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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Cuando Dios separa al pecador de su pecado, y después destruye el pecado, se cumplen tanto su justicia como su misericordia.
Homilía v022005a, predicada en 20121211, con 4 min. y 22 seg. 
Transcripción:
Avanzamos en nuestra segunda semana de Adviento, y encontramos otra vez a nuestro querido, y espero que ya bastante familiar, profeta Isaías. Uno de los textos más bellos de la colección de oráculos que conforma el libro del profeta Isaías está en el capítulo número cuarenta. Te invito a que tomes tu tiempo para abrir tu Biblia y descubrir en ese capítulo palabras de sublime belleza, palabras que indudablemente llegarán a tu corazón y harán mucho bien, porque el Dios que aparece en ese capítulo cuarenta, es el Dios compasivo, el Dios que por decirlo de alguna manera, deja que su compasión le gane a su justicia, y Dios es ambas cosas. Dios es justo y Dios es compasivo, pero podemos decir que de tal manera es compasivo que al realizar, al cumplir con la justicia, lo que hace es mostrar más su misericordia, su compasión . Es la misma idea que resuena en el capítulo dieciocho de San Mateo que tenemos como Evangelio en la santa misa de hoy. ¿Qué es lo que tenemos ahí? Jesús, que tomando una vez más la imagen del pastor y las ovejas, nos revela un rasgo del corazón de Dios, no quiere que ni uno solo de estos pequeñitos se pierda. También de ese modo y en ese tono nos había hablado Dios por boca del profeta Ezequiel, por mi vida dice el Señor, yo no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta y viva, así habló Ezequiel, o si digo mejor, así habló Dios por medio de Ezequiel. En cambio, lo que tenemos en nuestro mundo es muchas veces la justicia implacable, es el despedazar al criminal. ¿Qué pasa con la justicia cuando Dios perdona?, ¿Qué pasa con la justicia cuando Dios tiene compasión? Pues lo que sucede es que Dios destruye el pecado salvando al pecador. Esa idea la tenemos, por ejemplo, en el Salmo ciento tres, dice allá él aleja de nosotros nuestros delitos, como el oriente dista del occidente, así aleja de nosotros nuestros delitos. No es que Dios mire con indiferencia el pecado o que no le importe que nosotros pequemos. Por supuesto que el pecado importa, por supuesto que es cosa grave, y por supuesto que Dios hace algo a ese respecto. Pero lo que hace no es destruir al pecador, lo que Dios quiere hacer no es destruir al pecador, sino separar al pecador de su pecado y luego destruir al pecado, destruir con su justicia al pecado que destruía al pecador, destruir con su justicia al pecado por amor al pecador. Entonces, en el acto de separar al pecador de su pecado y luego destruir al pecado, quedan al mismo tiempo satisfechas la justicia y la misericordia. Dime si no es bello eso, dime si no tenemos un Dios eterno, sabio, maravilloso, compasivo.

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