Pregunta publicada en 20060622: |
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¿Cómo debemos entender o qué debemos entender de la Virgen María como Corredentora? -Roger Barrera El Concilio Vaticano II, en su Constitución Lumen Gentium, capítulo 8, números del 60 al 62, ofrece una luz muy clara a este respecto. 60. Unico es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Sí mismo como precio de rescate para todos (1 Tim. 2, 5-6). Pero la misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, antes bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen, en favor de los hombres, no es exigido por ninguna ley, sino que nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y, lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo. 61. La Bienaventurada Virgen, predestinada desde toda la eternidad, dentro del plan de la encarnación del Verbo, para ser Madre de Dios, fue en la tierra, gracias a disposición de la divina Providencia, la amable Madre del divino Redentor, asociada generosamente a su obra con título absolutamente singular, y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, dándolo al mundo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo que moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular -por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad- a restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por ello ha sido nuestra Madre en el orden de la gracia. 62. Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilar al pie de la Cruz, hasta la consumación eterna de todos los elegidos. Porque, una vez asunta a los cielos, no ha dejado su oficio salvador, sino que con su múltiple intercesión continúa alcanzándonos los dones de la eterna salvación (Cf. Pius IX, Bulla Ineffabilis). Con su materno amor cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se hallan todavía, entre peligros y angustias, hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora (Cf. Leo XIII Litt. Encycl. Adiutricem populi). Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador (S. Ambr. Ep. 63 PL 16, 1218). Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo encarnado y Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado en varias maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente, en formas distintas, en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una múltiple cooperación, participa de una fuente única. Esta función subordinada de María, la profesa claramente la Iglesia, la experimenta sin cesar y la recomienda al amor de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente con su Mediador y Salvador. |
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-Fr. Nelson Medina, OP
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