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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
La predicación del Evangelio y del reinado de Dios siempre traerá conflicto, hostilidad, persecución pero al final la victoria es del Señor porque es Él quien hace la obra y porque Él no le entrega su gloria a nadie.
Homilía co20010a, predicada en 20220814, con 4 min. y 42 seg. 
Transcripción:
¡Feliz domingo para todos! Puede parecer al principio que las lecturas de este domingo traen una enseñanza, pero en realidad son tres por lo menos. La enseñanza más obvia, es que la predicación del Evangelio y en general la predicación del reinado de Dios, siempre traerá conflicto y traerá conflicto, porque hay quien le interesa que, -no reine Dios-, sino que reine otro poder: que reine la brujería, que reine el dinero, que reine el placer y por supuesto, cuando llegue el reinado de Dios, -El reinado de Dios- entra en colisión con estos otros reinados, que muchas veces ya tienen atrapado el corazón humano. O sea que esa, es la enseñanza, como, más frontal, la enseñanza más obvia, que nos trae este texto o estos textos, porque hay que considerar tanto la primera lectura de Jeremías como el Evangelio según San Lucas. Pero, hay otras dos enseñanzas por lo menos. Y la primera yo quiero tomarla de Jeremías, precisamente -la escena de Jeremías descendido a un pozo sin agua, cuando sus pies empiezan a hundirse en el barro-; ¡por favor!, ¡por favor!, trata de imaginar eso..., te agarran, obviamente por la fuerza, te sujetan, te amarran y te descienden a un pozo, para dejarte ahí, a que te mueras, y empieces a hundirte en el lodo. Y ¿por qué digo que hay otra enseñanza ahí?; porque esto nos muestra, que la hostilidad, no es solamente de sentimiento o de palabra; la hostilidad que el mundo nos muestra, es una hostilidad, que puede llegar a los extremos de la cárcel, a los extremos de la persecución, de la tortura, de la muerte. Dicho de otra manera, el odio, este odio del mundo, este odio que finalmente proviene de los ídolos y que se expresa a través de los idólatras, ese odio puede llegar a extremos. Y ¿por qué esto es bueno recordarlo?, porque tenemos a nuestro alrededor testigos que están sufriendo por el Evangelio. Y yo quiero enviar desde aquí un saludo a un hombre que no me conoce, por lo menos personalmente, no nos conocemos. Quiero saludar a Monseñor Rolando, en Nicaragua. Si, ese obispo al que ustedes han visto arrodillado en la calle con las manos levantadas al cielo, porque los poderes de esta tierra y concretamente los poderes en Nicaragua, pues ya saben lo que han hecho con él, en este momento está bajo medida de aseguramiento, que es un modo eufemístico de decir prisionero. Es decir, es bueno saber que, la persecución, que el dolor no es de mentiras, ni es solo de palabras, sino que muchas veces llega hasta esos extremos. Pero aquí viene la tercera enseñanza, y la tercera enseñanza es que, al final, la victoria es de Dios. Y esto es lo que le auguramos a Monseñor Rolando y a todos los que son fieles a Cristo en Nicaragua y en cualquier otra parte. -La victoria es de Dios-, y aún en el caso de aquellos que han tenido que entregar su sangre; tenemos que repetir, -la victoria es de Dios-, porque así es; porque es el Señor el que hace su obra y porque Él no entrega su gloria a nadie. La alabanza y el poder para Cristo Jesús. Y desde aquí y desde el fondo de mi corazón. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! Amén.

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