Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

El regalo de Navidad es Jesucristo, pero sólo lo descubrirán aquellos que, desde sus necesidades se abran al amor de Dios.

Homilía aa04007a, predicada en 20101219, con 13 min. y 9 seg.

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Transcripción:

Este es el tiempo de los regalos. En el presupuesto grande o pequeño de todos nosotros, creo que siempre reservamos algo para esos seres de nuestra familia, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo. Tiempo de regalos..., ¿Y a quién no le gusta recibir un regalo? Jesús es el gran regalo en la Navidad. Y la primera advertencia es: -Tengamos cuidado, no sea que, quede tan sepultado Jesús debajo de los demás regalos, que se nos olvide que el principal regalo es Jesús-. Él es el regalo que el Padre Celestial nos ha dado.

Y dice el Apóstol San Pablo en la carta a los Romanos: -El que no nos negó ni siquiera a su Hijo, cómo no nos dará con Él todas las demás cosas-. Es decir, que Jesús no solamente es un regalo, sino que es el regalo que hace que todo lo demás se vuelva regalo. La vida misma se vuelve un don inestimable, cuando está llena de la presencia de Cristo.

Los días tienen significado porque para el cristiano, antes que el sol, amanece Cristo. Las noches son bellas porque hay una luz que nunca se extingue, esta luna que conocemos tiene sus tiempos en que desaparece. En cambio, la sabiduría de Dios en Cristo no conoce ocaso. Así que el primer mensaje es descubrir a Jesús como regalo. Pero esto a veces no resulta sencillo.

Desde hace años me gusta la comparación entre Jesús como un pan delicioso. Él es el pan de los ángeles y las personas que comulgan con amor sienten esta dulzura en su alma. Jesucristo es alimento delicioso, pero como pasa con los demás alimentos, se necesita hambre para poder degustarlo. Cuando uno está relleno, ahíto de toda clase de comidas, no encuentra la dulzura de un plato que le traigan, por más delicioso que sea. Y así nos puede suceder a nosotros, a veces nos llenamos de tantas cosas que llega a Cristo y entonces no tenemos hambre de Cristo.

Las lecturas de hoy nos ayudan a descubrir en qué consiste esta hambre. Miremos sobre todo la primera. Se trata de un rey llamado Acaz, este rey se encontraba en una situación tremendamente apurada. Si miramos la geografía, recordemos en nuestra mente esa parte del mundo, pues podemos decir que el reinado de Judá era más o menos como la mitad del área que actualmente tiene el país de Israel. Ese era el reinado de Judá, algo bastante pequeño, ciertamente, y sobre todo pequeño, si se compara con los vecinos que tenía. Lo mismo que puede sentir un niño o una niña cuando le toca ir a un colegio nuevo porque ha cambiado de barrio, de ciudad y en ese colegio hay unos grandulones con mala cara, malgeniados, regañones, abusadores.

Pues así se sentía también Acaz, porque sus vecinos eran espantosos, eran gente con tremendas pretensiones de dominio, gente muy poderosa y terriblemente cruel. Estamos hablando hacia el sur del reinado de Egipto y hacia el norte del reinado de Asiria. Y Asiria, recuerde, el mapa en su mente, iba desde un poquito más al norte de Jerusalén hasta prácticamente lo que es Turquía hoy. Ocupaba su buen terreno, tenía una capital altiva llamada Nínive. Entonces Acaz se sentía como en sándwich entre esos dos gigantones. Se sentía asustado, había perdido la esperanza, había perdido el corazón, ni siquiera se atrevía a orar.

Hay momentos en que una persona está tan tremendamente triste, desesperada, que ni siquiera quiere orar, porque en el fondo del alma tiene como miedo... -Quizás Dios no existe-, -quizás a Dios no le importa mi vida, quizás Dios no me va a responder, quizás el plan de Dios es otra cosa., ¿quién sabe?, -Lo único que yo sé es que estoy aquí muerto de miedo, oprimido por estas circunstancias terribles, eso era lo que vivía Acaz.

Entonces hay que relacionar la experiencia de Acaz, con algunas cosas que a uno le pueden pasar en la vida. Imaginémonos lo que siente una persona que tiene ¡muchas, muchas, muchas deudas!, y realmente ya no tiene de quien echar mano y se siente así, ahogado, oprimido y ya no sabe si rezar, si no rezar.

Imaginémoslo ¿que siente una persona a la que le acaban de contar que tiene una enfermedad incurable? No sé. Por estos días he oído historias de varias personas a las que el cáncer se las ha llevado prontamente. Y ustedes saben que hay unos tipos de cáncer que son muy agresivos. Por ejemplo, el cáncer de páncreas o el cáncer al hígado. Imagínate. Dios nos libre. Imagínate una noticia de esas: -Te hemos detectado, tienes invadido tu hígado de cáncer. Por eso, lo que estaba sintiendo. Imaginémonos esa experiencia. Me queda un mes, tal vez dos meses de vida. No me queda más?

El mundo se achica, el ánimo se empobrece; uno se siente asfixiado, uno siente que los poderes de las tinieblas, los poderes de la muerte, de repente se han aproximado y están atornillando su presión sobre uno. Eso fue lo que vivió Acaz. Estaba tan asustado, tan desorientado, pobre hombre. Ustedes pueden sumar por favor, sus propias experiencias. ¿Quién se ha sentido así? Hay momentos en que una traición, por ejemplo, una traición afectiva. Tú le has puesto todo tu corazón a una persona, esa persona te falla; y esa persona se había convertido, como en la razón de tu vida hasta cierto punto. Y de pronto, de repente, todo se derrumba, todo se agrieta, todo es incierto, es un momento de opresión, es un momento de angustia. Por supuesto, la palabra angustia viene de la misma raíz de angosto. La angustia es la sensación de que el mundo se me volvió angosto, -estoy oprimido, no puedo respirar-.

Acaz estaba en esa situación y el profeta Isaías quiere de algún modo infundirle la certeza de la victoria de Dios a Acaz, y le dice: "Mira, Dios está contigo, pide una señal".

Reconozcamos en favor de Acaz que no era nada fácil creer que Dios estaba ahí presente. Eso de que por la mañana te llegue una carta de Egipto diciendo -que te voy a invadir- y por la tarde te llegue la carta de Asiria diciendo -que te invado yo primero-, dice uno y es que ¿yo estoy en feria? o ¿qué es lo que pasa? El pobre Acaz no sabía qué hacer en tales circunstancias. Isaías le dice -No-, que espérate, que cálmate, que pide una señal; pero no se atrevía a pedir una señal Acaz, y dice: -no, yo mejor no pongo pruebas a Dios-.

Acaz se encuentra en la situación de agnosticismo en la que viven muchas personas hoy; hay una cantidad de gente que no sabe qué hacer. Se les muere un pariente, pero como no están seguros si existe Dios o no existe Dios, dicen: -pues será ir a la misa, pero yo no sé si rezar porque, ¿qué tal uno reza y no haya Dios?, pero ¿qué tal que no rece y sí haya?, entonces ahí vamos a ver qué hacemos...

Y en esa incertidumbre se encontraba Acaz. Isaías lo regaña. ¿Te parece poco tener cansados a los hombres, que también quieres cansar a mi Dios? Y aquí viene la parte que más me interesa, le dice Isaías: -Dios por su cuenta te va a dar una señal..., la doncella está esperando a un hijo-. Dicen los que saben de estos temas de Biblia que cuando Isaías dijo esa profecía se refería precisamente a la esposa de Acaz. Es decir, lo que estaba diciendo era, el Dios que prometió estar con David y con su descendencia, no se nos olvide que Acaz era descendiente de David, el Dios que prometió estar contigo y con tu descendencia, ya, ya tiene preparado el relevo. Ese Dios que es fiel y que es firme, ese Dios que permanece, ya tiene el relevo. Ya viene un niño en camino..., Dios mantiene su palabra.

Bueno, todo esto es para decir que son los momentos difíciles y son los momentos de angustia en donde uno realmente solo tiene dos caminos: Uno de ellos se llama la nada, se llama el suicidio, se llama la desesperación, es atraer a todos los demonios de la muerte y lanzarse al abismo de fuego. Y hay gente que toma ese camino. Dios tenga piedad de ellos. Pero hay otro camino, y ese otro camino es abrir el oído al profeta. Es creer que Jesús puede venir. Y por eso muchas veces los momentos de angustia son los momentos en que descubrimos a Dios de una manera tan viva, tan viva, tan viva, que como dice la canción: -aunque todos me digan que eso no es verdad, yo lo siento en mi vida-. Eso fue lo que vivió Acaz. Y efectivamente, aunque estos dos gigantones, Egipto y Asiria hicieron tantas amenazas, el reinado de Acaz terminó sin que ninguno de los dos logrará su cometido.

Dios mantiene su promesa. El momento de la angustia puede ser momento de desesperación, pero puede ser también momento de esperanza; puede ser el momento para decirle al Señor: -Tú sabes quién soy yo-, -Tú sabes que solo te tengo a ti-, Tú sabes que los amigos fallan, Tú sabes que ese amor al que yo había empeñado mi confianza falló, Tú sabes que esa plata que me iba a llegar nunca llegó, Tú sabes que mi cuerpo falla y por eso estoy enfermo y me voy a morir en menos de dos meses, Tú sabes que mi mundo se agrieta, Tú sabes de qué estoy hecho, Señor, ten piedad de mí.

Y cuando uno llega a ese momento, y cuando uno se abre así al amor de Dios. Y uno dice Señor, todas las puertas parecen cerradas, pero hay una puerta que eres tú. Porque Jesús dijo: -"Yo soy la puerta, yo quiero abrirme a tu amor"-, Señor Jesucristo, yo quiero recibirte en mi corazón y entonces suceden maravillas.

Ese es el momento en el que Jesús se vuelve verdadero regalo para nosotros. Sí, mis hermanos, Feliz Navidad. Que tengamos una feliz Navidad, una Navidad en Cristo, una Navidad en la cual podamos transformar todas nuestras angustias en momentos de profunda y sincera oración para decirle a Jesús -Tú eres el único-. Tú eres más importante que la salud que yo tenía, la plata que yo tenía, los amigos que yo tenía, la novia, que yo tenía, el novio que yo tenía, porque hasta los fuertes caen, -solo Dios permanece-.

Que esta sea la Navidad en que tu descubres que Jesús permanece y que Él es el regalo que nunca se agota. Amén.

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