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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
El monte del Señor nos enseña en dónde radica la verdadera altura.
Homilía v011005a, predicada en 20121203, con 4 min. y 49 seg. 
Transcripción:
Acabamos de empezar un nuevo año litúrgico. Año litúrgico quiere decir año marcado por la liturgia y la liturgia es el camino que nuestra Iglesia recorre para acoger la revelación de Dios y para celebrar su misterio. En ningún otro acto, en ningún otro espacio, la Iglesia se experimenta más como Iglesia, cual sucede en la liturgia. El año litúrgico es la manera que tenemos en la Iglesia para entregar nuestro tiempo a Dios, de manera que a medida que pasan los días no pasen en vano, sino que sean como peldaños que nos van acercando en el misterio de Cristo. El año litúrgico empieza por el Adviento y acabamos de empezar el Adviento ¿Quiénes nos van a acompañar en el Adviento? ¿Quiénes van a ser nuestros testigos y maestros? Pues hay especialmente tres personajes. Y esto, que quizás es bien sabido, conviene recordarlo. Tenemos a un profeta. El profeta Isaías. Hoy, por ejemplo, la lectura está tomada del capítulo segundo de la profecía de Isaías. Vamos a tener también a otro que es bastante, que es profeta y más que profeta, y ese es Juan Bautista. Jesús hizo un gran elogio de él, dijo: "Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan Bautista". La figura de Juan, especialmente hacia el final del Adviento, nos va a orientar mucho, porque Juan fue el precursor de Cristo y recibió la misión de preparar para Cristo un pueblo bien dispuesto. Como el objetivo del Adviento es prepararnos para la llegada del Señor, es indudable que Juan el Bautista tiene mucho que aportarnos. Y luego tenemos la dulce, la hermosa y pura, la Virgen María. Ella también va a ser guía y maestra para nosotros durante el Adviento. Y se entiende muy bien porque, al fin y al cabo ¿Cuál es el término que utilizamos cuando la mujer está embarazada? Decimos: está esperando. Y la palabra espera y la virtud teologal de la esperanza son bien importantes. Podemos decir, son uno de los rasgos de este tiempo de Adviento. Vivir en la espera y en la esperanza. Pues bien, tenemos esos tres maestros. Y hoy quiero decir algo más sobre Isaías, porque es muy hermoso lo que nos explica Isaías cuando habla del monte de la casa del Señor. Ese monte en realidad es una colina muy sencilla. Es decir, en términos físicos es algo muy pequeño. El Monte Sion es una pequeña elevación en la ciudad de Jerusalén. Pero dice Isaías: ?Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, encumbrado sobre todos los montes?. Y no sé por qué me acordé de las grandes montañas que hay en todos nuestros países. Pensemos en el Aconcagua, pensemos en el Cotopaxi, pensemos sobre todo en el Monte Everest. Y dice Isaías: "es más alto el monte de la casa del Señor". Porque en realidad el único monte que nos acerca al cielo es el monte de la casa del Señor, el único monte que verdaderamente nos permite ver todo como se ven las cosas desde la cumbre, es el monte de la casa del Señor. El único monte donde podemos recibir con mayor pureza el aire y la luz que viene de lo alto, es el monte de la casa del Señor, es decir, ahí donde Dios mora, ahí donde Dios otorga su Palabra y su justicia, ahí verdaderamente hay altura. Quiera Dios que nosotros aprendamos a ser hombres y mujeres de altura, con esa altura que no perece.

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