado, no se aplica a
ellos la redención, y por ello... ¡Cristo no sería su redentor! La postura
protestante es que “cabe pensar que cuando Jesucristo proclamó que de los niños
es el Reino de los cielos Él estaba proclamando la verdad de que ningún infante
se condena.” En sana lógica “no se condena” quiere decir que “se salva”,
¿correcto? Y estamos de acuerdo en que no tiene pecados personales, ¿correcto?
¡El protestantismo nos da la razón, sin darse cuenta! ¡Dice que Cristo sí puede
salvar a personas que no han cometido pecados personales, cosa que contradice
su propia teoría y modo de interpretar las afirmaciones sobre la universalidad
del pecado en la Biblia!
6. La
universalidad del pecado, pues, DEBE significar que la humanidad en cuanto
tal está “empecatada” y que por tanto todos y cada uno de nosotros, en
cuanto miembros de esa humanidad, carecemos por nosotros mismos de un camino o
medio para alcanzar el fin para el que fuimos creados. Nuestra plena
realización es inalcanzable por nosostros mismos: hemos entonces de ser
salvados no sólo del pecado, sino del fracaso existencial que implica no lograr
nuestra meta como creaturas. Del pecado hemos de ser redimidos los que hemos
cometido pecado; de la imposibilidad radical de lograr nuestro pleno ser, hemos
de ser salvados todos. Nuestra fe enseña que Cristo es el Mediador; él es el
Salvador por el cual tenemos libre acceso a Dios Padre, y sólo de él viene el
regalo --la oferta de GRACIA-- para que alcancemos la libertad del pecado, los
que hemos sido pecadores, y para que alcancemos la plena redención, todos los
que somos creaturas. Tú dices que la Biblia habla de remisión de pecados. Amén.
¿Qué concluyes de ahí? ¿Que cada persona ha pecado, pues de otro modo no entra
en la remisión? Vamos a ver lo que tú dices: “No somos meramente salvados
siendo libres del pecado, sino que somos salvados de LAS CONSECUENCIAS DE
NUESTROS PECADOS.” Admites, según veo, la diferencia entre el pecado y sus
consecuencias. Desde luego tú sabes que estas consecuencias afectan más allá
del sujeto pecador. Tus palabras me autorizan precisamente para decir que María
fue salvada de las consecuencias del pecado. ¿De dónde sacas que Dios sólo
salva a cada quien de las consecuencias de sus propios pecados? ¿Algún
versículo?
7. Así
pues, no debe extrañarnos que, siendo así las cosas, los Padres, en su
predicación general al pueblo, hablen en términos bíblicos de la universalidad
del pecado. Un predicador es distinto de un teólogo, aunque a veces coincidan
en la misma persona. El predicador quiere mover a unos destinatarios concretos
hacia unos actos concretos de adhesión de amor y fe; un teólogo quiere escrutar
los límites de las sentencias y expresiones, y estudiar cada caso en su
contexto. Esto en cuanto a las alusiones generales que por todas partes
hallamos en Padres de la antigüedad. Por ello, para efectos de una discusión
sobre el tema teológico de la Inmaculada Concepción de María, valen como
autoridad y argumento sólo aquellos que expresamente se refieren a ella.
8. Cosa
distinta son las afirmaciones explícitas de santos y doctores de la Iglesia,
como las ya citadas del Crisóstomo, de san Bernardo, santo Tomás, y otros. Al
respecto hay que anotar que, así como se encuentran unas afirmaciones en un
sentido, también se las encuentra en el otro sentido. Por ejemplo, en lo que
atañe a pecado personal en María, AFIRMADO ASÍ DE ELLA, hasta donde llegan mis
investigaciones el Crisóstomo se queda solo. Esto no quita que él sea un gran
santo y doctor, pero simplemente no hallo otro testimonio. Creo por esto que ha
llegado la hora de presentar un elenco de los testimonios que con progresiva
claridad van ahondando en el misterio de la redención y la santidad singulares
de María. La historia nos muestra que gente sensata, que no era idólatra y que
escribía y vivía cosas magníficas en la gracia de Dios, supo reconocer la obra
más bella de la gracia en la Virgen María. La historia no apoya los repetidos
“doce siglos” de “pecados” de María.
8.1 “Bajo tu amparo nos acogemos, madre de
Dios; no desoigas nuestras súplicas en nuestras necesidades, antes bien,
líbranos del peligro, tú, la única casta, la única bendita” (Antífona atribuida
erróneamente a san Bernardo; datada en los siglos III ó IV, según el papiro de
la Biblioteca de John Ryland, en Manchester).
8.2 “María era una virgen pura, de alma
equilibrada... Amaba las obras buenas. No deseaba ser vista de los hombres...
Rogaba a Dios en soledad, de sola a Solo... No gritaba y procuraba no hablar
mal de nadie ni oír hablar mal de otros... no se inquietaba; no envidiaba a
nadie; no se vanagloriaba, sno que era humildísima; NO TENIA NINGUNA MALDAD EN
SU CORAZON... cada día avanzaba y progresaba...” (San Atanasio, Sobre la
Virginidad: CSCO 151,58-62).
8.3 “[María,] Te alaba Adán, llamándote madre
de todos los vivientes. Te alaba Moisés al contemplarte como arca de la nueva
alianza, revestida de oro por todas partes. David te aclama bienaventurada...”
(San Atanasio, Homilía sobre la Santa Virgen Madre de Dios, Le Muséon 71 [1958]
209-239).
8.4 “Gracias a María... se iluminó el mundo
con la luz celeste que habitó en ella, y los hombres volvieron a encontrar la
unidad” (San Efrén + 373, Himnos sobre la Iglesia 37: CSCO 199,90).
8.5 “Tú solo, oh Jesús, y tu madre sois de
una belleza que supera a todos; porque en ti no hay mancha alguna, y ninguna
sombra en tu madre” (San Efrén, Cantos nisebinos 27,8: CSCO 219,76).
8.6 “[Jesucristo] se hace hombre en todo,
menos en el pecado; concebido por una Virgen, prepurificada [prokathársis] por
el Espíritu Santo, en su alma y en su carne” (San Gregorio Nacianceno, Homilía
sobre la teofanía: PG 36,325).
8.7 “En todos los demás hombres sólo un alma
pura puede acoger la presencia del Espíritu Santo; aquí en cambio [en María,]
es la carne la que se hace morada del Espíritu” (San Gregorio Niseno, Homilía
sobre la Navidad: PG 46, 1141).
8.8 “[María,] aunque Madre de Dios, deseaba
aprender los preceptos de su hijo; ella, que lo había engendrado, intentaba
conocerlo cada vez mejor” (San Ambrosio, Las Vírgenes, 2,13: PL 16,210).
8.9 Aunque no es de nuestro tema, permítaseme
añadir esta cita del obispo de Milán: “Jamás un hombre justo habría caído en la
locura de unirse en unión corporal con la madre del Señor” (San Ambrosio,
Educación de las Vírgenes 6,45: PL 16,317).
8.10 “La piedad impone reconocer a María sin
pecado” (San Agustín, De natura et gratia: PL 44, 267).
8.11 “De la santa Virgen María, por el honor
del Señor no quiero que se discuta cuando se habla de pecado, porque, ¿cómo
podemos saber la abundancia de gracia que le fue concedida para vencer EN TODAS
PARTES el pecado, sino porque mereció concebir y dar a luz a aquel que, es
bien, cierto, no tuvo ningún pecado?” (San Agustín, De natura et gratia,
ibid.).
8.12 “Era ciertamente santo el cuerpo de
María, lo confieso, pero no era Dios... Hónrese pues a María; pero adórese al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Nadie adore a María” (Epifanio de Salamina
+ 403, Contra las herejías 79,4.7: PG 42,745.752).
8.13 “Tenemos también a la Virgen santa,
Madre de Dios, María, que intercede por nosotros” (Severiano de Gábala + h.
408, Homilía sobre el legislador: PG 56,409-410).
8.14 “Alégrate también de parte nuestra, oh
María madre de Dios..., pues por ti es santificada la Trinidad; por ti es
honrada y adorada la cruz en toda la tierra, por ti el cielo exulta...” (San
Cirilo de Alejandría: ACO I, 1/2, 102-104).
8.15 Mirad estas imágenes de una famosa
homilía, aunque anónima, del siglo V, que nos permite asomarbos al sentir
cristiano de aqueel tiempo: “Toda mente con sentido común saluda a la Virgen
Madre de Dios, imitando en lo posible al príncipe de los ángeles, Gabriel. uno
le dice: ¡Alégrate!; otro proclama: ¡El Señor está contigo!; éste la llama
madre de la luz; aquél, estrella de la vida; éste la dice trono de Dios; aquél,
templo más amplio que el cielo; uno, cátedra no inferior a la de los
queribines; otro, jardín sembrado, fértil sin haber sido cultivado por mano
humana...” (Homilía V en honor de la santa Madre de Dios 1: PG 93,1461).
8.15 “Nada en el mundo es como la madre de
Dios, María. Recorre, hombre, con el pensamiento la creación entera, y mira si
hay alguna cosa igual o mayor que la Virgen Santa” (Proclo de Constantinopla,
Homilía V 2: PG 65,717).
8.16 ¿Conocéis el famoso himno oriental
“Akáthistos”? Habría que transcribirlo entero aquí.
8.17 La santidad de María “es un abismo sin
fondo” (San Juan Damasceno, In dormitione B. M. V. 12,17: PG 96,745.
8.18 Hay en María una santidad “que se eleva
por encima DE TODA SANTIDAD,a excepción de la de Dios y la de su Hijo” (San
Anselmo, Orat. 50 et 52, PL 158,948.
8.19 La santidad de María “es tesoro
santísimo de toda santidad” (San Andrés de Creta, Orat. 3 de dormitione B. V.
M.: PG 98,108)
8.20 Y por la época en que el docto san
Bernardo se oponía a la celebración de la fiesta de la Inmaculada, un sencillo
pero eminente monje benedictino, Eadmero, discípulo de san Anselmo, opone la
“la pura simplicidad y la humilde devoción” de los pobres a la “ciencia
superior y la disquisición competente” de los ricos eclesiásticos y seglares,
que suprimen la fiesta. Eadmero opta y pide que se opte po los simples, porque
a ellos y no a los soberbios se comunica Dios. (Tractatus de conceptione beatae
Mariae Virginis: PL 159,301-302; hacia 1134).
Con
respecto a santo Tomás y la evolución posterior podemos hablar en otro momento.
9. No
sé por qué crees tú que es un argumento el origen de un término. La expresión
“persona divina”, aplicada a Jesucristo, no viene de los Evangelios: pasaron
siglos antes de que fuera común en al Iglesia y la teología, ¿y eso qué prueba?
Antes de llegar a ella hubo vacilaciones y escritos en uno u otro sentido, ¿y
eso qué prueba? Es lo mismo que acontece con la expresión “Inmaculada
Concepción”. Claro que santo Tomás y con él muchos dominicos no estaba de
acuerdo con la enseñanza de la Inmaculada, lo mismo que muchos, como Cirilo de
Alejandría en una parte de su vida, no aceptaban que se hablara de persona
divina, repito: ¿eso qué prueba? ¿Es falso, herético o antibíblico hablar hoy
de Cristo como una persona divina? Claro que no. ¿Eran unos tontos o unos
herejes los que aducían razones para que no se utilizara ese nombre? No: era
gente que estudiaba mucha Biblia y oraba mucho, y algunos eran y son grandes
santos. ¿Qué concluimos? Que la historia de las formulaciones teológicas es
tortuosa y que sólo una mirada amplia al conjunto de la vida y la tradición de
la Iglesia nos da luces sobre el curso de estas formulaciones, las cuales,
dadas una vez en su sustancia, caminan con la historia de la Iglesia en sus
fórmulas. O si no, ¿qué significa eso que Cristo dijo, que el Espíritu Santo
conduciría a la verdad completa? ¿Y qué quiere decir esa plenitud de
conocimiento que Pablo ruega en favor de los Colosenses? Además, no debemos
perder la paciencia ni la esperanza ante lo arduo de este camino de expresión
paulatina de la fe una vez y para siempre revelada: por una parte, es parte de
nuestra condición humana, sujeta a crecimiento; por otra, no hay que considerar
herejes a los que enseñaron algo que hoy la Iglesia ha formulado en otro sentido
(caso de san Juan Crisóstomo en Mariología, o de santo Tomás de Aquino en esto
de la Inmaculada Concepción). Sus imperfecciones no constituyen herejia, porque
es constitutiva de ésta la pertinacia ante la enseñanza cierta de la Iglesia,
que no se había dado ciertamente cuando ellos escribieron o predicaron.
Quiero
que hablemos un poco del pecado original. Bastante incorrecta considero, con
todo respeto, la idea común en el protestantismo de que la Iglesia Católica
enseña que el niño antes del bautismo es un pecador.
“Pecador”
lo entiende constantemente la Iglesis en el sentido de “aquel que comete
pecados”. Harías bien en buscar un solo lugar donde se diga que el niño antes del
uso de razón es un pecador. ¿De dónde viene esa idea? Imagino que el
protestantismo asocia la predicación de la Iglesia sobre la necesidad del
bautismo de niños con la idea de que sólo hay que bautizar a los pecadores. O
tal vez piensa que, si el bautismo quita pecados, y la Iglesia quiere que los
niños sean bautizados, es porque la Iglesia los considera pecadores. O tal vez
cree --error que he oído a muchos católicos-- que el hecho de tener el pecado
original implica ser un pecador.
¡Craso
y grave error! Del Catecismo pueden ilustrarte los números 389, 396-409. La
idea central está en el número 403, pienso yo: se trata de “un pecado con que
todos nacemos AFECTADOS y que es muerte del alma”. Ya me dirás que ese “todos”
se contradice con la enseñanza de la Inmaculada. De una vez te respondo que los
Catecismos NO son obras intemporales, como lo muestra el elenco de verdades que
enseñan, ligadas al camino que la Palbra de Dios hace con su pueblo. Se
dirigen, pues, los catecismos, a los vivos de hoy, como lo expresan
directamente en sus prólogos, y por ello, si no se explicita lo contrario sus
afirmaciones del tipo “todos” en primera persona tienen sentido parenético y no
eterno.
Pero
vuelvo a la idea central: el pecado original NOS AFECTA a todos, pero NO LO COMETEMOS
todos. Nosotros, y por ende los párvulos antes del uso de razón, NO SOMOS
PECADORES SINO AFECTADOS POR EL PECADO, y es de esa influencia mortal, heredada
de Adán de la que queremos que el bautismo libre a los párvulos.
Me
parece oírte: “A tu pregunta sobre de dónde saco que Dios sólo salva a cada
quien de las consecuencias de sus propios pecados te digo que te leas TODO el
capítulo de Ezequiel 18. Ahí tienes la respuesta.”
Pero
mira mi formulación, por favor: ¿De dónde sacas que Dios SÓLO salva a cada
quien de las consecuencias de sus propios pecados? Ezequiel 18 es una valiosa
advertencia contra aquellos que querían endosar el destino de su vida a lo que
habían hecho o dejado de hacer sus antecesores. Fíjate que el término que
utiliza es “morirá” (versículos 4.13.17.18.20.21.24.28). Es un hecho que el
destino último de la vida no puede depender de lo que hayan hecho nuestros
padres, pero ¿enseña Ezequiel que nuestros actos, buenos o malos, no tienen
repercusión alguna en los demás? Exactamente a ESO es a lo que yo me refería.
¿Lo enseña Ezequiel? Leamos el capítulo 16, la historia simbólica que presenta
a Israel y a Judá como dos hermanas, y particularmente habla del pueblo de Judá
como una desenfrenada prostituta. He aquí lo que leo en Ez 16:52: “Así, pues,
carga con tu ignominia por haber decidido el fallo en favor de tus hermanas
[Samaria y Sodoma]: a causa de los pecados que has cometido, mucho más
abominables que los suyos, ellas resultan ser más justas que tú. Avergüénzate,
pues, y carga con tu ignominia por hacer parecer justas a tus hermanas.”
Pregunto: “Carga con tu ignominia”, ¿a quién se le dice? Evidentemente a todo
el pueblo. ¿De qué ignominia se habla aquí? De “los pecados” que ha cometido
ese pueblo. ¿Cuáles pecados? Los de toda la historia que se nos cuenta
simbólicamente en los versículos 15 a 51. ¿Y los ACTUALES habitantes del pueblo
han cometido todas esas faltas? Desde luego que no. La enseñanza de Ezequiel no
es que nuestros pecados personales no repercutan en los demás, sino que el
destino último de cada quien no puede depender de lo que hayan hecho los
antecesores.
Vuelvo
a mi formulación: ¿De dónde sacas que Dios SÓLO salva a cada quien de las
consecuencias de sus propios pecados? Dios salva NO SÓLO del pecado personal y
de sus consecuencias, sino también de las consecuencias de los pecados de otros
en mí. Ezequiel 16 así lo enseña: “Yo las restableceré. Restableceré a Sodoma y
a sus hijas, restableceré a Samaria y a sus hijas, y después te restableceré a
ti en medio de ella.” Dios promete quitar la ignominia que venía desde antiguo
(cf. 2 Re 19:25). María, pues, fue salvada de consecuencias de pecados que no
había cometido (tal es el sentido de su Inmaculada Concepción), y fue salvada
de cometer pecados personales (tal es el sentido de su impecabilidad). ¿En qué
ofende eso a Ezequiel?
Cuando
san Pablo cita en la Carta a los Gálatas el ejemplo de Abrahán dice:
“El que
os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque
observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación? Así Abraham creyó en
Dios y le fue reputado como justicia. Tened, pues, entendido que los que viven
de la fe, ésos son los hijos de Abraham. La Escritura, previendo que Dios justificaría
a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En
ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que viven de la fe son
bendecidos con Abraham el creyente.” (Gál 3:5-9).
De este
texto concluyo algunas cosas:
1. La
fe de la que aquí habla el Apóstol es la fe que justifica, pues precisamente se
está hablando de que a Abraham “le fue reputado como justicia”.
2. Ese
acto de fe de Abraham obró, esto es, tuvo su efecto en el tiempo de Abraham,
porque “le fue reputado como justicia”.
3.
Nuestro acto de fe en la redención nos une a la familia espiritual de este
Abraham; acto que ya produjo su fruto en él.
Así las
cosas, veo muy difícil la posición usual entre los protestantes de que “la
redención no se consumó hasta el día en que el Cordero de Dios fue inmolado.
Vemos que los muertos antes de la llegada de Cristo iban TODOS al Hades.”
Es
gracioso, porque hay que suponer desde esta óptica que allá había un lugar
denominado el seno de Abraham al cual iban los que habían creído en YHVH. ¿Y
alguien puede decirme adónde fue Abraham? ¿A su propio seno? ¡No! La redención
merecida por Cristo que habría de venir tuvo efectos reales anteriores a su
consumación: la Biblia lo muestra.
María,
pues, recibió de la obra redentora de Cristo en su concepción, pero la
redención no se completó en ella sino en su asunción. No hay en esto
contradicción.
Por
otra parte, eso que suele decirse, que “los dogmas marianos son sobre María, no
sobre Cristo”, sería tanto como decir que cuanto alguien presenta su testimonio
de cómo se convertió a Jesucristo, ese testimonio no es sobre Cristo sino sobre
quien lo ofrece. ¡Hermano! ¿Quién ha hecho de ti el creyente que te sientes
feliz de ser? ¿Quién ha hecho de María la Llena de gracia, la Inmaculada y
Asunta a los cielos? Toda recta predicación sobre la Santísima Virgen es una
alabanza al Dios dador de toda gracia. Ella misma nos lo enseña: Isabel la
felicita y ella dice: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en dios mi Salvador...”
Ahora
bien, hemos entrado en el tema del seno de Abraham porque la Iglesia Católica
enseña que María recibió de la redención futura de Cristo aquella gracia con la
que fue preservada de la mancha del pecado original. Tu postura es que la
redención, sucedida y otorgada con la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, no
fue participada antes de que sucediera. Por eso hemos hablado del Hades.
Sin
embargo, la noción de Hades no es espacial ni cronológica propiamente. Es un
concepto 'negativo', es decir, de aquellos que el lenguaje hebreo tiene para
indicar qué es lo que NO sabemos de algo. En la teología católica existió un
concepto así: el limbo.
Alguien
puede pensar que me estoy imaginando lo de los conceptos negativos. Pero no es
así. Vayamos a Gén 1:2, al puro comienzo de la Biblia: “La tierra era caos y
confusión y oscuridad por encima del abismo...” Tratemos de examinar en
estricta lógica --lógica occidental-- ese texto. Para nosotros el caos y la
confusión se dan siempre sobre la base de ALGO que existe. Aún más: ¿cómo puede
darse un “abismo” antes de que aparezca la tierra seca? Y todavía más: ¿Cómo es
que en el versículo 3 Dios dice “haya luz”; mientras que las lumbreras sólo
aparecen en el versículo 14 (por cierto: después de las plantas y los peces)?
Los
predicadores y exégetas han intentado todo tipo de malabarismos intelectuales,
y de todo ello lo único que finalmente parece sensato es que la lengua hebrea
--y también otras-- ante ciertas experiencias subjetivas intensas construye
conceptos vacíos de contenido real 'positivo' con los cuales simplemente quiere
que nuestro pensamiento quede orientado hacia el enigma.
Y
porque se trata de conceptos de origen subjetivo, caemos en inevitables
absurdos al objetivarlos, por ejemplo considerándolos como “lugares”, o pensando
que Adán y toda su compañía se la pasaban haciendo no sé qué mientras el tiempo
transcurría, siglo tras siglo, hasta el Mesías. Si el tiempo pasaba para ellos,
es decir, si eran capaces de actos de conciencia como “el tiempo está pasando;
mi esperanza no desfallece”, no estaban muertos, sino vivos.
Además,
ten en cuenta que la palabra hebrea propia es “seol”; “hades” es importado del
griego, y ciertamente escasea en la Biblia protestante común, que rechaza los
deuterocanónicos.
Y a
propósito de “seol”, ¿te imaginas el lío tuyo para explicar Núm 16:30? Dice:
“Pero si Yahveh obra algo portentoso, si la tierra abre su boca y los traga con
todo lo que les pertenece, y bajan vivos al seol, sabréis que esos hombres han
rechazado a Yahveh.”
¡Vaya
una contradicción! El seol es el lugar de los muertos, pero resulta que
aquellos infieles bajaron vivos al seol. La cosa es insoluble, como tus
explicaciones, que son heroicas, pero no logran resolver el absurdo de que
Abrahán fue a un lugar que luego se llamó, en honor a su fe, “el seno de
Abrahán”.
Sólo
podemos entender algo en este modo de hablar si apelamos al estilo hebreo de
los conceptos negativos.
¿Y qué
me dirás de Job 7:9: “Una nube se disipa y pasa, así el que baja al seol no
sube más.”? ¿No es eso negar expresamente la posibilidad de la resurrección? Y
está en la Biblia. La explicación es que el autor sagrado se refiere ahí no a
un lugar que hubiera visto, sino a la experiencia del absurdo, dolor y pérdida
que conlleva la muerte.
¿Y
sabes quién más anda en el seol? ¡Dios mismo! Esto sí es grave. Si el seol
fuera un lugar como tal, ¿qué diremos del Sal 139:8: “Si hasta los cielos subo,
allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras.”?
La
maraña de contradicciones a la que lleva pensar en el Hades o en el Seol como
inmensos salones de espera es superable sólo si consideramos estas palabras
como conceptos de una teología que estaba en elaboración, y que alcanzaría
formulaciones más plenas en siglos posteriores.
Ahora bien,
tú trajiste a cuento el Hades para mostrar que la redención de Cristo sólo era
aplicable después de su muerte en la Cruz, con lo cual debía caer por su base
la afirmación católica de la Inmaculada Concepción de María “en previsión” a
los méritos de Cristo.
Tus
escrúpulos, como ves, pueden caer, pues si el Hades es sólo un modo de expresar
la incógnita dolorosa del final de la vida humana, bien puede admitirse una
primacía LÓGICA de Cristo, en el sentido de que toda la redención dimana de su
Pascua, sin que esto excluya la anterioridad CRONOLÓGICA de su obra en el
mundo. Recuerda, al respecto, que la Carta a los Hebreos presenta al Cielo
(intemporal) como “lugar” de la ofrenda Pascual de Jesucristo.
Por lo
demás, el caso de los justos redimidos cronológicamente antes de Cristo, aunque
sólo en razón de los méritos de la Pasión de Cristo, no es único. San Juan nos
dice, con respecto al Espíritu Santo: “Porque aún no había Espíritu, pues
todavía Jesús no había sido glorificado.” (Jn 7:39). Esta expresión alude al
vínculo que hay entre la glorificación de Cristo, por su Pascua, y la
comunicación del Espíritu a los que acepten por fe el don de esa Pascua. Sin
embargo, nosotros sabemos que “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para
enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia” (2 Tim 3:16),
y está fuera de duda que esa inspiración es obra del Espíritu (cf. Hch 1:16),
del cual dijo el Credo Nicenoconstantinopolitano que “habló por los profetas”
(cf. Hch 3:21; Heb 1:1).
¿Qué
decir, entonces? Solamente esto: que el Espíritu viene sólo por la Pascua de
Cristo (Jn 7:39), y que, sin embargo, ya estaba obrando cronológicamente antes
de la Pascua de Cristo (2 Tim 3:16). Esto quiere decir que la Pascua sucede en
el tiempo (las afueras de Jerusalén, siglo I) pero también y sobre todo por
encima del tiempo (en el Cielo de que nos habla Heb). no podía ser de otro
modo: Cristo es Señor de los tiempos y las eras (cf. Heb 1:1-5; Hch 3:20; Judas
25).
De todo
esto es posible y sano concluir que la redención de Cristo era operante según
la medida del beneplácito del Padre, y no según los calendarios. No hay, pues,
en ello obstáculo, en principio, para afirmar que la gracia de la redención de
Cristo obrara en María preservándola de la mancha de pecado original.
Dios
nos bendiga.
Villavicencio, 7 de octubre de 2002,
Fiesta de Nuestra Señora del Rosario