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Respuestas a tus Preguntas

Pregunta publicada en 20070130:
En algunos pasajes parece que Dios no quiere que la gente se convierta

Tengo una pregunta: De la lectura del Evangelio Mc 4, 1-20, nunca he entendido el sentido de las palabras de Jesús cuando dice "en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que "por más que miren, no vean, por más que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen". Si me la respondes te lo agradezco. -María de la Caridad Dominguez Perals

Lo que Jesús dice en Marcos 4,12 (y de manera semejante pero más completa en Mateo 13,13-15), alude a un texto de Isaías en el que creo que radica la dificultad, pero que también nos da luces para ver una solución sin forzar las palabras. Veamos el pasaje completo del profeta:

Y Dios me dijo: Ve, y di a este pueblo: "Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis." Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado. Entonces dije yo: ¿Hasta cuándo, Señor? Y El respondió: Hasta que las ciudades estén destruidas y sin habitantes, las casas sin gente, y la tierra completamente desolada; hasta que el SEÑOR haya alejado a los hombres, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra. Pero aún quedará una décima parte en ella, y ésta volverá a ser consumida como el roble o la encina, cuyo tronco permanece cuando es cortado: la simiente santa será su tronco (Isaías 6,9-13).

¿En qué contexto habla Isaías? El pasaje pertenece al comienzo de la vocación de Isaías, allí donde el profeta se describe como un "hombre de labios impuros, que habita en medio de un pueblo de labios impuros" (Isaías 6,5). Tal "impureza" o inmundicia debe referirse a lo que encontramos en el capítulo anterior:

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios a sus propios ojos e inteligentes ante sí mismos! ¡Ay de los héroes para beber vino y valientes para mezclar bebidas, que justifican al impío por soborno y quitan al justo su derecho! Por tanto, como consume el rastrojo la lengua de fuego, y la hierba seca cae ante la llama, su raíz como podredumbre se volverá y su flor como polvo será esparcida; porque desecharon la ley del SEÑOR de los ejércitos, y despreciaron la palabra del Santo de Israel. Por esta causa se ha encendido la ira del SEÑOR contra su pueblo, y ha extendido su mano contra ellos y los ha herido; los montes temblaron y sus cadáveres yacen como desecho en medio de las calles. Con todo esto, no se ha agotado su ira, y aún está extendida su mano (Isaías 5,20-25).

Lo que encontramos es un pueblo corrupto, que se precia de entenderlo todo (porque son sabios ante sí mismos) y que cree que puede arreglarlo todo con palabras, ya sea llamando bien al mal y mal al bien, sobornando a los que debían hacer justicia o jugando con palabras a inspiración de vinos y fiestas. Los labios impuros son los de este pueblo que cree entender pero no entiende, y que en realidad desprecia la Palabra de Dios.

Un pueblo así no puede comprender lo que significa arrepentirse. Es decir: no lo puede comprender con las solas palabras porque lo que necesita es experimentar en su carne que la religión no es un juego de vocablos, explicaciones y justificaciones.

La idea de fondo es que hay situaciones de corrupción generalizada en que las palabras mismas pierden su valor y todo el mundo se siente capaz de usar cualquier palabra, incluso palabras como fe, conversión o salvación vaciándolas de su sentido. Es evidente que en tales situaciones (extremas) no sirve añadir palabras sobre palabras sino que lo que se necesita es que la gente misma soporte la consecuencia de su perverso obrar. Según Santo Tomás de Aquino, tal es el sentido de la "ira" de Dios; no es que Dios se ponga bravo, sino que su sabiduría deja fluir las consecuencias del perverso obrar de la gente de modo que se producen los terribles sufrimientos que el egoísmo, la codicia, la mentira y los demás pecados están llamando como a gritos. En el peso de esas consecuencias el ser humano descubre, incluso aunque no quiera, que el bien y el mal existen y que no se puede llamar de cualquier manera o cualquier cosa.

Cuando Isaías oye de Dios este mandato: "Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado." Lo que Dios le está diciendo es: "No será conversión lo que ellos llaman conversión; no habrán entendido aunque digan que sí entendieron; esa mentira que ellos creen que es conversión es en realidad un obstáculo, una mentira de su propia mente ofuscada, y hay que derribar esa mentira para que descubran que de veras se han estado engañando a sí mismos. Sólo entonces se volverán a mí de verdad."

La finalidad de esa explosión de la "ira" divina es entonces el amor que no quiere ofrecer una salvación aguada, barata, cómoda, sino que se apresta a purificar a su pueblo, según indican las palabras citadas: " aún quedará una décima parte en ella, y ésta volverá a ser consumida como el roble o la encina, cuyo tronco permanece cuando es cortado: la simiente santa será su tronco..."

¿Por qué cita Jesús estos textos tan duros? Porque él se encuentra con lo mismo que encontró Isaías: un pueblo de gente que ha aprendido a llamar bien al mal y mal al bien; un pueblo que se solaza en engañarse y que llamaría "conversión" a cualquier cosa. A ese pueblo no se le puede dar una salvación aguada ni un evangelio barato; tendrán que experimentar con dureza su dureza pero al final, como en el caso de Isaías vendrá la conversión. En el caso de Isaías esa conversión asomaba como una "semilla santa;" en el caso de la predicación de Jesús asoma como ese pequeño grupo de discípulos que no se quedan solo en lo de afuera, en el "espectáculo" de las curaciones, sino que de veras quieren abrirse a la mente y la propuesta de Dios.


Reproducción permitida, citando la fuente.
-Fr. Nelson Medina, OP

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