Cielos nuevos y tierra nueva

56 La promesa de Dios y la resurrección de Jesucristo suscitan en los cristianos la esperanza fundada que para todas las personas humanas está preparada una morada nueva y eterna, una tierra en la que habita la justicia (cf. 2 Co 5,1-2; 2 P 3,13). « Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 39: AAS 58 (1966) 1057] Esta esperanza, en vez de debilitar, debe más bien estimular la solicitud en el trabajo relativo a la realidad presente.

57 Los bienes, como la dignidad del hombre, la fraternidad y la libertad, todos los frutos buenos de la naturaleza y de nuestra laboriosidad, difundidos por la tierra en el Espíritu del Señor y según su precepto, purificados de toda mancha, iluminados y transfigurados, pertenecen al Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz que Cristo entregará al Padre y donde nosotros los volveremos a encontrar. Entonces resonarán para todos, con toda su solemne verdad, las palabras de Cristo: « Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme … en verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis » (Mt 25,34-36.40).

58 La realización plena de la persona humana, actuada en Cristo gracias al don del Espíritu, madura ya en la historia y está mediada por las relaciones de la persona con las otras personas, relaciones que, a su vez, alcanzan su perfección gracias al esfuerzo encaminado a mejorar el mundo, en la justicia y en la paz. El actuar humano en la historia es de por sí significativo y eficaz para la instauración definitiva del Reino, aunque éste no deja de ser don de Dios, plenamente trascendente. Este actuar, cuando respeta el orden objetivo de la realidad temporal y está iluminado por la verdad y por la caridad, se convierte en instrumento para una realización cada vez más plena e íntegra de la justicia y de la paz y anticipa en el presente el Reino prometido.

Al conformarse con Cristo Redentor, el hombre se percibe como criatura querida por Dios y eternamente elegida por Él, llamada a la gracia y a la gloria, en toda la plenitud del misterio del que se ha vuelto partícipe en Jesucristo.[Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptor hominis, 13: AAS 71 (1979) 283-284] La configuración con Cristo y la contemplación de su rostro [Cf. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 16-28: AAS 93 (2001) 276-285] infunden en el cristiano un insuprimible anhelo por anticipar en este mundo, en el ámbito de las relaciones humanas, lo que será realidad en el definitivo, ocupándose en dar de comer, de beber, de vestir, una casa, el cuidado, la acogida y la compañía al Señor que llama a la puerta
(cf. Mt 25, 35-37).

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Instrucciones con clave de humor cristiano para una eucaristia

“En nombre del Señor y de su Compañía, que es la Iglesia, les damos la bienvenida a este vuelo eucarístico que tiene como destino la eternidad. La duración estimada del vuelo, dependiendo de la turbulencia lingüistica del piloto, esta estimada en 40 minutos. Por motivos de seguridad y para no interferir la señal divina no podrán utilizarse durante la estancia en esta nave los teléfonos móviles. Por favor, procuren que su equipaje de mano, esté bien colocado para que, entre otras cosas, no pueda ser sustraído por terceras personas y también, en un determinado momento de este vuelo, recurrir a él para su colaboración…”

Eucaristía

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Conoce la Comunidad Pedacito de Cielo

“El deseo de fundamentar nuestras vidas en el Señor, nos llevó en el año 2008 a iniciar el proyecto comunitario, abriendo el espacio de crecimiento espiritual y personal, mediante un proceso de formación estructurado y convivencia comunitaria, que nos ha llevado a fortalecer la comunidad y prepararnos como laicos comprometidos en el anuncio de la buena noticia desde nuestro propio testimonio…”

Pedacito de Cielo

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Carta de Maria para ti, mujer

“Hola, mi querida hija del alma, que la paz del Señor esté contigo. Mi corazón necesitaba escribirte estas simples líneas que, como pájaro de luz, lleguen de mi corazón al tuyo…le iluminen, disipen dudas y angustias, y te hagan caminar hacia tu verdadero destino : los brazos de mi Hijo. Sí, querida mía, tu verdadero destino, que no es muchas veces el que te propone el mundo y por el que tantos esfuerzos gastas olvidándote del negocio mas importante que tienes: la salvación de tu alma…”

Carta de María

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Leccion Segunda sobre el martirio

Lección Segunda

Difusión del cristianismo fuera del Imperio

Causas de esta propagación

El Imperio Romano se extendía en Europa, África y Asia sobre pueblos de temperamentos y civilizaciones sumamente diversos. Junto a la lengua latina oficial, se daba una gran multiplicidad de lenguas. Todos los paganos daban culto a los dioses de Roma, que eran los del Imperio, pero también honraban los dioses propios de su país. En aquella enorme heterogeneidad solamente se había producido una cierta homogeneidad moral entre las clases superiores de la sociedad imperial. Pero el pueblo, salvo en algunas ciudades más cosmopolitas, seguía siendo pueblo, arraigado en sus hábitos, tradiciones, idiomas y supersticiones peculiares. Un doctor alejandrino podía entenderse con un poeta o filósofo de Atenas o de Roma. Pero un aldeano celta y un montañés de Frigia apenas hallarían una idea o una palabra en común con que comunicarse.

La rápida difusión del cristianismo en medios tan diferentes, y aún hostiles a veces entre sí, adaptándose tanto a las inteligencias más cultivadas como a las más toscas, conquistando al mismo tiempo a los griegos de la brillante Jonia o a los indígenas de la brumosa Bretaña, no habiendo para él «ni griego ni bárbaro» [Col 3,11] es un hecho histórico para cuya explicación no bastan las leyes ordinarias, sobre todo si se tiene en cuenta que este desarrollo se logró en medio de obstáculos y persecuciones, y que, como dice Tertuliano, cada nuevo creyente era un candidato al martirio. Y esta historia prodigiosa, por otra parte, no sería completa si limitáramos nuestra atención al cuadro único del Imperio Romano.

En efecto, es cosa admirable que Roma, que siempre procuró impedir la difusión del cristianismo, la favorecía sin quererlo. Las grandes vías militares que llegaban a lejanísimas regiones, las calzadas de granito que atravesaban tanto los arenales de Siria como los bosques de las Galias, servían para el paso de las legiones, pero también facilitaban el viaje de los misioneros.

«Gracias a los romanos -escribe San Ireneo- goza de paz el mundo, y nosotros podemos viajar sin temor por tierra y por mar, por todos los lugares que queremos» (Adv. Hæres. IV,30). Y cincuenta años después, Orígenes: «La Providencia ha reunido todas las naciones en un solo Imperio desde el tiempo de Augusto para facilitar la predicación del Evangelio por medio de la paz y la libertad del comercio» (In Jos. hom. III).

Pero los apóstoles de la nueva fe no gozaban de estas ventajas cuando salían de las regiones tuteladas por Roma para predicar la fe a naciones independientes, enemigas a veces del Imperio. Y sin embargo, ya desde mediados del siglo II y sobre todo en el III, se intentó hacerlo, y de hecho se extendieron notablemente las fronteras del cristianismo.

Estas misiones exteriores, lógicamente, no partían sino de regiones en las que estaba la fe muy extendida y la población cristiana era muy densa. Esto explica que el cristianismo en Europa apenas traspasase las fronteras del Imperio. Por ejemplo, en las provincias fronterizas, tanto del Rhin como del Danubio, es donde más tardaron en establecerse comunidades cristianas. Y por ser éstas menos numerosas y pujantes, ocupadas en su propio crecimiento, tuvieron menos posibilidades de irradiar al exterior. Y de modo semejante, en la Europa occidental, las fronteras militares limitaron durante largo tiempo la extensión del cristianismo.

Hay en todo esto otro obstáculo importante para la difusión de la fe. Una superstición extranjera ha contagiado las regiones situadas en los límites del Imperio, llevada por funcionarios, esclavos y soldados. En todos los campamentos fronterizos del ejército romano, en Germania, a lo largo del Rhin, en Bretaña, en Panonia y Dacia, en las llanuras regadas por el Danubio, el culto de Mithra alza sus monumentos, cava sus grutas, como si hubiera de proteger así al Imperio Romano del empuje de los bárbaros, y alejar de este modo a los bárbaros de la gracia del cristianismo. Estas supersticiones procedentes del Oriente son el culto preferido de las legiones romanas, y vienen a imponerlas a las poblaciones donde se asientan.

Las iglesias de África hallan para difundir la fe otros obstáculos. Han tenido fuerza para vencer las supersticiones autóctonas, pero se ven frenadas por la doble barrera del Atlas y del desierto. En el siglo II llegan a los gétulos, pueblos del Sahara y del Oeste del Atlas, casi independientes; pero se les escapan los pueblos nómadas del Mediodía, movedizos y ligeros como las arenas llevadas por el viento. Más urgente es para estas iglesias evangelizar el Oeste, la Mauritania, que pese a sus campamentos militares y obispados, apenas llegan a ser romanas y cristianas.

Mayor fuerza difusora de la fe tendrá el cristianismo en Egipto. Va más allá de los límites del Imperio, hacia Syene, en la primera catarata del Nilo, desciende a Etiopía, avanza a lo largo del río y del mar Rojo, hasta el desfiladero de Aden, y probablemente hasta el Yemen.

Según refiere Eusebio de Cesarea, el primer impulso misionero partió de Panteno, fundador de la célebre Escuela de Alejandría. Dejó su cátedra y se fue a llevar la fe a la India (Hist. Eccl. V,10,3), es decir, en el lenguaje del tiempo, muy probablemente al sur de Arabia, donde había muchas colonias judías.

Pero es en el Asia romana donde la fe evangélica halló durante tres siglos un potente foco de irradiación en todas las direcciones. Sus misioneros, sus viajeros circunstanciales, incluso sus cautivos llevaron la fe entre los bárbaros.

A mediados del siglo III los Godos, que viven entre el Danubio y el Dniester, son evangelizados por prisioneros por ellos capturados en la invasión de Capadocia. Hay escasas noticias de que la fe llegó de Bitinia y del Ponto al Quersoneso Táurico -Crimea-, al norte del Mar Negro. Al Este de Capadocia se consiguió convertir al cristianismo a la Gran Armenia independiente, por obra especialmente de Gregorio el Iluminador. Él convirtió a la fe al rey Mitridates II, y tras él fue toda la nación. La primera guerra de religión de que nos habla la historia fue la que en el 313 Maximino Daia declaró contra Armenia por haber abrazado el cristianismo. La cruz y el sentimiento nacional dieron la victoria a los armenios.

Aún más poderoso y extenso es el avance del cristianismo hacia el Asia Central. Sobre todo desde mediados del siglo II, la fe ya arraigada en las ciudades del Oeste desde el tiempo de los apóstoles, se difunde con fuerza hacia el Este, por las fronteras orientales del Imperio. Sigue el camino de las caravanas, recorriendo el camino inverso al que llevó a los Magos a la cuna del Redentor.

Desde Antioquía la fe conquista primero el diminuto reino de Osrhoene, en la orilla izquierda del Éufrates, y especialmente su capital, Edesa, se llena de cristianos. Ya en el siglo II tiene allí la Iglesia una versión siríaca del Antiguo y del Nuevo Testamento. A fines de ese siglo se reúne allí un concilio regional. A pesar de que Caracalla anexiona el reino al Imperio, Edesa se mantiene como foco ardiente de evangelización, extendiendo la fe en Mesopotamia y por todo el Imperio Persa. A mediados del siglo III había en Mesopotamia iglesias tan florecientes como las del Asia Menor, y en la última persecución, la de Diocleciano, dieron un gran número de mártires.

Las autoridades de Persia permiten predicar la fe cristiana, tanto más cuanto ésta es perseguida en el Imperio romano. Pero estas buenas disposiciones cesan cuando el Imperio se convierte al cristianismo. Y Constantino ha de escribir al rey Sapor, solicitando protección para «las innumerables iglesias de Dios» y «las miríadas de cristianos» que vivían en aquellos Estados (Eusebio, De vita Constantini IV,8).

Cuando se reanudan las hostilidades entre Roma y Persia, se desencadenará en ésta una terrible persecución contra los cristianos, sospechosos de complicidad con Roma. Esta persecución duró cuarenta años (339-379), más tiempo que ninguna de las persecuciones romanas. Pero el cristianismo era allí tan fuerte que los torrentes de sangre derramada no bastaron para apagar la antorcha de la fe.

Según Sozomeno el primer golpe de persecución produjo dieciséis mil mártires, cuyos nombres se consignaron, y otros muchos más anónimos (Hist. Eccl. II,14). Las Pasiones de mártires que nos han llegado se refieren a cristianos de Babilonia, Caldea, Susania, Adiabene.

Otros lamentables acontecimientos frenaron el ímpetu expansivo del cristianismo en Persia. Pero aquella gran difusión primera del Evangelio en Persia, en la segunda mitad del mundo antiguo -«el segundo ojo del universo», como le dijo un embajador persa al emperador romano-, muestra claramente la potencia del cristianismo para implantarse en pueblos tan extraños a las costumbres sociales de Roma o a la cultura de Grecia.

Las herejías, sin embargo, en el siglo V, extenuaron la Iglesia en Persia, y las invasiones musulmanas del VII acabaron de abatirla.

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La sanacion pranica

Padre, cordial saludo. Para pedirle el favor de ayudarme a comprender que es y como afecta a la fe católica la practica de la sanacion pranica. Gracias. -P.Reinaldo.

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El prana y lo pránico

Según la Wikipedia, “La sanación pránica es un conjunto de técnicas y métodos de sanación, metódica y sistemáticamente recopilados, que afirma trabajar sobre el campo energético del ser humano con la finalidad de restaurar la salud física, emocional, mental y espiritual. Se autoconsidera una medicina complementaria y alternativa (CAM). La técnica, que dice no reemplazar a la medicina ortodoxa sino complementarla, afirma que permite sanar mediante la remoción y aplicación de energía con las manos.”

La base teórica y doctrinal de la sanación pránica es el fruto del estudio, la investigación o la creatividad de un hombre que es conocido como el Maestro Choa Kok Sui. Como tantas otras escuelas de tipo Oriental, Kok Sui insiste en la necesidad de encontrar un balance como requisito indispensable para lograr la salud y el bienestar. Su teoría es que la enfermedad es producida o va acompañada sobre todo por el desbalance en la “energía de la vida,” a la que se llama “prana” o “ki.” Consecuentemente, la sanación pránica quiere usar las manos como transmisores y reguladores de esa energía vital para que se pueda recuperar la salud.

Vaguedad intencional y ventajosa

El lenguaje es lo suficientemente difuso como para que mucha gente pueda conectar fácilmente con el estilo pránico. Los milagros por imposición de manos aparecen a menudo en la Biblia. Kok Sui quiere que veamos en esos milagros un episodio de sanación pránica, como si fuera básicamente la energía, quizás de tipo “magnético,” de Cristo.

La palabra misma “energía” es extraordinariamente vaga. Uno puede sentirse “lleno de energía” o “bajo de baterías.” Hay bebidas “energizantes” y hay acciones “enérgicas.” Colgándose de esa multiplicidad y vaguedad semántica, el mundo pránico hace una apuesta que difícilmente puede fallar.

Pero hay más: la sanación pránica se presenta como terapia “complementaria y alternativa” y eso significa que a nadie se le va a decir que deje de tomarse sus pastillas, ni que rechace una transfusión de sangre (como lo predican los Testigos de Jehová), ni que se abstenga de una operación para que le saquen un tumor. En el lenguaje de lo “complementario y alternativo” todo lo que salga bien será ganancia de buen nombre para la sanación pránica, y todo lo que no tenga efecto quedará relegado al rincón de “no tuviste suficiente fe,” o al hecho, ya declarado desde el principio, de que lo pránico era solamente “complementario,” de modo que “quizás debas acudir un poco más a la medicina tradicional.”

¿Que peligros entraña lo pránico?

La verdad es que las teorías de Kok Sui no van más lejos de lo que puede conseguir una buena auto-sugestión. En principio, eso no debería hacer mucho daño: si una persona logra quitarse un dolor de cabeza sugestionándose no vamos a decir que ha encontrado un gran remedio pero por lo menos eso le funcionó. Tristemente sí hay otros peligros:

1. La interpretación que la literatura pránica sugiere cuando alude a los “milagros” es fundamentalmente falsa y engendra confusión en los cristianos que pretendan meterse por esos caminos. La Escritura enseña que los milagros de los profetas, lo mismo que los de Cristo, son ante todo señales del Reino de Dios. El lenguaje de la concentración de fuerza para que esa fuerza haga algo en la otra persona es ajeno a la Biblia. De lo que se habla en cambio es del poder de Dios, su compasión, su cercanía, y lo que se subraya es el señorío de Dios, no una técnica para mejorar la salud o la vida humana. De hecho, el único personaje en la Biblia que parecía creer que los milagros eran una “técnica” o terapia que podía ser enseñada, fue Simón el Mago, de quien deriva la expresión “simonía” : el delito de pretender vender. o por extensión manipular para provecho propio, lo sagrado.

2. La mentalidad pránica favorece la idolatría de la salud y el bienestar (“wellbeing”), como si el único valor relevante fuera el sentirse y verse bien. A su vez, esta mentalidad se muestra incapaz de reconocer en el sufrimiento las dimensiones pedagógicas y redentoras. La Cruz se convierte en un accidente, un despropósito, una falla en la planeación de la misión de Cristo. Y por supuesto, el camino queda abierto para desechar la vida humana cuando no puede alcanzar los niveles de bienestar y autosatisfacción esperados.

3. Además, quienes caen en la idea de que lo que interesa es únicamente curarse o sentirse bien, están en grave peligro de malvender su fe con tal de lograr la salud o el bienestar, y ello por supuesto, abre la puerta a muchas otras prácticas, sin excluir el espiritismo o las diversas formas de control mental.

4. Debemos ver la terapia pránica como un rostro más del pelagianismo y el semi-pelagianismo que nos rodean y asfixian por todas partes: la idea de que el ser humano puede auto-redimirse; que sus fuerzas bastan para sanarse y para encontrar plenitud y bienestar; que en realidad no necesita de un Dios que le ame, le perdone, le restaure o le llame a estar en comunión con Él.

5. La idea de la energía vital es científicamente indemostrada y probablemente indemostrable. Atribuir a las variaciones minúsculas de campos eléctricos o magnéticos poderes transformantes es asunto de chamanismo, animismo o panteísmo, y en cualquier caso es ajeno y contrario a la fe cristiana. Es reconfortante para el orgullo propio de nuestra época creerse uno que el poder está en las propias manos pero no hay base para ello. Lo pránico es un retorno a la magia ancestral, ingeniosamente re-empacado para consumo de clientes del siglo XXI.

Respetar la identidad femenina

“La paradoja del feminismo del siglo pasado es que mientras abogaba por la liberación de la mujer, negaba la condición femenina y la maternidad. El feminismo igualitario de los setenta impulsó la imitación del modelo masculino y el aborto como paradigma de la emancipación femenina, y el actual feminismo de género ha acentuado el rechazo de lo específicamente femenino y de la maternidad…”

Identidad femenina

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