Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

El Mesías ve más allá de las apariencias: su mirada nos invita a asomarnos a la profundidad y a la complejidad de la existencia humana. Y algo queda claro: todos tenemos una naturaleza, un sedimento herido gravemente por el pecado; pero mucho más hondo y mucho más real es el cimiento de amor de gratuidad que Dios ha puesto en nosotros al crearnos y al redimirnos.

Homilía aa02011a, predicada en 20161204, con 28 min. y 18 seg.

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Transcripción:

Amados hermanos, el tiempo de Adviento es muy rico en enseñanzas y por eso cuando llega el momento de predicar, siempre uno tiene que escoger algo, y solamente algo, porque hay mucho, se puede comparar la palabra, especialmente en estos tiempos tan abundantes, tiempos litúrgicos fuertes, se puede comparar la palabra, como con un banquete, uno de esos banquetes donde uno puede escoger distintos platos y no se puede comer de todo.

Entonces vamos a escoger aquí un par de detalles de la primera lectura y del Evangelio, que nos van a servir para llevar alimento, alimento espiritual a nuestra casa. Nos damos cuenta que Juan el Bautista es la figura sobresaliente en el texto de hoy. Es uno de los protagonistas del Adviento, porque él es el precursor; él es el que ayudó a preparar un pueblo bien dispuesto para Jesús, un pueblo que pudiera acoger con provecho, toda esa riqueza de amor y gracia que traía nuestro Señor Jesucristo.

Y aquí sigue la idea del banquete. Cuando una persona no tiene hambre, por más que le presenten comida muy sabrosa y nutritiva, no la aprovecha. Jesús es el pan del cielo. Jesús es el gran alimento; pero si uno no tiene hambre, hambre de salvación, hambre de Cristo, hambre de Dios, entonces Cristo realmente no significa mucho para esa persona. Por eso el papel tan importante de Juan.

Juan cumplió un papel importantísimo, porque Juan fue el que ayudó a recuperar la noción de pecado, a recuperar la realidad, triste pero no definitiva, del pecado. Y esto pues nos está recordando algo sobre el Adviento. Y es que en el Adviento, si queremos realmente preparar la casa para Jesús, hay que limpiarla. Limpiar la casa para Jesús es hacer ese examen guiados por los Juan Bautista que Dios nos regala, hacer ese examen para sacar la basura del corazón. Ese es un mensaje muy bonito que trae el precursor, pero el mismo texto nos enseña algo muy interesante y es que Juan cuando habla a los fariseos y a los saduceos, pues utiliza un lenguaje durísimo, les dice que son -camada de víboras; ¿Quién les dijo que van a escapar del castigo que está para llegar?- Es un lenguaje durísimo, realmente es como un azote, pero la clave parece que está en esta frase, que es en la que me quiero detener: "Muestren con las obras que su conversión es sincera"

Es decir, no nos quedemos en las apariencias, vayamos a la realidad, no nos quedemos en las palabras, lleguemos hasta la vida. Es una enseñanza siempre muy útil. Y eso tiene un puente o eso hace puente con la primera lectura en la que encontramos, cuál es la gran característica del Mesías, el Mesías que fue entrevisto, que fue predicho también por Isaías, según aparece en este capítulo once de su libro; dice lo siguiente: "No juzgará por apariencias ni dictará sentencia basado en rumores". -Y también dice- "Se ceñirá siempre a la justicia, sus juicios los ajustará a la verdad" O sea que la gran característica del Mesías, según ese pasaje de Isaías capítulo once, es que no se queda en las apariencias, sino que llega hasta la verdad y la realidad de las personas. Y, la conversión se expresa, según las palabras de Juan Bautista, en que uno no se quede proyectando una imagen o diciendo cosas bonitas, sino que sea la vida y sean las obras las que hablen del poder del Evangelio en nuestra vida. O sea que tanto en la primera lectura como en el Evangelio, aparece esa idea, de que no puede quedarse uno en las apariencias, no puede quedarse uno en la imagen, no puede quedarse en las palabras, sino que hay que llegar a la realidad, hay que llegar a las obras, hay que llegar a la vida.

Y este es el mensaje que yo pienso que debemos tomar y apropiárnoslo. Esa necesidad de llegar hasta la vida, de llegar hasta la realidad, hasta lo que es verdadero en nosotros. Nos damos cuenta que es un camino, es una peregrinación. La peregrinación hacia la verdad no es fácil, porque llegar a la verdad de uno mismo muchas veces requiere como excavar, como quien está haciendo un pozo. Y es curioso, cuando los ingenieros están haciendo sus obras y empiezan a excavar, van encontrando distintos tipos de suelo. Encuentran primero, es lo normal, un suelo negro que tiene gran cantidad de humus y que es muy apto para cultivar, eso es lo que es frecuente en nuestro país. Pero luego van bajando y van encontrando otras capas, capas de sedimento, capas de grava, capas de arcilla Y finalmente, después de bajar y bajar y bajar y de encontrar todos esos distintos niveles, llegan a la roca., Finalmente se llega a la roca; esos son los estudios de suelos. Y entonces el ingeniero de suelos tiene que presentar un informe y dice el nivel de agua, porque todo suelo tiene un cierto nivel de agua que entiendo que se llama nivel freático, el nivel de agua está... Tal nivel está a tal altura o profundidad, dirán ellos y toca bajar tanto. Y después de tantos metros está roca, cuando ya se llega al nivel de la roca, ya se sabe en dónde toca asentar los cimientos, sobre todo si se va a hacer un edificio bien grande, cuanto toca cavar, cuanto toca profundizar para llegar al nivel roca.

Podemos hacer esa comparación con el ser humano también. Entonces, si yo miro el suelo por arriba, veo por ejemplo unas flores bonitas, pero debajo de esas flores hay pues, por ejemplo, este suelo fecundo, este humus. Y después todo lo que dije ¿Nó? La grava y la arcilla y roca hasta llegar a la roca. Lo mismo le pasa al ser humano. Por eso es tan difícil conocer al ser humano, porque nosotros también tenemos todas esas capas y por eso nosotros en apariencia quizás nos vemos muy bien, pero si excavamos un poco nos vemos mal. Y después otra vez parecemos como inocentes y después otra vez parecemos como mal. Después, otra vez bien. ¿Y cómo se llegará a la roca?; ¿Cuál es la roca a la que uno puede llegar?; ¿Cuál es la verdad más profunda a la que uno puede llegar? Esa es una gran pregunta. Una pregunta que tiene que ver con ese tema tan maravilloso de la vida espiritual que se llama el conocimiento de sí mismo.

¿Cuál es la verdad más profunda?, Porque dice aquí el texto de Isaías que Él no va a juzgar por apariencias, que Él llega hasta la verdad y Cristo llega hasta la verdad de lo que yo soy. Quizás a veces en la vida social uno se muestra de una manera, pero luego uno llega a la casa y es otra cosa. Entonces ahí hay un nivel como más profundo. Pero ¿Cuál es la verdad última? Y hay personas que se detienen en distintos niveles, distintos niveles de profundidad; entonces a veces uno se queda solo en la superficie. Por eso decimos que hay gente que es muy superficial, se quedan solo en la superficie. Por ejemplo, las personas que se valoran a sí mismas o que valoran a los demás únicamente por la moda, eso es muy superficial; eso es como quedarse en un nivel, ¡sumamente superficial!, que por la ropa que tenga la persona, que si es ropa de marca, que a ver qué cartera utiliza, que cuáles son las botas, que cuál es el reloj, que en qué carro anda; eso es muy superficial, muy superficial.

Y uno a veces se queda solamente en eso, pero quizás llegamos a profundizar un poquito más y en ese profundizar encontramos cosas agradables y encontramos cosas tristes y encontramos también cosas desagradables. Por ejemplo, a veces, después de que las personas se casan y que llevan ya un tiempo de matrimonio, es cuando de verdad empiezan a conocerse y este es un error muy grave, un error que suele seguir a otro error, que es un mal noviazgo.

El objetivo del noviazgo, se ha dicho entre paréntesis, es precisamente conocerse y conocerse en bastante profundidad. Por eso es muy peligroso esos noviazgos que son apenas caricia va, caricia viene, sexo va, sexo viene, besito va, besito viene. Yo sé que se necesitan algunas expresiones de cariño, pero el llenar, el inyectar de placer y de adrenalina y de sexo un noviazgo es una receta para el desastre, porque entonces no se conocen, se desean, pero no se conocen. Y resulta que claro, cuando uno es joven pues hasta algún atractivo tiene; es muy difícil encontrar gente joven que sea fea, pero algunos llegan; en todo caso, normalmente la persona joven es más o menos bonita, tanto los hombres como las mujeres tienen su atractivo?.

Entonces, cuando en el noviazgo se dedican a desearse, no se conocen, no se conocen. Es muy importante que el noviazgo sea con la ropa bien puesta, ¿Por qué?, Porque un noviazgo con la ropa puesta es una oportunidad para conocer mejor a las otras personas. Lo mismo pasa en la vocación sacerdotal. Lo mismo pasa en la vida religiosa; solo después de unos años uno va conociendo muchas cosas, a veces cosas desagradables de la Iglesia, cosas desagradables de la propia comunidad. En el matrimonio les pasa lo mismo. Después de un tiempo, entonces la mujer se despierta o el hombre se despierta ¡y se asusta!, ¿Con quién estoy durmiendo? Espere a ver; Se siente durmiendo con el enemigo ¿Qué hago yo con este tipo aquí? Ese espanta... ¿Qué hago yo con este tipo aquí? Entonces, después de un tiempo llegan a conocerse un poco más, cosas que no salieron al principio.

Es un conocimiento más profundo. Entonces, por ejemplo, se empieza a descubrir que es una persona muy egoísta. ¿Ve? Yo no le había detectado ese egoísmo. Como en el lenguaje, muchas veces la gente se queda en el egoísmo. ¿Nó? Es que yo pienso esto y; yo siento y mis metas y cómo pienso yo, y esto no me hace feliz y no me siento bien. Y como yo consulté conmigo y no me siento feliz, entonces yo he decidido que para mí.... todo es centrado en la misma persona. Entonces salió una realidad de egoísmo, pero quizás debajo de ese egoísmo hay otro, hay otro estrato, hay otros, hay otra capa, otro sedimento -sabe- de pronto, debajo de ese egoísmo hay una capa de miedo, hay una capa de miedo, ya conociendo más a la persona, quizás debajo de ese egoísmo hay miedo; ¿Por qué? Porque resulta que él fue abandonado del papá o de la mamá, fue una persona muchas veces traicionada, una persona que en otra época era muy alegre y era muy generoso, pero fue traicionado?.

Y usted sabe que las personas heridas fácilmente se vuelven, se vuelven suspicaces y entonces, ya yo no confío fácilmente; no le creo a ¡nadie! a ¡nadie! le creo. Eso, todos son unos mentirosos peligrosos. Y entonces adquiere así una mirada así, como más o menos como diciendo: ¿Quién sabe?, como pasó en un departamento de Colombia, no digo cuál, preguntó la profesora a un niño; a ver, Jaimito, ¿Quién descubrió América?; Y Jaimito tenía esa mirada así... y dice: ¿Cómo para qué sería profesora? Entonces, uno se vuelve así, suspicaz, entonces fíjese ya las capas que estamos viendo, la capa exterior. Un tipo simpatiquísimo, queridísimo, el alma de la fiesta, amigazo, entrañable, mejor dicho. Ese es el de hacer el plan. Pero debajo de eso, un egoísta de siete suelas. Y debajo de eso, resulta que tiene miedo. Hay una capa grande de miedo.

El miedo lo volvió así, lo volvió suspicaz de todo el mundo. El miedo hizo que él se retrayera, que se contrajera, que se volviera sobre sí mismo. Yo primero aseguro lo mío; no se sabe esta vieja con la que me casé; no se sabe con qué irá a salir, yo mejor aseguro lo mío ¿Vé?, Entonces tenía debajo una capa de miedo, y debajo de esa capa de miedo, ¿Qué hay? Lo que decíamos hace un rato en la predicación. Debajo de esa capa de miedo, a veces lo que hay es una persona sola. En su más tierna infancia gozaba jugando con los hermanos, con los primos, con los vecinos. Su experiencia de alegría fue muy grande. Es una persona que anhela, que tiene hambre de comunión, hambre de encuentro. Pero más abajo de eso es una persona soberbia que le gusta que lo busquen. No le gusta buscar, oiga. Y dice uno, ¿Y entonces cuántas capas tiene una persona? A veces es muy difícil saberlo, pero hay dos capas, dos capas que todos tenemos dentro de esos estratos. Hay dos que todos tenemos.

Primero, hay un estrato que se llama pecado dominante. Todos tenemos un estrato que se llama el pecado dominante. O sea, algo que es en lo que uno más cae. Algo que es donde uno está más mal inclinado. Para una persona será la mentira, para otra persona será la pereza, como pasó hace poco en Estados Unidos, que hicieron la primera Asociación Mundial de perezosos y convocaron el primer congreso. Pero tuvieron que aplazarlo. Claro, toda esa montaña de perezosos no lograron sacar adelante el Congreso porque eran demasiado perezosos. Entonces, cada uno de nosotros tiene un estrato que se llama pecado dominante, en otra persona es la ira, en otra persona es la ira. Por eso le preguntó el psicólogo. Le preguntó a un señor, ¿Y usted cuál es el motivo de su consulta? Que yo creo que tengo un problema de ira, -de manejo de la ira.- ¿Me dice de la ira? Sí, Hombre de la ira, ¿No entendió? Tenía un problema serio, realmente. El hecho es que este tipo tiene ese pecado dominante. Y cada uno de nosotros tiene algún pecado dominante. La mentira, el placer idolatrado, la lujuria, se vuelve un pecado dominante en algunas personas. La envidia, de esos que se sacan un ojo por ver dos afuera, la envidia espantosa que se lo come vivo. Todos tenemos ese estrato. Y mientras uno no ha llegado a su realidad de pecador, en realidad uno no se conoce. Mientras uno sigue pensando que uno es inocente y mientras uno sigue pensando lo que pasa es que yo.... soy rebelde porque el mundo.... Ah.... ¿Se la saben, nó? Se la saben. Entonces, mientras uno sigue pensando que el problema es del mundo. ¿No?, -El problema es el mundo. El mundo nunca me ha entendido- Como le pasó a un amigo mío, a mi hermano digo, que estaba hablando con un amigo suyo, y mi hermano le dice al amigo: -Hombre, lo que sucede es que en realidad.... -utilizó esa expresión- en realidad- y el otro lo interrumpió; ¡Mire, la realidad y yo nos entendemos poco! Gravísimo me parece, eso de que me entiendo poco con la realidad es gravísimo.

Entonces cada uno de nosotros tiene ese problema y mientras uno no llega a ese pecado dominante y mientras uno no llega a humillarse y mientras uno no llega a descubrir eso, uno siempre estará pensando que el problema son los otros. Lo que pasa es que los demás no me entienden. Lo que pasa es que nadie me comprende. Lo que pasa es que ya llevo nueve esposas, pero la décima quizá sí me pueda entender. ¡Ve? Entonces es la persona que está siempre echando la culpa afuera, echando balones fuera. La culpa está en el otro, la culpa está en el otro. Uno tiene que llegar a ese estrato y ese estrato lo tenemos todos. Uno tiene que llegar a descubrir su condición de pecador. Y esa es la maravilla de la conversión. Ahí es donde está la verdadera conversión.

Lo demás son retoques. Lo demás es únicamente raspar un poquito la pared y echar otra mano de pintura. Y eso es lo que muchas personas hacen, la conversión para muchas personas. ¿Qué es? Es únicamente raspar un poquito la pared, echar otra mano de pintura y todo sigue. En inglés dicen: "business as usual". Todo sigue como estaba. No, mis hermanos, nó, La verdadera conversión es afrontar el problema real, el problema gordo, el problema serio que uno tiene. Y ese problema serio es el que uno no ha querido enfrentar, un problema serio de soberbia. Por eso la Iglesia nos enseña. Si usted va al Catecismo de la Iglesia, hay todo un capítulo que se llama -Pecados capitales- que es para eso, para buscar ese estrato. Pero dije que son dos estratos, dos, dos estratos que todos tenemos. Ese del pecado dominante, todos lo tenemos. Cambia de colorcito, como la arcilla, como la greda, que a veces es más cafecita, más rojita, más amarillita. Pero todos tenemos esa capa de pecado dominante y ahí es donde Cristo quiere llegar. Y ahí es donde Cristo quiere ser buena noticia para ti, para ti y para mí.

Pero, pero, pero hay otro que es el otro estrato y ese otro estrato. Ya ustedes saben cuál es, la roca. La roca. Si uno se queda únicamente en el pecado dominante, que es el que le ha hecho muchas veces fracasar, que es el que lo ha vuelto amargo, que es el que lo ha distanciado de los demás. Si usted se queda únicamente en el pecado dominante, usted puede cometer gravísimos errores, puede entrar en amargura, puede entrar en depresión, puede entrar en una especie de agresividad. ¿Por qué me tocó esta vida? Como dice ese chiste de Mafalda, -¿Por qué a mí me tocó ser yo?- ¿Ve?, Entonces usted entra en una amargura ahí que no tiene salida. Si usted se queda en ese estrato hay que seguir bajando y hay que llegar hasta la roca. La roca es Cristo, la roca es el amor incondicional de Dios. La verdad más profunda de tu ser no es tu pecado. Es verdad que tú eres pecador y yo también, pero la verdad más profunda, la verdad última, no es que eres pecador, eres amado, eres amado de Dios. Esa es la gran noticia. Esa es la roca.

Y óyeme esto. Si tú le preguntas al ingeniero, el ingeniero sabe que aunque hayan encontrado grava ahí, todavía no se puede hacer el edificio; ¿Dónde se puede hacer el edificio? En la roca, en la roca solamente. Entonces hay que llegar hasta ese estrato. Para uno es muy difícil cuando uno conoce ciertas personas, uno dice pero este si tendrá la roca bien profunda, bien, bien profunda. Pero le digo una cosa, el experto en encontrar la roca, es decir la palabra primera de amor de Dios se llama Jesucristo. Él es el experto en encontrar esa palabra, y él encontró esa palabra de amor, Palabra de amor que Dios Padre pronunció, Palabra de amor, que es la que explica, la única que explica tu existencia. Como decíamos en la oración ante el Santísimo, la única palabra que explica que tú existas es la palabra que Papá Dios pronunció. Tú eres una palabra pronunciada por Dios Padre a través de su Hijo, que es la Palabra. Nosotros somos ecos, reflejos, ciertamente pobres, pero reales, de la única palabra que tiene Dios. Nosotros somos ecos de esa Palabra. Y entonces, solamente con llegar a esa última palabra, esa roca, solamente llegando a ese estrato último de amor, es posible edificar una vida. Si uno intenta edificar la vida únicamente en la superficie, no, esta casa se cae. Si usted baja un poquito más y encontró la arcilla, esa casa se cae. Si usted baja otro poco más y encontró grava, esa casa se cae. Usted encontró el pecado dominante. Ah, ya sé que soy un miserable pecador. Todavía la casa se cae. Lo que hay que saber es: Soy un pecador, pero un pecador amado, llamado y redimido por Jesús.

Eso es lo que yo soy. ¿Pecador? ¡Sí! ¿Capaz de pecado?, ¡Sí! ¿Capaz de traición?, ¡Sí!; pero, pero; llamado, amado y redimido. Esa es la verdad más profunda. Y eso es lo que nos cuenta aquí Isaías. Por eso hará justicia a los débiles. Por eso podrán vivir en paz el lobo y el cordero. Fíjese que si usted no da esta explicación, no se entiende cómo.... ¿Qué tiene que ver lo de la paz con lo que digo antes? ¿Por qué van a poder vivir el lobo y el cordero; ¿Ah? Hombre, lo que pasa es que ese cordero era un cordero goloso. Su pecado era la gula. Y ese lobo era iracundo. Se representan dos tipos de pecado. ¿Y cómo puede vivir el lobo con el cordero? ¿Cómo pueden vivir? Hombre, lo que pasa es que ya el lobo descubrió el estrato más profundo, que es la roca. El cordero descubrió el estrato más profundo, que es la roca. Y aunque su pecado y el mío sean tan distintos. Uno solo es el que le ama a usted, y me ama a mí.

Entonces en la roca; podemos ser hermanos. Usted es muy distinta de mí; usted es muy distinto de mí. ¿Por qué? Porque su estrato de pecado dominante es uno y mi estrato de pecado dominante es otro. Pero es que usted no es su pecado. Más abajo de su pecado está la roca y la roca que lo sostiene a usted, es la misma roca que me sostiene a mí. Entonces, aunque usted parece, por ejemplo, con esa cara, parece que aquí aparece. Parece un león. ¿Sí?, tiene una cara así como de león. Entonces yo tengo cara de ganado. Porque aquí dice El león comerá pasto como lo hace el ganado. Entonces, ¿Cómo es que pueda convivir el león con el ganado? ¿Cómo puede convivir? Hombre lo que pasa es que el león ya descubrió la roca y el ganado ya descubrió la roca. Entonces usted y yo podemos convivir porque convivimos. Sostenidos ¿En quién?, En la roca. Y la roca es Cristo.

Entonces ahí es donde se hace posible la convivencia. Y esto es lo que hace posible el matrimonio. Si el matrimonio se queda en la superficialidad, entonces va a ser únicamente no, a ti te gusta Colgarte y a mí me gusta Kolynos. No sé si existe Kolynos todavía. A ti te gusta Colgate y a mí me gusta Kolynos. Somos incompatibles. Separémonos. Tú por tu lado, yo por el mío. Yo seguiré con Kolynos. Tú seguirás con Colgate. No, nos podemos entender, mira; nó, seamos civilizados. Por favor, no hagas peor esto. No hagas más duro esto. Vete por tu lado. Yo me voy por el mío. Eso es por la superficialidad. Otras veces han profundizado un poco. Lo que pasa es que tú eres un Egoísta. Lo que pasa es que tú eres una envidiosa, egoísta, envidiosa, egoísta. Al final ni se les entiende. Ya no se les entiende. Están literalmente como en pelea de perros. Pero es que se quedaron en ese estrato. ¿Cómo pueden sobrevivir los matrimonios?, ¿Bajando hasta....? La roca.... ¡Uy, esta gente me cae bien! Usted, no tomó más apuntes. Ahí perdió medio punto. Lo lamento.

Entonces fíjese que ahí es donde uno encuentra la roca. Y por eso el texto de Isaías. Por eso pueden convivir los que son distintos. Fíjate lo que dice. Al final: "Abundará en el país el conocimiento del Señor" O sea, ¡han llegado, han llegado! al conocimiento del Señor. Y el que llega al conocimiento del Señor ese es capaz de entender la diferencia del otro. Somos distintos, pero nos sostiene la misma roca. Por eso Juan el Bautista no toleraba las conversiones a medias, esas conversiones que se quedan solamente en lo exterior. ¡Na, na, na, na, na, na, na, na, na.! Aquí hay que cambiar la vida a fondo. Hay que llegar hasta la roca. Hay que llegar hasta el verdadero cimiento. Y con ese mensaje, queridos amigos, seguimos nuestra celebración eucarística, porque ya ustedes saben quién es el que nos da este fundamento. Es Jesucristo, y ya ustedes saben de quién nos vamos a alimentar en el altar. Jesucristo.

Y cada uno de los que comulgue, cada uno de los que por gracia de Dios pueda comulgar. Por favor, al comulgar, piense. "Tú eres mi roca". Más allá de mi pecado personal. Más allá de mis debilidades y más allá de las debilidades y pecados de mis hermanos. Tú eres el único que a todos nos sostiene y tú eres el cimiento de todos.

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