Pregunta publicada en 20070125: |
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Me queda duda sobre lo que quiso decir Santiago (St 4, 5), que en mi Biblia de Jerusalén traduce: "¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que el ha hecho habitar en nosotros?" Porque en las otras traducciones se oye como culpa de Dios: "El espíritu que Dios nos infundió esta inclinado al mal." O también: "el alma que Dios puso en nosotros está llena de deseos envidiosos." Gracias por su ayuda. --José Santiago. Santiago 4,5 no es un texto de fácil interpretación, y buena parte de la dificultad viene del texto griego original. Hay dos palabras que pueden ser entendidas cada una de dos formas diferentes. Por una parte, está "fthonos" que básicamente significa "envidia." El problema es que en griego, lo mismo que en español, la envidia se puede llamar también "celos," y hay modos de ser celoso que no son malos, como cuando Pablo dice que el pueblo redimido debe ser "celoso de buenas obras" (Tito 2,14). Así que al fin no sabemos si "fthonos" hay que traducirlo necesariamente por algo malo como la envidia o por algo neutro, que incluso puede ser bueno, como "ser celoso de." Para complicar más las cosas, tenemos la palabra "espíritu" (pneuma, en griego) que en la Carta de Santiago parece que puede aludir tanto al Espíritu Santo como al espíritu humano. En Santiago 2,26 es claro que se refiere al espíritu humano: "Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta." Pero en el texto que estudiamos la cosa no es tan clara, porque podría tratarse del Espíritu de Dios. Según todo esto, hay dos caminos básicos de interpretación: uno es que el Espíritu de Dios, que habita en nosotros, tiene su propio celo o ardor, y que ese fuego del Espíritu no puede ser en vano. A favor de esta interpretación está el hecho de que, aunque el apóstol Santiago parece estar citando un texto (que sería del Antiguo Testamento), no hay un pasaje que corresponda a lo que él dice. Sin embargo, Exodo 20,5 o Isaías 63 hablan bien del Dios "celoso," que nos quiere apasionadamente para sí. La otra interpretación, menos probable, es que ahí Santiago esté hablando del espíritu del hombre, que ha sido creado (o sea "puesto en residencia," katokéso, en griego) por Dios. En este caso, el sentido sería que ese espíritu nuestro, aunque creado por Dios, tan a menudo desea lo que le hace daño que merece ser denunciado o expuesto a la luz, para que se vea su iniquidad. Esto concuerda con el severo tono de acusación que trae el versículo anterior, Santiago 4,4: "Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios." Es muy difícil escoger entre estas dos interpretaciones, que a su manera nos enseñan cosas profundas y ciertas. Tal vez la misma ambigüedad la use Dios de vez en cuando para enseñarnos mucho con pocas palabras. |
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-Fr. Nelson Medina, OP
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