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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
Toda la vida cristiana empieza por escuchar con los oídos, arrepentirse con el corazón y confesar con la boca.
Homilía aa02015a, predicada en 20221204, con 4 min. y 24 seg. 
Transcripción:
¡Feliz domingo para todos! Este segundo domingo de Adviento está marcado por la predicación y por la presencia de Juan, al que llamamos el Bautista, porque lo principal de su ministerio fue precisamente eso, bautizar a las personas. Pero ¿Cómo era el bautismo de Juan? Era el fruto de una predicación fuerte, una predicación tan fuerte que los ecos de las palabras de Juan Bautista llegan hasta nuestra época; y es básicamente un llamado a la conversión. Juan predicaba. La gente, se conmovía, y porque estaban conmovidos; porque estaban impactados por las palabras de él, buscaban el bautismo. ¿Y cuál era ese bautismo? Era un reconocimiento público, una manera de decir públicamente -Le he fallado a Dios, soy un pecador- Así es como se prepara la venida del Mesías. Así es como se prepara uno para recibir a Cristo. Es a través de la predicación. Es a través de la conmoción interior. Es a través del arrepentimiento, y luego un signo exterior claro y sincero de ese arrepentimiento que en el caso de ellos, pues era ese bautismo en las aguas del Jordán. Este es el camino del Adviento para nosotros. De eso es de lo que se trata precisamente el Adviento. De lo que se trata es de oír la Palabra, dejarnos conmover por la palabra, dejarnos sacudir por esa palabra, entrar en un auténtico arrepentimiento y a partir de ahí, un signo externo. Ahora, ¿Cuál será el signo externo que nos puede servir a nosotros? Porque el signo externo para ellos era sumergirse en las aguas del río Jordán, que era una manera de decir públicamente Yo no merezco entrar y por consiguiente no merezco estar en la tierra que Dios prometió. Ese era el signo externo para ellos. Pero para nosotros, ¿Cuál es el signo externo? El signo externo para nosotros de ese arrepentimiento es la participación en la liturgia de nuestra Iglesia y muy especialmente el acercarnos al sacramento de la Confesión. Si vamos a ser fieles a lo que significa el Adviento, las lecturas de este domingo a todos, empezando por mí, nos invitan a una buena confesión. Una confesión que suponga auténtico cambio, una confesión que suponga reconocer que de verdad no somos dignos de las promesas de Dios, pero que igual igual, lo necesitamos. Ese es el fruto de este segundo domingo de Adviento. Y observa una cosa. Por ahí empieza toda la vida cristiana, toda la vida cristiana empieza exactamente por ahí, es decir, por escuchar con los oídos, arrepentirse con el corazón y confesar con la boca. Escuchar oídos; arrepentirse en el corazón; confesar con la boca. Eso es lo propio. Eso es lo propio de una vida cristiana. Y el predicador que no te esté llamando a conversión, el predicador que te está diciendo quédate tranquilo con tu pecado, o peor, que te esté diciendo eso ni siquiera es pecado. Mira, por ahí, no es, se está burlando de ti. Te está utilizando para volverse famoso, para volverse importante o para lo que sea. La predicación cristiana siempre es escuchar, arrepentirse, confesar. Vivamos bien el Adviento. Apuéstale. Apuéstale a fondo al Adviento. Verás los frutos. Verás que Jesús, una vez más, hace sus maravillas en tu vida. ¡Que Dios te bendiga!

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