Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

La teología de la unción brota de la convicción de que no bastan las cualidades humanas para mejorar a las cosas y situaciones humanas: ese "toque" que necesitamos para obrar con genuina sabiduría y constancia sólo lo da Dios.

Homilía v012012a, predicada en 20161129, con 13 min. y 22 seg.

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Transcripción:

Queridos hermanos, durante el tiempo de Adviento, la liturgia de la Palabra, es decir, estas lecturas que tenemos en la misa, tienen una relación muy especial, que va siempre de la primera lectura hacia el Evangelio. Lo que sucede en el tiempo de Adviento, que es en el tiempo en el que estamos, es que la primera lectura presenta un tema, y luego el Evangelio presenta cómo se cumple ese tema en la persona de Cristo.

De ese modo, poco a poco, el Adviento va logrando dos cosas; primero, que nos centremos en Jesucristo, que miremos cada vez más hacia Él, porque Él es el protagonista de este tiempo litúrgico, así como es el protagonista de toda la liturgia de nuestra Iglesia Católica, en segundo lugar, esa manera de conectar la primera lectura y el Evangelio, sirve para educarnos en la esperanza, porque la primera lectura está tomada del Antiguo Testamento, y al ver cómo esa lectura se cumple en Cristo, se va afianzando en nuestro corazón y en nuestra mente una certeza, cuando Dios promete algo, lo cumple, así, por ejemplo, vamos a tener en estos días el caso, de un gran banquete,

Isaías habla de cómo Dios prepara un gran banquete, y luego el Evangelio habla de cómo Cristo multiplica los panes y da de comer a una gran multitud. Ese es el estilo del Adviento, un anuncio, una promesa, en la primera lectura y el cumplimiento en Cristo de eso que fue anunciado. Lo que sucede es que los temas van cambiando de un día a otro. Eso es como cuando se toma una joya, una gema preciosa y al darle vueltas, mientras le llega la luz, vamos descubriendo distintas facetas, pero todas son hermosas, así podemos decir que funciona el Adviento, esa es la dinámica del Adviento promesa y cumplimiento en Cristo. ¿Para qué?, para que crezca en nosotros la virtud teologal de la esperanza y para que nuestro corazón se centre en el Señor.

En el caso de hoy, el tema que se repite, (apenas acabamos de empezar el Adviento), el tema que se repite es el Espíritu, el Espíritu como unción que viene de Dios. Por eso dijo la primera lectura refiriéndose al Mesías que había de venir sobre él, se posará el Espíritu del Señor, eso dijo Isaías, capítulo once, el evangelio fue de Lucas, capítulo diez, y qué encontramos, en aquel tiempo lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús. O sea que la primera lectura nos presentaba al Mesías ungido por Dios con el Espíritu, y el Evangelio nos presenta a Jesucristo, que está lleno de esa presencia del Espíritu, ese es el modo del Adviento.

Pero tratemos de aprovechar esa imagen de la unción, podríamos decir la teología de la unción, no tengamos miedo a las palabras, teología de la unción quiere decir simplemente lo que nos enseña la Palabra de Dios sobre cómo Dios unge, unge a sus profetas y unge al Mesías. La base de la teología de la unción es muy sencilla, es el desengaño, es la decepción, una experiencia que seguramente muchos hemos tenido.

Piense en el caso de Saúl, que fue el primer rey, supuestamente Saúl tenía todo para ser un gran rey, un gran entrenamiento militar que lo hacía un jefe natural contra los enemigos del pueblo de Dios, era muy alto, era fuerte y podemos decir que era una persona con metas muy claras en la vida, que es otro modo de decir ambicioso. Y las personas ambiciosas parece que tienen un cierto encanto porque vemos en ellas alguien que sabe lo que quiere, alguien que marca una ruta, ese era el estilo de Saúl, pero luego Saúl resultó caprichoso, resultó desobediente. Precisamente porque era tan ambicioso, empezó a relativizar lo que le decían los profetas, sobre todo el gran profeta Samuel, empezaba a hacer interpretaciones retorcidas a lo que le decía Samuel para quedarse él haciendo su voluntad, o sea que Saúl fue una decepción.

Piensa en el caso de Salomón, Salomón fue un hombre muy inteligente, precisamente es famoso por su sobresaliente sabiduría. Pero Salomón, fiado de su propia cabeza y de su sabiduría, quiso solucionar de una vez por todas el tema político de su reino, celebrando una cantidad de matrimonios a modo de alianza política con cuanta tribu él conocía. Por eso resultó Salomón con trescientas o más esposas, ese número ridículo en un hombre tan sabio, lo que indica sobre todo es que él empezó a fiarse demasiado de su propia cabeza, y el grave problema es que todas esas esposas, que eran sobre todo esposas entre comillas, repito, era más un asunto político, todas esas esposas iban a vivir a Jerusalén, y muchas de esas esposas, entre comillas, tenían su propia religión. Y entonces Jerusalén, la ciudad de Dios, se llenó de ídolos y de chamanes, y de brujos y de espiritistas, porque todas estas mujeres, aunque no fueran fieles a Salomón, si eran fieles a sus dioses falsos, a los de ellas.

Entonces así podríamos contar la historia de muchos reyes, si uno mira los libros primero y segundo de Samuel, primero y segundo de los reyes, en la Sagrada Escritura, hay un estribillo que se va repitiendo cada vez que se nombra un rey, el estribillo es, hizo lo que el Señor reprueba, hizo lo que el Señor reprueba, hizo lo que el Señor reprueba, casi todos, hay contadísimas excepciones.

Entonces el pueblo de Dios había vivido lo que tal vez también muchos hemos vivido, después de unos años, entusiasmarse con un líder solamente para decepcionarse después, que llegó Saúl, llegó Saúl. ay, qué desastre Saúl, incluso el gran rey David decepcionó de una manera espantosa, resultó cometiendo homicidio, perjurio, traición y una cantidad de cosas, que llegó Salomón, qué decepción, Salomón, esa decepción, o mejor, esa cantidad de decepciones, llevó a los israelitas a una conclusión. Porque cuando uno está bien decepcionado en la vida solo puede sacar una de dos conclusiones, solo hay dos caminos un camino, es el cinismo, el cinismo, que es la actitud del que dice mire, todos lo hacen, por qué no lo voy a hacer yo, cinismo es la actitud del que dice mire, las cosas siempre han sido así y no van a cambiar, el cinismo es vecino de la desesperación.

Pero el pueblo de Dios, guiado por el Señor interiormente, no cayó en el cinismo, sino que llegó a una conclusión, y es que no bastan las fuerzas humanas, no basta el talento humano, no basta que usted sea muy inteligente, no basta que usted sea un gran líder, no basta que usted sea muy fuerte, no basta que usted tenga muchos amigos, no basta que usted tenga un gran talento organizativo, lo humano no basta si no está el toque de Dios, esa es la teología de la unción. No fiarse demasiado de lo puramente humano, porque los seres humanos decepcionamos. Y ustedes seguramente estarán de acuerdo conmigo, porque así le pasa a uno, uno se decepciona de mucha gente, de amigos, se decepciona de sacerdotes, se decepciona de políticos, se decepciona de artistas.

La teología de la unción es la conciencia de que solamente cuando Dios habita en nosotros, cuando nos dejamos tocar, untar, eso es lo que significa unción, untar, solo cuando nos dejamos untar por Dios, llegamos a ser algo distinto, eso es lo que quiere decir la palabra Mesías, Mesías; es una palabra hebrea que en griego se traduce Christos y que en español se dice ungido el Mesías quién es, el que está totalmente impregnado, penetrado, untado de esa fuerza, esa luz que viene de lo alto, y ese es Jesucristo.

O sea que Jesucristo es único, no por su cociente intelectual, no por su estatura, no por su raza, no por su talento organizativo, Jesucristo es único porque es el ungido del Padre. Y porque es el ungido del Padre, puede hacer por nosotros lo que nadie más puede hacer, y por eso en el Adviento volvemos nuestra atención y nuestro amor al ungido, el que si está untado, el que si está lleno de la unción de Dios, ese es el único que puede hacer nuestra vida realmente distinta, ese es el único que puede responder a nuestros anhelos y eso es lo que más deseamos en el Adviento.

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