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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Quien conoce el ?pero? bendito de Dios, confía en que Él tiene la última palabra y que todo, incluso lo difícil está dentro de su providencia. Nada escapa a Su voluntad, y eso da paz y sentido en medio de las pruebas.
Homilía i141014a, predicada en 20250707, con 6 min. y 58 seg. 
Transcripción:
Solo Dios tiene la última palabra. Ese podría ser el resumen de la reflexión que brota del Evangelio de hoy. Bueno, hay tanto que mirar en el Evangelio siempre, pero en esta ocasión quisiera destacar la frase que dice aquel hombre al que se le ha muerto su hijita, su hija muy amada. Va donde Cristo y le dice: "Mi hija ha muerto, pero pon tú las manos sobre ella y vivirá". Y la parte absolutamente clave de esa profesión de fe, porque es una profesión de fe, es aquello que dice, ese "pero". Es como si se expresara de esta manera: la muerte ya habló, pero ahora tú puedes hablar. Desde el punto de vista humano, desde el punto de vista mundano, la muerte es siempre la última palabra. Una vez que la persona muere, ahí termina todo. Ya después se podrá manejar la memoria de esa persona, los recuerdos que deja, la herencia que deja. Pero ya la persona murió, ya ahí se acaba. No, hay un "pero", hay un poderoso "pero" y ese "pero" es el que pronuncia este hombre lleno de fe. La muerte se abalanzó sobre mi hija. La muerte acabó con mi niña, "pero". Y yo hoy te quiero invitar a que tú le des poder a ese ?pero". Ese "pero" que proclama que solo Dios tiene la última palabra. Seguramente recuerdas que uno de los nombres que damos a Jesucristo porque está así en la Biblia, en el Apocalipsis, es que Él es Alfa y Omega, el primero y el último. Y también leemos en la carta a los Hebreos que por Él y para Él se hicieron todas las cosas. Primero y último, Alfa y Omega. Pues eso hay que ponerlo en práctica. Eso hay que ponerlo en práctica en el ejercicio de la fe. Si Él es el último, Él es el que tiene la última palabra. La última palabra no es la calumnia que me levantaron. La última palabra no es el desprecio que recibí, la persecución que se vino sobre mí, el trabajo que perdí, la destrucción de una relación amorosa. Esa no es la última palabra. La última palabra. La última palabra solo la tiene Dios. Y es impresionante lo que puede cambiar en la vida si le damos fuerza a ese "pero" del que estoy hablando. Si nosotros nos apartamos de ese "pero", lo que va a suceder es que nos vamos a hundir, no una, sino muchas veces en tristeza, en derrota, en frustración, en resentimiento. Tomemos el caso de una persona que fue tratada injustamente en su trabajo. Como decimos en Colombia, le estaban buscando el pierde, que es una manera de expresarse. Estaban buscando aquel defecto, aquel pretexto para caerle encima y probablemente deshacerse de él. Y finalmente lo lograron en ese sentido porque finalmente sí pudieron deshacerse de él. Y este hombre siente el peso de la injusticia, la rabia por la injuria que ha recibido. No tanto con palabras, sino sobre todo con obras. Si esa persona no tiene el "pero" del que estamos hablando, esa persona se va a quedar ahí, en su cabecita, dándole vueltas y vueltas a eso. Lo que me dijeron, lo que me hicieron y cómo me trataron. Y vuelve y empieza lo que me dijeron, lo que me hicieron, cómo me trataron, lo que me dijeron, lo que me hicieron, cómo me trataron. Se queda atrapado ahí. Y esto significa que sus enemigos no solamente le arruinaron una parte de su vida, sino prácticamente todo lo que le quedaba de vida. Porque en la medida en que él queda prisionero de esos recuerdos y da vueltas y da vueltas, en esa medida es una persona que ha sido derrotada no una vez, sino muchas veces. Todos los días volverá a ser un derrotado porque todos los días seguirá recordando lo mismo. Eso le sucede a la persona que no conoce este "pero" bendito. Este "pero" que es el que se abre a la acción de Dios. Qué distinta la situación cuando la persona conoce el poder de Dios, cuando la persona sabe que el que tiene la última palabra es el Señor. Y sabe, por consiguiente, que aunque sucedan cosas malas, esas cosas malas no van a estar por fuera de la providencia de Dios. "Nada me sucederá que Dios no quiera. Y lo que Dios quiera será lo mejor para mí". Este es un famoso pensamiento de un mártir del siglo XVI, Santo Tomás Moro. Por supuesto, no confundirlo con Santo Tomás de Aquino del siglo XIII ni con Santo Tomás apóstol del siglo I. O sea que Santo Tomás Moro, que murió por orden del rey, el rey Enrique VIII, Santo Tomás Moro, conocía el poder de este "pero". Santo Tomás Moro sabía lo que vale tener ese ?pero? en el corazón y entender que un obstáculo, una decepción, una frustración o una traición que suframos, no le quitan el señorío a Dios en nuestra vida. Amén.

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