Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

En la Biblia la elección es un llamado a servir y para recibir esa elección que nos llega a través del Elegido, que es Nuestro Señor Jesucristo, debemos abrirnos al don precioso de la fe.

Homilía v011014a, predicada en 20231204, con 6 min. y 11 seg.

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Transcripción:

Una de las preguntas más interesantes que uno puede hacer cuando lee la Biblia es: ¿Por qué Dios escogió a un determinado pueblo? Y creo que esa pregunta tiene mucho sentido si uno compara, por ejemplo, con una familia. Una familia típicamente tiene varios hijos y si hay varios hijos, ¿no es verdad que suena un poco extraño que digamos: bueno, los papás prefieren a tal hijo, al segundo, o al último, o al primero? ¿Por qué?

El evangelio de hoy nos presenta otra cara. Nos presenta a un judío, que es Jesús, y recordemos que él mismo dijo: La salvación viene de los judíos. Lo dice en el capítulo IV de San Juan. Un judío al servicio de un pagano, o de dos paganos, un centurión que tiene en su casa un criado que sufre mucho. Y entonces este centurión, pues, le manda razón a Cristo. Y Cristo está dispuesto a ir a curar.

En esta sencilla escena encontramos a un pagano, que es este criado que sufre, y encontramos a un judío, que es Cristo, que no solamente es miembro del pueblo elegido por ser judío, sino que además en él, en cierto sentido, reposa todo el llamado de Dios. Porque acuérdate de aquellas palabras tan profundas, tan bellas, que encontramos cuando sucedió el bautismo de Cristo: Este es mi Hijo, escuchadlo. Palabras que se repiten el día de la Transfiguración: Este es mi Hijo. Y, de hecho, la palabra Cristo quiere decir ungido, ungido por el Espíritu, ungido por el Espíritu Santo. Y sabemos que el sentido de la unción en aquel pueblo era precisamente mostrar quién era el escogido por Dios. Entre los muchos hijos que podía tener un rey, el que era ungido era el escogido, era el elegido.

O sea que Jesús de Nazaret es el elegido dentro del pueblo elegido. Pero aquí es donde viene lo más bello: que Él, que es el elegido, el elegido entre los elegidos, Él, que es el Único, el Unigénito del Padre. Él está al servicio de la humanidad doliente. Está al servicio de los no elegidos. Sí me estoy explicando. El Elegido está al servicio de los no elegidos.

Y esto nos muestra cuál es la verdadera dinámica de la elección en la Sagrada Escritura. Mientras que en el mundo, cuando nosotros hablamos de una persona elegida, es simplemente para que se llene de privilegios. Y por eso en muchos lugares hay gran antipatía, por ejemplo, ante la monarquía, porque la gente dice: bueno, ¿y por qué esa familia va a tener tantos privilegios y va a tener tantas comodidades y va a tener tantos honores? ¿Por qué? Es que en el mundo la elección es sinónimo de privilegios, es sinónimo de una discriminación en contra de los demás.

En la Biblia no. El pueblo elegido, el pueblo judío, fue elegido para ser mensajero de salvación para todos los demás pueblos; es decir, para ser servidor de los demás pueblos. Y el elegido entre los elegidos, es decir, Jesús nuestro Señor, fue elegido para ser servidor de su propio pueblo e incluso servidor de todos los demás pueblos, servidor del mundo herido. Oye, ¡qué hermoso nombre para Jesús! Jesús, servidor del mundo herido. Ese es Jesucristo. Y ese es el que nosotros necesitamos.

Pero hay una puertecita. Hay una puertecita que hay que cruzar para que esto se haga realidad en nosotros. Esa puerta es la fe, y esa es la fe que manifiesta el centurión cuando precisamente acude a Cristo para que le ayude en la curación de su siervo.

Así que las enseñanzas son dos: primera, que entendamos que en la Biblia, y por lo tanto en nuestra fe, la elección es siempre un llamado a servir. Los elegidos, llamados a servir a quienes no han sido elegidos. El judío, llamado a servir en curación y en anuncio de Buena Noticia a todos los demás pueblos. Y segundo, que para recibir ese bien que nos llega a través de los elegidos, y que nos ha llegado completo a través de Jesucristo, hay un requisito. Ese requisito es abrirnos al don precioso de la fe.

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