Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

El apelativo propio para san José no es padre "adoptivo" ni padre "putativo" sino padre "virginal," porque en él, lo mismo que en María, la virginidad es fecunda.

Homilía aa04006a, predicada en 20101219, con 35 min. y 1 seg.

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Transcripción:

En la traducción que acabamos de escuchar se dice que María estaba comprometida para casarse con José. Tal vez una palabra que resulta más familiar a nuestros oídos es que María estaba desposada con José. Los judíos tenían la costumbre de los desposorios. Y los desposorios eran en realidad la entrada en la vida matrimonial, en el sentido de asumir un compromiso entre el hombre y la mujer. Tú eres para mí, yo soy para tí.

Era una palabra supremamente seria la que se empeñaba ahí. Incluso en nuestra cultura, cuando ya una persona ha dado palabra de matrimonio, se considera que esa promesa tiene un valor muy alto, no tiene todavía repercusiones jurídicas o legales, pero en el corazón de los contrayentes y en el corazón de las familias y de los amigos, ya eso es algo muy serio decir que alguien está comprometido para casarse, que alguien ha empeñado palabra de matrimonio. Todavía era más serio ese compromiso en tiempos de Jesucristo.

Los judíos acostumbraban celebrar el matrimonio como en dos fases, la primera fase eran los desposorios y la segunda fase era cuando empezaban a vivir juntos. Pero la palabra que se empeñaba en los desposorios ya era una palabra sagrada, hasta el punto que si se cometía adulterio, si había infidelidad; el castigo para la persona que cometía esa infidelidad, concretamente el castigo para la mujer era exactamente lo mismo que si se hubieran casado en toda regla. Es decir, que para todos los fines prácticos los desposorios equivalían al matrimonio, solamente que la pareja no empezaba todavía a cohabitar. No vivían juntos, pero incluso había la posibilidad de tener intimidad.

No se veía mal, hubiera sido un poco extraño, pero no se veía mal que durante el tiempo de los desposorios la mujer quedara embarazada de su esposo, de aquél con el que se había desposado. Esta introducción hay que hacerla para comprender qué fue lo que sucedió en ese albor de la vida de Jesucristo cuando estaba por nacer nuestro Señor, porque de eso es de lo que trata el Evangelio. "Este es el origen de Jesucristo;" -dice-

María y José estaban desposados; Yo sigo utilizando la palabra tradicional, pero resulta que María queda embarazada. Lo que cabe suponer, humanamente hablando, es que ha habido un intruso y se ha cometido una infidelidad. Eso es lo que humanamente se podía suponer. Por eso, José, no queriendo exponer a María a la infamia, quiere romper secretamente el desposorio, dando así oportunidad con un acto muy grande de generosidad, dando así ocasión a que María se uniera legítimamente en matrimonio con la persona que se supone que la había embarazado. Fue un acto de enorme generosidad de parte de José, que indudablemente tuvo que causarle bastante incertidumbre, porque él tenía que conocer la familia de María y tenía que saber también qué clase de joya preciosa era esta niña. Y precisamente porque sabía de esas calidades con un acto muy grande de generosidad, repito, él lo que hace es quitarse él, dando paso a que se realice entonces otra unión. Pero no quiere castigo ni muerte para María.

Aquí yo creo que hay una lección muy grande, porque eso es verdadero amor. El amor que incluso en medio de la incertidumbre, el amor que, se puede sentir incluso burlado, pero que no deja de amar. Es decir, José no deja de buscar el bien de María, incluso cuando no entiende lo que está sucediendo, incluso cuando puede tener algún temor de haber sido engañado. Incluso en esas circunstancias, el amor que tiene por María es más grande que todo, es más grande que sus dudas, es más grande que lo que no entiende, es más grande que lo que ignora., y por eso José toma esta actitud generosa. Así que José nos está contando, nos está mostrando en qué consiste el verdadero amor.

Con una definición más formal nos dirá Santo Tomás de Aquino que el amor de benevolencia, que es la cumbre del amor humano, es aquel amor que busca el bien de la persona amada. Esa es la clase de amor que muestra José en estas circunstancias tan difíciles. En esta penumbra tan dolorosa para él. Y esta es la clase de amor que tenemos que pedir nosotros, hemos de pedir al Señor que nosotros tengamos esa clase de amor. Un amor que va más allá de las limitaciones del otro.

Este es el amor que también la Iglesia espera que tengan los contrayentes. Por eso en la celebración del matrimonio, se hace esta pregunta con iguales o parecidas palabras. ¿Estás dispuesto?, -Se le pregunta, por ejemplo, al novio- ¿Estás dispuesto a amar a tu esposa en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza todos los días de tu vida? Se enuncian ahí unas pocas circunstancias la salud, la enfermedad, la pobreza, la riqueza; pero en realidad lo que se le está preguntando al novio es ¿El amor suyo está por encima de lo que venga; el amor suyo está por encima de lo que suceda; o el amor suyo está amarrado a condiciones? ¿Usted tiene un amor verdaderamente sin condiciones, un amor parecido al que tiene José en este pasaje del Evangelio?; ¿Es ese el tipo de amor que usted tiene?; ¿Usted ha alcanzado esa altura de amor? -y el novio o es decir, el contrayente en la ceremonia del matrimonio- se supone que dice: "Sí," -y al decir que sí, está diciendo- Yo amo a esta mujer joven, y cuando envejezca, saludable, y cuando se enferme. La amo cuando sonría. Y la amo cuando llore. La amo cuando esté simpática y cuando esté antipática.

-Eso es amar, eso es amor- Lo demás no es amar a la otra persona. Y ese es el grave problema que tenemos en las parejas, que el hombre no ama a la mujer ni la mujer ama al hombre, sino que ¿Qué?; sino que el hombre se ama a través de la mujer, es decir, por el bien que busca en ella. Muchas veces un bien solamente físico, de satisfacción, de placer, de gusto. Entonces, con ese bien él se está amando a sí mismo. Y por eso, cuando la esposa envejece y engorda y se gasta y se gasta precisamente al lado de él, y envejece al lado de él, y trabaja por él, entonces a este degenerado lo que se le ocurre es buscar otra mujer. Eso no se llama amor. Y el caso opuesto también se encuentra, aunque uno pensaría que es menos frecuente y por eso también a la mujer se le hace exactamente la misma pregunta. En la ceremonia del matrimonio ¿Usted está dispuesta a amar a este hombre sin condiciones? A casi todas las jovencitas, a casi todas las adolescentes, les encanta esa expresión. "Un amor sin barreras. Un amor sin condiciones. Yo te amo por encima de todo. Yo te amo, me entrego a ti sin condiciones".

Pero resulta que casi siempre sí hay condiciones. Y las condiciones no son únicamente la pobreza y la riqueza, la salud y la enfermedad, sino. ¿Y qué pasa si hubiera una falla de parte de él? -Ah, entonces ya no lo quiero-. ¿Y qué pasa si existiera una falta de parte de ella? -Ah, pues yo la mato-. Es una manera muy extraña de amar la suya, señor. Por eso yo estoy convencido de una cosa que decía mi maestro de novicios, el Padre Pastor Prada, que vivió tantos años aquí en Chiquinquirá. Y es que una buena parte de los matrimonios hasta inválidos, serán porque la gente no sabe lo que está prometiendo. La gente está diciendo palabritas y está diciendo que si te amo, que si me comprometo, pero no saben lo que está diciendo. Deberían mandarme todas esas parejas a mí. Y entonces yo, mirando a los ojos a ese señor, le digo: Si esta mujer le falla, ¿Qué pasa con usted? -A ver qué cara hace el hombre si le da trastorno, palidece, enrojece de ira, le da un desmayo, un soponcio-. Hay que averiguar qué pasa cuando la gente falla. Claro que hay fallas más graves que otras, pero hay que averiguar qué pasa con eso.

Hay que averiguar en dónde está la estatura del amor. El modelo del amor matrimonial es el amor de José y María. Es un amor que está por encima de condiciones. Tanto amaba José a María que incluso en la incertidumbre más espantosa, incluso en el temor de ser engañado, él pone en primer lugar el bien de Élla. Eso es amar. Por eso las niñas y las jóvenes que estén aquí presentes y las que luego puedan oír esta predicación a través de Internet, yo les pido que se hagan esta pregunta. Ese pedazo y pegote de novio que me he conseguido, que me mantiene abrazando y masajeando incluso en la basílica. -Porque esos casos hay y voy a tratar de no mirar a ninguna parte-. Ese pedazo y pegote de novio que no me suelta ni siquiera en la basílica, ¿Será que después me va a sostener así, si yo me llego a enfermar? o ¿Busca otra a la cual pueda masajear? Esa es la pregunta que hay que hacerse. ¿Cuál es la calidad de amor que tiene el pegote de novio que me conseguí?

Eso tiene que preguntarse la mujer, porque a veces por tener novio o enamorado -en Chile dizque llaman eso pololo- por conseguir pololo a como dé lugar. Porque ¿Cómo voy a ser yo la única de mis amigas que no tiene pololo? No puede ser, yo tengo que tener algo, alguna cosa, que sea un bulto de mugre, pero algo. Por tener cualquier cosa, las mujeres son las grandes responsables de lo que está sucediendo en la sociedad. Ahora ya le eché la culpa a las mujeres. Pues sí, porque si las mujeres se hacen respetar. Si las mujeres dicen este es un lugar santo y este no es lugar para que usted me esté masajeando y yo quiero saber cuál es la calidad de amor que usted tiene. Entonces, las relaciones de noviazgo y de matrimonio serían otra cosa.

Queridas mujeres, no aspiren ustedes, especialmente mujeres jóvenes. No aspiren ustedes a cualquier amor. Ustedes se merecen un amor de altura, un amor que vaya con respeto. Y ustedes, queridas mujeres, estén dispuestas también a amar con esa altura. Esa es la primera parte de la predicación. La calidad del amor de pareja. No se unan ustedes a cualquier trasto viejo por decir que tienen a alguien. Ya conseguí aquí un hombre. Ya conseguí aquí una mujer. Y luego los ve uno cantando la canción. Mejor solito.

Segunda parte de la predicación. Bendito sea Dios, que el desenlace de la historia de José y María es mucho más bello que cualquier otra historia. José, de alguna manera recibe el premio a su fidelidad, a su humildad y a su verdadero amor, a ese amor genuino que palpita en su corazón. Hay una palabra y un mensaje que viene del cielo.

José, hijo de David. -Lo llama hijo de David-, lo cual significa heredero de las promesas que Dios hizo al rey David a través del profeta Natán. Y esa promesa no es otra cosa sino la promesa mesiánica, la promesa de que Dios mantendría el cetro en la descendencia de David. Cuando el ángel llama a José, hijo de David, está diciéndole La promesa se cumple en ti y a través tuyo. Me gusta también recordar que al darle este título le estaba diciendo a José -Tú eres el verdadero rey-. José era rey y nadie lo sabía, ni siquiera tal vez el mismo José. José era rey y José era el descendiente de David. Era el que por derecho podía tener ese cetro. Y así llama el ángel a José lo llama hijo de David: "No tengas reparo en tomar por esposa a María. Porque el hijo que espera lo concibió por obra del Espíritu Santo".

Y aquí viene la parte mística. Aquí viene la parte más hermosa. Aquí es donde necesitamos que el Señor ayude nuestros corazones para que podamos comprender algo de lo que estaba sucediendo. Cuando José hace resolución en su corazón, de deshacer el vínculo que tenía con María para que María quedara libre; seguramente pensaba que María quedara libre para que pudiera hacer hogar con el que fuera padre de ese hijo, es decir, el intruso. Es un acto de amor, es un acto de humildad y de generosidad sublime. Pero ahora sucede una cosa que no se esperaba José, que estaba fuera de las expectativas de María y que incluso rebasa lo que nosotros podemos comprender. El ángel le explica a José que este niño ha sido concebido por obra y gracia del Espíritu y le dice que no tenga reparo en recibir a María como esposa y le dice que el nombre de ese niño lo debe poner José.

Sabemos bien por la cultura judía que es el papá el que le pone el nombre al niño. Y aquí es donde a uno se le revienta la cabeza pensando porque dice pero al fin, ¿Cómo es esto? El niño, si el niño no es de José; ¿Por qué José le va a poner el nombre? Y vienen las explicaciones que luego se expresan en el lenguaje que utilizamos para José. Por eso se habla de José como padre adoptivo de Jesús. No me gusta esa versión. Ese adjetivo se dice de José, padre putativo de Jesús. Aparte de que suena muy feo. Menos me gusta. Porqué la palabra adoptivo quiere decir el que adopta, el que recibe como suyo uno que no es suyo. La palabra putativo que viene de un verbo latino quiere decir el que se pensaba que era papá de Jesús, pero en realidad no era papá. Eso es lo que quiere decir putativo, el que en la opinión de la gente era el papá de Jesús. Pero el ángel le dice a José. Vas a ser tú quien le ponga nombre a ese niño. Y de alguna manera así está llamando a José, papá de ese niño. ¿Y por qué José entra a ser papá de ese niño?; ¿Y cuál es el papel del intruso, si es que hay intruso? Y la gran respuesta, la respuesta bellísima, es que en la concepción de nuestro Señor Jesucristo no hay intruso. Es decir, el Espíritu Santo de Dios no viene a reemplazar a José. El Espíritu Santo de Dios viene a bendecir a José y a María con este niño. No es que José haya tenido intimidad con María, no es que Cristo haya sido engendrado de esa manera.

Pero sí es que el Espíritu Santo de Dios le ha dado a María el ser virgen y ser fecunda, y ese mismo Espíritu, según el Evangelio que hemos escuchado hoy, le da a José el ser virgen y fecundo. Y por eso la palabra apropiada para referirse a la paternidad de San José, es José es el Padre virginal de Jesucristo. Así como María es la Madre virginal de Jesucristo, el Espíritu Santo no viene a reemplazar al papá, sino viene a bendecir a esta pareja para que sea fecunda en su virginidad. Así como María, sin experimentar intimidad con el varón, se vuelve madre, así también José, sin experimentar intimidad con la mujer, se vuelve padre. Y así como María es madre y virgen, así también José es padre y virgen. Lo que sucede, mis hermanos, es que la josefología, es decir, el estudio teológico de la figura de San José, está demasiado cruda. La josefología está demasiado cruda, no la hemos estudiado, no hemos apreciado el valor inmenso, la santidad colosal de este hombre, de San José.

Es decir, el Niño Jesús es la plenitud de alegría para María, que así se vuelve madre sin concurso de varón. Y el Espíritu Santo concede a José la alegría de ser padre sin intimidad con mujer. Este es el nuevo orden de cosas y no tiene nada de extraño que suceda así de modo inusitado, porque con Cristo empieza la nueva creación. Nada de extraño tiene que Cristo tenga este comienzo virginal, este comienzo en el que brilla tanto el poder de Dios y su ternura, siendo así que con Cristo empieza la nueva creación. En Cristo empieza el universo nuevo. Y por eso Cristo, aunque tiene a través de la carne de María un vínculo con el universo antiguo en su modo de ser concebido, en su modo de nacer, es el comienzo del universo nuevo.

Ese es nuestro Señor Jesucristo. Y por eso José resulta también aquí bendecido. María resultó bendecida con una maternidad que no sigue el orden de la naturaleza, porque la naturaleza misma tiene que abrirse a un universo nuevo. José resulta también bendecido con una paternidad que supera el orden de la naturaleza. José no es el guardaespaldas de María. José no es únicamente el que protege el nombre de María. José obra como verdadero esposo en la manera como la ama a ella, verdadero padre en la manera como educa a Jesús. Y eso es lo que encontramos cuando Jesús se pierde en el templo. El lenguaje que utiliza María en esa ocasión no es diciéndole al Niño Jesús -Mire, el que lo adoptó a usted dice que....- sino María dice Tu padre y yo te estábamos buscando. Porque José y María obran como verdaderos padres de Jesús, siendo sin embargo una paternidad virginal que responde al orden nuevo que se inaugura precisamente con Cristo, porque en Él se renuevan todas las cosas.

O sea que José no es simplemente el modelo del esposo para los amores en esta tierra, según lo explicamos en la primera parte de esta predicación. Sino que José, lo mismo que María es el gran testigo, es el gran proclamador del comienzo de un mundo nuevo en el amor virginal de José, que por eso se le representa con el lirio de la pureza. En el amor virginal de María., se anuncia un universo nuevo, un universo en el cual el amor es fecundo más allá de las posibilidades de la naturaleza.

Ese universo nuevo que se inaugura con Cristo y que tiene sus voceros más autorizados en María y en José. Ese universo ya tiene trasuntos de cielo, porque en una discusión dijo nuestro Señor Jesucristo, refiriéndose a las personas que ya han muerto y que irán a la bienaventuranza con el Padre Celestial, dijo Cristo: "Estos no pueden casarse, son como ángeles de Dios". Es decir, que el amor virginal que vemos brillar en María y en José no solamente es el modelo más alto para los amores de esta tierra, sino que ya es como la introducción, como el aperitivo para la calidad de amor que se tendrá en los cielos. Y de aquí se entiende la hermosura de la vocación virginal que los cristianos practicaron desde los primeros siglos, empezando por supuesto, por Cristo, esposo de las vírgenes, pero siguiendo también por Juan Bautista, por el apóstol Pablo, por Juan Evangelista y por tantos otros. Algunos de los cuales aparecen en el Nuevo Testamento.

El ejemplo de José, que es virgen y fecundo, el ejemplo de María que es virgen y fecunda, es un discurso para aquel que quiera tener oídos. Es un discurso que habla de la grandeza del amor virginal, el cual es anuncio de ese mundo nuevo y de esa realidad definitiva del cielo.

Por eso me corresponde a mí como predicador no solamente dar consejos a aquellos que se van a casar, sino también animar a aquellos que por el Reino de los cielos hemos renunciado al matrimonio, si vivimos santamente nuestra vocación virginal, nosotros, los que hemos renunciado al matrimonio, somos anuncio de un mundo nuevo. En los ojos de la persona consagrada a Dios, en su sonrisa, en su abrazo, en su cariño. Si deveras vive su vocación virginal, su celibato por el reino de los cielos, en esa calidad de amor aparece algo, algo, de cielo; algo de la manera de amar de Cristo. Ese camino, de algún modo lo inauguraron también José y María, el papá y la mamá virginales de Jesucristo.

Así que anímense los que han venido hoy a la Misa, especialmente los jóvenes y las jóvenes, anímense diciendo en su corazón puesto que soy redimido por la sangre de Jesucristo, el Cordero sin mancha, puesto que el mismo Espíritu que ungió a Jesús me ha ungido a mí; solo tengo dos posibilidades: o me voy a orientar por un santo matrimonio en el cual se viva esa calidad de amor de la que hablamos en la primera parte de esta predicación. Santo matrimonio en el cual el amor se vive más allá de las limitaciones de la carne y de la sangre -O me oriento por ese lado-, o me oriento por una vocación virginal de celibato por el reino de los cielos?.

Este es un hermoso día Para que quienes han venido aquí a visitar a la Virgen hoy el nombre la Virgen, consideren seriamente ¿No será que yo estoy llamado a un amor virginal? Los religiosos y los sacerdotes que hemos prometido celibato por el Reino de los cielos, estamos llamados a mirar en el espejo de pureza que es María, y a descubrir en el palpitar Santísimo de su Corazón Inmaculado nuestro estilo de amor. Tú, que has venido a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, hazte esta pregunta ¿Será que yo necesariamente me tengo que casar? Como decía un portero que trabajaba en uno de nuestros conventos -Sí padre, yo me caso, me caso porque me caso aunque me muera de eso- ¿Será que tú necesariamente te tienes que casar?; ¿Será que el matrimonio es la única posibilidad?; ¿No será que estamos haciendo hoy en día del matrimonio simplemente un permiso para tener mucho sexo? Permiso que luego se rompe ¿Sí será que tanta gente que busca matrimonio por la ley civil, por la ley eclesiástica o por la ley del monte; será que todos esos que se casan realmente tienen vocación de matrimonio? ¿No será que muchas de esas personas en realidad estaban llamadas para cultivar un jardín de lirios en su corazón y seguir el ejemplo de José y de María?

Por supuesto que es una vocación que tiene dificultades y tentaciones, pero, por Dios, ¿Qué vocación no las tiene? Los que se casan igual tienen dificultades y tienen tentaciones. Y hay veces que sucede lo que le pasó a un par de amigos míos que fueron amigos hasta la conversación que paso a contarles. Resulta que estos dos amigos iban caminando un día por la calle y el uno le dice al otro, siendo casados ambos, le dice el uno al otro ¿Sabes qué me está sucediendo? Que me gustan todas las mujeres menos la mía. Y le dice el otro Pues a mí me pasa lo mismo que me parecen bonitas todas las mujeres menos la tuya. Hasta ahí duró esa amistad.

Hermanos, el matrimonio tiene sus dificultades y tentaciones. Por eso decía otro amigo padre es que no es tan fácil eso de vivir con una mujer que no es de la familia. Todas las vocaciones son difíciles. Todo lo que vale la pena requiere esfuerzo. Por eso se dice -Vale la pena, merece la pena-. Quiere decir que hay esfuerzo. Una vocación santa de matrimonio requiere millones de renuncias para descubrir la grandeza del verdadero amor y una vocación sacerdotal bien vivida tiene muchas renuncias y una vocación de una religiosa como la que tenemos aquí y otras que estén, o de una Virgen consagrada como las que están atendiendo allí en el despacho del frente de la Basílica. Ellas son vírgenes, seglares dominicas. Estas vocaciones tienen renuncias y tienen dificultades. Es posible incluso que haya resbalones y caídas. Pero más allá de nuestras caídas, todos solteros o casados, vírgenes por el Reino de los cielos o unidos en santo matrimonio. Todos tenemos que levantarnos, mirar hacia Jesús y seguir el camino, porque todas las vocaciones son difíciles.

Resumen: Hemos comentado dos cosas, basándonos en los ejemplos de José y de María. En primer lugar, hemos hablado de cuál es el verdadero amor de pareja. El verdadero amor de pareja se contiene en la fórmula del matrimonio, en el rito católico amar más allá de la pobreza y la riqueza, la salud y la enfermedad. Ahí está la fórmula.

Segundo punto: Hemos hablado de cómo el Espíritu Santo hizo Madre virginal a María. Hizo padre virginal a José. Cómo el Espíritu viene a bendecir la unión de ellos y no a suplantar a ninguno de los dos. Como el Espíritu amor de Dios al mismo tiempo está anunciando en ese don virginal un nuevo modo de amar, que por supuesto, lo realizó de manera excelsa nuestro Señor Jesucristo, y que es la inspiración de todos los que queremos ser célibes por el Reino de los Cielos. Y de ahí la alternativa con la que te dejo. ¿Quieres tú encaminarte hacia un santo matrimonio? Un matrimonio que valga ese nombre o ¿Quieres orientarte hacia el celibato, la virginidad consagrada por el reino de los cielos? En ambos casos, ten claro que tu cuerpo y tu alma, que tu corazón y tu mente valen mucho, valen tanto que por ti y por tu salvación vino Cristo a esta tierra. Por ti se hizo hombre y murió en la cruz.

A Él la gloria por los siglos. Amén.

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