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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Muy a su pesar, un hombre avaro termina regalando cinco valiosas lecciones al mundo.
Homilía co18007a, predicada en 20160731, con 21 min. y 38 seg. 
Transcripción:
Queridos hermanos: Hace veinticinco años yo estaba haciendo mi retiro espiritual, preparándome para recibir el diaconado. Esos dos hermanos que se encuentran, en la parte superior del coro, se están preparando también para recibir el diaconado, con la dirección del padre Carlos Arturo Díaz, el que acaba de proclamar el Evangelio. Es importante que tengamos en nuestra oración a estos hermanos. Hace veinticinco años, pues, yo estaba haciendo mi retiro y uno de los temas que conversamos en ese retiro espiritual fue el asunto de la homilía. Porque, a partir de la recepción del diaconado, el ministro ordenado tiene la posibilidad y muchas veces el deber; de realizar la homilía; de manera que nos explicaban: qué, era una homilía y qué, debe hacer uno en una homilía. Yo todavía me acuerdo de mi retiro de diaconado de hace veinticinco años, nos decían: y sigue siendo cierto; que la homilía es para tres cosas: primero, -para explicar los textos-; segundo, -para ver cómo se aplican esos textos, en nuestra vida- y tercero, -para relacionar la mesa de la Palabra de Dios con la mesa del pan Eucarístico-. Son los tres propósitos de la homilía. Yo voy a ser obediente hoy y voy a seguir esos tres pasos: Primero vamos a hablar de los textos, luego vamos a ver cómo esto se aplica a nosotros y luego vamos a relacionarlo con el sacrificio eucarístico. Los textos de hoy tienen una gran relación: La lectura del libro del Eclesiastés, hace una pregunta muy profunda. Dice: ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? Es una pregunta existencial, es, una pregunta que toca nuestra existencia; una pregunta, que nos hace pensar, porque, la mayor parte de nosotros tenemos muchos esfuerzos, tenemos muchas preocupaciones y también hacemos muchos proyectos. De modo que la primera lectura nos deja una pregunta, que podemos llamar la pregunta del: ¿para qué?, ¿para qué uno se esfuerza tanto? Quizás algunos de ustedes han tenido la experiencia de sentirse decepcionados... quizás porque los hijos no responden, como quisieran; usted dice: ¿yo para qué, me esforcé tanto? O quizás porque, el dinero no le alcanza; y usted dice: pero, ¿para qué trabajo tanto? En todo caso, esa primera lectura nos deja una pregunta, que es profunda y es interesante. La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Colosenses, en cierta manera nos da una respuesta a la pregunta que acabo de decir, porque, nos dice: hacia el final, el apóstol Pablo nos dice: (al contrario), al principio de la lectura nos dice: "Buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo, aspirad a los bienes de arriba". Como diciendo que uno no puede pasarse la vida solamente interesado en las cosas de esta tierra, porque, al fin y al cabo, de esta tierra, no nos vamos a llevar nada. O sea que hay una complementariedad entre la primera lectura que fue del Eclesiastés y la segunda, que es de la carta a los Colosenses. San Pablo nos invita a buscar los bienes de allá arriba; no a la manera de un escape de los problemas, las tensiones, las decepciones; que puede haber en este mundo. No, es un cerrar los ojos a las injusticias, por ejemplo, que muchas personas viven en esta tierra, sino es darnos cuenta que más allá de la distribución de los bienes materiales, hay otros bienes que son superiores. Bienes, ¿cómo cuáles?: bienes, como la caridad, bienes: como la oración, bienes: como la unión con Dios. Porque la eternidad no va a consistir, en que, compramos, o en que vendamos; no va a consistir en los placeres que conocemos en este mundo, sino que va a tener mucha más relación con ese don sublime: que es, el don del amor, sobre todo el don del amor a Él. O sea que un objetivo de toda vida, sobre todo de una vida cristiana, ha de ser cultivar ese amor a Dios. Por algo dijo: Jesucristo en el capítulo diecisiete del Evangelio según, San Juan "En esto consiste la vida eterna." -Es una frase que Cristo le dice a su Padre-. "En esto consiste la vida eterna; en que te conozcan a ti, Padre y a tu Hijo Jesucristo". Porque solamente cuando empezamos a conocer de ¡verdad! a Jesús, cuando empezamos a conocer su Evangelio, sucede algo muy bello que se llama enamorarse: Uno se enamora de Dios y uno empieza a cultivar los dones de allá arriba. Uno no se olvida de los problemas que hay en la tierra, sino que simplemente no los absolutiza; uno se da cuenta que eso, no es lo más importante. Hasta ahí vamos, con las lecturas. El plato fuerte, como de costumbre, lo trae el Evangelio. Cristo, con su gran pedagogía, nos presenta una parábola. Esta es: una narración pedagógica, que nos da el Señor Jesucristo, para enseñarnos algo que Él mismo explicita. Dice, el Señor Jesús: "Guardaos de toda clase de codicia". Démonos cuenta que la codicia a la que se refiere Cristo, es la propia de una persona que está obsesionada o completamente centrada en los bienes de este mundo. Y efectivamente, el personaje único que aparece en la parábola de Cristo es un hombre muy rico que está preocupado únicamente, por las cosas de esta tierra. ¿Qué podemos aprender de esta parábola?: Evidentemente, Jesús nos está presentando este personaje para que sepamos lo que ¡no! debemos hacer; es algo así, como cuando a uno le presentan las consecuencias de obrar mal. Cuando, nos muestran fotos de cómo se arruinan los pulmones de un fumador, por ejemplo, ¿para qué? nos muestran, esas fotos de unos pulmones ennegrecidos con enfisema, con cáncer, ¿para qué lo presentan? Para que uno diga-, yo no debo seguir ese camino, no es buena idea. Nos presentan, como quedó despedazado un automóvil por un accidente; el conductor iba ebrio. ¿qué nos están enseñando? No maneje, si usted está ebrio. Es decir, lo que hace Cristo aquí es presentarnos, en un cuadro narrado con palabras, pintado con palabras, presentado lo que le sucede a la persona que toma el camino equivocado. Entonces saquemos las lecciones que nos presenta Cristo con esta narración. A mí me parece que podemos sacar brevemente unas cinco lecciones: La primera de las cuales, es darnos cuenta de que este personaje, dice Cristo era ¡rico! y tuvo una gran cosecha; cuando tuvo la gran cosecha empezó a echar cálculos; es decir, a este señor no le pasa por la cabeza dar gracias. He ahí el primer error cometido. Este es un personaje que no, agradece: su primer pecado podríamos decir que es: la -ingratitud-. Y cuando uno no agradece, en primer lugar, está perdiendo la capacidad de apreciar los mismos bienes que recibe, y, en segundo lugar, se prepara para los otros desastres que vamos a ver que acontecen en la vida de este señor. Entonces, primer error de este hombre: él no agradece; y esto es grave y nosotros tenemos que corregirnos de eso: porque a veces uno trata a los papás como si todo se lo debieran y a uno se le olvida decir la palabra, ?gracias?. A veces uno trata a la persona, que le vende algo como si... no tuviera otra opción o como si tuviera que hacerlo. A veces se nos olvida agradecer a tantas personas que nos hacen tanto bien. -Para que eso no me suceda a mí-: Yo le voy a agradecer a estas monjas, todas las oraciones que hacen por los sacerdotes y que hacen por el mundo entero; muchas personas no toman conciencia, del bien inmenso que estas mujeres nos hacen. Entonces, hay que ser agradecidos. El primer error que comete este hombre es que no da gracias, segundo error: dice aquí: empezó a echar cálculos, ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Observemos que, en toda la parábola, este tipo solo habla con él mismo; él no habla con nadie, él no le pide consejo a nadie; y ese también es un error muy grave... Es un error gravísimo, porque cuando uno nunca pide consejo, cuando uno nunca pide otra opinión, uno paulatinamente se va encerrando en su propio mundo. Y a medida que uno se encierra en la propia opinión, es como una persona que va levantando lo que considera que es un castillo, pero en el fondo se convierte en su prisión y luego se convierte en su sepulcro. ¡Cuidado! con encerrarnos únicamente en nuestro propio criterio y opinión. Esto vale para las cosas más materiales como, una gran cosecha, pero esto vale muy especialmente para la vida del espíritu. Así como antes dije, un pequeño elogio, a estas monjas que nos están hospedando por estos días, también hay que enviarles una severa advertencia, porque los grandes herejes, en la historia de la Iglesia han sido monjes y monjas. -Esos han sido los grandes herejes-, ¿Por qué? Porque resulta, que la gente se encierra en sí misma, no oye sino su propio criterio: Por ejemplo, decían de un hereje muy terrible llamado Nestorio, que incluso llegó a ser obispo de Constantinopla. Decían de Nestorio, que él no leía ningún libro, sino el que él mismo escribía; -claro, una persona que está encerrada únicamente en su propia opinión y para quien existe: sólo, su propio criterio, es una persona que está enceguecida-; puede estar cometiendo gravísimos errores; pero como no oye a nadie... eso es grave. Las personas casadas deben darle particular atención a esto, porque a veces sucede que tenemos una enfermedad que se llama: machismo y el machismo vuelve sordos, a los hombres. Y un hombre machista no oye a la mujer, porque la mujer, -no sabe nada, no entiende nada, es bruta, solo sirve para cocinar y para engendrar hijos-. ¡Y eso es gravísimo! Usted sacará mucha mejor vida, llevará mucha mejor vida si usted aprende a oír. Es super interesante en la Sagrada Escritura, como muchas veces palabras muy sabias: vienen de personas que son muy despreciadas; como aparece también en la Biblia. Así, por ejemplo: - en el libro de Daniel-, se cuenta que toda una población iba a condenar a una mujer inocente que se llamaba Susana; todo el mundo iba a condenar a Susana. Es decir, ya la llevaban al lugar de su suplicio, porque, además, la iban a matar a piedra, la iban a apedrear hasta matarla. Y todo el mundo estaba de acuerdo de eso: Y los grandes sabios y las grandes autoridades de ese pueblo estaban tranquilos, iban -ahí-, dispuestos a matar a piedra a esta señora llamada Susana. Pero en esas circunstancias fue un jovencito que se llamaba Daniel el que dijo: -Yo soy inocente de esa sangre-. Y la gente quedó sorprendida porque en esa autoridad: en esa sociedad tan marcada por la autoridad jerárquica, un muchacho se supone que no puede hablar, que no debe hablar en la asamblea de mayores. Pues resulta que Dios utilizó a Daniel, que era un jovencito, para salvar la vida de Susana y para darle una lección a todo el pueblo. O sea que hay que tener mucho cuidado con eso de que: yo no oigo a nadie, porque yo soy el estudiado, porque yo soy el doctor, porque yo soy el hombre, porque yo soy el sacerdote. ¡Qué daño, que hace un sacerdote cuando únicamente se oye a sí mismo! -Yo soy el único que sabe, el único que entiende-. Eso es muy grave: Hay que saber escuchar, hay que saber recibir opiniones. Y papás y mamás tengan cuidado, porque muchas veces Dios puede utilizar a sus hijos para darles luces también a ustedes. Llevamos dos errores que cometió este señor: Primer error, que cometió: Nunca dio gracias; -ingrato-. Segundo error: No pidió consejo a nadie. Tercer error: Este señor solo piensa en él mismo. He aquí a la conclusión a la que llega: "Haré lo siguiente", construiré graneros más grandes, almacenaré allí todo el grano; y, entonces me diré a mí mismo: "mi mismo", -bueno, no dice así, exactamente-, dice: Me diré a mí mismo; hombre... -Tienes bienes acumulados para muchos años-; él no piensa que puede compartirle a alguien, él no piensa que alguien puede tener hambre, él no piensa que hay otros que quizás, no han tenido esa cosecha; él solo piensa en sí mismo. Sabemos muy bien que ese egoísmo termina produciendo injusticia; y sabemos muy bien que la injusticia termina produciendo violencia. Porque cuando los que tienen únicamente piensan en ellos mismos, los muchos que no tienen se empiezan a cansar y a cansar y a cansar, y luego son pasto fácil, de doctrinas y de ideologías muchas veces ateas, que van a sumir al país en la desgracia. O sea que: tercer error de este señor: es un egoísta completo; él solamente está pensando en él mismo. El cuarto error, es que este hombre dice: -ya tengo asegurado mi futuro-, tengo... ¿Cómo es que dice aquí... dice aquí? -tienes bienes acumulados para muchos años-: él considera que tiene asegurado su futuro: -error gravísimo-. Cristo saca la enseñanza a este respecto, cuando dice: "Aunque uno tenga muchos bienes, su vida no depende de sus bienes; el futuro no depende del pasado". -Esa es la traducción filosófica de la frase de Cristo-; porque los bienes que tú tienes hoy, son los bienes que el pasado te ha dado. Pero el pasado no es el que determina el futuro, entonces, tener muchos bienes, sin tener al que es bueno, es decir: a Dios, es un desastre. Este señor considera que tiene el futuro asegurado y es muy importante saber que el futuro..., el futuro, es el lugar del Señorío de Dios, como lo cuenta el libro del Apocalipsis en el capítulo primero. La definición que se da Dios es: "Yo soy el que era, el que es y el que viene". -Él es el Señor del futuro-. Él es el Señor de la historia. Entonces van cuatro errores, graves que comete este señor. Y, por último, démonos cuenta, que la manera como él imagina su futuro es: en medio de los placeres que pueden dar... que puede dar esta tierra. San Pablo nos dijo en la segunda lectura "No se queden en los bienes de esta tierra". ¡Ah!... pero se ve que el hombre del Evangelio se quedó en los bienes de la tierra, porque él no dice ni siquiera: voy a estudiar, voy a sacar un posgrado, voy a aplicar a la VUAD (Vicerrectoría de la Universidad Abierta y a Distancia de la Universidad Santo Tomás). ¡No!, no dice nada de eso; lo que dice es qué: -yo voy... ¿es a qué? a comer, a beber, a hincharme-; eso es lo único en lo que piensa este señor. No se da cuenta de que puede llegar una ¡diabetes! puede llegar una ¡insuficiencia renal!, no se da cuenta de que puede llegar un problema de ¡ácido úrico¡Ni siquiera, en ese sentido tiene previsiones. Los únicos placeres que él espera, son los placeres de esta tierra. Pasemos a la aplicación, para nosotros: en realidad ya está hecha, porque cada uno de estos defectos, si nosotros los examinamos, nos deja una enseñanza: Por ejemplo, hemos dicho que el tipo era un desagradecido; ¿Qué quiere decir? -Que uno tiene que aplicar esto- Y hoy, desde que usted llegue a su casa, tiene que decir más la palabra gracias; acostúmbrese a decir más la palabra, -Gracias- a todo el mundo; ¡deje! de mirar a los demás como si todo el mundo tuviera que servirle a usted y tuviera que hacer las cosas por usted; Entonces hay que ser más agradecido. Luego dijimos -el consejo-: Pues hay que buscar el consejo de los prudentes; hay que oír otras voces; uno no puede encerrarse únicamente en su movimiento. -No que, yo, porque yo pertenezco a familia espiritual, entonces ya, yo tengo una experiencia; yo soy el que, si me he encontrado con Dios, porque yo sé, porque yo he estudiado-... ¡nada de eso! Hay que aprender a oír. Tercero, cuidado con el egoísmo: ¡Ojo con esto!, porque cada uno de nosotros es rico en algo, todos somos ricos en algo. Quizás uno no es rico en dinero, pero es rico en otras cosas, es rico en salud, es rico en inteligencia, es rico en tiempo -el tener tiempo-. Yo me acuerdo de una visita que le hacía a un enfermo postrado en su cama. Uno podría decir: esta persona no puede hacer absolutamente nada, pero pasaba la mayor parte de su tiempo intercediendo, orando como un verdadero santo. Él gastaba ese tesoro que es escaso en muchas vidas. Muchas personas no tienen tiempo. Este señor que estaba tan enfermo, era rico en tiempo, entonces él utilizaba su tiempo para hacerle bien a mucha gente. También hemos dicho que este hombre creía su futuro asegurado: La Carta de Santiago nos dice que: "hay que tener mucho cuidado con hacer uno, tantos planes olvidándose de Dios". Por eso la Carta de Santiago nos invita a que repitamos con frecuencia: -si Dios quiere, Dios mediante, queriendo Dios, primero Dios-; estas frases hay que decirlas, porque uno necesita recordarle a la propia cabeza, y uno necesita recordarle a los hijos y recordarle a la gente que tiene cerca que: -uno no es dueño de nada-; no se sabe lo que va a pasar..., hay una gran cantidad de personas que anoche durmieron y hoy no amanecieron y mañana no se sabe quiénes de nosotros seguiremos. Téngase presente también la última recomendación y aplicación será: pues, -no, nos vamos a quedar solo en los bienes de esta tierra-. Hay que preguntarse qué clase de ejercicios estamos haciendo para el espíritu: Así, por ejemplo, Juan David y Osvaldo, que son los que se están preparando para el diaconado, están haciendo ejercicios espirituales. Esta gente que está aquí, esta gente de familia espiritual, está haciendo un retiro espiritual. Están haciendo un rato de reflexión: Usted tiene que preguntarse ¿a qué horas hace usted ejercicios espirituales? o ¿usted nunca hace ejercicios espirituales?; o a usted le basta con ser un tipo cuajado y ya con eso... -no yo ya con eso me defiendo-. Pues, ¡no señor!, porque resulta que, los cuajados también se mueren; yo ya he visto varios cuajados, fríos, bastante fríos, -se murieron-. Entonces, no le puede bastar a usted con hacer los ejercicios corporales; hay que hacer ejercicios espirituales: Ejercicios espirituales son: la oración, son las buenas lecturas, la vida de los sacramentos y así sucesivamente. ¿Qué tiene que ver esto con la Eucaristía? Tiene que ver por esa frase que nos dice Cristo: "aunque uno sea muy rico, su futuro no depende de sus bienes" -Su futuro no depende de sus bienes-, sino su futuro depende de el Bien: con B mayúscula; el Bien con B mayúscula es Jesucristo. El Bien con B mayúscula es el Amor de Dios. Y ese bien es el que recibimos en la Eucaristía. Entonces, fíjese que cada vez que uno participa con fe en la Eucaristía, uno está realmente repitiendo la enseñanza de estas lecturas; uno está aprendiendo que existen los bienes de arriba, y uno está centrando su corazón en los bienes que realmente perduran. Porque la misma Eucaristía que nos alimenta mientras vamos en esta tierra, el mismo Jesús que en la Eucaristía nos sostiene mientras somos peregrinos, es el mismo Jesús que por su misericordia habrá de abrir la puerta del cielo para nosotros y recibirnos en la eternidad. Así que alimentarse de Cristo es ya prepararse para la vida verdadera, para la vida eterna.

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