Pregunta publicada en 20090326: |
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Dado que la Iglesia admite diversos trasplantes, ¿sería ético trasplantar testículos? Otra pregunta es esta: ¿se puede pensar en el uso de trasplantes como un medio de aplazar o incluso posponer indefinidamente el envejecimiento? Muchas bendiciones. JCMJ - Santa Cruz, Bolivia. En resumen, la respuesta a estas dos preguntas es: No. O sea, no es ético el trasplante de testículos (como tampoco lo sería el trasplante de ovarios), ni es correcto tampoco imaginar una victoria sobre la muerte por vía de reemplazar órganos viejos. Veamos un poco por qué. El principio filosófico y teológico fundamental aquí es al enseñanza común de la Iglesia: Cada ser humano ha sido querido por sí mismo. Cada ser humano es único e irrepetible; Dios lo ha amado al crearlo, al darle un alma inmortal que está destinada a la contemplación plena y comunicación perfecta de la gracia divina en la eternidad. Si el ser humano ha sido así amado por Dios sólo pueden considerarse éticas aquellas intervenciones que respeten plenamente la identidad y continuidad del ser personal, desde su origen hasta su desenlace en la muerte natural, y por tanto, en Dios y frente a Dios. Mirar al cuerpo como un conjunto de piezas que se pueden reponer lleva a mirar también al cerebro como una pieza de repuesto; pero está demostrado que nuestra historia de aprendizaje está trazada en los caminos sinápticos que unen los lóbulos y regiones de nuestro cerebro. Si bien es lícito hacer todo cuando sea posible para sanar o restablecer un sistema neuronal deteriorado por enfermedad o accidente, no puede considerarse lícito reemplazarlo porque en tal caso la historia misma y única de la persona sería arrojada al cesto de desechos. Es posible que esta condición moral de "irreemplazable" haya que extenderla a otros sistemas del cuerpo humano, como por ejemplo el sistema hormonal, pero ello está sujeto a mayor investigación. El caso de las gónadas--testículos y ovarios--es aún más claro. Evidentemente nuestra primera identidad biológica proviene del código genético único que recibimos de nuestro progenitores. Cualquier alteración en este orden de cosas implica tratar a un ser humano como un objeto, como "material" que puede incluso ser programado o que llega a la existencia simplemente para satisfacer un deseo de realización personal de otro. En tal caso se ve que el nuevo ser humano, el bebé así "producido," no ha sido amado "por sí mismo" sino como producto colateral de la satisfacción de un deseo ajeno. Dicho esto, no debemos pensar que la Iglesia se opone en general a los trasplantes pues al contrario hay declaraciones específicas que piden la generosidad de todos para donar, y así aliviar y mejorar la vida de sus hermanos y hermanas. |
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-Fr. Nelson Medina, OP
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