Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Si queremos hablar el lenguaje de Dios, hablémosle en tiempo futuro.

Homilía v011002a, predicada en 19971201, con 22 min. y 39 seg.

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Transcripción:

Cada tiempo litúrgico tiene su propio sabor, su propio estilo. Pero el Adviento, si podemos decirlo así, se singulariza entre todos los tiempos litúrgicos porque tiene su propio tiempo y esto se nota en el uso de los verbos.

En Cuaresma, en Navidad, en Pascua, de alguna manera prima lo ya realizado. En Pascua nos alegramos porque resucitó el Señor, como había dicho. Ese es un pasado y un pasado perfecto. En Cuaresma nos arrepentimos porque hemos pecado. Este es un pasado compuesto. En Navidad nos alegramos porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto Su gloria. Todo esto es pasado. Mientras que en Adviento entra el futuro. En todo el año no se dicen tantos futuros como los que se dicen en los pocos días de Adviento. Así dice, por ejemplo, hoy Isaías: "En aquellos días, al final de los días estará firme." Ese es un futuro. ?Estará firme el monte de la casa del Señor, confluirán los gentiles", cosa que vemos realizada en el Evangelio. "Caminarán a pueblos numerosos", dirán. Todos son futuros. Estos son futuros del modo indicativo. No suceden tantos futuros en el tiempo ordinario, ni suceden tantos en Cuaresma, ni en Pascua, ni en Navidad. Pero resulta que el verbo no solo tiene el accidente gramatical que se llama el tiempo, tiene también el modo. Existe el modo indicativo, existe el modo imperativo, existe el modo subjuntivo. Esto va a tener un poco de gramática, pero es bonito ver cómo con la gramática sacamos provecho de la Palabra. Si Dios quiso hablarnos con palabras humanas aquello que nos ayuda a comprender mejor la palabra humana, como la gramática o la semántica, también está al servicio de la Palabra de Dios.

Algunos estudiosos se han puesto a analizar el modo indicativo y el modo imperativo. Por ejemplo, San Pablo dice: "Nosotros hemos sido salvados por Cristo." Si hemos resucitado con Cristo busquemos las cosas de allá arriba, donde está Cristo. "Buscad las cosas del cielo, no las de la tierra." "Buscad" es un imperativo. El modo imperativo quiere que nuestra voluntad se ponga en movimiento. El modo indicativo cuenta algo que sucedió, que sucede o que sucederá. En todos los otros tiempos litúrgicos abundan los indicativos y los imperativos. Indicativos que nos cuentan lo que Dios ha hecho y lo que está haciendo. Imperativos que nos cuentan, que nos piden, que nos mandan una respuesta de fe, de obediencia y de amor a aquello que Dios nos ha revelado. Indicativos e imperativos.

Pero resulta que existe en castellano y en las otras lenguas, pienso yo que en la gran mayoría, existe también el modo subjuntivo. El modo subjuntivo está expresado en la oración colecta de este día: "Concédenos anhelar solícitos la venida de tu Hijo Jesucristo." "Concede", ese es un modo imperativo. El imperativo sirve no solo para mandar, sino para pedir. Y luego dice: "Para que cuando llegue", "cuando llegue", ese subjuntivo, presente subjuntivo y llame, no es "Él llama", ni "Él llamó", ni "Él llamará". Es para cuando llame a nuestra puerta nos encuentre. No es que nos encuentra, ni que nos encontró, ni que nos encontrará, esos son indicativos. Es para que nos encuentre, ese subjuntivo, velando en oración y cantando su alabanza. De manera que estamos diciendo que el tiempo del Adviento es un tiempo en el que vamos a escuchar futuros y en el que vamos a escuchar el modo subjuntivo.

¿Y qué tiene que ver esa gramática con nuestra vida? Mucho. Tiene mucho que ver. El modo subjuntivo, dicen los gramáticos, se utiliza cuando falta una condición para cumplirse. Si usted quiere entonces tal o cual cosa. Ese quiere si usted quiere, ese es un subjuntivo. Indica una condición que falta por cumplirse. Hay un algo que está incompleto y que precisamente cuando se complete, entonces se podrá afirmar en indicativo. "Yo pensaba", ese es un modo indicativo. "Si yo pensara", ese es un modo subjuntivo. El modo subjuntivo indica pues, muestra, expresa una condición que falta por cumplirse. Si uno empieza a orar con subjuntivos y con futuros, uno se convierte en un Adviento. La cualidad que tienen los futuros y los subjuntivos es que van enseñando la virtud de la esperanza en el alma. "Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor", decía Isaías. Y Jesús en el Evangelio dice: "En Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y de occidente, y se sentarán". Jesús está utilizando el futuro: "Vendrán muchos de oriente y de occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos".

¿Cómo podemos nosotros aprender a orar, aprender a meditar en futuro y en subjuntivo? Porque este es el único tiempo donde esto sucede. Que pesar que para el mundo el Adviento no existe. La gente pasa del tiempo ordinario, o mejor, de lo ordinario del tiempo, pasa a la Navidad. Y la Navidad es poner color verde oscuro y rojo encendido. Esa es la Navidad. Pero no existe el Adviento. Los tiempos del Verbo nos pueden ayudar. Vamos a dar algunas sugerencias prácticas para orar y meditar en subjuntivo y en futuro. Un ejercicio: va usted a imaginarse no como es usted, ni cómo ha sido usted, sino cómo será usted. Y va a dar gracias a Dios por aquello que usted será. Estoy casi convencido de que nosotros no estamos acostumbrados a orar así, pero resulta que así es como nos mira Dios. Dios nos mira más por lo que seremos en el futuro que por lo que hemos sido o por lo que somos. Dios nos mira y en nosotros descubre una semilla de esperanza. Descubre una posibilidad. Descubre un libro empezado. Descubre algo que va a hacer y Dios ama aquello que vamos a ser. Y por ese amor que tiene a lo que seremos, nos lleva a hacer. Imagínate encontrarte con una persona que todo lo hablará en pasado y tú le dijeras "estoy feliz", y el otro te dice "yo también fui feliz". Y tú le dices "voy a empezar a estudiar" y el otro dice "yo he conocido esos estudios". Y tú le dices "y quiero trabajar mucho y quiero servir a Dios" y el otro te dice "yo también estuve un tiempo trabajando mucho y yo también quise servir a Dios". Es indudable. El que habla en pasado, habla en derrota. El que habla en pasado, habla desde los límites, desde lo que no pudo ser. Dios no nos habla a nosotros así. Dios no nos habla en pasado. Dios nos habla en futuro. Es muy difícil sostener una conversación cuando una persona todo lo pone en pasado. Muy difícil. Haz el intento. O ya lo habrás hecho, ya te habrás encontrado gente así. Haz el intento de sostener una conversación con alguien que todo te lo vuelve pasado. Es difícil. En cambio, si tú le estás hablando en presente y el otro te responde en presente, ahí se pueden entender mejor. Pues por eso te digo, Dios nos habla a nosotros en futuro. Ese es el idioma de Dios. Dios viene del futuro. La cita con Dios, esa cita amorosa con Dios es en el futuro, porque en el pasado hay muchos pecados que dicen que, o Él no había llegado o yo ya me había ido. Y en el presente, pues señales hay, pero no estamos en la plenitud. Luego mi gran cita con Dios es en el futuro, si no aprendo a hablar el lenguaje del futuro, si no aprendo a orar en futuro yo le estaré hablando en inglés y él me estará hablando en chino. Él me estará hablando en francés y yo tratando de responderle en español. Estaremos hablando lenguajes distintos que no se encuentran. ¿Tú quieres hablar el mismo lenguaje de Dios, tú quieres que Dios y tú conversen en el mismo idioma? Háblale de tu futuro.

¿Qué tal ese ejercicio? ¿Cómo puedo hacer ese ejercicio? Pues uno empieza por la alabanza y por una profunda confianza en Su Providencia. Intenta algo como esto: "Señor, un día te voy a mirar como tú eres. Y te voy a conocer como tú me conoces. Y ese día te voy a amar más de lo que te amo hoy". Es una oración muy sencilla. Tú la puedes seguir tejiendo. Así te mira Dios. Dios mira tu futuro. Dios no está obsesionado con tu pasado. Quizá gris, quizá negro. Dios sabe las limitaciones de tu presente. Pero si tú quieres conversar con Dios en su mismo lenguaje, háblale del futuro. "Señor, voy a alimentarme de ti. Señor, voy a contemplarte. Señor, voy a ser completamente tuyo. Señor, tú vas a ser completamente mío". Ese es el lenguaje de Dios. Y resulta que lo hemos olvidado.

Bueno alguno dirá, si esas oraciones son tan de Dios, ¿Por qué en la Biblia aparecen tan poquitas oraciones así? Esto tiene su historia. Resulta que en hebreo no existen propiamente los tiempos. Así como se oye. Resulta que en hebreo muchas veces se utiliza el verbo y funciona como tiempo perfecto o como tiempo imperfecto, no como tiempo pasado, presente o futuro. Un tiempo perfecto indica una acción que es comprensible, como entendible en ella misma. Un tiempo imperfecto indica algo que queda como abierto. Resulta que en hebreo, cosa que no sucede en castellano, un mismo verbo puede tener sentido futuro en una frase y sentido pasado en otra frase, la misma palabra. Porque esas palabras funcionan con tiempos que son perfectos o imperfectos. Y el futuro es un tiempo imperfecto, un tiempo que queda abierto. Por decirlo de alguna manera, esto quiere decir que se puede buscar una traducción distinta de los Salmos. Cuando uno lee los Salmos en latín, por ejemplo, uno se encuentra con que muchas veces los que tradujeron del hebreo al latín no tomaron las mismas opciones que los que tradujeron del hebreo al castellano. Los que traducen del hebreo al castellano traducen muchísimos más pasados. En cambio, cuando uno lee los Salmos en latín se encuentra con una cantidad de futuros. Allí donde nosotros, en la liturgia de las horas o en las Biblias, encontramos pasados uno se encuentra con una cantidad de futuros. Dar ejemplos sería muy extenso y quizá inadecuado ahora. Pero ustedes pueden creerme que es así. Lea los Salmos en latín y se encontrará con que hay una cantidad de futuros, muchísimos más de los que hay en castellano.

Entonces, primera sugerencia, si usted quiere hablar el lenguaje de Dios, háblele en futuro: "Señor, cuando tú hayas terminado de perdonar mis iniquidades, libre de toda mancha y de toda culpa, nos vamos a dar un abrazo de gran amor". Ese es el lenguaje de Dios, porque Dios viene del futuro. Nuestro pensamiento puede dirigirse por igual al pasado, al presente o al futuro. Para nosotros son como tres puertas iguales. Para Dios las tres puertas no son iguales. Fíjate lo que dice la oración: "para que cuando llegue nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza". "Cuando llegue" quiere decir que la puerta de Dios es la del futuro. El pasado nos ayuda a descubrir el modo de obrar de Dios. El presente es el momento en el que nosotros le entregamos lo que somos y tenemos, pero el tiempo que es de Él, el tiempo en el que Él viene y la puerta que Él abre es la puerta del futuro. Esta es una sugerencia.

Ahora hay que decir algo sobre el subjuntivo. ¿Cómo podemos aplicarlo del subjuntivo a nuestra vida? Resulta que el subjuntivo indica una condición que falta por cumplirse. Como cuando dice: "Para que cuando llegue nos encuentre en oración y cantando su alabanza". Si lo piensas bien, le puedes aplicar lo mismo que hemos dicho para el futuro. El subjuntivo es un modo de los verbos. El subjuntivo tiene pasado, presente y futuro. Pero usted no se va a confundir por eso. Cuando yo digo futuro estaba hablando del futuro del indicativo. Ahora que estoy hablando del subjuntivo, el subjuntivo tiene pasado, presente y futuro. Entonces mire, usted le puede aplicar el subjuntivo a su vida. Por ejemplo, usted dice como le dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". "Hubieras" es un modo subjuntivo. "Si hubieras estado aquí" tiene cara de reproche, esa expresión de Marta a Jesús. Pero es un reproche amoroso y se sabe que es amoroso por lo que sigue: "Más ahora sé que lo que le pidas a Dios te lo concederá", futuro. "Lo que le pidas", modo subjuntivo, "te lo concederá", futuro. Entonces yo puedo leer mi vida en modo subjuntivo. Le voy a enseñar a leer el pasado en modo subjuntivo. En aquellas cosas que estuvieron mal, usted dice: "Señor, si hubieras estado ahí. Señor, si yo te hubiera conocido. Señor, me faltaba encontrarte ahí". Como quien dice, tú puedes leer tu pasado en subjuntivo si eso se convierte en hambre de Dios, no en pura nostalgia, ni mucho menos en reproche altanero a Dios y a Su providencia, no. Sino en hambre de Él. Así para el pasado.

¿Y para el presente? ¿Qué puedo hacer para el presente? El presente es lo que trae la oración. "Cuando Él llegue, nos encuentre. Cuando Él llegue y llame a la puerta." Esa oración es el modelo. "Señor, cuando estés. Cuando Tú seas". Estos son puros subjuntivos. "Señor, cuando Tú seas plenamente el Rey de mi vida, cuando Tú llegues, Señor, cuando Tú vengas. Siempre que Tú estés conmigo". Todos estos son subjuntivos. De esta manera vamos aprendiendo del subjuntivo a tener hambre de Dios y en el futuro a tener alegría de la salvación.

Bueno, resumamos nuestras palabras diciendo, el Adviento es un tiempo muy singular en el que aparecen unos modos verbales, unas conjugaciones verbales que no aparecen en ninguna otra parte, singularmente el tiempo futuro y el modo subjuntivo. Y yo puedo aplicar eso a mi vida, porque el futuro es el lenguaje de Dios y yo debo aprender a orar en futuro. Mientras que el subjuntivo aumenta en mí el hambre, el hambre de Él. El subjuntivo me da hambre y el futuro me traerá el alimento, así lo realice Dios. Así lo realice Dios por Su misericordia, para que Su gloria sea perfecta en nosotros. "Sea", ese es otro subjuntivo. Pero no voy a seguir así el resto de la misa, sino es para que sepamos, ese es otro subjuntivo: "sepamos", que Su gloria sea perfecta en nuestra vida y un día contemplemos plenamente la majestad de su amor. Amén.

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