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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Al terminar el Adviento, preparados para recibir al Mesías demos gracias a Dios y digámosle: Tú eres fiel, sólo Tú bastas, eres poderoso y no nos abandonas.
Homilía aa04010a, predicada en 20161218, con 7 min. y 3 seg. 
Transcripción:
¡Feliz domingo para todos! Este es el cuarto domingo de Adviento, es decir, el último de los domingos de este tiempo litúrgico. Precisamente la fecha en la que empieza el Adviento siempre se define de modo que haya exactamente cuatro domingos antes del día de Navidad. Por eso se da la curiosidad en este año dos mil dieciséis, de haber tenido el primer domingo de Adviento en la fecha más temprana en que es posible, a saber, el veintisiete de noviembre. Pero ya ha pasado tiempo desde el veintisiete de noviembre y estamos en el último de los domingos de Adviento. Hemos ido recorriendo un camino y dos de los principales guías en ese camino aparecen en las lecturas de hoy. El primero es el profeta Isaías y la segunda segunda guía en nuestro camino hacia Cristo, la Santísima Virgen María. El profeta Isaías aparece en un texto del libro que lleva su nombre en el capítulo séptimo. Conviene recordar un poco en qué momento de la historia del pueblo de Dios vivió Isaías para valorar lo que él dijo en su época y lo que luego significa para nosotros. Isaías vivió en el siglo octavo antes de Cristo, él vivió en Jerusalén, su familia era familia sacerdotal y familia real, es decir, sus parientes estaban relacionados con el palacio y con la sucesión al trono. Este conocimiento, esta cercanía con lo que tiene que ver con el rey, va a ser al mismo tiempo una especie de lugar de observación y del lugar de sufrimiento para Isaías. Me explico, estando tan cerca del rey, Isaías se da cuenta de que el compromiso de alianza que Dios tiene con el pueblo y también con el rey está continuamente amenazado. Efectivamente, el rey en ese momento, el rey de Judá que reinaba en Jerusalén, es el encargado de mantener la unidad del pueblo y también de defenderlo frente a muchos agresores. Sucede que en aquella época el pequeño reino de Judá está dividido con respecto al reino de Israel. Israel y Judá son los dos reinos que provienen del único pueblo que Dios eligió, pero ahora están divididos. El Reino del Norte se llama Israel y tiene como capital Samaria. El reino del sur es Judá; de manera que es un reino pequeño, pero además de tener a un pueblo adverso que es el pueblo de Israel, inmediatamente al norte, hay otros imperios que están amenazando, desde muy cerca está el imperio asirio, un poco más al norte del reino de Israel, y está también el reino de Egipto, un poco al sur de Judá. O sea que este reino de Judá se encuentra, como diríamos en sándwich, entre pueblos bastante poderosos y bastante agresivos. Todas esas amenazas van a llegar al rey, al rey de Judá. Y esas amenazas son las que en cierto sentido ponen a prueba la fe del pueblo judío. Por eso Isaías, que estaba relacionado con el palacio real y que tenía muy cerca al rey de Judá, estaba en un lugar precioso, en un lugar perfecto de observación de lo que estaba aconteciendo, pero ese lugar era un lugar de sufrimiento, porque entonces él veía como el rey o los distintos reyes tenían distintas tentaciones, básicamente tentaciones de infidelidad. La gran tentación de los reyes de Judá fue siempre reemplazar una fe viva en Dios por alianzas humanas, es decir, darle más importancia a la política, por decirlo de alguna manera, que a una fe robusta y firme en el Dios de la Alianza. Esto quiere decir que, por ejemplo, en el caso que nos relata o al que alude la primera lectura de hoy... Ese rey que se llamaba Ajaz, otras traducciones dicen Acaz, ese rey, estaba espantosamente amenazado porque venía una invasión muy fuerte del norte y como de costumbre, pues el rey tenía la tentación de volverse a las fuerzas humanas y buscar aliados únicamente en las fuerzas de esta tierra y no en el Señor. El problema de esas alianzas, es que resultan muy costosas para la fe, porque hacer alianza con estos otros reinos que eran reinos paganos, suponía intercambios de comercio, de cultura y también de religión, y a veces incluso verdadero vasallaje. Así que aceptar, por ejemplo, en el reino de Judá, aceptar la ayuda de Egipto, seguramente iba a suponer impuestos, iba a suponer las imposiciones de Egipto. Y es ahí donde Isaías quiere infundirle fuerza al rey y le dice: -Mira, Dios sigue cumpliendo la promesa que nos hizo-. Siglos atrás Dios había hecho una hermosa promesa a través del profeta Natán. Natán, según cuenta el capítulo séptimo del segundo libro de Samuel, le había hablado a David y le había dicho: -Mira, el Señor va a sostener, va a sostener el reino-, pero eso costaba trabajo creer a Ajaz. Y entonces es ahí donde Isaías le da una señal de esperanza, le dice: -Mira la doncella-, refiriéndose a la esposa del rey seguramente, -la doncella está embarazada, Dios sigue cumpliendo su promesa, Dios no nos ha abandonado, Dios es fiel, tenemos que poner nuestra esperanza en Él-. Ese es el mensaje de Isaías. Y ese mensaje tiene que llegar también a nosotros, porque en momentos de tribulación también nosotros podemos caer en la búsqueda de alianzas humanas y de poderes que no son el poder de Dios. Cuando nos vamos a otras religiones, cuando nos vamos a la brujería, cuando nos vamos a los horóscopos, estamos diciéndole a Dios -Tú no eres suficiente-. Pues aquí está Isaías para decirnos Dios es fiel, solo Dios basta, Dios es poderoso, Dios no nos va a abandonar. Tremendo mensaje para culminar el Adviento. Tremendo mensaje para recibir al Mesías.

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