Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Dios primero hace que experimentemos su bondad, nos acoge y nos bendice; luego nos mueve a que seamos fieles a su Evangelio, a sus leyes y a sus mandatos.

Homilía aa03009a, predicada en 20161211, con 5 min. y 58 seg.

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Transcripción:

¡Feliz domingo para todos!

Hemos llegado al tercer domingo de Adviento, que tiene un nombre especial. Es una invitación a la alegría y todavía en muchos lugares se recuerda la palabra en latín que nos invita a alegrarnos. Esa palabra es "letare". Por eso también en muchas parroquias, gracias a Dios, hay un juego completo de ornamentos para Adviento y en este tercer domingo se utiliza con mayor discreción un tono más suave de ornamento. Quiero decir, el color propio del Adviento es el morado, señal de penitencia. Pero ese morado se morigera y se convierte en un tono más suave, en un rosado que nos está invitando a descubrir la esperanza, la ternura, la alegría en medio de nuestro camino de penitencia y de conversión.

Este es, pues, el domingo letare de nuestro tiempo de Adviento. Y sin embargo, lo mismo que en los otros domingos, y lo mismo que en la mayor parte del Adviento, lo característico de las lecturas que encontramos es la relación entre el primer texto, la primera lectura y el Evangelio. En este caso, la primera lectura está tomada del capítulo número treinta y cinco de Isaías y el Evangelio tomado de San Mateo, nos describe el encuentro de unos enviados de Juan Bautista con nuestro Señor Jesucristo, lo mismo que en el resto del Adviento. También en este tercer domingo, la primera lectura nos presenta lo que Dios hará y luego en el Evangelio nos presenta cómo eso que Dios había prometido viene a cumplirse en la persona de nuestro Señor Jesucristo.

Esa es la estructura del Adviento. Lo hemos comentado varias veces y así se cumple aquí, la primera lectura nos dice lo que Dios quiere hacer, lo que Dios se propone hacer, lo que Dios promete hacer. Y luego el Evangelio nos muestra en la persona de Cristo cómo eso que se había prometido antes, ahora se realiza, se realiza plenamente en Jesucristo. Entonces, la primera lectura nos invita a la alegría. Eso es lo propio de este domingo. Alégrate, no temas. Y nos cuenta cómo viene Dios. Un Dios que sana, un Dios que restaura, un Dios que levanta al que está caído. Eso es lo que aparece después en el Evangelio, en la persona de nuestro Señor Jesucristo.

Los enviados de Juan Bautista le hacen una pregunta Solamente una ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Y la respuesta de Jesucristo es perfectamente clara no tanto porque Él diga quién es, sino porque sus obras, lo que Él hace por nosotros, está gritando quién es Él; y, eso es lo que Jesús mismo cuenta. "Vayan y digan a Juan Bautista lo que ustedes están viendo y están oyendo". Los sordos oyen, los paralíticos se levantan, los cojos andan, los ciegos ven. Es decir, ya ha llegado ese tiempo, el tiempo mesiánico, el tiempo de la bendición, el tiempo de la alegría. Eso es lo que viene a traernos nuestro Señor Jesucristo.

¿Cómo podemos aplicar este texto a nuestra realidad? Pues descubrir que la primera palabra que tiene el Señor para nosotros es una palabra de sanación. Es una palabra de bendición. Este aspecto me parece que a veces se nos olvida, la primera expresión de Jesucristo hacia esas muchedumbres castigadas por la pobreza, por la exclusión, por la enfermedad, incluso oprimidas por el enemigo, oprimidas por el demonio. La primera expresión de Cristo no es un reclamo de, -sean buenos para que Dios empiece a amarlos- sino más bien reciban el amor de Dios, reciban la bondad de Dios y descubran cómo es bueno estar con Él.

No está en primer lugar esa especie de exigencia -tengo que ser bueno para que Dios me ame- sino más bien abrirme a la bondad de Dios, abrirme al amor incalculable de Dios y desde ahí sentir interiormente la exigencia de llegar a esa bondad. Esa es una gran lección para nosotros, especialmente para los que estamos en la tarea hermosa de la evangelización.

Nuestra primera expresión no es un reclamo moral. Eso no es lo primero. Nuestra primera expresión es la bondad del Dios que acoge, que sana, que bendice. Llega el momento después, ciertamente llega. Llega el momento de exigir una conversión moral. Llega el momento de exigir que se deje el pecado. Y Cristo lo exige claramente. Por eso Cristo le dice, por ejemplo, a la adúltera "Vete y nó peques más".

Pero lo primero es salvar a esa persona. Lo primero es darle la experiencia de salvación y de amor. Y desde ahí, desde esa bondad recibida, desde ese amor que se ha hecho presente, entonces sí se hace comprensible. Incluso se hace necesaria la conversión moral.

Que Dios nos ilumine, que nos deje experimentar su bondad y que luego nos mueva para que seamos fieles a su Evangelio y a sus leyes y mandatos.

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