Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Tomemos conciencia del estado de pecado del mundo, pero sobre todo, tomemos conciencia del estado del amor de Dios.

Homilía aa02002a, predicada en 19951210, con 22 min. y 10 seg.

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Transcripción:

Queridos hermanos.

El profeta Isaías, nos habla de un ungido de Dios. Ungido que en hebreo llamamos Mesías y en griego Christos, de donde provienen, desde luego, nuestras palabras en castellano, Mesías y Cristo. ¿Por qué había que prometer este ungido?; ¿A quiénes se ungía en Israel? Se ungía como señal de bendición, a aquel que Dios mostraba que se ungiera. El profeta obraba como voz de Dios, como aquel que conoce la mente de Dios.

Así, por ejemplo, Samuel unge a Saúl como rey de Israel; pero luego de Saúl unge a David como Rey. Unción, untar; más que untar, diríamos nosotros, casi embadurnar. Se derramaba aceite sobre la cabeza del elegido, aceite perfumado; y como las costumbres de hacer eso en la época eran bien distintas de las nuestras, ese perfume penetrante, quedaba unido a esa persona durante muchísimos días; y la persona quedaba untada por ese aceite durante mucho tiempo. Al contrario del agua, que cuando pasa por la piel se lleva el mugre y rápidamente se va. El aceite tiene una compatibilidad con la piel nuestra, que también es oleaginosa, en cierto modo, y por eso el aceite penetra y permanece mucho más que el agua.

En el pueblo de Israel, entonces, el rey era ungido, y esto significa, que no es rey el que tenga más fuerza y que tenga más ejércitos; ni siquiera el que tenga más estudios, es rey, aquel que Dios ha señalado como rey. ¿De dónde vino esa idea en los israelitas?; Esa idea provino de que al principio Israel no tenía rey. El primer rey de Israel fue Saúl.

Pero Moisés, por ejemplo, no fue rey. ¿Qué fue Moisés?, -el gran profeta, un vocero de Dios-. El verdadero y grande rey de los hebreos fue siempre Dios, fue siempre Yahvé; y cuando por conveniencia o por igualarse con los otros pueblos, ellos quisieron tener rey, entonces era obvio que sólo Dios podía decir: -Este es el que yo quiero que sea rey-.

Esta es una diferencia entre Israel y los demás pueblos. Insisto, en los demás pueblos, el rey es rey porque ganó una gran victoria, el rey es rey porque tiene un inmenso ejército, el rey es rey porque tiene más fuerza, o tiene más ciencia o lo que sea. En Israel, el rey es rey porque Dios lo ha ungido, porque ese es el señalado por Dios, -ese es el hombre que necesitamos, ese es el caudillo que nos hace falta-.

Con esta convicción, creció el pueblo de Israel; Pero ellos se dieron cuenta, de que esos reyes ungidos, de que esos ungidos de Dios, de que esos Christos en griego, de que esos ungidos, no siempre respondían a lo que Dios quería. Y reyes hubo, muchos reyes, hubo, que lejos de conducir al pueblo hacia la fe en Israel, más bien lo extraviaron y lo llevaron al culto de los ídolos.

Si vamos a ser más estrictos, casi ningún rey dio la talla. Se recuerda con cariño al rey Josías como un rey justo y alguno... que otro rey, se le recuerdan cosas a su favor, pero el único que más o menos pasa, así como en limpio, las pruebas es el rey David.

Como el papá de David se llamaba Jesé; cuando el profeta Isaías habla de la raíz de Jesé, se refiere a un descendiente de David, es decir, nacido de su mismo padre Jesé, y está diciendo, que el pueblo necesita un rey como fue rey David.; Es decir, se necesita un ungido de Dios con toda la grandeza, con toda la inspiración, con todo el poderío de David. Pero David no era un gran..., no era un gran soldado. -El episodio de la lucha con Goliat-, el episodio de la lucha con Goliat, muestra que este David no era un gran soldado; más bien, era un hombre pequeño, un hombre débil; y un hombre al que Goliat, por ejemplo, desprecia porque era hermoso.

Lo importante de destacar en David, es que David, llega a ser rey no por sus propias cualidades, sino porque era hermoso, no solo ante los ojos de los hombres, sino ante los ojos de Dios. Esa hermosura de David, nos habla del donaire de la gracia que había en él. Y es como una anticipación de la gracia que vendrá luego por Jesucristo.

David hizo grandes cosas. Por ejemplo, David unificó las tribus del norte con las tribus del sur. Esas tribus del norte y del sur vivían agarradas, vivían en peloteras. Los del norte luego se llamaron propiamente Israel y los del Sur, luego se llamaron propiamente Judá. De esos del sur proviene lo que nosotros llamamos el judaísmo, judío viene de Judá.

Entonces David unificó las tribus del norte con las del sur, y a David se debe también que logró paz en las fronteras de Israel con los pueblos vecinos que eran los llamados filisteos. Esas son las dos grandes obras de David, unificar por dentro y defender hacia afuera. Y eso fue lo que logró David, consolidó al pueblo de Dios, unió las tribus entre sí y por otra parte, las defendió frente a los enemigos externos.

Pero lo más admirable en David es que este hombre, no era simplemente un estratega. -Repito-, más que un gran soldado, más que un gran militar; era un hombre tocado por el amor de Dios, un hombre sensible para las cosas de Dios. Y por eso se atribuyen a él muchísimas oraciones, que nosotros llamamos salmos, -los salmos-; muchos salmos se atribuyen a David, precisamente por eso, un hombre inspirado, una especie de poeta.

Es bien bonito ver que el modelo del rey para los israelitas, no era el rey que se impone a las patadas, sino el hombre que tiene sensibilidad para oír a Dios, el hombre que tiene sensibilidad para la belleza de lo divino, el hombre, que es un artista y un poeta. Quien creyera que el gran modelo de rey para los israelitas era este artista, poeta, David.

Ahora bien, ese aceite, en la cabeza lo habían recibido todos los reyes, porque a todos se les ungía. Pero ¿qué había pasado para que en algunos, ese aceite, como en David o en Josías, diera como tan buen fruto y en otros ese aceite no sirviera?, por lo visto, para nada. Los israelitas llegaron a la conclusión de que el puro aceite no hacía el milagrito, de que se necesitaba que junto con ese aceite, Dios diera algo más; y ese algo más que Dios da y que mueve a su criatura, que mueve al hombre; eso es, lo que en el Antiguo Testamento se llama -Un espíritu de Yahvé o El Espíritu de Yahvé-.

Por eso el profeta Isaías ha dicho, que ese ungido, ese Mesías, que él, entrevé en su profecía, será revestido de poder, revestido de sabiduría, revestido de fuerza. Pero no por los hombres, sino por Dios; será ungido, pero ya no, ya no ungido simplemente con aceite, sino ungido con espíritu.

Y así Isaías estaba anunciando al Ungido con U mayúscula, al Ungido por excelencia. A este hombre, a -Jesucristo-. Entonces, ¿Quién es Jesús? Jesús es, aquel que tiene el encargo de parte de Dios. O sea, los... israelitas tenían claro, que en este tipo de cosas no vale que uno diga: -oiga, yo quiero-, se necesita, que Dios ¡quiera!, no es asunto de ofrecerte como voluntario, tampoco es asunto de ser un fanfarrón. En la verdadera lucha por defender, por consolidar al pueblo y por protegerlo de sus enemigos; en esa lucha, si no está, uno ungido, por el Espíritu de Dios, uno no hace nada. Y por eso el pueblo de Israel, a lo largo de ese camino largo..., tortuoso; estaba esperando que llegara el Ungido de Dios; estaban, por decirlo así, dicho en lenguaje colombiano, -hartos de politiquería-, estaban aburridos de partidos, de tendencias y de esfuerzos humanos. Y yo creo que en este sentido, tienen mucho que decir, a las necesidades y a las esperanzas nuestras.

El problema de la salvación no es un problema simplemente de ponerse uno con su mejor buena voluntad de hacer las cosas. -Señor, danos un ungido-...,- alguien-, -determina tú quién es el que nos va a ayudar-; esas eran las oraciones de los judíos. El pueblo de Israel tenía esa convicción de que solo alguien así tocado, movido por Dios, solo alguien que sea el que Dios quiere, ese si iba a poder hacer las cosas. Ese sí nos va a dar verdadera libertad, ese sí nos va a curar, ese si va a restaurar a Israel; ese -el Ungido-.

De una manera más próxima, Juan el Bautista anuncia la llegada de ese ungido. Juan el Bautista ve que está próximo el juicio de Dios.; ve que el tiempo está maduro para la intervención Divina. Para captar en su profundidad las palabras del Bautista, hay que tener en cuenta, hermanos, que el pueblo de Israel, llevaba años y años, siglos ya; sin escuchar la voz del profeta.

Después de esos últimos profetas menores; habían desaparecido las profecías en Israel. Ya estaban muy lejos los tiempos de un Isaías, de un Jeremías, de un Ezequiel; esos tiempos estaban muy lejos. Y si uno lee, por ejemplo, los libros de los Macabeos, se encuentra con que ellos dicen: -mire, no supieron qué hacer con las piedras del templo, de ese templo que fue profanado por Antíoco, no supieron qué hacer con las piedras del templo y decidieron dejarlas en un lugar aparte, mientras viniera algún profeta a decir qué se hacía con eso-.

Es decir, el Espíritu de profecía había desaparecido en Israel hacía ya muchos siglos, cuando de pronto aparece Juan Bautista. Y ¿qué dice este, Juan en su predicación? -Que está cerca la intervención de Dios, que ya llega el reinado de los cielos y que hay que prepararse para recibir ese reinado, con la conversión del corazón y con obras que sean, dignos frutos de esa conversión-. Juan el Bautista está preparando el camino para ese ungido; está abriendo el espacio en Israel, está levantando la esperanza de Israel; para que pueda recibir a ese, que antes se había esperado.

¿Qué nos dice hoy la predicación del Bautista? En primer lugar, estamos en tiempos, mis queridos amigos, en que la esperanza, la virtud de la esperanza, ha decaído y se ha perdido. Necesitamos un Juan Bautista. Necesitamos un precursor del Mesías que hable y que levante la esperanza.

El apóstol Pedro nos dice allá en esa primera carta. Lo leíamos hoy, se trata de hacer renacer para una esperanza viva en las otras personas. Pues bien, Juan el Bautista nos invita hoy a ser mensajeros de esa esperanza. Pero, ¡atención!, se trata de darle esperanza a la gente, no falsas ilusiones.

¿Cuál es la diferencia entre, la virtud de la esperanza y las simples ilusiones? ¿Cuál es la diferencia entre el cristiano que brilla por su esperanza y el que es un pobre iluso? La gran diferencia es que el cristiano, conoce el precio de la conversión y el cristiano conoce la realidad del pecado. -Iluso- es, el que pretende que venga un mundo nuevo, sin conversión, iluso es el que pretende que las cosas cambien, pero siguiendo en sus pecados. Ese es el iluso.

Esperanzado es, el que conoce el tamaño del pecado, pero conoce mejor las dimensiones del amor y del poder de Dios.; Y ese es Juan el Bautista; y por eso la gente acudía a él.

Nosotros, pues, movidos por la predicación del Bautista, tomemos conciencia de nuestro propio estado de pecado, tomemos conciencia del estado de pecado del mundo; pero sobre todo, tomemos conciencia del estado del amor de Dios.

Por favor, no le tomes el pulso al pecado del mundo, sin buscar al mismo tiempo el pulso del amor de Dios. Si tú te quedas solo, percibiendo o buscando el pulso, de los pecados del mundo, te llenas de -desesperación-; si tú miras todos tus pecados, te llenas de -depresión-. No busques la realidad del pecado, -si eres cristiano, si has escuchado la predicación del Bautista-, no busques, el tamaño de tu pecado, sin buscar ¡al mismo tiempo!, y en el ¡mismo acto!, el tamaño del amor, que Dios te tiene.

Esto es lo que Catalina de Siena llamaba -el conocimiento de Dios en sí mismo y de sí mismo en Dios-. Si tú separas esos dos conocimientos: o te vuelves un fanfarrón presuntuoso, que cree que ya domina lo divino; o te vuelves un deprimido y oprimido, por tus culpas; que no encuentra salida, que todo lo ve negro, que todo le sabe amargo, que todo..., que en todas partes se encuentra muerte, y qué criticar; y de qué entristecerse.

¿En qué se afianza la esperanza cristiana? Nos lo enseña el Bautista, -En saber que la salvación viene de Dios, en saber que esta salvación sólo la recibe, aquel que se convierte, en tomar conciencia de nuestro propio pecado y en descubrir sobre todo, el tamaño del amor de Dios-. Por favor, no tengas tus ojos tan abiertos a tus pecados, que se te cierren para el amor y no tengas tus ojos tan abiertos para el amor que se te cierren para tus pecados.

Como Dios sabe que nosotros somos a veces malos discípulos, como Dios sabe que a veces somos malos alumnos, dijo: -Esta gente es capaz de que si yo les muestro en una hoja sus pecados y en la hoja siguiente mi amor, se queda mirando una hoja o mirando la otra-; y por eso, en una sola hoja y en una sola imagen quiso retratarnos, el tamaño del pecado y el tamaño del amor. -Y esa es la cruz de Jesucristo-. Como supo que éramos ignorantes y como supo que éramos torpes para entender, quiso darnos en una misma plana, en una misma imagen, el tamaño del pecado, el tamaño de la traición; de lo que significa mentir, de lo que significa egoísmo, de lo que significa traición; Pero también en esa misma página, en esa misma imagen, lo que significa amar, lo que significa perdonar, lo que significa redimir

Y por eso nosotros los cristianos no podemos prepararnos a la Navidad sin prepararnos para la cruz. No podemos prepararnos a ver la tierna carne de Cristo en el pesebre sin pensar que esa carne, es la misma que un día se ofrecerá en el ara de la cruz. Nosotros no podemos extasiarnos ante el bebecito, ante el Niño Dios, sin pensar al mismo tiempo que ese bebecito con igual y mayor pureza, con igual y mayor santidad, un día será torturado por nuestras culpas.

Pero esta sangre de Cristo fue sacada, por nuestros golpes, pero donada, a golpes de amor. Y por eso la sangre de Jesús es la sangre del Adviento y es la sangre de la Pascua. Quiero decir, es la sangre que al mismo tiempo, denuncia el tamaño de la culpa, pero anuncia el tamaño de la gracia.

La puerta para todo esto: -Conciencia del propio pecado-. -Humilde confesión de esa culpa-, y -Certeza del amor-. ¡Certeza del amor!. Uno no puede mirar largo rato esta cruz, uno no puede mirar con atención, esta cruz sin descubrir al mismo tiempo, ¿quién es Dios?, y de qué es capaz, y ¿quién es el hombre?, y de qué es capaz. ¿Podíamos encontrar mejor maestro?, ¿podíamos encontrar mejor enseñanza? para que no se nos olvidará ¿quién es Dios?... cuando vemos al hombre, aquí tienes al -hombre Dios, y para que no se nos olvidará ¿quién es el hombre?, cuando ves a Dios, aquí tienes a -Dios humanado-.

De esa manera, en el camino del Adviento, descubrimos que la salvación viene sólo de Dios y que Él encontró, manera y providencia de que esa salvación se realizará en cada uno de nosotros. Por eso decía algún santo:, ¿Hasta qué punto?, ¿Hasta qué momento hay que mirar la cruz?; Hasta que tú veas tu carne en Él y Su sangre en ti; hasta que tú descubras que no puedes lastimar a alguien, sin ser cómplice de la crucifixión y que no puedes recibir amor de alguien, sin ser otro beneficiario, de la misma crucifixión.

Demos gracias a Dios que nos prepara para acoger la carne de Cristo en esta Navidad. Recibamos también nosotros su unción del Espíritu, Santifiquemos nuestra carne en la carne de Cristo, que ahora se ofrece en este altar. Y al prepararnos para este Adviento, preparémonos también nosotros para extender nuestra carne, ser también nosotros hostias, y participar del misterio de la salvación en favor de todos los hombres. Amén.

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