Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

El fuego que Cristo ha venido a traer es transformación y renovación desde lo más profundo del corazón hasta lo más visible de la sociedad y aun del cosmos; es inevitable que un cambio tan intenso y extenso encuentre oposición, y es entonces inevitable que los mensajeros de tal cambio sean rechazados como Jeremías, y arrojados al pozo. Mas si hacen caso a la exhortación de la Carta a los Hebreos, pondrán sus ojos en Jesucristo, y junto con él, mirarán a través de la Cruz al esplendor de la Pascua.

Homilía co20007a, predicada en 20160814, con 29 min. y 21 seg.

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Transcripción:

Queridos hermanos. Hemos escuchado como es lo normal en los domingos, tres lecturas, la primera del profeta Jeremías, la segunda de la Carta a los Hebreos y la tercera del Evangelio según San Lucas.

Con el auxilio del Espíritu Santo, que fue el que inspiró estas Escrituras, quiera Dios que mis palabras sirvan para mostrar el mensaje, y que los oídos de ustedes y el corazón de todos, estén dispuestos para recibirlo.

Cristo nos dice en el Evangelio; -"He venido a traer fuego"-; Y una característica de este elemento de la naturaleza es que, lo que toca, lo transforma. Cuando Cristo dice, que ha venido a traer fuego; es porque ha venido a traer esa gran transformación, esa conversión, que hace que el universo entero vuelva, hacia el plan de Dios. Porque por la obra del pecado hemos perdido el rumbo nosotros. Y como somos administradores de la creación visible, entonces se cumple lo que dice San Pablo en la Carta a los romanos: que el universo gime, porque está sometido a una esclavitud; y espera junto con nosotros, la liberación definitiva de los hijos de Dios.

Una transformación de esas proporciones, no es un maquillaje en la sociedad, ni puede tampoco, reducirse el cristianismo, simplemente a que seamos, un poco buenas personas unos con otros. Para ser buenas personas, no era necesario que Cristo llegara a los extremos a los que llegó. Para que aprendiéramos a ser buena gente: ya existían muchos y muy buenos maestros, incluyendo filósofos y gobernantes de la antigüedad.

La transformación que quiere Cristo es muchísimo más profunda. Así como el fuego cambia las cosas, las renueva, las purifica profunda y totalmente. Esa transformación queda -bien vista-, se hace patente, en las vidas de aquellas personas que llamamos los santos.

Para hacernos una idea del poder transformador del fuego de Cristo, no debemos mirar a la mediocridad en la que muchas veces estamos, sino que, con gratitud al Espíritu Santo, hemos de ver a aquellas personas, que realmente, se dejaron transformar; y encontramos ejemplos eminentes de virtud, de pureza, de fortaleza, de sabiduría. Encontramos milagros estupendos, encontramos sencillez, humildad y gozo, encontramos coherencia.

Cristo viene con ese poder, con ese fuego que finalmente, es el fuego de Pentecostés, que es el fuego del Espíritu y quiere hacer de cada uno de nosotros, en su propio camino, santos: jóvenes santos, niños santos, matrimonios santos, por supuesto, sacerdotes santos. Allá quiere llevarnos Cristo.

Cristo jamás aprobaría, esa idea que a veces, se nos mete en la cabeza de que hay pecados que son normales. Para Cristo el pecado es una deformidad, es una anormalidad, es lo que batalla en contra de Dios. Pero lamentablemente, nos vamos acostumbrando a ciertos pecados; entonces ya, nos puede parecer normal; que el niño es maleducado, -todos los niños son maleducados- o que come mucho, o sea, es glotón, es goloso?, -todos los niños comen mucho y son desordenados y son maleducados-; ¿y los jóvenes?, -pues ya sabes cómo es la juventud-..., pues se andan emborrachando, andan acostándose con sus novias? -pues ya sabes cómo es la juventud-, se vuelven ateos, se vuelven irresponsables, se vuelven agresivos; Y -ya sabes cómo son las parejas-, todos son infieles, todos se acuestan con todos, todos los matrimonios se destruyen?, Y -ya sabes cómo son los mayores, ya sabes cómo son desesperados y solos y queriendo matarse. Y así el mundo entero, se nos vuelve el escenario del pecado, porque empezamos a considerar normal... -Es normal que el abogado mienta, es normal que el trabajador pues, no cumpla sus horas, es normal que el patrón trate de explotar al otro, es normal que el político robe, es normal que el religioso sea infiel a sus votos-, ¡todo se nos vuelve normal!; esa es la gran lucha, ese es el gran combate del cristianismo.

Pero primero, el gran combate de Cristo. Cristo, y detrás de Cristo, los cristianos, somos aquellos que ¡no!, nos resignamos, que ¡no!, nos acostumbramos. Ser cristiano significa -no resignarse-, ser cristiano significa -no acostumbrarse-, ser cristiano significa, -no lo considero normal-. No es normal que el niño sea maleducado, que sea gritón, que sea glotón, que sea desordenado; no es normal que el joven esté borracho, lleno de pornografía, metiendo drogas.

El gran problema quizás, es que hemos confundido lo normal, con lo común y son dos cosas distintas. Lo común es lo que repiten muchos, tal vez la mayoría. Lo normal, según su propia etimología, es lo que sigue la norma, lo propio. Y cambiamos lo normal y ponemos en su lugar lo común, -puesto que muchos noviazgos tienen una terrible irresponsabilidad sexual que hace un daño espantoso en el corazón de hombres y mujeres-, puesto que eso se volvió común, entonces lo llamamos normal.

Ser cristiano es, tras las huellas de Cristo, levantarse en contra de esa -supuesta normalidad-, ser cristiano es no aceptar esa normalidad. De inmediato uno se da cuenta que esto va a traer conflicto. Si en este país, como en tantos otros países, se mira el servicio público de la política como una oportunidad para ganancia personal, el que llega a ese mundo con una idea distinta, va a enfrentarse con muros y con púas y con guerra. -Eso es lo que va a encontrar-, porque lo que le van a decir es: -tú estorbas-.

Allí donde el pecado se ha vuelto, lo normal; el que llega con un mensaje distinto... tiene que enfrentar durísima oposición. Eso es lo que nos dice Jesús. Por eso dice que ha venido a traer combate, guerra, división, porque el que no, se resigna, pues va a encontrar resistencia. Así, por ejemplo, si un joven tiene conciencia de que es distinto, noviazgo de matrimonio y que por consiguiente el noviazgo no es para intimidad, eso ya lo tiene claro. Entonces se va a encontrar con resistencia. No hace mucho salía en las noticias, el caso de un joven en Norteamérica, en los Estados Unidos? gran estrella del fútbol americano, con una novia bellísima, que fue reina de belleza en su momento, pues ese noviazgo se acabó y esta vez la razón fue ella. Y se acabó. Porque este hombre cristiano, no católico, mirando a Cristo, como dice la carta a los Hebreos, -mirando a Cristo-, le decía a ella: -nosotros nos queremos, pero nosotros no vamos a tener intimidad-; el noviazgo no es para el sexo; y esta muchacha, seguramente viene acostumbrada a ser deseada, ya corrompida, ella misma, en su corazón, pues dijo: -así no me sirve- y se acabó el noviazgo, -así no me sirve-.

Eso es lo que va a escuchar muchas veces el cristiano, -que no sirve-. Quiero entrar al partido, pero quiero ser honrado y quiero que el dinero se gaste en las necesidades reales del pueblo que me eligió... ¿de verdad piensas así? ¡claro, qué es lo que pienso! Soy cristiano, convencido, Católico; -vete con tu religión, vete a una montaña a rezar-. ¡Aquí no cabes!, ¡Aquí no sirves!. Esa resistencia, es la que nos cuenta Cristo en el Evangelio. Esa resistencia fue la que encontró Jeremías, porque Jeremías, fue uno que no, se acostumbró.

Jeremías vivió en el siglo sexto antes de Cristo y la sociedad en tiempos de Jeremías estaba totalmente organizada en torno a lo que ellos consideraban normal, Estaba tan organizada esa sociedad, que no solamente tenían rey, príncipes, magistrados, sacerdotes y por supuesto la gente del campo, los artesanos..., no solo tenían todo eso; -oye, esto que resulta chistoso-, tenían también sus profetas; había una gran cantidad de profetas, profetas falsos; -nos damos cuenta de nosotros hoy-; pero en aquella época estaba tan completo y tan redondo ese mundo, que ellos sentían que lo tenían todo bajo control. La gente vivía de manera inicua, pero el pecado de ellos conectaba muy bien con la hipocresía y la doblez de los sacerdotes, que conectaba muy bien con la pusilanimidad del rey. Fíjate lo que dice el rey, en el pasaje de hoy, frente a aquellos que acusaban a Jeremías, -el rey no puede nada contra vosotros-. Un rey débil, una clase política rapaz, unos sacerdotes de doble moral, un pueblo que vive en -pecado-, y para coronar el desastre, unos profetas que le hablan, mentiras al pueblo diciéndole: -Dios no va a permitir que nos pase nada malo, porque somos el pueblo elegido; aquí no va a pasar nada malo-. Esos tales profetas en realidad solo servían como anestésico, para terminar de dormir unas -conciencias- que ya estaban bien dopadas.

Porque como dice la segunda carta a Timoteo, -la gente termina buscando a aquel que le acaricie el oído, aquel que le diga, que quiere oír-. Por eso hay gente que anda buscando el sacerdote que le diga: -mira, así estés en tu tercer matrimonio, lo que sea, no hay problema, puedes comulgar el cuerpo de Cristo-. La gente anda buscando el sacerdote, la capilla, la iglesia, el obispo que le diga: -pues en el fondo, amiga, si tu estás de novia con tu amiga, pues al fin y al cabo ustedes dos, aunque sean mujeres y vivan juntas y sean pareja, pues al fin y al cabo ustedes se aman, entonces no hay problema, Dios las ama así, vayan tranquilas y sigan llevando su vida de lesbianas-. ¡Esa! es la gente que muchos buscan; y ahí sí, como se dice, tal para cual.

Esa era, esa era, la situación en tiempo de Jeremías. La gente viviendo en iniquidad, oprimiendo al pobre, cometiendo toda clase de idolatría y de blasfemia. Pero llegaban donde los sacerdotes y los sacerdotes, cumplían simplemente con su labor y la boca callada. A pesar de que la Escritura dice: -del sacerdote se espera instrucción-.

Jeremías fue uno que no se calló. Jeremías fue uno que no se aguantó. Jeremías empezó a decirle a la gente: -Hay una cosa que se llama pecado y estamos en pecado, de arriba del rey para abajo, estamos en pecado-. Y eso no lo quiere oír nadie; La gente no quiere oír eso, bueno, mucha gente.

Gracias a Dios, siempre el Espíritu despierta a unos cuantos que se sienten insatisfechos. Me contaba un sacerdote que estaba confesando en un santuario de la Virgen, allá en mi país, en Colombia, me contaba esta experiencia; -Resulta que allá tenemos lugar para los confesionarios, como en todo santuario. Y una persona fue a confesarse con un cierto padre... Se levantó después de confesarse y se fue a hacer fila para confesarse con otro padre; que se dio cuenta del hecho y le preguntó, inmediatamente le dijo: pues yo me di cuenta de que usted acaba de confesarse, ¿pasa algo?, Y le dice ella Sí, pasa algo?, que ese sacerdote me dice que no es pecado; ¡lo que yo sí sé que es pecado!-, ¡Qué belleza eso! Son laicos que están despertando, son laicos que no quieren sacerdotes mediocres, porque no todos quieren que sus sacerdotes sean mediocres, complacientes y cómplices de su vida. Y le explicó, esta mujer le explicó, al sacerdote y le dijo: -Mire, yo le confesé esto- y el padre allá me dice: -no, no se preocupe, esas son cosas que pasan, esas son cosas de la edad, no le dé tanta importancia a eso-. Y ella le dijo: -Padre, no estoy de acuerdo-. ¡O sea que siempre sigue habiendo Jeremías!.

El Espíritu Santo sigue despertando personas que no están contentas. No todo el mundo, no todo el mundo, está en la misma bolsa. No todos han caído en la misma complicidad. Jeremías tenía que denunciar el pecado y tenía que denunciar que el pecado traería consecuencias y las consecuencias del pecado son bárbaras; fueron las que llevaron a la destrucción de Jerusalén y la ida al destierro. Cuando ese mundo redondo y armado, cuando esa red de complicidades; dónde está el rey, los príncipes, los magistrados, los sacerdotes y los falsos profetas; Porque todos ellos eran una misma bola, un mismo mundo entretejido de complicidad.

Cuando ese mundo de complicidades empieza a ser sacudido por la voz robusta de Jeremías. Ellos intentan defenderse. Eso fue lo que escuchamos en la primera lectura. -Hay que deshacerse de Jeremías, hay que salir de Jeremías-. Lo metieron en un pozo para que se muriera de hambre y sed. Esa imagen de Jeremías en el pozo, tiene que hacernos pensar... porque así, nos va a tocar a nosotros alguna vez en la vida si somos coherentes. Alguna vez nos vamos a sentir solos en la oscuridad, abandonados, rechazados. Todo cristiano debe tenerlo claro.

Recuerde el caso de ese muchacho que tenía la novia tan hermosa, el día que la novia le dice "Mira, si tú vas a seguir tan retrógrado, tan mojigato, tan puritano, quédate con tu pureza; Yo me voy a buscar un novio que me dé lo que yo merezco??; ¿cómo se sintió ese muchacho?, como Jeremías en el pozo, Yo no me merezco esto, pero la verdad es que esa mujer tampoco me merece a mí, -yo no me merezco esto-. La actitud usual cuando uno pasa por esa circunstancia, es quizás incluso rebelarse contra Dios.

Por eso también encontramos pasajes en el libro de Jeremías, donde él mismo se queja y dice -Ay de mí, Madre, que me engendraste, varón de dolores-. Hay que saber, que ser cristiano significa pasar por el pozo. Por favor, papás, preparen a sus hijos, para que sean fuertes cuando les llegue el momento del pozo.

Hace poco estuve en una misión, qué es, lo que hago, principalmente soy dominico, soy misionero. Estuve en una misión en el norte de Estados Unidos y una familia amablemente me invitó para la comida. Me di cuenta que había un pequeño drama en esa familia. -Una hija adolescente, claramente estaba indispuesta, disgustada, ausente-; con mucha confianza y sencillez, la familia me hizo ver lo que estaba pasando... Esta es una familia de mexicanos, mexicanos, enamorados de Dios y de la Virgen, mexicanos que aman a sus hijos y a sus hijas. Resulta que esta chica, la adolescente, tiene, como muchas niñas; la mayoría tiene su grupito de amigas, pero resulta que las amiguitas de esa edad, la mayor parte norteamericanas, tienen costumbres sumamente liberadas y los papás de esas niñas, ya ven como normal lo que hagan las niñas.

Entonces empiezan a organizar, a organizar los sleepovers. Es decir, eso de pasar la noche en la casa de la amiga, lo que en algunos países llaman pijamadas; Y los papás empiezan a inquietarse porque luego el sleepover se convirtió en que, -paso tres o cuatro días en la casa de mi amiga-; pero los papás de la casa de la amiga, tampoco están porque esos están paseando y haciendo su vida. Y entonces quedan una cantidad de muchachitas... ¿Haciendo qué? ¿Viendo qué? ¿Probando qué? ¿Hablando con quién? Pues estos papás, no se aguantaron eso, y dijeron: Esa no va a ser tu vida. Que las otras niñas hagan eso: Esas son ellas. Y los papás tendrán que responder ante Dios, por ese descuido; Pero tú..., Tú no eres así, Así no es contigo. Y esta -muchacha-, el día que yo fui a la casa estaba pasando por el pozo de Jeremías. Porque claro, el día que los papás empezaron a negarle permisos: -que me voy a pasar una semana de verano con mis amigas de quince años en una cabaña no se sabe dónde-. El día que los papás empezaron a negarle permisos, ella pasó a ser la tonta, la jurásica, la dinosauria, la atrasada, -no sabía que eras tan niña-, -creíamos que ya habías crecido-, -como contigo no se puede organizar nada-, -como a ti te lo prohíben todo-. Empezaron a aislarla. Metieron a esta niña en un pozo.

Papás, mamás, preparen a sus hijos para el pozo de Jeremías. Seminaristas en muchas diócesis, prepárense para el pozo de Jeremías. La mediocridad entra en muchos seminarios de la Iglesia Católica. A veces tratar de ser fiel, lo único que produce, es burla y exclusión.

¿Qué nos rescata del pozo de Jeremías?, La carta a los Hebreos, La mirada puesta en Jesús. La comunidad a la que va dirigida la Carta a los Hebreos, es una comunidad que estaba en el pozo. Eran cristianos convertidos del judaísmo, muchos de ellos de familia sacerdotal; y en cuanto empezaron a creer en Cristo, los expulsaron de la sinagoga y como eran de familia sacerdotal y habían vivido de su servicio sacerdotal toda una vida, ahora quedaban excluidos, sin amigos, sin recursos. -Estaban en el pozo-. ¿Qué dice el autor de la Carta a los Hebreos, a esta comunidad que está en el pozo de Jeremías?:, -"Pongan los ojos en Jesús"-. Y dice algo muy bello -"Cristo mismo miró, a través de la cruz, al gozo que seguía"-. Nosotros miramos al Crucificado y Resucitado, para aprender a mirar, a través de la cruz.

La cruz no hay que dejar de verla, porque la cruz es otro nombre para el pozo de Jeremías. La Cruz, no dejes de verla; pero no te quedes solo en la cruz, mira a través de la cruz; Eso fue lo que hizo el mismo Cristo según la Carta a los Hebreos.

Resumiendo. Vivimos en tiempos en que lo común se toma como si fuera normal. Y de esa manera empezamos a acostumbrarnos al pecado en todas las áreas de la sociedad.

Cristo ha venido a traer fuego de transformación, que es finalmente llamado y camino hacia la santidad. Ese mensaje de Cristo necesariamente encuentra resistencia; como Jeremías en su tiempo. Esa resistencia nos puede llevar a momentos de crisis y de soledad. Pero siguiendo a Cristo y como Cristo, miramos más allá del pozo, miramos a través de la cruz y estamos seguros de que ese camino, aunque parezca plagado de obstáculos, es nuestro camino y es el camino que de verdad rescata la familia rescata la pareja, rescata la sociedad y la reconduce al hermoso plan de Dios.

Los que estén dispuestos a que alguna vez les toque visitar el pozo de Jeremías, los que estén dispuestos a visitar el pozo de Jeremías y a probar el sabor de la cruz, por favor, pónganse de pie. Vamos a renovar nuestra fe.

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