Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

La conversión implica aceptar que debo cambiar y lo admito, no para desesperarme o caer en el cinismo, sino que dejo que Jesús venga y haga su obra grande en cada mí.

Homilía aa02012a, predicada en 20191206, con 5 min. y 19 seg.

Transcripción:

¡Feliz domingo para todos!

Este es el segundo domingo de Adviento y la figura atrayente y a la vez extraña de Juan el Bautista, nos saluda en este domingo. El Evangelio en esta ocasión está tomado del capítulo tercero de San Mateo. La palabra que brilla en la predicación de Juan Bautista es la palabra conversión. De ahí tomamos una primera enseñanza para nosotros; toda genuina vida cristiana, toda genuina predicación cristiana pasa por la conversión.

Sacerdote que hable mucho, pero que no te menciona con alguna frecuencia; cuando gusta y cuando no gusta la palabra conversión, es sacerdote que tal vez está queriendo agradar a la gente; pero con el peligro de desagradar a Dios, o apartarse de su camino. Efectivamente, ya desde antiguo encontramos que el sello de los falsos profetas es agradar a la gente, es decir; decir a las personas lo que quieren oír. Y la mayor parte de nosotros lo que queremos oír es que somos buenos, que estamos haciendo las cosas bien, que hemos tenido algunos problemas, pero que en el fondo todo saldrá bien.

Eso es lo que uno quiere oír. Incluso si uno ha cometido graves pecados, eso es lo que uno quiere oír. Eso es lo que a uno le gusta oír. A uno le gusta oír esas cosas, porque la conversión, lo primero que ataca en el corazón humano es el orgullo. Y vaya si tenemos orgullo. Muchos de nosotros estamos marcados por distintas formas de soberbia, de orgullo, de vanidad, de arrogancia. Y exactamente eso, eso es lo primero que quiere atacar, y voy a ser más drástico: Lo que quiere matar en ti la palabra conversión.

No es fácil para mí; no es fácil para tí, aceptar que efectivamente, hay muchas cosas en las que hemos fallado y no han sido simplemente errores. No han sido simplemente equivocaciones. Nos ha faltado amor, nos ha faltado coherencia, nos ha faltado generosidad, nos ha faltado oración, nos ha faltado fé. La lista de cosas que se han quedado cortas en nosotros es muy grande y la predicación de Juan Bautista es una predicación valiente, una predicación incómoda pero muy necesaria. Porque ¿Sabes una cosa? A medida que vamos descubriendo qué es lo que nos hace falta, y para eso es el tiempo de Adviento, vamos descubriendo también quién nos hace falta.

¿Notaste el cambio? A medida que descubres qué, te hace falta, empiezas a descubrir también quién te hace falta. Y ese es el sentido del Adviento que nosotros nos llenemos de?. de hambre, un hambre Santa, hambre Santa de Dios. Porque al descubrir que me faltan tantas cosas y que me he equivocado en tantas cosas, los dos caminos que me quedan son el de la desesperación, o si nó, el de la conversión. Entonces, ser llamados a la conversión, ¿Qué es?; Es aceptar efectivamente que hay muchas cosas que tienen que cambiar en mí. ¿Y para qué las admito?; ¿Para únicamente hundirme en desesperación?; o tal vez para ¿Caer en el cinismo? Cinismo, ¿Qué es en este caso? Cinismo; es decir -yo soy así, yo me quedo así, a mí que me quieran así- eso es cinismo.

Estás renunciando a darte la mejor oportunidad. El alcohólico que dijera Yo soy así, moriré alcoholizado. El drogadicto que dice Moriré así. Será una muerte dulce. El adúltero que vive y celebra su adulterio y quiere que le aprueben su adulterio. Todas esas personas están siguiendo la tendencia que en el fondo todos tenemos. Ya lo dije, la tendencia a nó convertirse, la tendencia a pensar que.... -mejor me quedo así, En el fondo no estoy tan mal- Es mucho mejor el camino que nos propone el Señor. Es el camino de reconocer errores, reconocer deficiencias, reconocer vacíos. Y en ese vacío está ¡la cuna!. En ese vacío está el ¡espacio bendito! para que venga Jesús y para que haga su obra grande en ti, que lo necesitas, en mí, que lo necesito tanto.

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