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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Buscar un lugar de nuestra alma para que nazca Jesús.
Homilía aa04001a, predicada en 19951224, con 30 min. y 38 seg. 
Transcripción:
Dice el Santo Evangelio. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Y se refiere a su nacimiento en nuestra carne. Porque hay en Jesús, un doble nacimiento de acuerdo con lo que enseña la Iglesia., Uno antes de los siglos de Dios solo; y por ese nacimiento dicen los Evangelios, dice el cuarto Evangelio: "-En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios-". Y el segundo nacimiento, de la carne de María Santísima y de la estirpe de David, del cual dice el mismo cuarto Evangelio: "-Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros-". Jesús, Jesucristo nace dos veces. Tiene, por decirlo así, un doble principio. No tenemos un caso semejante ni en los cielos ni en la tierra. Nosotros nacemos una sola vez. De las otras personas de la Santísima Trinidad, no se habla de un doble nacimiento, ni de los ángeles tampoco. Jesucristo, pues, es absolutamente único en los cielos y en la tierra, porque es el único que tiene ese doble nacimiento, por decirlo así. Jesús volvió a comenzar. Volvió a comenzar. Y tiene un doble principio. En cierto modo estamos diciendo que volvió a comenzar. Y hay que mirar el misterio de la Navidad como un nuevo comienzo de Dios. Hay que mirar el misterio de la Navidad. No con una idea de Dios para aplicársela a ese niño; sino para descubrir en ese niño y desde luego, en su crecimiento, en su predicación, en su muerte, en la cruz, en su resurrección, para buscar en ese niño qué quiere decir la palabra , Dios. Si tomamos en serio que el nacimiento de Cristo fue de esta manera, como nos dice el Evangelio, si tomamos en serio que Cristo tiene ese doble principio y de otra manera no podría tener dos naturalezas, nosotros no podemos venir con una idea de Dios para aplicarla a ese niño, a ese bebé; sino que más bien será Él el que tenga que contarnos cómo es Dios. Por otra parte, si es un nuevo comienzo, es también un nuevo comienzo para la humanidad. En este Jesús de cuyo nacimiento nos habla el Evangelio de hoy, no solo vuelve a empezar Dios, sino que vuelve a empezar la creación, vuelve a empezar el ser humano, vuelve a empezar el ser humano, porque este nacimiento de Jesucristo no proviene de semilla, de varón. Vuelve a empezar el ser humano, porque de otra manera no podría ser salvada la humanidad. Precisamente el Antiguo Testamento, en síntesis, lo que está probando es que el hombre no se puede salvar a sí mismo. Si Jesús no fuera un nuevo comienzo para la humanidad, Jesús tampoco podría ser el Salvador de los hombres. Y esto significa que yo no puedo ir con una idea de hombre o de lo que significa ser humano, para aplicárselo a este niño. Sino que más bien es Él, en su nacimiento, pero desde luego que también al crecer, al predicar, al amar, al morir en la cruz y al resucitar, es Él el que me va a contar lo que significa ser, humano. En síntesis, lo que queremos decir es que si Cristo tiene esos dos principios en el misterio de la Navidad, vamos a empezar a ser enseñados por Dios. En el misterio de la Navidad, vamos a conocer quién es Dios, y en el misterio de la Navidad vamos a conocer quién es el hombre. Nuestros ojos pueden aprender de este maestro, ¿Cómo es Dios? ¿Cuáles son sus gustos, sus preferencias, su poder? ¿Cuál es su estilo? Eso lo vamos a aprender ahora; no podemos darlo por aprendido. ¿A qué clase de gente prefiere Dios? ¡que nos lo cuente Jesús! ¿Qué quiere decir que Dios es todopoderoso? ¡Que nos lo diga Jesús!. Dios es muy sabio, ¿Eso qué significa?, ¡Mira a Jesús!. Nos habían dicho que Dios puede perdonar pecados. ¿Qué quiere decir eso? ¡Escucha a Jesús!. Cuanto más atentos estemos a este maestro, más pronto avanzaremos en el conocimiento de Dios. Pero igual, queremos saber ¿qué es el hombre? ¡Mira a Jesús!. ¿Puede una persona hacer milagros? ¡Mira a Jesús!. Ah, ¡no! ahí si hizo trampa, ahí sí hizo trampa. Porque es que Él era hombre, pero Él también era Dios; en cambio, yo soy..., yo soy muy humano, yo no soy ningún santo, yo soy muy humano. Yo, por eso tengo mis defectos. A veces uno se sale de sus casillas, a veces uno se disgusta. Significa este argumento que entonces, Jesús, ¿qué? El hecho de que podamos afirmar de Jesús que es Dios, le resta algo de ¿humanidad?. -Leamos los evangelios-. Yo llegué a este punto porque dije lo de los milagros. Leamos los Evangelios... ¿Qué nos dicen? Allá le dice Jesús a los apóstoles "-El que cree, hará obras como las que yo hago y aún mayores.-" ¿No sabía Jesús que eso lo podían escuchar mis oídos?, que son oídos de un hombre enteramente hombre, enteramente humano, enteramente pecador. ¿Fue que Jesús no tuvo la precaución de decir?, -Pero estas palabras valen solo para los que sean santos desde chiquitos-; ¿se le olvidó a Jesús añadir esa frasecita? -Hará obras como las que yo hago y aún mayores-. Y se le olvidó añadir: -Pero toca haberse portado muy bien y nunca haber desobedecido y nunca haber tenido un mal pensamiento ni haber dicho una palabra dura-. Y cuando Jesús dice: "-lo que hicisteis a uno de estos, mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis-". ¿No sabría acaso que esos pobres y esos humildes hermanos a veces son crueles y son injustos, y son pecadores? O Jesús dijo: -lo que hicisteis a uno de esos pobres, pero solo los pobres, buena persona, eso me lo hicisteis a mí-. ¿Es que Jesús no sabía que hay pobres, que son malas personas, que son malas personas?. ¿Es que no sabía Él que hay pobres que son injustos y orgullosos y crueles y mentirosos? ¿Jesús no sabía eso?. Y con esos pobres, los que son injustos y mentirosos y crueles, con esos, ¿no se identificó Él? fue que Él dijo: -Yo me identifico solo con los pobres que son aseados y que son justos, y que son sonrientes y que son orantes- Él no dijo: -de ahora en adelante me identifico con los pobres, pero con los pobres santos- ¡No!, Él dijo -Me identifico con los pobres sin más, con ese que tiene hambre, que tiene sed, que padece desnudez o cárcel-. De manera que esa disculpa se nos debe acabar en esta Navidad. En este cuarto domingo de Adviento se nos tiene que acabar esa disculpa, esa disculpa que venimos repitiendo de que -¡como yo no soy Dios!-, voy a decir algo que es una herejía., Jesús..., porque puede parecer herejía, -Jesús, no obró en razón de la idea que nosotros tenemos de Dios, aún más, Jesús obró como si no fuera Dios, es decir, como si no fuera ese Dios que nosotros nos imaginamos-. Porque el Dios que nosotros nos imaginamos es el Dios mago, el Dios que hace un chasquido y suceden las cosas. Entonces uno tiene en su cabeza, la imagen de que Dios es el Dios mago, que le basta el chasquido de dedos para que sucedan las cosas. Y entonces Jesús sería una especie de súper potente, de súper poderoso, al que le bastaba el chasquido de dedos para hacer las cosas, pero que sin embargo se frenó. Él hubiera podido hacer muchas cosas porque Él era como un mago; hubiera podido hacer muchas cosas, pero se frenó. Y ¿por qué se frenó? Dice uno, -para darnos ejemplo-. Entonces Jesús hubiera podido con un chasquido, calmar su hambre y no sentir hambre. ¡Pero por darnos ejemplo!, dijo: -hombre, yo voy a ver cómo es eso del hambre-, Jesús hubiera podido con un chasquido, evitar el frío, pero dijo bueno, como estos pobres sufren frío, yo voy a ver qué es eso del frío. Claro, cuando uno se compara con ese Jesús Superman, cuando uno se compara con ese Jesús, uno dice Ah, no es que usted..., en cualquier momento que la cosa saliera mal, usted con un palmoteadito , un chasquido, una orden y todo se componía. Pregunta: Dos preguntas. ¿No es esa la imagen que a veces tenemos de Jesús? Segunda pregunta ¿Un Jesús así, es, el Dios con nosotros del que nos ha hablado el Evangelio de hoy? ¿Realmente estaría con nosotros?, ¿Realmente sería de los nuestros un Jesús así?, Un Jesús que tiene frío, pero no lo sufre, que sufre frío pero no lo sufre; ¿un Jesús así puede salvarme a mí?, que cuando me da hambre me sabe dar y cuando me da frío me sabe dar; y cuando me da tristeza me sabe dar. Un Jesús así ¿tiene algo que decirle a mi tristeza, a mi dolor, a mi soledad, a mi hambre, a mi frío y sobre todo, a mi muerte?. Un Jesús así ¿porque suda sangre? allá en Getsemaní, -no, fue por darnos ejemplo-, Él dijo -bueno, voy a sudar sangre-, y empezó a sudar sangre. Y cuando uno está al borde de la angustia; como aquella señora que me mandó a llamar desde el hospital, víctima de grave enfermedad terminal y me dice: -Yo sé que me voy a morir y tengo miedo- a esa señora, entonces yo no le podría leer el Evangelio. Porque si le leo el Evangelio y el Evangelio dice que Jesús, que el Evangelio dijera, que Jesús quiso sentir lo que era la angustia de la muerte... Y entonces, hizo un chasquido y empezó a sudar sangre. Si Jesús no se angustió verdaderamente frente a la muerte, Jesús no tiene nada que decirle a un enfermo terminal. Si Jesús no sintió hambre y sed, no tiene nada que decirle a los sedientos y a los hambrientos. Si Jesús no sintió opresión y humillación, nada tiene que decirle a los oprimidos y a los humillados. Si Jesús no sabe de mi tristeza, de mi abandono, de mi soledad, no tiene nada que ver conmigo. Y no podrá ser mi Salvador, y este evangelio de hoy es mentira, entonces. Entonces no es Dios con nosotros, está demasiado lejos este Jesús, jamás cambiará mi vida. Pero el Jesús de los Evangelios, no el Jesús que yo me quiero imaginar y que me lo imagino porque tengo una imaginación de Dios. Uno se imagina, yo no sé qué omnipotencia que se parecen más a los poderes mágicos de las series de la televisión o a los poderes mágicos de los dioses griegos; uno se imagina no sé qué poderes mágicos y se los aplica al Dios del Antiguo Testamento, Y luego, armado con esos poderes mágicos se los aplica a Jesús, y le resulta un Jesús que no sirve para nada, que no cambia el mundo, que no puede renovar ni redimir la vida. Yo por eso creo que de los propósitos que podemos hacer al llegar a esta puerta final del Adviento, ya en el cuarto domingo, de los propósitos que podemos hacer es esto: -Señor, dame la gracia de aprender, ¿quién eres?, de aprender ¿quién es Dios?- No lo des por hecho-, de aprender ¿quién es el hombre? No lo des por hecho. Tú no sabes hasta dónde llega la verdad de tu humanidad, eso no lo sabes. No des por hecho que ya sabes lo que es el ser humano, menos des por hecho que ya sabes lo que es Dios. -Señor, dame la gracia de aprender, pero para eso dame la gracia de olvidar una cantidad de barbaridades-, -Señor, no permitas que me quede yo agarrado, que me quede yo encarcelado, en mis antiguas ideas-; -Señor, dame la gracia, Señor, danos la gracia de renovar nuestra fe en ti-. Y hay mucho que olvidar, hay mucho que olvidar sobre Jesús; hay mucho que aprender, pero hay mucho que olvidar..., así como no se puede llenar de agua, limpia una jarra que está llena de agua sucia, primero hay que sacar la sucia. Así también nosotros tenemos que entrar en la escuela de Jesús, en el misterio de la Natividad, hay que entrar en la escuela de Jesús; porque seguramente va a resultar, seguramente va a resultar que después de que Dios por gracia se ha hecho hombre, nosotros por gracia podemos ser hechos Dios. Dije al principio que solo en Jesús hay dos principios. Hay dos comienzos. Pero eso no es del todo cierto. Gracias a que Jesús tiene un doble principio, también en cierto modo hay un doble principio para nosotros. Uno de nuestra mamá y otro del agua y del Espíritu. Hay que nacer de nuevo del agua y del espíritu. Yo creo que eso es la Navidad. Contemplar el doble principio de Jesús y aplicarlo a nosotros y vivirlo en nosotros, en la realidad de la fe. La fe no es -un como si-..., la realidad de la fe. Nada es tan real como la fe. En la realidad de la fe, tener también nosotros un doble principio; aunque el orden sea un poco inverso; Jesús primero nace de Dios y después nace de María, nosotros primero nacemos de nuestra madre, primero nacemos de nuestras madres y después nacemos de Dios. Que Jesús, el Señor nos conceda aprender mucho, pero también olvidar mucho, para que descubramos hasta dónde estamos salvados, para que descubramos hasta dónde llega el misterio del pesebre. Hay que saber buscar en el alma el pesebre. Yo quiero terminar con esa reflexión ¿Qué nos dice el Santo Evangelio? El Santo Evangelio nos dice que cuando ellos no encontraban ese lugar donde naciese Jesús, pues tuvieron que salir propiamente del poblado., Y dice Aquí -le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre-. Ese pesebre no lo hicieron ellos, dirán ustedes, -mirad los descubrimientos que hace este en un momento-. El pesebre no lo hicieron ellos... Como nosotros, por ejemplo, aquí en Colombia llevamos años de años haciendo pesebre, y uno se imagina que también ellos hicieron el pesebre. -No, yo no, nosotros no nos hemos imaginado eso..., ¿Quién sabe?..., Uno se imagina a José: y ahora yo, ¿dónde se consigue un buey?, ¿donde habrá una mula por aquí?, necesito como una grutita; venga, una gruta, que sea como así: -No, esa no me sirve- Ese pesebre no lo hicieron ellos. Se ha hablado de que Jesús ha de nacer en nuestras vidas y de que el verdadero misterio de la Navidad es que Jesús nazca en nosotros. -Pregunta- En este nuevo comienzo nuestro, que no es otra cosa sino que Jesús nazca en nosotros. El primer comienzo fue en el vientre de la mamá, cada uno en el vientre de su madre. El segundo comienzo es que yo vuelva a nacer del agua y del espíritu, que no significa otra cosa, sino que el segundo comienzo de Cristo se realice en mí, de manera que cuando Cristo nace para mi carne, mi carne nazca para Dios. Ese es el misterio. El segundo nacimiento de Cristo es también el segundo nacimiento mío. Mi segundo nacimiento es que Cristo nazca en mí, bueno y ahí voy yo ¿Ese , segundo comienzo, en dónde va a suceder? pues sigamos la comparación, -va a suceder en el pesebre-, ¿En cúal pesebre? en un pesebre allá en mi alma.
Entonces yo tengo que buscar el pesebre en mi alma. En cierto modo hay que decir que ese pesebre ya está hecho. Hay que buscar el pesebre ya hecho en mi alma. En verdad, que el Adviento ha sido un tiempo de preparación y que en ese sentido, nosotros tenemos que prepararnos para que Jesús nazca. Pero tú, por mucho que hagas la carretera, no has hecho el carro; y por mucho que hagas el camino, no has hecho al caminante. Uno si tiene que prepararse con el Adviento. Pero el Adviento es sobre todo prepararnos para escuchar a esa palabra que va a nacer. El Adviento no es la palabra, sino la preparación para la palabra y el nacimiento mismo de la Palabra, ¿en donde sucede? en un pesebre, que no lo hago yo. Entonces cada uno tiene que buscar en su corazón ese pesebre. Hay que buscar ese lugar, ese rincón del alma donde Jesús puede nacer? ¡Qué buena esa pregunta! ¿En dónde puede nacer Jesús en tu vida? Yo le voy a preparar... ¡No, no, no, no!, yo no le estoy diciendo que prepare, esa es otra..., ese es otro cuento, esa es otra dimensión, -ese es el Adviento-. Yo no estoy diciendo que prepare, porque si dijéramos y le hubiéramos dicho a la gente de Belén oye, que va a nacer Dios. Y le preparan, obviamente el pabellón de maternidad del Hospital Regional de Belén para que nazca. ¡No, no, no!, el que va a nacer, tu no lo conoces. No des por hecho saber quién es Dios y quién eres tú. Dios, si, va a nacer en ti, va a nacer como una sorpresa, no va a nacer como una repetición de lo que tú sabes. Busca en tu corazón en dónde puede nacer esa sorpresa. Yo le buscaría el rincón más limpio, el más amable, el más cálido de mi corazón. Por alguna razón, no hay lugar para él ahí. Porque ese lugar que suele ser el más limpio, el más amable, es también el lugar donde ya, naciste tú y donde ya estás tú, donde todo lo llenas tú. Cuando se dice que no tenían sitio en la posada, cuando en el Evangelio se dice que no tenían sitio en la posada, uno se imagina que se le cerraban las puertas, ¿No?, es la imagen que a uno, le han metido desde niño; que llega ya a Jesús con María: -Mire que, que mi esposa está en este trance- ¡¡No hay sitio!!, le tiran la puerta. Y llega a la otra puerta: -Mi esposa está-..., ¡¡No moleste!!. Les tiran la puerta. Probablemente no hay sitio para ellos en la posada..., significa, simple y llanamente eso; -que no hay sitio y que no cabía, que no había dónde-. Porque la gente estaba empadronándose, por lo del censo y no había donde, estaba lleno, estaba repleto el lugar..., -en ese cuarto hay tres familias, y en ese otro sitio, ahí hay dos y aquí..., esto está lleno. No necesariamente es crueldad y dureza de las de los betlemitas crueles., -Aquí no hay sitio, váyase, no estorbe, váyase con su señora-., ¡No!, llegaron muy tarde, y Belén era un poblacho minúsculo. Y simplemente lo que dice el Evangelio, es. ¿Por qué esa manía nuestra de agregarle cosas al Evangelio? ¡No hay sitio! punto, eso es lo que dice el Evangelio; no le agregues más. Pues bien, esos lugares tan decentes del alma humana son lugares en los que probablemente ya no hay sitio, porque están demasiado llenos de nosotros. Busca entonces y aquí termino mis palabras. Busca entonces para tu nuevo nacimiento una sorpresa. Busca entonces un lugar de ti que no esté lleno de ti. Créeme, ese será tu pesebre y ahí nacerá Jesús. Amén.

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