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Respuestas a tus Preguntas

Pregunta publicada en 20080110:
Animales, mascotas y seres humanos

Fray Nelson:

Mi cordial saludo. Le escribo para comentarle que me conmovió mucho la foto del dia en el boletin del miercoles 19.12.2007, la que tituló la fidelidad de un amigo y que muestra a un perrito que no se separa del cadaver de su amo. Los animales siempre me han conmovido mucho y eso me ha causado muchos conflictos con otros. El maltrato a los animales es algo tristemente común y como no lo comparto y lo he manifestado, eso me separa mucho de mis projimos que no creen que sea algo trascendente o anormal. Incluso me han acusado de ponerlos delante de los seres humanos, y eso me cuestiona porque reconozco que sí lo he hecho. La pregunta o mejor las preguntas serian: ¿Cree usted que es un amor desordenado? ¿Le parece que cuando se presta ayuda a un animal, es como negársela a un humano? ¿Esta mal ofrecerle cuidados y afecto a una mascota o a cualquier animal? E invertirles tiempo y dinero? Le agradezco de antemano la respuesta que me pueda ofrecer y/o las lecturas que me pueda recomendar.

Le escribo también para agradecerle este año de compañía espiritual. Leo el boletín todos los dias, lo disfruto de principio a fin y he invitado a mis amigos. Tambien ingreso mucho a la página y de verdad lo felicito y le doy gracias a Dios por ese don de servirnos a los que queremos ser sus discípulos, de una forma tan amena, tan clara, tan educativa, tan completa. Es un regalo divino.

Que el Señor lo bendiga, que la Madrecita lo acompañe y lo guarde.

Una amiga, María Fernanda.

Tu pregunta, o serie de preguntas, obliga a varias aclaraciones. Todas sin embargo creo yo que se basan en los siguientes principios:

1. Toda la creación es expresión del poder, la bondad y la sabiduría de Dios, y ya por ello solo pide de nosotros respeto, admiración y alguna forma de amor, según cada caso.

2. Sólo del ser humano leemos que fue hecho "a imagen y semenjanza de Dios." Hay entonces en el ser humano una dignidad intrínseca que no depende de los sentimientos, simpatía u otros criterios más o menos subjetivos. El gato más simpático no tiene la dignidad del criminal más siniestro.

3. Cualquier forma de crueldad, incluyendo la que se comete por descuido u omisión, es no sólo inútil, sino perversa. Además, es claro que el desprecio a la vida animal conlleva rasgos egoístas o peor aún, sádicos, que terminan volviéndose en contra de la especie humana. Ejemplos tenemos de espantosos tiranos, como Iván el Terrible, que empezaron despreciando y lastimando animales para luego obrar así con hombres.

4. La experimentación científica, cuando tiene una dirección clara de búsqueda del bien de la sociedad humana, por ejemplo en la búsqueda de mejores medicinas o tratamientos, es justificación razonable para intentar acciones que pueden dañar o incluso implicar a muerte de animales. La prudencia y un verdadero sentido de cuál es el bien que se busca deben guiar las decisiones que se tomen.

5. La Iglesia no se opone a la ingestión de carne porque considera que ello se encuentra dentro del orden que de hecho observamos en la naturaleza y dentro del querer divino para el pleno desarrollo de nuestras facultades físicas y mentales. Si bien la crueldad debe quedar excluida también aquí, nadie debe pensar que el sólo hecho de limitarse a consumir vegetales produce más espirtitualidad por sí mismo. Ideas sobre que Cristo era vegetariano no tienen el menor respaldo bíblico.

6. El trato cercano y afectuoso con algunas especies animales (mascotas) puede traer bienes notables a las personas y las familias. Puede ser educativo también para los niños, preparándolos, por ejemplo, para enfrentar hechos como la pérdida de un ser querido.

7. En cuanto a preferir las mascotas sobre los seres humanos, es claro el desorden moral que ello entraña. Para superar tal situación conviene comprender por qué sucede. La respuesta suele estar no en los animales sino en las dificultades que supone tratar con seres humanos reales. El animal es mayormente predecible en su comportamiento y así puede instalarse fácilmente en nuestro ego, como una prolongación de aquello que queremos pensar y sentir de nosotros mismos. La mascota engrandece lo que pienso de mí, no lo contradice ni lo cuestiona; se limita a mimar una parte de mis emociones sin exigirme que purifique o levante mis intenciones. Por contraste, la persona necesitada es a menudo una pregunta quemante y una herida abierta en la sociedad.

8. Nada hay de extraño entonces en ver que, a medida que la sociedad se encierra en el narcicismo y en el hedonismo de placeres y sensaciones, las mascotas colmen la afectividad y los humanos pasen a segundo o tercer plano. El remedio no llegará si no es a través de un proceso de conversión que permita entender la hermosura y ternura del reino animal (o del reino vegetal, para el caso) sabiendo que ello solamente nos hace más deudores del respeto y amor que debemos a los hombres y mujeres por los que Cristo se encarnó y se hizo uno de nosotros.


Reproducción permitida, citando la fuente.
-Fr. Nelson Medina, OP

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