Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Inmaculada Concepción de María.

Homilía inma001a, predicada en 19951208, con 24 min. y 12 seg.

Click derecho para descargar versión MP3

Transcripción:

En las lecturas que hemos escuchado, aparecen primero Adán y Eva, y luego aparece en el santo Evangelio María y Jesús. De acuerdo con el relato bíblico, Dios ha querido sacar toda la especie humana, todos nosotros, de esa primera semilla de vida, de ese primer origen que son Adán y Eva. Y así también Dios ha querido dar toda la salvación del mundo a través de María, por la cual hemos recibido a Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

Pero hay esta diferencia: que Adán y Eva no valoraron, no entendieron, no conservaron lo que Dios les había dado, y por eso, desde los orígenes mismos de la humanidad, hace su aparición el pecado como soberbia, como suficiencia del ser humano que quiere apoyarse en su propio plan y que prefiere ese plan al plan de Dios. Esto separa al hombre de Dios. El pecado nos aleja de Dios. Y el relato del Génesis nos ha explicado que desde el principio de la humanidad eso es lo que hemos hecho los seres humanos. Hemos sentido desconfianza del plan divino y hemos tratado de apoyarnos en nuestras propias fuerzas. Hemos preferido nuestros caminos a los caminos de Dios.

Y esa rebeldía que ha ocasionado que nosotros, separados de Dios, ya no somos dueños de la creación, sino esclavos de las criaturas. Porque entonces, fascinados por sus misterios, por su belleza, por sus posibilidades, terminamos idolatrando las cosas. Y en vez de ser dueños de las cosas, las cosas terminan siendo dueñas de nosotros. Y así se llega al extremo que conocemos hoy de personas que no es que tengan mucho dinero, sino que el dinero las tiene a ellas. Y así se llega al extremo que conocemos hoy de personas que no tienen un cuerpo, sino que su cuerpo y los placeres de su cuerpo los dominan a ellos. Como sucede, por ejemplo, cuando la persona es esclava del alcohol o es esclava del sexo.

Todas las cosas las creó Dios para nuestro bien. Pero cuando nos hemos alejado de Dios, terminamos siendo esclavos de esas cosas y dependiendo de ellas, y les pedimos a ellas lo que solo Dios hubiera podido darnos: esa felicidad, esa plenitud. Rompiendo la relación con Dios, se ha dañado la relación del hombre con la creación de Dios.

Pero los males no acaban ahí. Dios nos creó para que pudiéramos ser hermanos, hijos de un mismo Padre. Todos hemos salido de sus manos. Todos necesitamos de Él. Sin embargo, ¿qué nos encontramos en el relato bíblico? Que ya los primeros descendientes de Adán y Eva se sienten incómodos y fastidiados el uno con el otro. Y finalmente, Caín saca la conclusión de que no puede vivir en la misma tierra donde está su hermano Abel. Se abalanza sobre él y lo mata.

Esto significa que, rota la relación con Dios, se rompe también el puente, la relación con mi hermano. Y esta es la fuente, este es el origen del odio, de la envidia, de la codicia, de la murmuración, de la crueldad, de la violencia. Este ser humano alejado de Dios, ¿qué puede ser sino un miedoso de la muerte? Porque la muerte, después de que se ha perdido a Dios, lo único que significa es ese último tirón con el que se pierde todo. Y por eso el ser humano, ante la certeza de morir, se repliega sobre sí mismo con egoísta interés. Y por eso el ser humano, punto de morir y sabiendo que tiene que morir, se aferra a estas cosas, teniendo de todas maneras que dejarlas.

A esta condición pecadora, a esta condición egoísta por la cual hombres y mujeres nos replegamos sobre nosotros mismos y sentimos que no nos van a alcanzar los bienes para ser verdaderamente felices, a esta condición profunda existencial la llamamos el pecado original. No se trata de un defecto en los cromosomas, en los genes, en la información genética o biológica que los papás les pasan a los hijos. No es un problema de biología. Es una condición existencial. Papás egoístas que pueden engendrar hijos egoístas. Y nuestro egoísmo supremo se manifiesta cuando pensamos seriamente en torno a la muerte, cuando nos damos cuenta de que, teniendo que morir, intentamos reunirnos, replegarnos sobre nosotros, o a lo sumo, hasta nuestra familia. Hasta allá llega nuestro amor.

Este es el misterio del pecado original. Y esto es lo que se encuentra el niño cuando llega a la vida. Se encuentra precisamente eso. No es algo que se aprenda; por ejemplo, no es algo que aprendamos simplemente imitando a nuestros padres; es que nuestros padres, en el acto mismo de engendrarnos, no pueden al mismo tiempo donarnos. Cómo me gustaría, si Dios me lo otorgara, detenerme en explicar y en compartir con ustedes mejor lo que esto significa: que en el acto mismo en el que nuestros padres nos engendran, no tienen de suyo en su corazón la libertad y la luz racional para engendrarnos y, al mismo tiempo, donarnos a Dios. Y por eso hay como un egoísmo radical también en ese acto conyugal en el que nace la persona. Y sin embargo, repito, no se trata de nada biológico.

Pues bien, este es el pecado original. Nuestros padres no pueden darnos otra naturaleza que la que ellos han tenido. Pero entonces uno piensa en lo que es la humanidad y uno dice: Estaremos entonces condenados para siempre a repetir el egoísmo, a repetir la crueldad. Yo creo que tenemos una imagen del pecado original, una imagen chiquita del pecado original en los pecados de familia. ¿No pasa a veces que el abuelo alcohólico engendra un papá alcohólico que tiene un hijo alcohólico, que tiene un nieto alcohólico? Esas se llaman cadenas generacionales. Hay familias que tienen tendencia al suicidio, hay familias que tienen tendencia a la promiscuidad, hay familias que tienen tendencia al alcohol. Son cadenas generacionales y uno dice: ¿Nadie podrá hacer algo por esta pobre familia? ¿Nadie podrá hacer algo por ellos para que ellos salgan de su pecado?

Mi querido niño, ¿usted va a repetir los mismos pecados de su papá o de su mamá? Querida niña, ¿usted va a repetir los mismos pecados de su mamita o de su abuelita? ¿No será que Dios, en un día como hoy, que se llama así, Inmaculada Concepción de la Virgen, no será que Dios en un día como hoy puede romper esas cadenas generacionales y familiares, de manera que tú no repitas la triste historia que a veces se da en tu familia? Ese es el sentido profundo que tiene esta celebración. Porque, ¿qué es lo que estamos celebrando hoy? Que Dios el Señor, con una misericordia incalculable, con un amor inmenso, se dolió de ver que la familia humana repetía siempre los mismos males y, a través de un caminito que se llama la historia de la salvación, fue preparando la llegada de ese que se llama nuestro Redentor y Salvador, Jesucristo, el Señor. Pero para que viniera Jesucristo a nuestras vidas se necesitaron siglos. Se necesitó la predicación de los profetas, se necesitó la sabiduría de los ancianos, se necesitó la oración de los pobres. Y ¿qué es lo que celebramos hoy? Que hoy Dios ha roto la cadena generacional de pecado original que enlazaba a todas las naciones.

Hoy estamos celebrando que hubo dos papás. Él se llamaba Joaquín y ella se llamaba Ana, de acuerdo con la tradición, a los que Dios les otorgó la gracia infinita de engendrar sin egoísmo, de engendrar para Dios. Este Joaquín y esta Ana vivían en una pequeña ciudad de Palestina que se llama Nazaret. Y Dios les otorgó a San Joaquín y a Santa Ana la gracia infinita de engendrar, con acto conyugal, engendrar a una niña a la que luego llamaron María. Engendrar una niña para Dios, engendrarla, pensarla, amarla desde el principio para Dios, radical y absolutamente para Dios. Y así, Dios, en previsión de la misión salvadora de Cristo, rompió la cadena generacional, rompió la cadena que ataba a todas las naciones y preparó casa y camino para nuestro día de salvación, que es Cristo, y trajo la aurora de ese esplendoroso sol que es Jesús, nuestro Salvador.

Esa fue la gracia singular que Dios le otorgó a Joaquín y Ana, y de ellos nació María. ¿Qué estamos celebrando hoy? La concepción de María. ¿Y María cómo fue concebida? Bueno, Jesús sabemos que fue concebido por obra y gracia del Espíritu, como nos lo ha dicho el Evangelio. ¿Pero María cómo fue concebida? Con acto conyugal, como fuimos engendrados tú y yo. Y su papá, de acuerdo con la tradición, era Joaquín y su mamá Ana. Hoy la Iglesia Católica, entonces, está celebrando la santidad, la santidad de un acto sexual, de un acto conyugal entre un hombre y una mujer que engendraron para Dios y que, abiertos a la gracia, dieron para el mundo esa niña que se llama la llena de gracia, María Santísima, la más linda, la más hermosa. Estamos celebrando la santidad de ese acto que fue como tomado, como poseído por Dios absolutamente. ¿En razón de qué? En razón de que solo una mujer que fuera desde el principio Evangelio podía darnos el Evangelio que es Cristo Jesús.

Ese es el gran desafío de lo que celebramos hoy. ¿Y qué sucede cuando una persona ha sido engendrada así? ¿Qué sucede cuando una persona es inmaculada en su concepción? Sucede algo maravilloso. Esa persona se puede dar infinitamente, y eso fue lo que hizo María. María no se posee a sí misma. María, desde que despierta la razón, se descubre de Dios. Y por eso, cuando el ángel le ha hablado en el Evangelio de hoy, ella ha dicho: He aquí la esclava del Señor. Ella se siente, en primer lugar, poseída por Dios, y por eso puede ser infinitamente generosa, y por eso puede dar desde sí misma, desde sus entrañas y su corazón, a su propio hijo. ¿Qué es lo que más ama una mujer? ¿Qué es lo que más ama una madre sino su hijo? Pues ese hijo lo podrá dar María en favor de la salvación de todos nosotros, porque la generosidad ha abierto camino desde el principio de su existencia, desde su mismísima concepción.

En este día tan grande, en este día tan lindo, muchos cristianos hacen su primera comunión. Y a mí me dijeron que hoy acompañara yo esta celebración de las primeras comuniones. Pues bien, a mí no me gusta la palabra Primera Comunión. A mí no me gusta que se hable de la Primera Comunión. No me gusta porque tengo un problema, y es que en la Primera Comunión a uno lo visten de saco blanco y pantalón azul, medias blancas y zapatos negros. No le voy a preguntar cómo está el resto de la ropa. Esa es la primera comunión. A uno le ponen un cirio en la mano, le dan un catecismo, lo traen a un lugar tan bello como este y, seguramente, le ofrecen un buen desayuno. Seguramente yo sé que cada uno de ustedes, niños y niñas, no ha venido aquí solamente para cargar un cirio y para desayunar. Yo sé que ustedes aman a Jesús, ¿cierto? Yo sé que ustedes aman a Jesús. ¿Cierto? Yo estoy seguro de eso.

Pero ¿qué va a pasar? Los cristianos vamos a la Santa Misa normalmente el domingo. Ojalá podamos ir más días. Pero la Iglesia nos pide que vayamos, sobre todo el domingo, por ser el día de la resurrección del Señor. Pero mira lo que pasa. Hoy es viernes ocho de diciembre. El domingo es diez de diciembre. El domingo, cuando asistas a la misa, niña, niño, cuando asistas a la misa el domingo, pues también seguramente vas a comulgar, pero ya no te van a poner saquito blanco ni te van a poner pantalón azul, medias blancas, zapato negro. Y a ti, niña, no te van a poner ese vestido blanco que te queda tan hermoso. Entonces, el domingo tú irás a comulgar y seguro ya no hay desayuno trancado, como dicen en mi tierra.

¿A qué voy yo? Mis queridos niños y niñas, aquí hay que tener mucho cuidado con lo de la Primera Comunión, porque hay gente que se queda con la primera y no hace la segunda comunión. Y ese es un grave problema. Yo me he encontrado adultos del tamaño y color de los papás que veo aquí y del tamaño y color de mis queridos amigos soldados que están allí. Yo me he encontrado amigos que dicen: Padre, yo quiero confesarme. Con mucho gusto, caballero. Siéntese. Normalmente, el sacerdote pregunta: ¿Hace cuánto tiempo no se confiesa? Padre, desde que hice la Primera Comunión. Niños, no esperen saco blanco y pantalón azul y desayuno para volver a confesarse. No esperen saco blanco, pantalón azul y zapatos negros para volver a comulgar. Niños, Jesús los ama hoy y Jesús los ama mañana, cuando no haya saco blanco ni pantalón azul y zapatos negros. Jesús los espera cada domingo y, mejor digo, cada día.

Niñas, Jesús te espera cada domingo para que tú comulgues con un corazón limpio, santo, agradable a Dios. Y por eso yo me permito hacer esta sugerencia, que la hago en todas partes: señores católicos, señoras católicas, yo propongo que dejemos de hablar de Primera Comunión. Vamos a dejar de hablar de Primera Comunión. Propongo que vamos a decir empezar a comulgar. Empezar a comulgar. Tú, ¿qué eres? Yo soy catequista. Doy catequesis en una parroquia. ¿Y de qué das catequesis? Yo preparo niños. ¿Para qué? Para la Primera Comunión. No, porque ¿quién lo va a preparar para la segunda y para la tercera? Tú preparas niños. Sí. ¿Para qué? Para que empiecen a comulgar.

Niños, amadas niñas. Este es el día de la Primera Comunión. Pero eso yo lo digo en voz bajita. Pero, sobre todo, este es el día para empezar a comulgar, y eso sí lo digo en voz alta. La Primera Comunión, en voz bajita. Empezar a comulgar, en voz alta. Porque si te quedas con la Primera Comunión, tu vida no crece mucho. ¿Qué mata crece con un riego? ¿Qué mata crece con una vez que la riegues? Toca cuidarla. ¿Cierto? La Primera Comunión es bonita, pero es solo la primera. Empezar a comulgar. Voy a empezar a comulgar. De hoy en adelante voy a llevar una vida eucarística, una vida unida al Santísimo Sacramento.

¿Y por qué tantos cristianos acostumbran empezar a comulgar el día de la Inmaculada Virgen María? Porque este es el día en el que Dios ha roto cadenas de pecado en nuestras vidas y, por consiguiente, este es el día en el que nosotros hacemos un pacto nuevo con Cristo Eucaristía. Así como Cristo vino al vientre de María corporalmente y fue concebido por obra del Espíritu, esa María que había sido preparada por Dios desde su Inmaculada Concepción, así como Cristo vino corporalmente al vientre de María, así Él, desde hoy, niña, desde hoy, niño, viene corporalmente a ti, para que tú empieces a comulgar y lleves una vida en Jesús y se rompan las cadenas de pecado para hoy, para mañana y para siempre.

Demos gracias a Dios en este día. Miremos en María Santísima el Evangelio realizado. Gocémonos con ella. Niños, a empezar a comulgar. Adultos, padres de familia, me hacen el favor y siguen el ejemplo de la gente que se ha estado confesando. Si ustedes hicieron su primera comunión y después se les olvidó hasta con qué mano se persigna uno, me hacen el favor de arrepentirse de sus pecados y vuelven a empezar a comulgar. Porque es así. Es la vida cristiana una vida unida con Cristo, iluminada con la Palabra, alimentada con los sacramentos. ¡Viva Dios y María Santísima! Y que ellos nos otorguen la gracia de ser fieles a esta vida eucarística que se nos regala.

Publícalo en Facebook! Cuéntalo en Twitter!

Derechos Reservados © 1997-2025

La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico,
está permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente:
http://fraynelson.com/.

 

Volver a las homilías de hoy.

Página de entrada a FRAYNELSON.COM