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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
¿En qué se parecen y en qué se diferencian el comienzo del año LITÚRGICO y el comienzo del año CIVIL?
Homilía aa01013a, predicada en 20191201, con 6 min. y 52 seg. 
Transcripción:
¡Feliz domingo para todos! De hecho, este, es el primer domingo del nuevo año litúrgico. Es el primer domingo de Adviento y nuestra Iglesia Católica empieza el año litúrgico con el Adviento. Hoy vamos a hacer una pequeña reflexión sobre la diferencia entre el Año nuevo, como se suele vivir en muchas partes para el primero de enero y el Año Nuevo litúrgico. Vamos a hacer ese pequeño contraste para entrar de lleno en esta nueva etapa que nos ofrece nuestra Iglesia Católica. A ver ¿Qué hace la gente comúnmente para el Año Nuevo? Hacen cuatro cosas: la gente se reúne, la gente celebra, muchas veces con una comida. ¿Qué más hace la gente? A veces siente nostalgia ¿Nó? Recordamos a las personas que han fallecido. Recordamos situaciones del pasado, quizás de la infancia. Entonces hay nostalgia. Y luego otra cosa que se hace mucho en el año nuevo son los famosos propósitos, que se cumplan o no se cumplan los propósitos, ese es otro tema. Entonces, fíjate las palabras claves para un año nuevo: reunión, celebración, nostalgia y propósitos, reunión, celebración, nostalgia, propósitos. Esos son los ingredientes típicos de un año nuevo cuando se celebra del treinta y uno de diciembre para el primero de enero. Pero aquí estamos empezando un año nuevo litúrgico. ¿Será que se parece en algo, el Año nuevo litúrgico con respecto al Año Nuevo Civil?; llamémoslo así, es lo que vamos a ver ahora. La gente se reúne. Fue lo primero que dijimos. Hay reunión. Eso también se parece a nosotros. Nosotros litúrgicamente nos reunimos. Nos reunimos en asamblea de oración. Nos reunimos para la liturgia de la Palabra. Esa palabra que escuchamos en cada Eucaristía y sobre todo, nos reúne el Señor alrededor de su altar, alrededor de la mesa del banquete celestial. Entonces reunión hay, y es una reunión especial, porque el alimento es el más bello, el más nutritivo, es el pan venido del cielo. Reunión hay, de hecho, tenemos reunión solemne cada domingo, nuestra eucaristía dominical. Celebración, sí, sí que hay celebración. Y en particular, cuando empieza el Año Nuevo litúrgico, nuestra mirada, que el domingo pasado estaba extasiada ante la grandeza, la majestad de Cristo Rey; nuestra mirada que celebra y proclama a Cristo Rey; en este primer domingo de Adviento, no se aparta de la realidad maravillosa de su reinado. No nos apartamos de Él. Al contrario, reconocemos que Él es el Señor de la gloria y que queremos que esté siempre en nuestras vidas. Por eso también queremos que Él venga. Ese va a ser el sello de la primera parte del Adviento. Empezamos el año litúrgico, ya lo dije con el Adviento. Y el Adviento tiene dos partes. Una primera parte llega hasta el dieciséis de diciembre y el centro de atención es siempre, siempre, siempre el retorno de nuestro Señor Jesucristo. Anhelamos que Él venga. Entonces, ahí está ese elemento importante de celebración. ¿Qué más hacemos en el año civil? Muchas veces tenemos nostalgia. ¿Sabes una cosa? La nostalgia como tal puede ser un poco estéril en nuestra vida cristiana. Si nosotros nos quedamos simplemente añorando los viejos tiempos en que la gente si era piadosa, en que la gente si rezaba, en que la gente si era buena; si nosotros nos limitamos a esos tiempos antiguos y nos llenamos de nostalgia.... Eso no tiene mucho de cristiano. Más bien nos pone al borde de pecar contra el don teologal de la esperanza. O sea que esa clase de nostalgia no tenemos. Pero eso no significa que el cristiano ande por todas partes con una especie de borrador quitando, quitando, quitando todo aquello que podría ser, eh no sé, doloroso. De hecho, muchas terapias alternativas que se ofrecen hoy a la gente son como eso, casi como un decir: "Suelte, olvídese" Pero realmente la verdadera sanación de los recuerdos no es hacer de cuenta que las cosas no pasaron. La verdadera sanación de los recuerdos es saber que las cosas sí pasaron, pero integrarlas dentro de esa historia de amor y salvación que Dios va escribiendo con cada uno de nosotros. Ese es el verdadero sentido del perdón cristiano, de la reconciliación cristiana. Entonces sí, civilmente, sí, la gente muchas veces tiene esa nostalgia. Nosotros, en vez de esa nostalgia, tenemos un llamado real a aprender las lecciones del pasado y a convertirnos. Es una de las razones por las que en Adviento vamos a ver con abundancia esa tela de color violeta o de color morado. Ese color es el color típico de la penitencia. Es el color típico de aquellos que están en actitud de conversión, en actitud de cambio. Ese es el color propio. Entonces, eso quiere decir que en vez de nostalgia, nosotros tenemos conversión. ¿Y qué pasa con los buenos propósitos? Claro que están. Pero nuestros buenos propósitos no se basan únicamente en nuestras fuerzas. No se basan únicamente en la tenacidad de nuestra voluntad. Se basan en la grandeza de un Dios que nos ha tendido la mano. Por eso nosotros ciertamente hacemos propósitos. Ciertamente queremos enmendarnos, pero ponemos en primer lugar la fuerza de su amor y de su gracia. Ya ves cómo se parece, pero también cómo se diferencia el Año Nuevo Civil y el Año nuevo propio de la liturgia.

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