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Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
1. Ser sensibles al tiempo como ocasión de gracia. 2. Firmeza sólo en Dios. 3. Revestir todo de Cristo.
Homilía aa01009a, predicada en 20131201, con 21 min. y 34 seg. 
Transcripción:
Queridos hermanos, estamos empezando el año litúrgico y las lecturas que tenemos, hacen una intensa referencia al tiempo. Por ejemplo, la primera lectura tomada de Isaías habla de -"Al final de los días"-. La segunda lectura de la carta a los Romanos dice: -"Ya es hora de despertaros del sueño"-. El Evangelio dice refiriéndose a estos acontecimientos -"Cuando venga el Hijo del Hombre"-. O sea que lo primero que hay que destacar en estas lecturas, es que el cristiano es una persona sensible al tiempo. Para nosotros el tiempo no es simplemente repetición. El tiempo es oportunidad. Si es oportunidad aprovechada, se llama una -gracia-; si es una oportunidad desaprovechada, se llama una -desgracia-.El tiempo que aprovechas se convierte en gracia. El tiempo que desaprovechas se convierte en desgracia. El tiempo para nosotros tiene un significado muy profundo, porque el tiempo es el recinto, de las promesas de Dios y es el camino hacia su cumplimiento. El tiempo adquiere valor, cuando nosotros sabemos que algo va a suceder; por ejemplo, cuando tenemos un encuentro con alguien, cuando tenemos una cita, cuando sabemos que una ocasión se acerca?, por ejemplo, en unos días, Dios mediante para Navidad, muchas familias se van a reunir y la expectativa, la hermosa expectativa, de que se va a encontrar la familia, le da un sentido especial a ese tiempo. El tiempo adquiere significado a través de la palabra, a través de la promesa, a través del cumplimiento de la promesa. Saber que llega una fecha, saber que hay una promesa y que vendrá un cumplimiento, eso le da un significado a nuestro tiempo. Eso quiere decir que el cristiano no vive simplemente al ritmo de las circunstancias, a lo que salga, a lo que se presente. El cristiano tiene educado su oído en las promesas de Dios y por consiguiente, tiene educado su corazón, en la expectante alegría del Dios que viene. En este sentido, toda la vida humana es -Adviento-, porque siempre estamos esperando de alguna manera, el cumplimiento de la promesa del Señor, esa plenitud a la que hemos sido llamados. El tiempo es Adviento porque nosotros aguardamos el fruto, y Dios también aguarda,que nosotros demos fruto. Ahí termina la primera parte de esta homilía. La relación entre el cristiano y el tiempo, y que nos volvamos sensibles al paso del tiempo. -"Ved cómo vivís, porque los tiempos son malos"-; nos advierte en varios lugares la Escritura. El día de Pentecostés, Pedro le decía a la gente , -"escapad de esta generación perversa"-. Hay que saber en qué tiempo estamos viviendo, hay que leer los signos de los tiempos, hay que ser sensibles al tiempo; hay que aprovechar cada cosa que Dios nos va dando?, porque todo sirve, todo, todo sirve. ¿Un dolor también sirve? Claro, claro. Y un dolor puede ser una enorme oportunidad. Pero recuerda que una oportunidad aprovechada es una -Gracia-, en cambio, una oportunidad desaprovechada es una -Desgracia- Ahí está. Está clarísimo. El dolor puede ser una oportunidad, ¿Quién lo creyera?, la enfermedad, la vejez, la soledad, la cárcel. Todo puede ser oportunidad. El tiempo puede convertirse en un lugar, un lugar para el encuentro; el encuentro con el Señor. Bueno, ese es el primer punto. Pasemos al segundo punto. La primera lectura nos dice: -al final de los días-..., ¿qué debemos entender por este tipo de expresiones?, -al final de los días-. Los judíos tenían una sensibilidad bastante alta, al curso de la historia y tenían una conciencia muy grande de que la historia mira hacia una -meta-. Isaías nos habla de esa -meta-. Nosotros creo que en general somos mucho menos sensibles a esa conciencia de que hay una meta en la historia, -menos sensibles somos nosotros-, pero esa meta existe, -esa meta está-. ¿Cómo puede uno sensibilizarse con respecto a esa meta? Pues tal vez hay algunas expresiones de nuestro lenguaje, que pueden servir. Por ejemplo, cuando uno utiliza expresiones como éstas: ¡Mire, en resumidas cuentas!, ¡al fin y al cabo!, ¡a la hora del té!. Cuando usamos ese tipo de... expresiones coloquiales, queremos referirnos a, ¿qué es lo que finalmente va a quedar?, porque la vida tiene ires y venires y en la vida pasan muchas cosas y a veces se gana y a veces se pierde. Pero uno necesita saber en balance final, al final de cuentas, ¿que? esa es otra expresión. Bueno, a fin de cuentas, ¿qué? y eso es lo que nos está diciendo Isaías. Hay muchas montañas, algunas muy bellas, algunas con muchos cultivos, algunas con gran vegetación, algunas con animales peligrosos, algunas con un paisaje hermosísimo. Y nos cuenta la ciencia de la geología que también las montañas suben y bajan... ¡Sí!, así como se oye, la tierra es más flexible de lo que parece, ¿porque tenemos estas cordilleras que se llaman los Andes?, pues, por el movimiento de las placas tectónicas. -Si-, la Tierra es más flexible de lo que parece. Pues bien, si los montes suben y bajan, al fin, ¿Qué queda? ¿Hay algún monte que permanezca? ¿Qué representan los montes?, dentro de este lenguaje bíblico, el monte es el lugar que se busca para la seguridad. En aquellas épocas, épocas de continuos conflictos y guerras entre pueblos, el que aseguraba la montaña, aseguraba el Alcázar. -La palabra alcázar quiere decir una fortaleza donde un ejército, quizás un ejército pequeño, se hace fuerte para resistir al enemigo-. Y es evidente que el que tiene la conquista de la cima de la montaña, se encuentra en mejor condición para contraatacar en caso de que venga un enemigo. Por eso las montañas en la Biblia, entre otras cosas, son señales de las seguridades; -¿en donde tengo puestas mis seguridades, en donde me siento firme yo, a donde voy a encontrar seguridad?. Por eso hay un salmo que dice: -Levanto mis ojos a los montes, de ¿dónde me vendrá el auxilio?- ¿Por qué se levanta los ojos a los montes?, Porque en los montes es donde se hacían esos alcázares, esas fortalezas. Entonces los montes? ¿Qué son los montes? Son las seguridades que uno tiene, aquellas cosas en las que uno se considera fuerte. Y ahora tomemos la primera frase de la lectura de hoy de Isaías. Dice así: -"Al final de los días estará firme, el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas"-; Entonces, -traducimos-, de todas las seguridades que tú tengas, ¡la única que estará firme, a fin de cuentas, la única que permanece para siempre, la única seguridad que no te va a engañar, es el ¡Señor!, -Es el monte del Señor-, el que ponga su seguridad en el Señor, ese podrá llegar hasta el final. El que ponga su seguridad en otro monte..., -No se sabe qué le pueda pasar- Y esto es verdad; uno pone su seguridad en muchas cosas, uno pone su seguridad?, si tiene dinero en el dinero, si tiene amigos influyentes, en los amigos, si uno tiene muchos estudios, en los estudios, -¡yo soy leído..., como conclusión, a mí me se respeta, porque soy leído!-... uno se considera inteligente y preparado y pone su seguridad en eso; hay gente que pone su seguridad en su aspecto físico, tan bonitos como yo, -no hay muchos-, Conclusión, Conclusión..., yo? con mi belleza me defiendo; hay otros que consideran, que todo lo pueden arreglar con palabras, porque son muy hábiles para hilvanar discursos... Por eso dice un salmo burlándose de la arrogancia humana. ¡"Ay de aquellos que dicen nuestros labios nos defienden, quién será nuestro amo"!. Pero, ¿qué nos dice la lectura de Isaías? Que uno pone su seguridad en la inteligencia que tiene; hasta el día en que un doctor le dice: le tengo resultado de sus exámenes: Efectivamente, lo suyo es Alzheimer. Entonces mi montaña se hundió. Me siento muy seguro en mis amigos, los amigos que tengo, que no son amigos, sino amigotes; pero resulta que a los amigotes le salió otra oportunidad, mejor; me dieron la espalda; traición; me quedé solo, mi monte se hundió. El que se creía muy bonito, le sale otro más bonito y le dan el contrato a otro... -¡Ven!- Es complicada la vida. Al final de los días estará firme: el monte de la casa del Señor. Entonces, la segunda enseñanza de hoy ¿cuál es?; _¿En dónde tengo puesta mi seguridad?. La primera enseñanza de esta homilía: El tiempo?-, -Hay que ser mejores oyentes y yo tratar de predicar mejor, pero hay que ser mejores oyentes, porque uno tiene que salir de la Santa Misa alimentado-. Entonces, en la primera enseñanza, -ser sensibles al el tiempo-, porque ahí fue donde dijimos: las oportunidades que uno aprovecha son, -gracias-, si las desaprovecha, son -desgracias-; (Eso es; Pero yo no sé si ustedes están aprovechando esta oportunidad). Bueno. El segundo punto es. _¿En dónde está mi seguridad?_ ¿En dónde está mi seguridad? Ese es el segundo punto. Y el tercer y último punto? (Porque ya vi cómo está la capacidad nemotécnica). El tercer y último punto, lo tomamos de la segunda lectura de hoy: nos dice el apóstol San Pablo. -"La noche está avanzada, dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz"- Quiero subrayar ese aspecto; nos dice San Pablo de unas armas; el que habla de armas habla de: -combate-. Hay un combate y este es un combate entre la luz y las tinieblas. Y hay que recibir las armas de la luz. Y ¿cuáles serán esas armas de la luz?, si no las conocemos, mal podremos utilizarlas. Nos dice el apóstol: -"Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad"- y nos dice -"Vestíos del Señor Jesucristo"-, Jesucristo dijo: -"Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas"- Entonces, tener las armas de la luz es revestir del mensaje y de la presencia de Cristo, todo lo que yo soy; es cubrir con la bendición de Cristo, con la providencia de Cristo, con el amor de Cristo, todo lo que yo soy. Tenemos entonces que pedirle a Cristo, que nos recubra como un vestido. Acuérdese cómo eran los vestidos en esa época. No era exactamente como los vestidos en Bucaramanga, Floridablanca, Piedecuesta. Los vestidos para esta gente ¿cómo eran?, eran túnicas que cubrían todo, se cubría todo el cuerpo. Cuando el apóstol San Pablo nos dice que nos armemos para el combate y cuando nos dice que nos revistamos de Cristo, quiere decir que esta es la hora para poner, en obediencia a Cristo y bajo la protección de Cristo, ¡todo! lo que tenemos, ¡todo!. ¡Todo! nuestro cuerpo de arriba abajo, en obediencia a Cristo y bajo la protección de Cristo, nuestros negocios, en obediencia a Cristo y bajo la protección de Cristo, nuestras amistades en obediencia a Cristo y bajo la protección de Cristo. Eso es revestirse de Cristo. Cuando Pablo dice revestirse, quiere decir que todo quede cubierto; que todo quede protegido, que todo quede arropado, que todo quede bendecido por la presencia del Señor. Y esa es la manera de vivir el Adviento. Y esa es la manera de ser cristianos. Entonces preguntémonos ¿cuáles son las partes de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestros negocios o de nuestro cuerpo que no están bajo la protección de Cristo? ¿Hay una parte de tu vida que no esté bajo la protección de Cristo? Te cambio la pregunta, ¿Hay una parte de tu vida que no se la hayas entregado a Cristo? ¿Hay una parte de tu vida que tú todavía te estás reservando para ti?, que no se la has entregado al Señor; -Esa parte está desprotegida-. ¡Y eso es muy grave!. En algunos países se habla de armas químicas; son supremamente serias esas sustancias, serias por el daño que causan, quiero decir. Y tal vez has visto alguna vez los vestidos que tienen que ponerse; las personas que desactivan esas armas químicas tienen que utilizar unas botas especiales, con unos pantalones especiales, parecen astronautas, están cubiertos completamente; ¿Por qué?Porque si esa persona dejará destapado, por ejemplo, su antebrazo y le entra esa sustancia, por ahí, le arruina la vida; le quema, le daña, le envenena. Eso es lo que nos está diciendo San Pablo que nada, nada de nosotros puede quedar sin Cristo. Nada de nosotros puede quedar destapado. Todo tiene que estar cubierto por su bendición y todo tiene que estar sometido en obediencia de amor a Él. Tres consignas para el Adviento. ¿Se acuerdan que son tres? Sí, ¿se acuerdan? ¿Se acuerdan que llegamos aquí hace un rato? Sí. Tres consignas para el Adviento. Primera? (¡Sí, se puede! Si se puede..., Sí se puede), vamos a ser sensibles al tiempo, porque el tiempo está lleno de oportunidades; y aún las cosas que pueden parecer duras, si las sabemos aprovechar en el Señor, son oportunidades de -gracia-, no de -desgracia-. Entonces, sensibilidad al tiempo. El segundo punto. Tengo que preguntarme ¿de qué me siento seguro?, y tengo que preguntarme si ¿mi seguridad está puesta en el Señor?. Y tercero, -Revestirme de Cristo-; acuérdese de las armas químicas. Si algo de mi vida queda destapado por ahí se puede entrar la roya, por ahí se puede entrar el veneno, por ahí se puede entrar el enemigo. Tengo que estar revestido de Cristo. Era muy bonito en los primeros tiempos de la Iglesia, como en el bautismo, había como una especie de pequeña piscina y la persona bajaba y se sumergía completamente; incluso en muchas iglesias, el bautismo se hacía desnudo; la persona se sumergía en el agua del bautismo. ¡Es esto!, que me cubra todo, que todo mi ser quede sepultado, quede protegido, quede cobijado por el amor de Dios; todo mi ser, todo lo que yo soy. Entonces esa es la tercera enseñanza revestidos de Cristo. ¿Cuál es la parte que no le has entregado al Señor? Tú tienes por ahí un negocito así de mala ortografía que tú dices, bueno, pero, -ese no se lo ha entregado al Señor-; tienes por ahí una amistad que en mala ortografía, una amistad que no se sabe cómo es... Lo hermoso de la verdadera vida cristiana es que se cumpla que todo en nosotros está revestido por el Señor, sensibles al tiempo, seguros solo en Dios, revestidos siempre de Cristo. Amén. De pie, por favor.

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