Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

La esperanza crece cuando se conoce la meta, y nuestra meta es el Monte del Señor.

Homilía v011006a, predicada en 20131202, con 4 min. y 43 seg.

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Transcripción:

Hay un mensaje básico que atraviesa todo este tiempo de Adviento. Y ese mensaje se puede condensar en una frase: "Hay razones para la esperanza". La esperanza es la gran palabra que llena el Adviento. Tenemos esperanza porque hay una promesa. Y el que nos ha prometido lo que nos ha prometido es digno de confianza. Esperar simplemente como quien resiste, esperar simplemente como el que se resigna, esperar simplemente como el que reniega de su suerte, pero no tiene otra posibilidad, eso no es esperar de manera cristiana.

Nuestra esperanza está preñada de alegría. Nuestra esperanza está llena de luz. Nuestra esperanza tiene el carácter de una peregrinación. Y el que peregrina sabe que existe una meta, sabe que hay un lugar, sabe que hay un término. Por eso, recién empezado el Adviento, con su voz potente y poética, escuchamos al profeta Isaías que, en el capítulo segundo, según se proclamó en la primera lectura, nos invita a todos a una gran peregrinación ¿Cuál es la meta? El monte del Señor. La montaña de Dios. No se refiere simplemente a un lugar geográfico. No se trata de ir a un punto determinado en los mapas de Google. Se trata más bien de hacer camino junto con los demás pueblos para llegar al encuentro del Señor y para celebrar o renovar nuestra alianza con Él. Y por eso, para alentar nuestra esperanza, el profeta nos invita a reconocer qué es lo que va a suceder en esa montaña, qué es lo que va a suceder ahí. Vamos al monte del Señor. Bueno, pero ¿Qué hay en el monte del Señor? Pues es casa de todos los pueblos, es escuela de sabiduría, es lugar donde se realiza la justicia, es morada de la paz. Es decir que nuestra peregrinación significa al mismo tiempo un camino que hacemos para llegar y una transformación que nos hace distintos para cuando lleguemos. De las espadas forjarán arados.

Entonces, nuestra espera no es puramente pasiva, nuestra espera es activa. Hay que ir transformando las espadas en arados. Hay que ir viviendo el poder de esa palabra que nos renueva interiormente. Hay que ir descubriendo cómo esa palabra se realiza en nosotros. La peregrinación, más que poner en movimiento nuestros pies, tiene que poner en movimiento nuestros corazones y nuestras resoluciones. Si esa casa es el lugar de la sabiduría donde se proclama la ley del Señor, en la medida en que acojo la Palabra de Dios y la hago realidad en mi vida, voy avanzando. Si esa casa es el lugar de todos los pueblos, en la medida en que mi corazón es capaz de recibir, de acoger y de amar a los demás, voy en peregrinación. Si ese monte es el lugar donde se realiza la justicia divina, en la medida en que me ajusto al querer de Dios, estoy en peregrinación. Y la pregunta es: ¿Quiénes se declaran en peregrinación? ¿Quieres tener Adviento? ¿Quieres unirte a este camino? ¿Quieres celebrar esta alegría? Vamos al encuentro del Señor. Amén ¡Aleluya!

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