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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
El Adviento es tiempo litúrgico donde centramos toda nuestra atención en anhelar y preparar el retorno glorioso y definitivo de Nuestro Señor Jesucristo a nuestras vidas.
Homilía aa01010a, predicada en 20161127, con 6 min. y 7 seg. 
Transcripción:
¡Feliz domingo para todos! Este es el primer domingo del tiempo de Adviento. Este es el primer domingo del nuevo año litúrgico. Lo mismo que realiza la Tierra en torno al Sol, girando en el transcurso de un año hasta dar la vuelta completa en torno al Sol. Eso mismo realiza la Iglesia con respecto a Cristo. Cada año litúrgico es como un recorrido, de hecho, un año completo en el que damos la vuelta en torno a los misterios de Cristo. El año litúrgico empieza con el Adviento. Este es llamado uno de los cuatro tiempos fuertes. Es un tiempo fuerte porque concentra nuestra atención en la venida de Cristo. El objetivo principal del tiempo de Adviento es que nosotros recordemos que necesitamos de Cristo y que esperamos a Cristo. Adviento indica la llegada, y la llegada de Cristo, va preparada y va apresurada nos dirá San Pedro por la vigilancia, por la espera de cada uno de nosotros. Así que el propósito del Adviento es centrarnos en la venida de Cristo, la venida última de Cristo, la venida definitiva de Cristo. Pero, para animarnos en esa espera del retorno definitivo del Señor; los últimos días de Adviento están marcados por el recuerdo amable, el recuerdo tan dulce y lleno de ternura de su presencia entre nosotros por el misterio de la Encarnación. Es decir, que la Encarnación es el motivo, es la razón, es el aliciente que tenemos para tener presente siempre al Señor y para al mismo tiempo anhelar su retorno, su venida gloriosa. Teniendo esto claro, ya sabemos para qué es el Adviento. Luego viene el tiempo de Navidad. Ese tiempo de Navidad es una breve pero muy intensa contemplación de lo que significa este acto de humildad, de dulzura y de ternura de Dios que llega hasta nosotros. De modo que ahí tenemos dos tiempos litúrgicos fuertes, concentrados en el tema de la llegada de Cristo, el Adviento, que es súplica sobre todo del retorno del Señor. Luego la Navidad, que es contemplación del misterio de su humildad, que se abaja hasta nosotros. Son dos tiempos que están relacionados: Adviento y Navidad. Luego vamos a encontrar en el año litúrgico, más adelante, vamos a encontrar otros dos tiempos muy fuertes que son Cuaresma y Pascua. El propósito de la Cuaresma es acompañar a nuestro Señor Jesucristo en el desierto y también comprender que nuestra propia vida en esta tierra es como un desierto. Una vez que entendemos eso, también le acompañamos en ese otro desierto, en ese despojo completo, esta vez absoluto, que es el despojo y desierto de la cruz. En la cruz Cristo se despoja de todo, Cristo se dona completamente por amor al Padre, por obediencia al Padre y por deseo de nuestra salvación. De manera que la Cuaresma desemboca en los días Santos, en los días de la Semana Santa; no nos quedamos con un Dios crucificado, no nos quedamos con Cristo en el sepulcro. Cristo ha resucitado y ese es el propósito del otro tiempo litúrgico que se llama Pascua. Durante todo el tiempo de Pascua contemplamos gozosamente el triunfo del Señor con la certeza de que ese triunfo será también nuestro, gracias al don del Espíritu Santo que sucedió en Pentecostés. De hecho, Pentecostés es el día en el que recordamos esa efusión del Espíritu, el nacimiento de la Iglesia y, por consiguiente, la aplicación a nuestra vida de todos los dones de la Pascua de Cristo. Ese es el tiempo pascual. O sea que hay cuatro tiempos litúrgicos fuertes. Tenemos Adviento y Navidad por una parte, y tenemos Cuaresma y Pascua Por otra parte, Adviento y Navidad celebran la llegada de Cristo. Cuaresma y Pascua celebran la partida de Cristo, entendiendo que en esa partida, en esa donación de amor que llega hasta la muerte, está también la fuente de nuestra salvación y el resto del año, ya ahí tenemos que hablar del tiempo llamado ordinario. Y ese es el año litúrgico, Adviento y Navidad. Luego, unas pocas semanas de tiempo ordinario, Cuaresma y Pascua, muchas más semanas de tiempo ordinario. Y terminó el año litúrgico, porque ya con esa última festividad del tiempo ordinario que es la Solemnidad de Cristo Rey, se da por terminado ese año litúrgico y nos preparamos para un nuevo Adviento, una nueva Navidad. Comprendamos, amemos, apreciemos el valor de nuestra liturgia católica. Amén.

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