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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Esta fiesta revela que María es toda de Dios por su virginidad, y que al llamarla "Señora Nuestra" reconocemos su amor por nuestra salvación; y que en el Rosario aprendemos de ella a conocer a Jesús. Chiquinquirá es el lugar donde su milagro se manifestó.
Homilía nsrc025a, predicada en 20250709, con 7 min. y 51 seg. 
Transcripción:
El 9 de julio los colombianos nos alegramos en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Y el nombre lo dice todo. Es la Virgen María, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Esta celebración tiene esta fecha porque en 1919, por decreto del Congreso de la República de Colombia, se declaró a María Santísima en su advocación del Rosario de Chiquinquirá como reina de este país. Se estaban cumpliendo 100 años de la independencia de Colombia que sucedió el 7 de agosto de 1819 y por eso al cumplirse 100 años se proclama que si hay una reina y esa reina es la Virgen María. Muy bien. ¿Y qué es lo que nos dice ese título? María Virgen Señora Nuestra del Rosario de Chiquinquirá. Con que tomemos solamente esas palabras descubriremos una riqueza de bendición que es para nuestro país, pero que es también para muchos otros lugares, la Virgen María. María, un nombre tan amable. Un nombre tan cercano. Un nombre tan entrañable para todo aquel que conozca lo que significa acercarse al fuego de amor que arde en el Corazón Inmaculado de la Madre de Cristo. María es la Virgen y esta palabra también significa mucho porque la Virgen está indicando aquella que es toda de Dios. Es verdad que estuvo real y verdaderamente casada con un hombre santo y casto llamado José, pero por designio de Dios y acogida generosa del don de Dios en los corazones de María y José, ellos al mismo tiempo estuvieron completamente viviendo la vocación del matrimonio y completamente viviendo la pureza propia de la virginidad. La virginidad de María, como dice uno de los padres de la Iglesia, es el signo libremente escogido por Dios para mostrar que la salvación podía venir únicamente de Él en favor de todos nosotros. Así como una mujer virgen es aquella que no ha tenido intimidad, que no se ha entregado ni ha sido tomada por ningún hombre, así también María, que es virgen pero que también es fecunda, nos está mostrando la fuerza de la bendición de Dios que llega donde solamente Dios puede obrar. Efectivamente, como dice aquel versículo del primer capítulo de San Juan, nosotros, los que hemos nacido de este amor, los que hemos nacido del amor de Cristo, no hemos nacido de deseo de varón, ni de deseo de la carne, sino que hemos nacido de Dios. Así que ese título precioso "virgen" está indicando la relación única, íntima, perfecta, irrepetible, entre María Santísima y el Dios Eterno. ¿La llamamos Señora Nuestra en qué sentido? Nosotros tenemos a nuestro Señor. ¿Llamarla a ella Señora no le quita algo de señorío a Cristo? Por supuesto que no. Nosotros llamamos a María Señora porque reconocemos que su voluntad, que implica su manera de mirarnos y querernos, es la que mejor nos puede acercar al plan de Dios. Entre las criaturas nadie puede desear tanto nuestra salvación y nuestra santidad como María. Y por eso la voluntad de María, que es nuestra salvación y santidad, es aquello a lo que nos sometemos gustosa y gozosamente cuando la llamamos Nuestra Señora. Ella es, ella es la que con su querer anhela mejor que nadie nuestra plenitud en Cristo Jesús. Es Virgen del Rosario. La devoción del Rosario, a la altura del milagro que sucedió en Chiquinquirá, que fue en 1586, se iba afianzando, iba creciendo por varios motivos porque a finales del siglo XV un dominico llamado Alano de la Rupe estableció los misterios que conocimos del Santo Rosario prácticamente hasta el pontificado de Juan Pablo II. Sabemos que Juan Pablo II introdujo los misterios luminosos, pero la serie tradicional de misterios viene del siglo XV y de este dominico. Ese factor ayudó mucho a que el Rosario se convirtiera en un camino de evangelización, en una herramienta preciosa de catequesis. Pero es que, además, pasada la mitad del siglo XVI, un Papa también dominico, San Pío V, atribuyó a la intercesión de María y a la fuerza del Santo Rosario la gran victoria en la batalla de Lepanto. Lepanto es un lugar en Grecia, un lugar insular en Grecia, donde se libró una tremenda batalla de la que dependían tantas cosas del futuro de Europa y del mundo porque la presión del Islam era realmente impresionante. Entonces, San Pío V, consciente de la intercesión de María, instituyó una fiesta que es la que tenemos el 7 de octubre y es la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, que hoy se llama Nuestra Señora del Rosario. O sea que el Rosario significa al mismo tiempo catequesis, evangelización y sobre todo, significa aprender a conocer a Cristo con los ojos y con el corazón de María. Y finalmente es Virgen del Rosario de Chiquinquirá, porque esa población que queda en nuestro departamento de Boyacá fue el lugar donde sucedió aquel milagro que, como dice la oración propia de esta fiesta, es una señal del amor, de la providencia de Dios. Yo doy gracias al Señor, doy gracias al Señor por tanta generosidad y le pido que nos ayude a valorar, a bendecir, a agradecer tantos incontables bienes que recibimos por el amor y por la oración de María. Bendita ella y bendito el fruto de su vientre. Amén.

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