Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Jesús envía a sus discípulos aún sin estar totalmente preparados porque la misión los forma, fortalece su fe y les da paz al confiar en los tiempos perfectos de Dios.

Homilía co14016a, predicada en 20250706, con 7 min. y 44 seg.

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Transcripción:

¡Feliz domingo para todos! El evangelio de este domingo, tomado de San Lucas, nos pone en tónica de misión. Es Cristo enviando a sus apóstoles. Y hay tres cosas que quisiera destacar de este envío. Primero, que ellos no estaban completamente preparados. Segundo, que les advierte de dificultades, y tercero, el sentido de la paz en el misionero. Veamos cada uno de estos puntos.

Primero, Cristo el Señor los envía, aunque ellos no están completamente preparados. Y esto nos llama mucho la atención, porque uno podría pensar que los que van a tener mayores exigencias, porque tienen que cuidar no solo de su propia vida espiritual, sino del bien de sus hermanos, tendrían que estar en lo máximo de la preparación. Y resulta que no, resulta que no es así. ¿Por qué Cristo envía a estos apóstoles que no están completamente preparados? Bueno, hay varias razones que se han dado. La primera es en forma de pregunta: ¿Cuándo se puede decir que uno está completamente preparado? ¿Cuando tiene toda la teología en la cabeza? ¿Cuando tiene toda la santidad y ya no comete ningún pecado? ¿Cuando está absolutamente en paz con todas las personas y no va a tener conflicto con nadie? ¿Cuándo está uno completamente preparado? Es verdad que se necesita una base, una base firme y una formación, llamémoslo así, inicial robusta. Por eso también San Pablo, en la carta, en una de sus cartas pastorales, dice: "No le impongas las manos a cualquier recién convertido". Eso le dice a su discípulo Timoteo. O tal vez fue Tito, pero que lo dice Pablo lo dice. Y eso significa que se requiere una formación inicial robusta. Lo mismo pedía, por ejemplo, el Concilio de Trento al hablar de la formación de los sacerdotes. Pero el punto es que nosotros no podemos aspirar a estar absoluta y perfectamente preparados. Además, otro argumento es que la misión misma también es parte del proceso de formación. Este templo en el que me encuentro ahora es parte de la casa de formación de los Dominicos, aquí en Colombia. Aquí tenemos lo que nosotros llamamos el estudiantado, donde se dan los estudios de filosofía y de teología. Y es muy interesante ver cómo estos frailes jóvenes tienen como parte de su formación ir a misiones, porque el contacto con la misión también dispone tu corazón y te hace mucho más vivo el ejercicio del estudio.

Por otra parte, el hecho de que no estuvieran completamente preparados también es una invitación a que no pongan toda su confianza en ellos mismos. A veces una persona que tiene muchísimos estudios teológicos y pastorales puede creer que todo depende de él, y se le olvida que somos siempre siervos que dependemos de nuestro Señor. Bueno, ese es el primer punto, que tiene una gran pedagogía. Cristo envía a sus discípulos que están en camino, que están en proceso de formación.

Vamos con el segundo punto. Cristo les advierte de dificultades. Pero estas dificultades son al mismo tiempo realismo y crecimiento en la fe. Si bien el mensaje del Evangelio es la mejor noticia que puede llegar a cualquier corazón, eso no significa que cada corazón vaya a recibir con agradecimiento, con entusiasmo, la noticia del Evangelio. ¿Y de dónde viene esta dificultad? ¿Este rechazo? Pues lo podemos encontrar fácilmente cuando pensamos en el poder que tienen los distintos malos hábitos; nuestros vicios, nuestras idolatrías. Es que el Evangelio llega a derribar todo eso. Y por eso habrá dificultades y hay que ser realistas. Pero también esto significa que vamos a crecer en la fe. Porque muchos de los obstáculos que encontraremos en la misión son auténticamente superiores a nosotros. Y ver cómo se superan obstáculos que son superiores a nosotros, nos está recordando que el Dios que nos envió no nos abandona y por eso, nuestra fe crece.

El último aspecto que quiero destacar es el de la paz. Siempre me llamó la atención aquello que les dice Cristo: "Ustedes cuando entren a una casa, deséenle la paz. Si ahí hay gente de paz y la casa se merece esa paz, la recibirá". Pero la parte más interesante es lo que viene después: "Si no les aceptan el saludo de paz, ustedes quedarán en paz". Es la paz del misionero. Es la paz del que sabe que los tiempos de Dios son perfectos. Es la paz del que entiende que no necesariamente voy a ser yo el instrumento a través del cual llegue la salvación, llegue la conversión, llegue la obra de la gracia a tal persona o a tal otra. Tal vez el instrumento no voy a ser yo. Y si yo no voy a ser el instrumento, ¿por qué le tengo que poner condiciones a Dios? Es algo muy interesante. Así que estos, estos textos nos están invitando a recobrar la dimensión misionera de la Iglesia. Hace poco el Papa León hablaba del hambre de Cristo. Es fácil hablar. Es casi obvio hablar del hambre de tranquilidad, del hambre de conocimiento, del hambre del pan material. Pero la Iglesia existe para recordarle al mundo, como bien lo ha hecho el Papa León, recordarle al mundo que hay hambre de Cristo. Y que esa hambre de Cristo es algo que nosotros estamos llamados a saciar. Obviamente no desde nosotros mismos. Ni siquiera imponiendo nuestro propio modelo de conversión. Pero sí estamos llamados a saciar esa hambre con el mismo regalo que nosotros hemos recibido y que nos llega a través del Espíritu Santo. Así que Iglesia en misión, comunidad misionera, misioneros que saben que todo depende de Dios y que al mismo tiempo entregan su 100% a la causa del Evangelio.

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