|
|

Homilía de Fr. Nelson Medina, O.P.
La vida cristiana es la vida de Cristo, realizada en nosotros
Homilía aa01001a, predicada en 19951203, con 10 min. y 1 seg. 
Transcripción:
Queridos hermanos. La Palabra de Dios va acompañando nuestro camino. Preguntémonos al comienzo de este año litúrgico, pues, que se trata, del primer domingo de Adviento; preguntémonos al iniciar este Adviento ¿Qué es la vida cristiana? La vida cristiana es la vida de Cristo, realizada en nosotros. ¿Eso cómo es posible? Sucede porque Dios, por los méritos de Cristo y la oración de Cristo y el Cuerpo de Cristo, Dios Padre nos envía por Cristo, el Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo realiza su obra en nosotros. Y así cada uno de nosotros, se encuentra en Cristo, su propio modelo. Y sin embargo, nosotros no somos fotocopia de Él. Él es Él y cada uno de nosotros es cada uno. Sin embargo, Cristo se convierte en modelo de todos y de cada uno, y Cristo realiza su obra en todos y en cada uno. Realiza esta obra, comunicándonos su Espíritu Santo, de modo que el Espíritu, renovando nuestro interior, nos concede tener los pensamientos de Jesús, nos concede tener sus mismos afectos y concede así, que nuestra mirada reconozca el paso de Dios en la historia y que nosotros mismos llevemos esa historia a su consumación. Esta es la vida cristiana. Esta vida cristiana se realiza a través de un camino, se realiza a través de un proceso. Hay momentos fuertes del encuentro con Dios. Por ejemplo, el Sagrado Bautismo y fundamentalmente ese, el Bautismo, a través del Bautismo, se aplica a nosotros, se aplican a nosotros, los méritos infinitos del amor de Cristo en la cruz y la gloria infinita de Cristo resucitado. Este es un momento fuerte, pero la realización del plan de Dios en nosotros, es un camino..., ¡no sucede instantáneamente!, ¿Por qué no sucede instantáneamente?, ¿Por qué Dios ha querido que nuestra vida sea un camino? Por una razón muy sencilla: Si Dios nos transformara en un instante, nosotros no tendríamos actos de nuestra voluntad, para acoger esa salvación y para llevarla a su plenitud. Desde luego que Dios podría salvarnos como costales. Dios podría cogernos como, como un cargador de buque se echa al hombro un costal y atraviesa el puente y lo descarga en el buque, y -estuvo salvado el cristiano-. Así nos puede salvar. Y quizá haya personas salvadas así. Pero Dios no quiere que sea esa, la obra de la salvación en nosotros, porque Él precisamente nos creó, con un pensamiento y nos creó con una voluntad. Y ese entendimiento y esa voluntad sólo se realizan, ¡temporalmente!. Entonces, son los actos sucesivos de nuestra voluntad, de acuerdo con el ser creatural que Dios nos ha otorgado; son los actos sucesivos de nuestra voluntad los que van desplegando la fuerza de la salvación de Dios. Aquí puede servir una comparación. Imagínate... que muere un hombre, muy adinerado, un gran empresario. El hombre más genial para los negocios, ha amasado una cuantiosa fortuna y hay muchos proyectos que están en marcha en sus fábricas o en sus empresas. Este hombre deja todo en herencia a sus hijos. Pero supongamos, que el día en el que el abogado, le comunica al hijo, -tú has recibido la herencia más grande que se pueda soñar humano alguno-. En el momento en el que el abogado le comunica al hijo, -tú vas a recibir la herencia-. Ese mismo día el muchacho en un accidente se murió.Cuando se murió, evidentemente la plata era suya y los proyectos de desarrollo estaban en sus manos, pero no alcanzó a hacer nada, no hizo nada, no disfrutó esa herencia, no llevó a cabo esas posibilidades. De alguna manera, algo semejante es lo que sucede en nuestra vida cristiana. Tú tienes que mostrar, qué es lo que vas a hacer, con ese espíritu que Dios te da. O mejor, Dios muestra cuál es ese espíritu, en -el caminito-, en el camino se ve: qué tal que este muchacho no se muera el día que recibe la herencia, sino que él recibe la herencia y la trabaja diez, quince, veinte, treinta años... Ahí sí se ve, si el hijo resultó digno de tal padre, ahí sí se ve, si el hijo tiene talento propio o si únicamente, el del talento era el papá. Lo mismo acontece con nuestra vida cristiana. Dios nos ha dado desde el Bautismo, la infusión de su espíritu. Pero ese espíritu muestra su poder en -el caminito-, en la historia, a través de la vida, a lo largo de los actos voluntarios que cada uno de nosotros va realizando; singularmente con su capacidad de Amar. Esto explica por qué nosotros necesitamos ser acompañados por la Palabra de Dios, porque nosotros no hemos terminado de conocer a Dios, porque nosotros no hemos terminado de conocer a Jesús. Le doy otra comparación. Suponga que va a entrar en la selva y a usted le dan un libro, más o menos grueso, con indicaciones, para defenderse en medio de la jungla. Ahí hay enseñanzas, advertencias; para el caso de que le salga un leopardo, para el caso de un de un ataque de hormigas, para el caso de una tempestad eléctrica y tiene todo género de indicaciones, un libro gordo. Usted entra en la selva, cuando usted entra en la selva; ese libro no significa mucho para usted porque todavía no le ha pasado ningún peligro. Dos años después lo entrevistan en un noticiero:, Cuéntenos ¿cuál ha sido su mayor tesoro?. Yo estoy seguro de que usted sacará ese libro y dirá: -Este ha sido mi mayor tesoro, porque cuando me atacó el leopardo, este libro me había enseñado, que tenía que hacer, y cuando vino la tempestad eléctrica y cuando nos atacaron las hormigas, este libro nos sacó adelante-. Así también pasa con Cristo. Nosotros no conocemos qué buen defensor es Cristo, sino en la medida en que Él precisamente nos va sacando a flote, nos va liberando, nos va sacando adelante; en la medida en que su Palabra nos va transformando, en la medida en que, en cada circunstancia de nuestra vida descubrimos: -Él es mi Señor-, -Él es mi Salvador-. Y por eso la Iglesia nunca tiene agarrado a Cristo; como usted puede agarrar un manojo de billetes, o como usted puede agarrar, qué se sé yo..., una flor, ni la belleza, ni el poder, ni la riqueza de esta tierra, se parecen al poder, la belleza y la riqueza de Jesucristo. Porque a Cristo nunca lo tenemos totalmente agarrado y por eso, es constitutivo de la Iglesia, constitutivo de la Iglesia, del ser mismo de la Iglesia, el estar siempre aprendiendo a Cristo, siempre conociendo a Cristo. En este sentido, podemos decir que la Iglesia, mientras esté en esta tierra, mientras sea Iglesia peregrina, es siempre una Iglesia en Adviento. La Iglesia misma siempre es Adviento, porque siempre tiene que esperar esa plenitud de salvación, que apenas se ha anunciado, que apenas ha empezado a realizarse en ella. Durante este tiempo de Adviento que hoy comenzamos, reflexionemos en esas palabras -la Iglesia, cada uno de nosotros es Adviento-. Nosotros sólo conoceremos a Cristo en la medida en que Él vaya mostrando toda su fuerza, todo su poder en nuestras vidas. Pues bien, para que nosotros no lo olvidáramos, la Iglesia, en su sabiduría, ha dispuesto que haya este tiempo de Adviento para que nos acordemos, para que todos recordemos que ese Cristo nos está haciendo falta. Que sin Él nada somos. Que no hemos terminado de conocerlo. Sigamos, nuestra celebración eucarística. También a nosotros se nos dice como al profeta Elías -Levántate y come, que el camino es superior a tus fuerzas. Aliméntate bien, come bien, aliméntate de Cristo, escucha con hambre y con atención, la Palabra de Dios, porque el camino es largo, es superior a tus fuerzas-. Pero con este alimento llegarás hasta la meta. Así lo conceda Dios en su bondad. Amén.

Derechos Reservados © 1997-2025
La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico, está permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente: http://fraynelson.com/.
|