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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
El adviento es una preciosa y extensa catequesis en la esperanza. Para recuperar la navidad hay que recuperar el adviento.
Homilía v012006a, predicada en 20121204, con 4 min. y 55 seg. 
Transcripción:
El objetivo del Adviento es prepararse para recibir a Jesucristo, de eso es de lo que se trata. Recibirlo, sobre todo con hambre de su Palabra, recibirlo con ansia de su dulce y purísimo amor, recibirlo desde la conciencia de nuestras profundas necesidades y sobre todo, recibirlo desde la claridad de que es Él, el que puede colmar nuestras más profundas aspiraciones, nuestros más hondos deseos. Por eso el tiempo del Adviento es un tiempo que nos rejuvenece, porque es el tiempo para recuperar los mejores ideales, para reencontrarnos con nuestros mejores sueños. Una de las cosas que yo ciertamente lamento del tiempo en que vivimos es que el Adviento no existe en la sociedad, ya casi no existe tampoco la Navidad. En algunos países de Europa parecía excesivo poner el pesebre. En otros lugares lo llaman el belén, el nacimiento, la representación del nacimiento de Cristo. Eso parecía que era demasiado piadoso, entonces ya eso se quitaba y entonces se utilizaba el árbol de Navidad. Pero ya hay muchas ciudades en Europa, por lo menos en las que parece que poner el árbol de Navidad va a ofender a las personas de otras religiones, entonces va desapareciendo también ese signo. Tampoco es que yo estuviera muy apegado a él, pero va desapareciendo ese signo de la Navidad, el signo del arbolito de Navidad. Pero antes de que desapareciera el árbol y antes de que desapareciera el belén, ya había desaparecido el Adviento. Ojo, que aquí hay una enseñanza importante. Primero desapareció el Adviento y entonces quedó la Navidad simplemente como un tiempo de repartir regalos, como un tiempo de unos cuantos platos y dulces y postres tradicionales, es decir, ya quedó una cosa supremamente vacía y ahora ese cascarón vacío, agrietado, se va cayendo y va desapareciendo incluso en sus representaciones más externas y diría uno más inocuas. Entonces desaparece el árbol, desaparece el belén, desaparece la Navidad. Y yo quiero subrayar esto, desaparece la Navidad porque primero desapareció el Adviento. Es que la relación que hay entre el Adviento y la Navidad es la misma relación que hay entre el hambre y la comida. Tiene sentido comer cuando hay hambre, cuando quitamos el hambre no tiene sentido el alimento. Por eso el tiempo de Adviento nos va presentando esos textos tan poéticos, tan bellos, por ejemplo, de Isaías. El texto de hoy, capítulo once de Isaías cómo se cuenta lo que Dios promete, cómo se cuenta, cómo se describe el perfil del Mesías, cómo se nos deja sentir que nuestros mejores anhelos tienen sentido en la persona del Mesías, eso es hermosísimo. Y eso es para que volvamos a sentir hambre. Eso es para que recuperemos lo más propio, lo más santo, lo más firme, lo más hermoso de nuestros corazones. Yo estoy seguro que si nosotros recuperamos el Adviento, recuperaremos entonces esa parte del Evangelio que dice, tocad a la puerta y se os abrirá, pedid y se os dará. Cuando se llega a ese punto, cuando se llega a ese nivel, entonces la Navidad se convierte en algo entrañable. No es algo superficial, no es pura compra y venta de regalos, es algo muy profundo. O sea que si queremos recuperar la Navidad hay que recuperar primero el Adviento.

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