Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

"¡Si hubieras atendido a mis mandatos!"

Homilía v025002a, predicada en 19981211, con 8 min. y 31 seg.

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Transcripción:

Esas palabras que dice Dios por boca del profeta Isaías, bien meditadas nos llevan a un sentimiento profundo de dolor y de conversión, y luego también de esperanza. "Si hubieras atendido a mis mandatos". Yo creo que hay una manera de aplicarse estas palabras cuando uno piensa en la vida de la gracia y en la historia que Dios ha ido construyendo con uno.

La vida humana va tomando su figura por las opciones que uno va haciendo. Cuando un pintor hace su trabajo, al escoger cada color, al trazar cada pincelada, al dar énfasis o difuminar un rasgo, está tomando una opción y el resultado final, el cuadro que queda, es el resultado de todas las opciones. Tal vez millones de opciones que el pintor ha tomado. Nosotros somos como pintores o como escultores, como artistas de nuestra propia vida y a lo largo de nuestra vida se nos presentan muchas opciones. De una tribulación podemos hacer un motivo de desesperación o podemos hacer un motivo de unión con la cruz de Jesucristo. Una alegría puede ser ocasión de una gran acción de gracias o de una gran prepotencia. Las cualidades que tenemos pueden ser instrumentos de evangelización o razones para humillar a nuestros hermanos. Los pecados mismos que hemos cometido pueden ser una razón para volvernos mediocres o pueden ser un motivo para emprender con mejor empeño el camino.

O sea que uno está tomando decisiones, uno está tomando opciones y la figura de uno, incluso en su rostro, me atrevería a decir, pero la figura de uno ante Dios, lo que es uno ante Dios, eso que se alude con la palabra alma. El alma toma la figura de todas las opciones que uno ha tenido y por eso hay almas que son bellas y hay almas que son muy bellas y hay unas que son bellísimas, porque el conjunto de las opciones de ese artista o de esa artista le ha dado precisamente ese esplendor a esa obra. Al contrario, hay otras obras que tal vez pueden ser, tal vez pueden ser tu vida o mi vida, en que tal vez había una gran idea, había un gran proyecto, pero es un proyecto con manchones, con borrones y hay algunos casos, podemos temerlo, en que casi parece que la obra entera se hubiera echado a perder. "Si hubieras atendido a mis mandatos", dice Dios por boca de Isaías. Y yo creo que uno tiene que volverse sobre sí mismo y pensar y pensar en cuántas veces uno, habiendo podido tomar una respuesta, tomó la otra.

Yo asocio estas palabras, por ejemplo, con mi llamado vocacional. Si yo me pongo a repasar mi vida, me doy cuenta de que Dios estaba buscándome. Y si digo más, me ha seguido buscando toda mi vida y me duele encontrar en el recorrido de mi vida tantas veces en que he dicho que no, tantas veces, en que he manchado o emborronado el cuadro. Soy la figura. Soy el resultado de todo eso. Es verdad que hay cosas buenas que Dios ha hecho en mí, pero no puedo negar esas opciones en las cuales en las cuales me pesa la Palabra de Dios. ?Si hubieras atendido a mis mandatos?. Mi primer llamado fuerte hacia el sacerdocio sucedió cuando yo tenía quince años. Pero bastó. Bastó el éxito académico a través sobre todo de la física de las matemáticas. Bastaron las vanidades, las lisonjas, los halagos de este mundo, para que ese primer llamado de Dios, el único Señor, quedará por allá archivado. Y si no fuera por una intervención providente, humilde y eficacísima de la Virgen María, pues yo hubiera desechado esa posibilidad, esa gracia singular, se hubiera podido perder para siempre en mí. Y de hecho estuvo olvidada y como marginada durante mucho tiempo. Y entonces yo digo: "y si yo hubiera atendido al mandato del Señor cuando Él quería". Porque a mí me parece que yo no le hice caso cuando Él quiso, sino yo le hice caso, cuando a mí me pareció. Y para tantas otras cosas he sido así. Haciendo caso en último extremo, cuando ya prácticamente no queda otra opción. Y por eso pienso que, bueno, todos dependemos de la misericordia divina. Pero cuántas tardanzas, que qué manera de servir tan incómoda, tan rebelde a Dios nuestro Señor. Por eso el Adviento no lo olvidemos. El Adviento es tiempo de conversión. También se le pide a Cristo que venga, pero no que venga como un huésped más, que venga como Rey y Señor. Se le pide a Él que venga a tomar posesión entera de nuestro ser. Y por eso, tomando las palabras que la Santa Iglesia dice en la fiesta de San Luis Gonzaga, los que no hemos podido imitar en la inocencia, pues imitemos en la penitencia que sea el arrepentimiento humilde de nuestros pecados. Que sean estas palabras de Isaías: "Si hubieras atendido", las que nos muevan a arrepentimiento, yo ya no podré ser ese santo que Dios quería cuando le dije que no desde la infancia, la adolescencia, la juventud, ese no voy a poder ser, pero tal vez Dios tiene para mí otro plan. Y ese otro plan supone que se integre dentro de mi historia el recuento de esos antiguos pecados y a través de la confesión, el arrepentimiento, la penitencia y el anhelo de servir y de amar. Resultará otra figura, no la que Él había tal vez pensado en ese primer momento, pero resultará otra figura, y esa otra figura también será obra de Él, y también le agradará a Él, porque Él tiene entre los suyos no solo a los inocentes, sino también a los convertidos, a los penitentes.

Nosotros, pues, escuchemos estas palabras. Escuchémosla, escuchémoslas con el corazón. Recorramos nuestra historia. Démonos cuenta de esos males. Démonos cuenta de que en realidad cada pecado le niega un santo a Dios. Démonos cuenta de cuántas veces Dios ha tenido que reescribir la historia nuestra y ha tenido que decir "Bueno, entonces si la biografía del santo no va a ser esta, entonces vamos a intentar escribir esta otra y vamos a intentar escribir esta otra" ¿Cuántos intentos lleva Dios con nosotros? Agradecidos en su piedad, en su misericordia, con un anhelo muy sincero de convertirnos, de dejar nuestras faltas y de creer en Él, solamente en Él, sigamos esta celebración. Precisamente la gracia de este día, la gracia de esta Eucaristía es una señal preciosa de que Dios jamás se cansa. Él no se cansa de escribir nuevas e inéditas biografías. Él no se cansa de reemplazar en esos papeles mil o un millón de veces la palabra inocencia por la palabra contrición, arrepentimiento, misericordia o gracia. Si él no se cansa, nosotros tampoco nos cansamos, seguimos el camino, le seguimos buscando y él, al final será el único que pueda afirmar que pueda rubricar esa obra y decir ?es mía, la he hecho, la he construido con mi amor, con mis lágrimas, con mi sangre y con mi gracia?.

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