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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Nosotros por el pecado tenemos la capacidad de arruinar las cosas; sin embargo, reconstruir de verdad lo dañado solo lo puede hacer el Espíritu Santo.
Homilía v012018a, predicada en 20231205, con 6 min. y 0 seg. 
Transcripción:
Yo creo que de las frases de Santo Tomás de Aquino que más me han impactado en la vida es cuando él se pregunta qué es lo nuevo del Nuevo Testamento o de la Nueva Alianza. Y la respuesta, que en su momento fue una sorpresa, una sorpresa muy positiva para mí, la respuesta de Tomás es: lo nuevo del Nuevo Testamento es la gracia del Espíritu Santo. Yo creo que las lecturas de hoy nos invitan a tomar con toda su seriedad este hermoso pensamiento de Santo Tomás porque la primera lectura tomada de Isaías nos habla de esa unción fresca, esa unción nueva que va a tener el Mesías. Y luego el Evangelio tomado de San Lucas nos presenta a Cristo precisamente como lleno de esa unción, una unción que le colma de sabiduría, pero que también le colma de alegría. Lo nuevo del Nuevo Testamento es el Espíritu Santo. Por qué? Cuál es la novedad? Qué es lo que trae propiamente el Espíritu? Pues hay varias respuestas, pero creo que la más profunda, es la que nos hace ver el apóstol San Pedro en su primera carta, cuando nos dice que nosotros hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina. O sea que un modo muy bonito de ver esta obra del Espíritu Santo es verla a través del lente de esa palabra tan preciosa en la teología y en la filosofía, la palabra participación. Es decir, que lo que nos da el Espíritu es una participación en la naturaleza divina. Y eso qué significa? Significa que todo nuestro ser obra por encima de su naturaleza, por encima de sus capacidades. Es algo así como esto. La Biblia nos enseña que los seres humanos tenemos una gran capacidad para arruinar las cosas. Una persona puede tener el mejor matrimonio del mundo y puede arruinarlo. Una persona puede tener una carrera profesional muy exitosa y en un arranque de ira, o en una borrachera o en un problema de abuso, arruina su vida. Los países pueden estar en paz, pero por la soberbia de sus dirigentes o por la codicia, estalla una guerra que produce miles y miles de muertos inocentes. Es decir, en nosotros, en los seres humanos, está la capacidad de arruinar las cosas. Pero es que no es lo mismo arruinar que construir. No es lo mismo. Yo por ejemplo, tengo muy, pero muy limitadas capacidades artísticas, sobre todo en lo que tiene que ver con dibujo o escultura. Yo admiro a la gente que tiene una tremenda capacidad con el pincel, con el lápiz, con la escultura. Me fascina, me fascina y es algo que yo no tengo. Pero yo sí sé una cosa. Yo tengo una gran capacidad para dañar cuadros, para dañar esculturas. No se necesita ningún talento. Por ahí hubo un loco que una vez intentó, por ejemplo, darle un martillazo y destruir, dañar una parte de la estatua de la Piedad de Miguel Ángel, la que se encuentra en la Basílica de San Pedro. Entonces, destruir es fácil. Construir es mucho más difícil. Y si me entiendes, la distinción todavía más difícil es reconstruir. Bastante complicado, bastante difícil. Entonces nosotros, seres humanos, con nuestras capacidades humanas, tenemos la capacidad ciertamente de arruinar las cosas, y eso se llama pecado. Pero construir, o mejor, reconstruir lo que fue dañado por el pecado, está por encima de nuestras capacidades, y eso es lo que nos da el Espíritu Santo. Nos da una capacidad por encima de nuestras capacidades para que podamos llegar a la reconstrucción, la restauración, la auténtica restauración de lo que nosotros tenemos, de lo que nosotros somos, la reconstrucción. Esto es algo bellísimo, esto es algo muy hermoso y por eso fíjate que ya desde su nombre Nuestro Señor Jesucristo es un reconstructor, porque Él es Yeshua. Entiendo que así se pronuncia en arameo, en hebreo, el nombre de nuestro Señor: Yeshua que significa, tiene esa raíz de YAHVÉH, o sea el Señor salva, él es el reconstructor, él es el que viene como médico divino, como cirujano, como hábil arquitecto, capaz de reconstruir tanto que está dañado en nuestras vidas. Por eso necesitamos del Espíritu, por eso no basta la astucia humana, las intrigas humanas, las negociaciones humanas, los planes humanos. Mira tus planes, tu inteligencia, tu astucia. Seguramente son muy buenas para dañar muchas cosas, pero el nivel de daño que nuestros pecados producen no se va a solucionar simplemente de esa forma. Tenemos la capacidad para dañar, pero nos falta la capacidad de Dios para reconstruir.

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