Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

El Adviento nos conduce a la sencillez de la revelación de Dios en un pesebre, en un Niño y en gran pobreza.

Homilía aa03011a, predicada en 20191215, con 6 min. y 4 seg.

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Transcripción:

¡Feliz domingo para todos!

¿Cómo puede uno preparar el corazón y los ojos para contemplar el misterio que se nos revela en Navidad? El Evangelio de hoy, en este tercer domingo de Adviento, nos ayuda en esa preparación. Especialmente nos ayuda a preparar nuestros ojos. ¿En qué consiste esta preparación? Hay un hombre, el precursor de Jesucristo, que fue San Juan Bautista. Lo llamamos así porque lo principal, lo más notorio de su misión, fue llamar al pueblo al arrepentimiento y luego sellar ese arrepentimiento por medio del bautismo en las aguas del Jordán. Es por eso por lo que lo llamamos -Juan el Bautista-.

Ahora bien, Cristo nos hace esta pregunta "-¿Qué fueron ustedes a ver al desierto? ¿Una caña movida por el viento, un hombre vestido lujosamente?-" y luego Él mismo comenta "-Los que viven lujosamente, los que tienen grandes banquetes, están en otra parte-". ¿Entonces, qué fueron a ver al desierto? Un profeta y el mismo Cristo responde -Sí, y más que un profeta-

Observa que se trata del verbo ver, ¿Qué es lo que nosotros fuimos a ver al desierto? Es lo que Él nos dice y nos está descartando unas respuestas y nos está conduciendo a otra respuesta. Aprendamos de la enseñanza de Cristo. Aprendamos a educar nuestros ojos.

Uno puede tener la tentación y puede tener la tendencia, de andar buscando cosas exóticas, extrañas. Al parecer hay un toque de ironía, en aquella expresión de Cristo... ¿Acaso fueron al desierto a ver a una caña mecida por el viento? Y en ese toque de ironía, Cristo parece referirse a aquellos que simplemente están buscando cosas raras, lo exótico, lo extraordinario. En otras ocasiones, o para otras personas, la tentación puede ser las cosas lujosas, las cosas asombrosas, portentosas, según los estándares de este mundo.

Y Cristo nos advierte sobre el peligro de andar buscando,o las cosas extraordinarias. -Qué es lo que dice con la ironía aquella de la caña mecida por el viento o las cosas lujosas, aquello que el mundo valora extraordinariamente-.

Entonces, la pregunta es: ¿cómo podemos aplicar esta enseñanza de Cristo a nosotros? Yo quisiera referirme sobre todo a lo que sucede en nuestra Iglesia Católica. Parece que hay personas que tienen muchos ojos, mucha atención visual para todo lo que sea extraordinario, para todo lo que sea extraño. Mucha atención a los milagros, mucha atención a los carismas, mucha atención a los exorcismos, mucha atención a las apariciones aprobadas o no por la Iglesia, muchísima atención a los mensajes, mensajes supuestamente enviados por la Virgen o de otra manera.

Yo no niego, jamás negaré que todas esas realidades son parte de la vida de la Iglesia. En ella se requiere gran discernimiento, pero no vamos a descartarlas de por sí. Pero lo que sí debo decir es que, da mucho pesar que hay personas que conocen muy bien los mensajes mensuales que se supone que envía la Virgen y nunca han leído completos, los santos Evangelios. Hay personas que han recorrido muchos santuarios, pero que sienten pereza de visitar a Jesús en el sencillo sagrario de su parroquia. Hay personas que se admiran de grandes portentos y carismas, pero no tienen ojos para apreciar la obra que Dios está haciendo en la sencillez cotidiana de su propio hogar, de sus vecinos, de las personas más cercanas.

Yo creo que Cristo nos está invitando, a que afinemos nuestra mirada, porque el gran camino, la gran revelación de Dios en Navidad, nos va a dejar perplejos.

Es en la humildad del pesebre, es en la humildad, es en la sencillez. Mira, te lo digo de esta manera -Si tú hubieras ido esa noche del pesebre, esa noche del nacimiento, tú hubieras encontrado una escena llena de ternura, pero hubieras visto la humildad de Dios, la infinita sencillez de Dios-.

Así que no nos esclavicemos de lo extraordinario, ni de lo lujoso, ni de lo que se vuelve simplemente famoso a ojos del mundo. Parece que Adviento quiere conducirnos a la sencillez de la revelación de Dios en un pesebre, en un niño y en gran pobreza.

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