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Tiempo Ordinario, Año Impar, Semana No. 14, Martes
En aquellos días, todavía de noche se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos siervas y los once hijos y cruzó el vado de Yaboc; pasó con ellos el torrente e hizo pasar sus posesiones. Y él quedó solo. Un hombre luchó con él hasta la aurora; y, viendo que no le podía, le tocó la articulación del muslo y se la dejó tiesa, mientras peleaba con él. Dijo: "Suéltame, que llega la aurora." Respondió: "No te soltaré hasta que me bendigas." Y le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Contestó: "Jacob." Le replicó: "Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con dioses y con hombres y has podido." Jacob, a su vez, preguntó: "Dime tu nombre." Respondió: "¿Por qué me preguntas mi nombre?" Y le bendijo.
Jacob llamó a aquel lugar Penuel, diciendo: "He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo." Mientras atravesaba Penuel salía el sol, y él iba cojeando. Por eso los israelitas, hasta hoy, no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.
Te llamarás Israel, porque has luchado con dioses y has podido (Génesis 32,22-32)
Salmo
Señor, escucha mi apelación, / atiende a mis clamores, / presta oído a mi súplica, / que en mis labios no hay engaño. R.
Emane de ti la sentencia, / miren tus ojos la rectitud. / Aunque sondees mi corazón, / visitándolo de noche, / aunque me pruebes al fuego, / no encontrarás malicia en mí. R.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; / inclina el oído y escucha mis palabras. / Muestra las maravillas de tu misericordia, / tú que salvas de los adversarios / a quien se refugia a tu derecha. R.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, / a la sombra de tus alas escóndeme. / Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, / y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor. (Salmo 16)
Evangelio
En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: "Nunca se ha visto en Israel cosa igual." En cambio, los fariseos decían: "Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios." Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies."
La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos (Mateo 9,32-38)
El demonio busca encerrarnos en un silencio de esterilidad. Es el silencio cómplice ante el pecado; el silencio que calla la gloria divina; el silencio que se arrodilla ante las calumnias que hieren la Iglesia. Cristo vence ese silencio. 4 min. 23 seg.
Las bendiciones llegarán si dejamos de estar en lucha constante con Dios, haciendo su voluntad y no la nuestra, dejando atrás el pasado y en manos de Él el futuro y perseverando en la oración. 5 min. 25 seg.
La persecución está a las puertas pero este también es el tiempo para Dios ¡Es tiempo para vocaciones valientes, tiempo para héroes, tiempo para profetas, tiempo para santos! 4 min. 23 seg.
Necesitamos participar del dolor de Jesucristo por el daño que han sufrido tantas personas y sobre todo por el dolor de quedarse sin conocer al Padre. 6 min. 35 seg.
Aunque no debemos ver al demonio detrás de cada acto de maldad, es un hecho que el mal pretende amordazarnos, sea por violencia externa o por prisión interna. Cristo es el libertador. 33 min. 51 seg.
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1.1 Es bien extraño le texto de la primera lectura de hoy; reconozcámoslo. Pero no es menos extraño que la compleja relación que nuestra voluntad suele tener con la voluntad de Dios.
1.2 Dios, nuestro Dios, nos hace fuertes para que le venzamos: esta es la gran paradoja. Le gusta ser vencido por aquello que, si él no nos lo diera, no tendría poder alguno sobre él. Y esto que nos da es la oración que brota de la fe, y la compasión que brota de sabernos amados sobre toda medida.
1.3 Tales son, pues, nuestras "armas" para ganarle a Dios: orar, creer, compadecer. No podemos tener misericordia sin asemejarnos al Rey Compasivo. Y no podemos ser semejantes a él sin tener una participación en su poder. De este modo la paradoja no contradice el ser divino pero sí lo revela en una dimensión que nuestras razones nunca hubieran podido imaginar.
2. Versiones encontradas
2.1 En el evangelio, por su parte, hay dos versiones encontradas: tenemos una multitud "maravillada" por las obras que hace Jesús, pero también hay un cierto grupo de escépticos que ya tienen una explicación bien clara y bien razonable: Jesús está en alianza con las tinieblas.
2.2 Dicha esa explicación, ya han quedado tranquilos estos racionalistas del siglo I. Y eso es lo dramático y lo triste: para ellos basta explicar; es un ejercicio que los deja cómodos dentro de ellos mismos. No dan, no les interesa dar el paso hacia fuera, a sanar, a curar, a limpiar, a sostener al hermano que sufre. Sólo les interesa acallar sus mentes inquietas y quedarse luego orondos dentro de su marco de explicaciones.
2.3 Nuestra fe es exactamente lo contrario de eso. Es razonable en su exposición, ciertamente, pero sus razones no reemplazan la fascinación por un Dios que "salió de sí mismo." Quien tenga capacidad para celebrar esa calidad de amor tendrá también deseos de imitarlo.