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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
La mirada de nuestro Dios alcanza a los relegados, los olvidados, los despreciados. Ellos descubren de modo más intenso la alegría de la salvación que llega como regalo.
Homilía aa03005a, predicada en 20101212, con 4 min. y 16 seg. 
Transcripción:
Este es el tercer domingo de Adviento. Un domingo que tiene título propio en nuestra liturgia católica. Lo llamamos el Domingo de la Alegría. Hay una invitación a alegrarse. El camino del Adviento podemos decir que es agridulce. Es dulce porque sabemos que el Señor vendrá. Pero tiene también ese, ese sabor de, lo difícil, porque es difícil esperar. Y por eso hablamos de agridulce. Es difícil no poseer, es difícil tener que contenerse y sencillamente aguardar. Pero nuestro Adviento en el día de hoy nos presenta de un modo muy claro que la victoria del Señor será plena. En el capítulo treinta y cinco del profeta Isaías, que ha sido uno de los grandes maestros de nuestro Adviento, encontramos esa cantidad de promesas. Lo que Dios quiere hacer con los más pequeños, con los más necesitados, con los más pobres, con los excluidos. La nota característica de nuestro Dios es que su mirada alcanza a los que casi siempre son olvidados. Sus oídos están atentos a esas voces que casi siempre son despreciadas. Nuestro Dios, podemos decir, ha hecho una opción clara, una opción definitiva, irreversible y al mismo tiempo amorosa y gozosa por los más pequeños. Una opción por los pobres. Esta opción, que estaba en promesa en el texto de Isaías, se vuelve realidad en la persona de Jesucristo. Nada más hagámonos esta pregunta, mirando a los evangelios ¿Qué clase de personas son las que están casi siempre con Jesús? La respuesta es obvia, son nuevamente los marginados, los excluidos, los que no importan, los que han sido descartados, los desechables. Esa clase de personas, esa clase de gente que no tiene importancia ni pinta nada para el mundo, está, sin embargo, muy cerca del corazón de Cristo, y en cierto sentido, son ellos los primeros en experimentar la dulzura del amor divino gratuitamente. Es regalo de amor. Esta es la gran relación que encontramos entre la primera lectura y el Evangelio. Pero también vemos que los discípulos de Juan el Bautista le preguntan a Jesús en ese texto del Evangelio -si Él es el que ha de venir o tienen que esperar a otro-. Esta pregunta la presentan como venida del corazón y de los labios del mismo Juan. Podemos decir que Juan ha encarnado toda la hermosura, pero también toda la dureza del Adviento. Juan es aquel que se regocija ante la llegada de Cristo, pero es aquel que vive en penitencia, que vive en abnegación, en sacrificio y en denuncia de la injusticia. Y de esa manera vemos que la respuesta de Cristo, basada en las promesas del Antiguo Testamento es respuesta no solamente para los anhelos de Juan, no solamente para los discípulos de Juan, sino para todos los que creemos que las promesas de Dios rebasan lo que podemos imaginar y lo que podemos pedir. Hermoso domingo de Adviento que Dios nos regala; que sea bendición para ti y para todos los que tú amas. Estuvo contigo Fray Nelson Medina de la Orden de Predicadores.

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