Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Ya la esperanza nos alegra porque Dios es siempre fiel a sus promesas.

Homilía aa03008a, predicada en 20131215, con 3 min. y 44 seg.

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Transcripción:

Queridos hermanos, llegamos al tercer domingo de Adviento. El Adviento tiene siempre cuatro estaciones, que son los cuatro domingos. Esos cuatro domingos están representados en la corona de Adviento que ustedes ven que tiene tres velas de color morado y una de color rosado. Si son muy observadores se habrán dado cuenta, que las que estaban encendidas hasta esta mañana o hasta ayer eran las de color morado; -dos de color morado-. Para esta eucaristía, porque ya hemos llegado al tercer domingo, se ha encendido la de color rosado. ¿Qué quieren decir estos colores? El color morado lo utiliza la Iglesia como una señal de recogimiento y de penitencia.

Y podemos decir que el color rosado es algo así como atenuar, disminuir, ese espíritu de penitencia; no porque dejemos de esperar a Cristo, sino más bien porque en nuestro camino hacia Cristo hay un momento también de consuelo y de alegría. Este domingo de Adviento es conocido como Domingo de la alegría y el Rosado quiere traer un tono de esa alegría que ya está presente en las lecturas de hoy. Es la alegría, sobre todo de saber que Dios cumple toda nuestra esperanza.

Es la alegría de saber que el que se encuentra con Él y lo recibe, ya nada le hace falta. Es la alegría de saber que tenemos un Dios que conoce, que comprende y que responde a nuestras necesidades. Y aunque todavía no le vemos ya presente, como le veremos en Navidad, el hecho de saber que Él no falla en sus promesas, el hecho de saber que Él sí va a responder a nuestras necesidades, ya nos trae una luz especial, una alegría especial. Y eso es lo que se representa con ese color rosado.

Para aprender a esperar al Señor y para aprender a alegrarnos. Está Nuestra Señora, la Virgen de Guadalupe, está María Santísima. Es Élla la que hace también este camino con nosotros. Nunca debemos olvidar en el Adviento que el primer Adviento, más que unos días o un tiempo, fue una persona. El Adviento, de algún modo se encarna, se hace realidad en el embarazo de María Santísima, la siempre Virgen. Esto quiere decir que es Élla la que puede enseñarnos cómo prepararnos para recibir a Jesucristo y cómo alegrarnos plenamente con Él.

Que sea este el momento de dar un saludo muy afectuoso a todos los que hoy se han hecho presentes en esta Iglesia. Venciendo la noche, el frío y la nieve para recordar que María, especialmente en su advocación de Guadalupe, nos ayuda a preparar el camino hacia Jesús.

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