Esta es tu casa!

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.

Despertar y subir: dos verbos para el comienzo del adviento.

Homilía aa01008a, predicada en 20131201, con 18 min. y 55 seg.

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Transcripción:

Queridos hermanos, el día de hoy estamos empezando un nuevo año litúrgico. Así como los campos se renuevan con los tiempos de lluvia y los tiempos de sol, es decir, así como la tierra a través de las distintas estaciones del año, se renueva y produce nuevo fruto también, así también nosotros en nuestra fé necesitamos renovarnos. Y esa renovación sucede siempre al contacto con la Palabra de Dios, la Palabra que nos interpela, que nos cuestiona, que nos consuela, que nos fortalece, que nos corrige, nos regaña, nos alimenta, nos ilumina. Encontrarnos con la Palabra de Dios no es encontrarnos simplemente con unas letras, es salir al encuentro del Dios que ha querido hablarnos, el Dios que ha querido salir a encontrarnos a nosotros.

Y por eso vuelve ahora ese tiempo del año que llamamos Adviento. Este primer domingo, con dos palabras que deben quedar muy grabadas. Primero el despertar y segundo, el ponerse en movimiento. Si vamos a ser más precisos, subir es lo que aparece en el profeta Isaías. El texto de la primera lectura. "Venid, subamos al monte del Señor". Y luego en el Salmo respondíamos: "Vamos, alegres a la casa del Señor". Así que esos son nuestros dos verbos para hoy, despertar y subir. Reflexionemos un poco qué traen estos verbos y cómo aplicarlos a nuestra vida. Despertar y subir.

Sobre el despertar nos habla la lectura de San Pablo a los romanos: "Va pasando la noche. El día ya despunta., dejemos las obras propias de las tinieblas; nada de orgías, ni borracheras, de fornicación, ni liviandad, de peleas, ni envidias, vestíos más bien del Señor Jesucristo" Esa es una invitación a despertar...., el día, ya despunta, también Jesús en el Evangelio nos invita a despertar, nos dice: "Permaneced en vela, no sabéis cuándo va a venir vuestro Señor" La mejor manera de entender ¿Qué es este despertar? Es entender qué sería estar dormido. Pues es una cosa interesante todo lo que sucede cuando uno está dormido, porque uno dormido se mueve bastante. Hay gente que?. se cae de la cama. Uno está cambiando de posición. Algunos nunca aprendimos a dormir. A mí me consta por ejemplo, todo lo que me muevo porque con muchísima frecuencia me destapo. Ese es un pequeño secreto que les comparto hoy aquí en público.

Uno se mueve mucho. Además, la imaginación también se mueve. Por eso uno tiene ensoñaciones. Uno tiene sueños. A veces tiene pesadillas. Los ojos se mueven; si se mira a una persona despierta. Y unos periodos del sueño en que se ve perfectamente como la persona está moviendo sus ojos. Y de hecho, hay una etapa del sueño que se llama así. Una fase del sueño es el movimiento ocular rápido, que se suele abreviar REM, por sus siglas en inglés. Los ojos se mueven, el cuerpo se mueve. Pero uno es inconsciente. Uno no es responsable. Uno se deja llevar. Todo lo que sucede en el sueño sucede como por su propio impulso, como por su propia inercia. No hay conciencia, no hay propósito, no hay responsabilidad. Tampoco hay entonces, conocimiento del tiempo que pasa. Es impresionante cuando una persona despierta de un coma, darse cuenta ella que han pasado incluso días o semanas o meses. No hay conciencia del tiempo, no hay responsabilidad, no hay voluntad. Las cosas suceden en nosotros, pero no es como si nosotros las realizáramos.

Entonces de ahí entendemos que el sueño del que nos habla la Escritura es el dejarse llevar, es el no darse cuenta, es el no percibir el tiempo, es el no tomar las riendas de la propia vida, es no darse cuenta de lo que uno está haciendo ni de las consecuencias de lo que uno hace. Yo creo que podemos tomar esta definición. Lo que en estas.... en estos pasajes de la Escritura se llama sueño, es el simple dejarse llevar, el actuar, porque todos lo hacen, el repetir inconscientemente el comportamiento de otros o lo que siempre se ha hecho. Entonces estamos en eso que la Biblia llama sueño, entre comillas, estamos en ese sueño.

Si nosotros nos dejamos llevar simplemente por lo que se acostumbra; todo el mundo se emborracha, pues yo también me emborracho. Es decir, el dejarse llevar por la corriente, y la corriente, hermanos, es fuerte, especialmente se nota por el poder que tiene la publicidad en nuestras vidas.

La publicidad va plantando en nuestra cabeza y en nuestro corazón una serie de deseos y nosotros nos vamos dejando llevar por esos deseos. Entonces llega el momento en el que uno siente que si no compra tal o cual cosa, si no va a tal o cual lugar, si no se viste de tal forma, pues uno se siente mal. Es decir, que uno quiere dejarse llevar por la corriente y resulta que la corriente nos va uniformando a todos para que gastemos, para que consumamos, para que repitamos los mismos modelos. Entonces ya entendemos qué puede ser esto de despertar.

Despertar es tomar conciencia de que hay una corriente, de que la corriente del mundo nos va llevando y hacerse esta pregunta, que es la pregunta del despertar. Y la pregunta es: ¿A dónde, me lleva esto?, ¿A dónde me lleva esto?; ¿Por qué estoy haciendo esto?; ¿Por qué todo el mundo hace lo mismo?; ¿Por qué las estadísticas son implacables; ya se trate de suicidio, embarazo adolescente, aborto, consumo de drogas, consumo de alcohol?; ¿Por qué somos estúpidos repetidores de estadísticas?; ¿Por qué no somos capaces de pararnos un momento y pensar: A dónde me lleva esto?

Entonces, el primer verbo que estamos mirando, que es el verbo despertar, es el verbo, para hacerse la pregunta: ¿A dónde me lleva esto?; ¿A dónde estoy yendo con esta manera de vivir? Por supuesto, para ese despertar se necesita detener esa corriente, se necesita tomar un poco de distancia, se necesita entrar en el propio corazón, se necesita cuestionarse y conocerse uno mismo. Y esto vale para todos. Vale también, por ejemplo, para una persona en una vida de clausura. ¿A dónde voy yo con estos pensamientos?, ¿A dónde voy yo con esta mediocridad?, ¿A dónde voy yo poniendo tanta atención a los pecados de otros y tan poca atención en la enmienda de mi vida?, ¿Adónde, me conduce esto?, ¿A dónde voy yo?

Eso también se lo tiene que preguntar la pareja: ¿A dónde vamos con esta manera de tratarnos? Eso se lo tienen que preguntar los papás. Cuando los papás ven que los hijos están creciendo en la altanería, en la rebeldía, en la mala educación, en la grosería, en el egoísmo, tienen que preguntarse, ¿A dónde va la barca de esta familia? Bueno, hasta aquí, ¿Qué hemos dicho?, que hay dos verbos que son importantes para hoy, el verbo despertar y el verbo subir. Y ya hemos visto que despertar es salir del sueño y el sueño es... el dejarse llevar. El sueño es... el ser víctimas de la corriente. No preguntarse, repetir lo que todos hacen, dejar que nos metan cualquier idea en la cabeza para luego, aprovecharse de nuestro dinero, de nuestro cuerpo, de nuestras fuerzas o de nuestra vida.

Despertar es empezar a preguntarse. Y la pregunta fundamental es: ¿A dónde me lleva esto, esta vida, esta manera, esto ¿A dónde me lleva? Ese es el primer verbo.

Ahora vamos con el segundo. El segundo es el verbo subir. Quien habla de subir, habla de un esfuerzo. Por ejemplo, si una persona tiene mal estado físico, va a subir una montaña. Obviamente, se agota. La falta de estado físico es un problema muy serio. Subir supone un esfuerzo, pero subir supone también una meta. Fíjate que van unidos los dos verbos el que despierta, el que empieza a cuestionarse la vida, el que dice: ¿A dónde es que va mi vida? Se da cuenta, seguramente, mi familia no va bien, mi vida no va bien, mi relación con Dios no va bien, mi relación de comunidad no va bien, mi relación de pareja no va bien. Pero claro, no se trata de quedarse solamente con el cuestionamiento.

Hay que dar el paso y el paso es: ¿Cuál es mi nueva meta? Esa nueva meta es la montaña a la que tienes que subir. Vamos a pensar en una pareja que se está acostumbrando a tratarse con egoísmo. Esas etapas que tienen las parejas, a veces en que empiezan a maltratarse y cada uno más bien empieza a pensar, pues yo no me dejo, pues yo tampoco. A ver, aquí quién aguanta., Son tiempos en que a veces las parejas están como echando un pulso a ver quién resiste más. Pero qué tal que llegado el tiempo del Adviento, esa pareja se haga esta pregunta: ¿Oye, nosotros a dónde vamos con ese orgullo, con ese resentimiento, con esa manera de maltratarnos? Entonces se dan cuenta que quieren una meta, que quieren un objetivo distinto. Pero ese objetivo, nó, es fácil. Llegar a ser verdadera pareja supone renuncias, paciencia, comprensión, diálogo, salir uno de su egoísmo y de su comodidad.

Y esa es una cima. Esa es, esa es una subida. Por eso el verbo subir es necesario. El Adviento no es solamente para que uno se pregunte yo para dónde estoy yendo? Y entonces se sienta descontento o se sienta frustrado, el Adviento no es simplemente para que uno diga: "Sí, verdad, soy un desastre", No. El propósito del Adviento es que tú despiertes, pero que como fruto de ese despertar, tú definas una meta. Y tú defines esa meta y trabajas hacia ella, y asciendes hacia ella. Por ejemplo; te das cuenta: "Hace mucho tiempo tengo descuidada la oración personal", Quiere decir que tengo que trabajar en esa oración personal. No quiere decir que yo puedo hacer todo dentro de mi vida. Yo dependo de Dios, pero tengo que separar espacios y una buena voluntad de mi corazón para recibir la obra de Dios en mi vida. Y seguramente ser fiel a esos espacios de soledad, de silencio, de oración, va a suponer un esfuerzo. Por eso se dice subir, porque es un esfuerzo. Hay que subir a la montaña; como cuando uno viene al Monasterio de la Inmaculada y no tiene transporte. Tiene que subir. Eso se llama ascender.

Ese esfuerzo, ese esfuerzo que nosotros hacemos, tiene un objetivo, tiene una meta. Nos presenta el profeta Isaías una meta esplendorosa. Hacia Él se dirigirán las naciones. Subamos al monte del Señor para que Él nos enseñe sus caminos. Él será el Juez de las naciones, el árbitro de todos los pueblos. Y fíjate, este ideal tan supremamente alto que pone Isaías: ?Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en herramientas de trabajo?. O sea que el ascenso principal está, en que aquello que uno utilizaba para atacar a los demás o para atacarse y hacerse daño a uno mismo. Ahora tiene que convertirse en mi herramienta de trabajo. Las fuerzas que yo utilizaba, viendo a ver cómo le gano esa discusión a mi pareja y cómo la humillo y porque yo no me dejo. Esa es tu espada, esa es tu lanza. Y el profeta dice: "Convertirán las espadas en arados, las lanzas en herramientas de trabajo". Eso quiere decir que las fuerzas que antes utilizaba para mi egoísmo, que utilizaba para la mentira, para la envidia, para atacar, para criticar, para juzgar, todo ese tiempo que usted gastaba condenando a otros, todo ese tiempo y toda esa cabeza y toda esa glucosa que usted utilizaba allá en su cabecita, todo ese tiempo y esas energías que usted utilizaba para juzgar y condenar estérilmente a los demás, eso es su espada. Esa es su lanza. Ahora usted va a utilizar eso como herramienta de trabajo.

Una cosa sorprendente en los santos de nuestra Iglesia Católica es la capacidad de trabajo que tienen. Uno mira, por ejemplo, a un San Vicente de Paúl o a la beata Teresa de Calcuta, o a nuestro hermano San Martín de Porres. Y uno dice en un solo día por Dios, cuántas cosas hacían; atendiendo enfermos y catequizando, y ayudando y limpiando y orando, y el día les rendía muchísimo. Y le pregunta uno a San Martín de Porres Oye, ¿Y tú cómo haces para que te rinda tanto el tiempo? Y él responde: "Es que yo no pierdo el tiempo, y el tiempo que no pierdo. Es un tiempo que tengo". Si uno deja de perder el tiempo metiéndose en vidas ajenas, tiene más tiempo para trabajar en la propia vida y en la propia conversión.

Si uno deja de perder energías y glucosa, -acuérdese que se necesita glucosa. Es muy importante la glucosa para el trabajo de las células-. Si usted deja de perder glucosa juzgando a las demás personas, tiene más glucosa, por ejemplo, para estudiar, para aprender, para orar, para hacer penitencia., Eso es lo que significa el texto de Isaías. Entonces, el programa de la subida consiste en que aquellas fuerzas, aquellos recursos y aquel tiempo que yo perdía en el pecado, lo dejo de utilizar como espada, lo dejo de utilizar como lanza y empiezo a utilizarlo en lo que tengo que utilizarlo, trabajar en mi propia viña, trabajar en mi propia conversión y ahí se ve cómo rinde el tiempo.

Hemos terminado dos verbos: el verbo despertar, que significa preguntarse hacia dónde va el mundo; hacia dónde voy yo; ¿Qué es lo que estoy haciendo?, ¿A qué me conduce esto? Y por consiguiente, tomar una opción crítica y de conversión. Y luego el verbo subir, que consiste en definir una meta que sea de acuerdo con mi vocación y con mi dignidad de cristiano. Y empezar a trabajar por ella. Y el trabajo consiste, en que dejo de perder mis fuerzas, dejo de perder mi energía y mi glucosa, dejo de perderla en lo que no produce nada; y empiezo a utilizarla como herramienta de trabajo. Empiezo a utilizarla como arado para esa viña que es de la única que yo tengo que dar cuentas a Dios. Porque finalmente es de mi corazón, es de mi vida, de lo que yo tengo que dar cuentas al Señor. Que este Adviento, mis hermanos, que empieza con este mensaje tan vigoroso de Isaías y de san Pablo, de muy abundante fruto en nuestra vida. Amén.

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