Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

¿Por qué abandonas tan pronto tus sueños?

Homilía v012004a, predicada en 20011204, con 19 min. y 12 seg.

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Transcripción:

Hermanos, acabamos de empezar el tiempo del Adviento y yo creo que este tiempo llega muy bien. Es un tiempo que llega a tiempo. ¿Por qué? Porque este es tiempo. Tiempo para educarnos en la esperanza. La palabra fundamental del Adviento no es la espera, sino la esperanza. Porque la espera se puede hacer de mala gana. La espera se puede hacer porque tocó. En cambio, la esperanza nace adentro. Solo hay un lugar, solo hay una tierra donde se cultiva esa semilla y esa tierra se llama el corazón. Solo allá puede brotar la esperanza. Y Jesús en nosotros y a través de nosotros, con esta palabra quiere formarnos en la esperanza. Quiere educarnos en la esperanza. No me cansaré de decirlo, amigos. Son muchas las personas que tienen amor, que proclaman amor, que predican amor. Son muchas las formas de fe y hay muchas religiones y muchos modos de creer. Los problemas más graves, la escasez más severa, no es escasez de fe, ni es escasez de amor, es escasez de esperanza.

Después de todo, ese ateísmo de la ciencia atea y del comunismo ateo, después de toda esa incredulidad, el mundo hay que estar rogando y que está buscando maneras de creer. Todo ese retorno de la magia, por ejemplo. Piense usted en la película o en los libros de Harry Potter. Todo ese retorno de la magia ¿qué es? Es el retorno de la necesidad de creer. La gente cree en un cuarzo, cree en una vela, cree en un rezo, cree en una superstición. O cree en Dios. Pero ¿y la esperanza?

Y el Adviento es la gran escuela de la esperanza. ¿Qué es la esperanza? La esperanza no es ilusión. Un iluso es alguien que de alguna manera se tapa los ojos y dice: Hagamos de cuenta que no está pasando esto que está pasando. Y yo me voy con mi pensamiento a otro mundo. Los ilusos acaban todos estrellados contra las piedras. No se trata de ser ilusos, se trata de tener esperanza. La esperanza no es algo tan sencillo como la ilusión. La esperanza es una mirada profunda a la realidad, una mirada profunda a eso que realmente somos, tenemos y podemos, una mirada que logra encontrar la huella, el principio, el brote de una cosa nueva. Esa es la esperanza. La ilusión es cerrar los ojos, la esperanza es abrir los ojos. La ilusión es miope y quisiera ser ciega. La esperanza es lúcida y quiere ser penetrante. Solo tiene verdadera esperanza el que, a través de una mirada profunda, de una mirada penetrante, encuentra el brote nuevo. Ahí está la esperanza, en el brote nuevo, en el germen de aquello que empieza.

La Iglesia quiere que nosotros, particularmente nosotros, vivamos el misterio de la esperanza, que nosotros, a través de nuestra predicación, a través de nuestro testimonio, a través de nuestra acogida, nosotros brindemos esperanza y comuniquemos esperanza. A veces no es sencillo. Los acontecimientos trágicos, los acontecimientos desalentadores de la violencia que encontramos en el mundo y en nuestra patria. Un futuro tan incierto, tan triste, tan frustrante para tanta gente que se ha gastado tanto, por ejemplo, en sus estudios profesionales. Eso desalienta. Eso mata la esperanza. Y por eso la pregunta surge: ¿cómo puedo yo educarme en la esperanza? No en la ilusión. No se trata de vender sueños baratos, no se trata de vender droga espiritual. Algunas veces tengo miedo de que nosotros, con la predicación o con el canto, hagamos como un mundo fantasioso, como una especie de droga, una especie de descanso para un momento, y luego la gente sale del gran show a enfrentarse con una vida que en el fondo no ha cambiado. Eso es duro.

¿Cómo podemos formarnos en la esperanza? La Palabra de Dios nos da la respuesta y yo los invito a que no solamente en este día, sino en los días que están por venir, estemos muy atentos a la Palabra del Señor, porque todo el Adviento es una escuela de esperanza. Por ejemplo, hoy. ¿Qué podemos aprender hoy sobre cómo esperar? El profeta Isaías hace algo en su lenguaje poético. Despierta lo mejor de nuestros sueños. Cosa concreta, enseñanza concreta de hoy. Necesito educarme y educar a otros en la esperanza. Como punto número uno: despierta lo mejor de tus sueños.

Con esas imágenes de los animales de la selva: habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos. Con esas imágenes Isaías no está haciendo biología. Isaías está despertando lo mejor de nuestros sueños. Porque la desesperanza es cruel. La desesperanza decapita todos los sueños. Usted no tiene derecho a soñar. Usted no tiene derecho a cambiar nada. Usted no tiene derecho a imaginar nada. Lo primero que hay que hacer es devolver ese derecho, y eso se logra despertando lo mejor de nuestros sueños.

Esta es una técnica, amigos, que realmente es muy fuerte, es muy poderosa. ¿Cuál es el mejor sueño que usted ha tenido en su vida y por qué se despidió de él? Hoy no estamos pecando de ilusionistas. ¿No sería que usted se despidió demasiado rápido de su sueño? Usted tiene derecho a volver a su mejor sueño. Tal vez no había que despedirse de él. Santo Tomás de Aquino habla de la esperanza y habla de la fortaleza. Y dice que tiene que ver con afrontar situaciones difíciles, lograr objetivos difíciles. Pero un objetivo difícil no se logra en el primer intento. Y hay veces que nosotros nos hemos detenido y hemos dejado de soñar demasiado pronto.

¿Qué tal sacar un letrero? El otro día estaba una avioneta dando vueltas con un aviso, con una pancarta gigante. ¿Qué tal sacar una avioneta que dijera una pregunta? ¿No será que te despediste muy pronto de tus sueños? Una muchacha de dieciocho años fue a una consulta, un diálogo conmigo y me decía: He considerado la posibilidad de suicidarme. Dieciocho años. ¿Por qué? Porque he tenido tres novios y no sé cuál ha sido peor. Sé que el amor no existe y soy una persona que vivo de amor y por amor. Me voy a matar. Hay que ponerle delante ese letrero. ¿No será que te despediste demasiado pronto? Eso vale para todos. Eso vale para todos nosotros.

Por ejemplo, un alma consagrada. Pensemos en un soldado de Cristo. Pensemos en un evangelizador. Pensemos en alguien que quiere ser sacerdote y encuentra dificultades afuera y adentro y encuentra problemas en la casa y se siente débil y se desanima. Uy, no, no, yo no voy a poder con esto. Yo sí quería. Es mi sueño más grande, pero no eso con tanto problema. Y no, no, no, yo le pondré una pregunta por delante. No será que te estás despidiendo demasiado pronto de tu sueño.

Isaías, en su lenguaje poético, dice cosas absurdas. El lobo, como dice el cuento: el lobo con el cordero habitará, el lobo con él. No, ¿cuándo va a habitar el lobo con el cordero? Eso no es posible, pero es una manera de despertar el sueño. No te despidas demasiado pronto de tus sueños. Desde luego, para nosotros, las almas consagradas, para nosotros que queremos caminar en el seguimiento de Cristo, el gran sueño se llama santidad. Se llama santidad. Pero ese es el sueño más atacado del mundo, porque todo en el mundo me está gritando: No se puede, no se puede. No lo intente, es inútil, nadie lo logra. Los que lo logran era en otras épocas, en otras circunstancias, aquí en su puerco país y en su puerca vida y con su puerca historia. Eso no se puede. Y por dentro las dudas y las tentaciones y los pecados de uno. Entonces uno se despide de sus sueños y empieza a decir: Bueno, entonces, ¿qué voy a hacer? Pues seguir así. Está bien.

Pero Isaías está ahí. Isaías alcanzó a soñar que el lobo podía evitar con el Cordero. Alcanzó a soñar que el mundo se podía llenar de la ciencia de Dios, empezando por el monte Sión. El mundo se puede llenar de la ciencia de Dios, y cuando sea Dios el que sea conocido, todos los sueños encontrarán su verdadero lugar. Podríamos quedarnos solamente con esa enseñanza hoy. ¿Cuál es el mejor sueño que usted ha tenido? ¿Se despidió de él? ¿Por qué? ¿No sería que se despidió demasiado pronto?

Pero el Evangelio nos da otra. Nos da otra enseñanza también. Recuerde que el Adviento es la escuela de la esperanza. Así que hay que oír todas las lecturas pensando: ¿Y esto cómo me educa en la esperanza? Jesús, nuestro Señor, dice a sus discípulos: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis. Segunda enseñanza para la esperanza: ¿Has tomado en cuenta todo lo que tienes? Manera de caer en la desesperanza: vivir obsesionado con lo que no tiene. Eso es genial para la desesperanza. Listo. No se necesita sino eso. No, si yo no he tenido preparación académica. Yo no tuve un hogar firme. Yo no tuve un papá que me entendiera. Yo no tuve, yo no tuve, yo no tuve. ¿Pero qué sí tuvo, hermano? ¿Qué es lo que sí tuvo y qué es lo que sí tiene? Pues yo creo que Jesús hoy también nos puede decir a nosotros eso.

Un día decía un predicador: el rey David, con ser el rey David y el maravilloso rey David, y el increíble rey David, nunca estuvo en misa. Nunca estuvo en misa. Él nunca escuchó: Esto es mi cuerpo. Nunca pudo postrarse ante su Dios, nunca pudo comer y saborear al Salvador. Nunca. Y el profeta Elías era el profeta Elías, el maravilloso e increíble profeta Elías. Jamás vio al crucificado. Y Salomón, con todo lo que supo Salomón y toda la grandeza de Salomón, nunca escuchó que alguien le dijera: Yo te absuelvo de tus pecados. Decía San León Magno: Lo que era visible en Cristo, nosotros lo tenemos en los sacramentos.Para educarnos en la esperanza.

Segunda enseñanza que nos trae la Palabra para educarnos en la esperanza: ¿seguro que ha sumado bien lo que sí tienes? Y deberíamos de pronto empezar por la vida. Empezar por la salud. Empezar por la capacidad de pensar, por la capacidad de orar, por la capacidad de creer. Tú no has visto la diferencia que hay entre creer y no creer. Seguramente sí la has visto, seguramente sí la conoces. Tú tienes ese tesoro. Para ti, es esta bienaventuranza que dice Cristo: Dichosos tus ojos que ven. Es que eso no lo vio mucha gente. Si Juan Bautista hubiera podido estar en la misa, la misa es tan grande, tan grande. Si Juan Bautista hubiera podido estar ahí, ¿qué hubiera sentido? Pero dice la carta a los Hebreos: todo eso se les negó a ellos. Dios lo tenía reservado para otro tiempo, el de nosotros. ¿Somos mejores que Juan Bautista, que Elías, que Salomón o que David? Tal vez no. Todo es gracia.

Entonces, las dos enseñanzas de hoy. Bueno, lo primero que hemos dicho: este es tiempo para educarse en la esperanza. Y lo segundo que hemos dicho es que hay enseñanzas aquí. Primera enseñanza para educarte en la esperanza: despierta tus mejores sueños. ¿Por qué te despediste tan rápido de ellos? ¿Por qué dijiste: "No, no se puede"? Como la niña aquella: No, el amor no existe. Me voy a matar. Dieciocho años. No, no, no. Ya no voy a buscar más. Ya se acabó. Se acabó, se acabó. Salgo de aquí, me mato. Dieciocho años. ¿Por qué te despides tan rápido de tu sueño? Es que es muy difícil. Es que ya me he decepcionado. Es que ya me he cansado. Y además yo no puedo. Y ¡qué cosas! A veces Dios tiene más paciencia con nosotros de la que nosotros mismos nos tenemos.

Y termino contándoles, amigos míos, una historia cortita. Nosotros tenemos una pequeña asociación de laicos en Bogotá, de laicos dominicos, y bueno, había una serie de dificultades, una serie de problemas con un muchacho que, para ser francos, nos había decepcionado varias veces. Mejor dicho, yo estaba muy disgustado con él. Muy, muy desilusionado, muy decepcionado de ese hombre. Y yo estaba resuelto como a mandarlo más o menos a la porra. Yo dije: Voy a tratar de ser decente porque hay que ser decentes y no resentir a la gente. Pero ese hombre hay que... ¡A metros! Se acabó. Bueno, se me ocurrió hacer un poco de oración, cosa que no debería ser así, sino debería ser como la ley de uno.

Bueno, estaba haciendo oración mientras meditaba en los problemas que nos había creado este hombre, que tampoco eran cosas del otro mundo. Mientras estaba orando, yo sentí que el Señor Jesús me decía: Ya vas a ver, Nelson. Tú vas a ver cómo se vuelve ese hombre cuando lo amemos. Vas a ver cómo se vuelve cuando lo amemos. Esa palabra me atravesó de arriba a abajo el corazón.

Entonces, amigos míos. Despertar los mejores sueños. ¿Cómo te vas a volver tú cuando te dejes amar? ¿Cómo te vas a volver tú, cuando el Espíritu te llene, te penetre, pero de arriba abajo, que no quede un rincón de ti sin Espíritu Santo? ¿Cómo vas a volverte? Seguro que es una realidad tan hermosa, tan maravillosa, que si hoy nos dijeran: Oiga, si sabe que fulano. No, ese no, yo lo conozco, y santo y todo... No. Sí, señor. Dios en ti quiere y puede hacer una realidad de esas. Y no se te olvide la parte del Evangelio, hacer cuentas de lo que tienes, de la dicha. ¿Qué tienes, de la felicidad que tienes? Hay demasiadas semillas buenas en ti, y están esperando un poquito de rocío, un poquito de lluvia del cielo para dar frutos maravillosos.

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