Pregunta publicada en 20080117: |
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Los textos de la Fiesta del Bautismo del Señor aparentemente presentan al Espíritu Santo como alguien que viene de fuera hacia Jesús. Pero la teología del filioque, que predicamos en el Credo, nos enseña que es una espiración de Amor entre el Padre y el Hijo. En su reflexión, fray Nelson, usted nos dice: 3.4 La señal de Jesús es el Espíritu Santo. Cristo es Cristo, palabra que significa "ungido", porque ha recibido el don del Espíritu Santo no para santidad de su vida sino para su ministerio propio, que es "quitar el pecado del mundo". ¿Cómo puedo explicar que ha recibido el Espíritu Santo como un don, si es Alguien que sale en una comunicación mutua entre el Padre y Él mismo? A no ser que lo entendiéramos como algunos Padres Orientales, que decían que el Espíritu procede del Padre a través del Hijo, quien nos lo da a nosotros, que concordaría muy bien con su texto. Al final de cuentas, procedería "del Padre y del Hijo", pero creo que no es exactamente lo que queremos expresar en nuestro Credo. Algunas veces he tenido que tratar de explicar en alguna catequesis el misterio de la Santísima Trinidad y me gustaría estar mejor preparado para hacerlo, aunque se que es quizá el tema mas difícil de de nuestra fe y que nunca podrá ser comprendido plenamente, porque a Dios nunca podremos "abarcarlo" solo con la razón, sino más bien con la fe. --José Santiago Baños, Miami, EEUU. Pienso que la clave de la respuesta está en el misterio de la Encarnación. Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. En cuanto Dios, Segunda Persona de la Trinidad, no recibe al Espíritu Santo, sino que de hecho es "principio" (coeterno) del mismo Espíritu, según la doctrina que afirma que el Espíritu procede del Padre "y del Hijo" (en latín: Filioque). En cuanto hombre, la humanidad de Cristo no posee el Don del Espíritu por derecho propio. El Espíritu no bra en nuestra naturaleza humana si no es para hacerla concorde al plan de Dios. El término fundamental aquí es "unción." La unción indica dos cosas: diferencia en el ser (por ejemplo, entre la naturaleza divina y la naturaleza humana nuestra) y posesión, o sea, acción directa de la naturaleza más alta que asume las posibilidades de la naturaleza más baja, y las levanta o capacita para ir más allá de sus potencialidades naturales. Lo que sucedió en el bautismo no fue la llegada del Espíritu a la Persona del Verbo, sino la unción de ese Espíritu para la humanidad real y verdadera del Hijo de Dios hecho hombre. El propósito de tal unción fue capacitar esa humanidad, tan real como la nuestra, para la misión singularísima de ser instrumento de nuestra redención, a través del ministerio público de Cristo, su oración, su dolorosa pasión y su triunfante resurrección. |
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-Fr. Nelson Medina, OP
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