Bula “Misericordiae Vultus”

El Papa Francisco ha concedido un año jubilar por medio de la Bula “Misericordiae Vultus,” con motivo de los 50 años d ela clausura del Concilio Vaticano II. El sitio oficial de noticias del Vaticano nos explica:

La Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia titulada ”Misericordiae vultus” se compone de 25 números. El Papa Francisco describe los rasgos más sobresalientes de la misericordia situando el tema, ante todo, bajo la luz del rostro de Cristo. La misericordia no es una palabra abstracta, sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. La Bula se desarrolla en clave trinitaria (números 6-9.) y se extiende en la descripción de la Iglesia como un signo creíble de la misericordia: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (n. 10).

El Papa Francisco indica las etapas principales del Jubileo. La apertura coincide con el quincuagéismo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II:” La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo”.(n. 4). La conclusión tendrá lugar “en la solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016. En ese día, cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia. Encomendaremos la vida de la Iglesia, la humanidad entera y el inmenso cosmos a la Señoría de Cristo, esperando que difunda su misericordia como el rocío de la mañana para una fecunda historia, todavía por construir con el compromiso de todos en el próximo futuro. “(n. 5) .

Una peculiaridad de este Año Santo es que se celebra no sólo en Roma, sino también en todas las demás diócesis del mundo. La Puerta Santa será abierta por el Papa en San Pedro el 8 de diciembre y el domingo siguiente en todas las iglesias del mundo. Otra de las novedades es que el Papa da la posibilidad de abrir la Puerta Santa también en los santuarios, meta de muchos peregrinos.

El Papa Francisco, recupera la enseñanza de San Juan XXIII, que hablaba de la “medicina de la Misericordia” y de Pablo VI que identificó la espiritualidad del Vaticano II con la del samaritano. La Bula también explica algunos aspectos sobresalientes del Jubileo: primero el lema “Misericordiosos como el Padre”, a continuación el sentido de la peregrinación y sobre todo la necesidad del perdón. El tema particular que interesa al Papa se encuentra en el n. 15: las obras de misericordia espirituales y corporales deben redescubrirse “para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.”. Otra indicación atañe a la Cuaresma con el envío de los “Misioneros de la Misericordia” (n. 18). Nueva y original iniciativa con la que el Papa quiere resaltar de forma aún más concreta su cuidado pastoral. El Papa trata en los nn. 20-21 el tema de la relación entre la justicia y la misericordia, demostrando que no se detiene en una visión legalista, sino que apunta a un camino que desemboca en el amor misericordioso.

El n. 19 es un firme llamamiento contra la violencia organizada y contra las personas ”promotoras o cómplices” de la corrupción. Son palabras muy fuertes con las que el Papa denuncia esta “llaga putrefacta” e insiste para que en este Año Santo haya una verdadera conversión: “¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Delante a tantos crímenes cometidos, escuchad el llanto de todas las personas depredadas por vosotros de la vida, de la familia, de los afectos y de la dignidad. Seguir como estáis es sólo fuente de arrogancia, de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto de lo que ahora pensáis. El Papa os tiende la mano. Está dispuesto a escucharos. Basta solamente que acojáis la llamada a la conversión y os sometáis a la justicia mientras la Iglesia os ofrece misericordia.”(n. 19).

La referencia a la Indulgencia como tema tradicional del Jubileo se expresa en el n. 22. Un último aspecto original es el de la misericordia como tema común a Judios y Musulmanes: “Este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocerlas y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación. “(n. 23).

El deseo del Papa es que este Año, vivido también en la compartición de la misericordia de Dios, pueda convertirse en una oportunidad para “vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.. (…) En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: ” Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos”.

La Bula misma puede leerse o bajarse haciendo click aquí.

ESCUCHA, Meditación sobre el Salmo 103

Escuela de Vida Interior, Tema 37: Meditación sobre el Salmo 103

* Texto utilizado:

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
el sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila
se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen
nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre
siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre
duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Pero la misericordia del Señor
dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

* El mensaje de la misericordia ha caracterizado desde su comienzo al pontificado del Papa Francisco, que además ha querido un año jubilar, a iniciarse el 8 de diciembre de 2015, bajo el título de Misericordiae vultus, en conmemoración de los 50 años de la clausura del Concilio Vaticano II. No sólo con su enseñanza sino sobre todo con sus gestos, el Papa ha destacado el lugar central de la misericordia en la vida cristiana y en el hoy de las necesidades de la Iglesia y del mundo.

* La misericordia nos habla de poner o llevar a nuestro corazón las necesidades de nuestros hermanos, sobre todo las de aquellos que se ven incapaces de superar sus obstáculos. A la vez, la misericordia nos recuerda nuestra condición de radical indigencia, como camino que finalmente nos lleva a descubrir a un Dios que, sin necesitarnos hace suyas nuestras necesidades.

* La misericordia atraviesa toda la Sagrada Escritura. hay que librarse de la idea falsa que pretende poner toda la dureza de Dios en el Antiguo testamento para luego afirmar que en el Nuevo Testamento ha llegado por fin su ternura. En efecto:

(1) Como muestra el salmo 103, hay múltiples y muy hermosas expresiones del amor compasivo de Dios en el Antiguo testamento, así como de su ternura incomparable. Véase particularmente Isaías 49,15: “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré.”

(2) Mucho de lo que consideramos como “violencia” en el Antiguo Testamento es sencillamente expresión del celo de Dios por su pueblo, o de la indignación que causa la injusticia–y que es normal que cause.

(3) Otra parte de esa violencia tiene que ver con la extrema rudeza de aquellos tiempos y lugares. Sin un sistema de justicia más allá de la venganza personal, familiar o del clan, es de temer que las acciones de todos los implicados sean extremadamente agresivas.

(4) En el Evangelio, y específicamente en la enseñanza de Cristo no faltan severísimas advertencias sobre lo que implica rechazar su mensaje. En concreto, nadie en la Biblia habla tanto del infierno como Jesucristo. Y esto lo debemos ver como una expresión de su misma ternura que ciertamente no desea que ninguno de nosotros llegue allá.

* En todo caso, el tono de la predicación del Señor, ya anticipado en textos de tanta hermosura como el salmo 103, refleja ante todo el deseo inmenso, infinito como es Dios mismo, de que todos acojamos su mensaje de amor y alcancemos la plena amistad y comunión con Él.

* * *

Este tema pertenece al Capítulo 04 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 04 se está publicando aquí:

is.gd/vida_interior_04

La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

is.gd/vidainterior

Conoce a Santa Gema Galgani

“Gema Galgani nació en 1878 en Camigliano, un pequeño pueblo de la provincia de Lucca (Italia), en el seno de una familia era de condición modesta: el padre farmacéutico y la madre ama de casa. Gema tuvo una infancia normal, asistió a la escuela pública de Lucca, donde la familia se había mudado, y tenía muchos amigos. Pero aquella normalidad fue destrozada por pruebas durísimas. En 1886 su madre murió, con solo 39 años, en 1894 su hermano Gino que era seminarista, con 18 años, y en 1897 su padre. A estas muertes siguieron un colapso económico de la familia, pues como resultado de la generosidad del padre, de la falta de escrúpulos de sus contactos en negocios y de sus acreedores, sus hijos se quedaron sin nada, y no tenían siquiera los medios para mantenerse…”

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Entrada pacífica en Tenochtitlán

En este tiempo Moctezuma, angustiado por los más negros presagios, se encerró durante días en el Gran Teocali, en ayuno, oración y sacrificios de su propia sangre. Y cambiando de actitud a última hora, envió mensajeros para que invitaran a Cortés a entrar en México. Los embajadores aztecas recomendaron con sospechosa insistencia un camino, pero Cortés no se fió, y en momento tan grave, según escribió después a Carlos I en su II Carta, «como Dios haya tenido siempre cuidado de encaminar las reales cosas de Vuestra Majestad desde su niñez, e como yo y los de mi compañía íbamos en su real servicio, nos mostró otro camino, aunque algo agro, no tan peligroso como aquel por donde nos querían llevar».

Tenochtitlán, la ciudad maravillosa, señora de tantos pueblos, quedaba aislada, como extranjera de sus propios dominios. Allí habitaba Moctezuma, el tlatoani, en su inmenso palacio, con una corte de varios miles de personas principales, servidores y mujeres. Cuando salía al exterior, era llevado en andas, o ponían alfombras para que sus pies no tocaran la miserable tierra, y nadie podía mirarle, sino todos debían mantener la cabeza baja. Tenía recintos para aves, para fieras diversas, e incluso coleccionaba hombres de distintas formas y colores, o víctimas de alguna deformidad que los hacía curiosos. Éste fue el emperador majestuoso que, haciéndose preceder de solemnes embajadas y obsequios, prestó a los españoles una impresionante acogida en Tenochtitlán. Bernal Díaz lo narra con términos inolvidables, en los que admiración y espanto se entrecruzan: «delante estaba la gran ciudad de México; y nosotros aún no llegábamos a cuatrocientos soldados» (cp. 88). Era el 8 de noviembre de 1519.

Cortés y los suyos son instalados en las grandiosas dependencias de las casas imperiales. El tlatoani, discretamente retenido, está bajo su poder, y se muestra dócil y amistoso. Al día siguiente de su entrada en Tenochtitlán, Hernán Cortés visita a Moctezuma en su palacio, y éste, con su corte, le recibe con gran cortesía. El Capitán español está acompañado de Alvarado, Velázquez de León, Ordaz y Sandoval y cinco soldados, entre ellos el que contará la escena, Bernal Díaz (cp.90), más dos intérpretes, doña Marina y Aguilar. Comienza el diálogo y, tras los saludos propios de aquella profunda cortesía tan propia de aztecas como de españoles, Cortés va derechamente al grano.

Cortés empieza por presentarse con los suyos como enviados del Rey de España, «y a lo que más le viene a decir de parte de Nuestro Señor Dios es que… somos cristianos, y adoramos a un solo Dios verdadero, que se dice Jesucristo, el cual padeció muerte y pasión por salvarnos» en una cruz, «resucitó al tercer día y está en los cielos, y es el que hizo el cielo y la tierra». Les dijo también que «en Él creemos y adoramos, y que aquellos que ellos tienen por dioses, que no lo son, sino diablos, que son cosas muy malas, y cuales tienen las figuras [los dioses aztecas eran horribles], que peores tienen los hechos. Que mirasen cuán malos son y de poca valía, que adonde tenemos puestas cruces -como las que vieron sus embajadores [los de Moctezuma]-, con temor de ellas no osan parecer delante, y que el tiempo andado lo verán».

En seguida continúa con una catequesis elemental sobre la creación, Adán y Eva, la condición de hermanos que une a todos los hombres. «Y comotal hermano, nuestro gran emperador [Carlos], doliéndose de la perdición de las ánimas, que son muchas las que aquellos sus ídolos llevan al infierno, nos envió para que esto que ha ya oído lo remedie, y no adorar aquellos ídolos ni les sacrifiquen más indios ni indias, pues todos somos hermanos, ni consienta sodomías ni robos».

Quizá Cortés, llegado a este punto, sintió humildemente que ni su teología ni el ejemplo de su vida daban para muchas más predicaciones. Y así añadió «que el tiempo andado enviaría nuestro rey y señor unos hombres que entre nosotros viven muy santamente [frailes misioneros], mejores que nosotros, para que se lo den a entender». Ahí cesó Cortés su plática, y comentó a sus compañeros: «Conesto cumplimos, por ser el primer toque».

Moctezuma le responde que ya estaba enterado de todo eso, pues le habían comunicado «todas las cosas que en los pueblos por donde venís habéis predicado. No os hemos respondido a cosa ninguna de ellas porque desde ab initio acá adoramos nuestros dioses y los tenemos por buenos; así deben ser los vuestros, y no cuidéis más al presente de hablarnos de ellos». De este modo transcurrió el primer encuentro entre dos mundos religiosos, uno luminoso y firme, seguro de su victoria en la historia de los pueblos; el otro oscuro y vacilante, presintiendo su fin con angustiada certeza.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

El prefacio de la Misa de la Exaltación de la Santa Cruz

Hola fray Nelson. El Prefacio de la Eucaristía del día de la Exaltación de la Santa Cruz dice: “Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y eterno, Tú has puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, muera en un árbol vencido por Cristo nuestro Señor.” Es decir, la salvación del género humano es consecuencia de haber permitido Dios Padre que Jesús muriera “en el árbol de la Cruz”, o sea, que fuera crucificado. De acuerdo. Y Dios permite esto “para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida”. Favor aclarar. ¿La muerte tuvo su origen en la crucifixión? No lo entiendo, aunque sí está claro que de allí resurgiera la vida… Y continúa diciendo que “el que venció en un árbol”… ¿A quien se refiere? No lo entiendo, toda vez que continúa afirmando que luego ha de morir “en un árbol vencido por Cristo nuestro Señor”? Le agradecería sus aclaraciones. Bendiciones y paz. –Juan Rafael Pacheco (Johnny).

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Los prefacios son preciosos documentos de estructura lírica muy alta, que suelen recoger temas bíblicos o de las vidas de los santos con un tono que semeja al de la poesía. Lo bueno que ello tiene es que prepara el corazón para lo más sublime que tenemos en esta tierra: la consagración del pan y el vino como Cuerpo y Sangre de Cristo, nuestro Señor. Pero tanta inspiración y un lenguaje tan conciso pueden significar también que las alusiones quedan un poco oscuras, como creo que sucede en el prefacio de la Exaltación de la Santa Cruz.

El tema central de ese prefacio es la comparación entre lo que sucedió en el paraíso terrenal (Génesis, capítulo 3) y lo que sucedió en el calvario. En el paraíso encontramos un árbol (el del conocimiento del bien y del mal), sabemos que el demonio ataca, y tenemos claro que allí este enemigo perverso se salió con la suya. A ese árbol del Génesis se opone el “árbol” de la Cruz, expresión obviamente basada en un parecido menor en lo físico pero muy elocuente en cuanto a los resultados. La expresión “el que venció en un árbol… fue en un árbol vencido por Cristo…” ya vemos que alude al enemigo del género humano, al demonio. La expresión: “…para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida…” hace referencia a que en un árbol perdimos la amistad con Dios y tomamos el rumbo de la muerte eterna pero en otro árbol, el de la Cruz, fuimos reconciliados con Dios y fuimos encaminados a la eternidad dichosa junto a Cristo.

Martin Luther King vio valor en el rezo del rosario

“23 de septiembre de 1964, Martin Luther King (1928-1968) escribió una carta en la que citaba el Rosario como “de gran ayuda” en el éxito de las marchas sobre los derechos civiles. En aquel momento el líder de los negros norteamericanos, pastor baptista, era presidente de la Conferencia del Liderazgo Cristiano del Sur…”

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